Mes: junio 2016

  • Conferencia Pastoral 2009 | Integridad pastoral

    En noviembre de 2008 me pidieron que diera un estudio a una reunión de pastores bautistas en Puerto Rico sobre el tema “la integridad pastoral”. A los encargados de esta conferencia también les pareció bien que tratare este tema en esta conferencia.

    En español la palabra integridad significa rectitud y honradez. Unos antónimos (palabras opuestas) son: corrupción, deshonestidad, parcialidad. [La definición de la Real Academia Española es: Calidad de íntegro (recto, intachable)]. Pastoral es lo que tiene que ver con el pastor y su trabajo.

    Hay tantos aspectos de este tema que sin más definición y dirección particular es difícil saber a dónde ir y qué hacer en un tiempo o espacio limitado. En un sentido este tema puede encerrar casi el todo de lo que se llama “teología pastoral.” Pero vamos a comenzar con el uso de las palabras “íntegro” e “integridad” en la Biblia en español.

    “Integro” e “integridad” en la Biblia en español:

    En el Nuevo Testamento

    Si buscamos la palabra “íntegro” o “integridad” en la Biblia en español veremos que esas palabras no se encuentren en el NT en la LBA* y solamente una vez en el NT en la R60* (“integridad” aparece en Tito 2:7).

    La NVI* utiliza estas palabras 14 veces para traducir diferentes cosas, entre ellos “verdad” en el sentido de “genuino”. NVI la utiliza en Tito 2:7, igual al R60.

    En versículos 6-8 de capítulo 2 de la epístola a Tito, Pablo manda:

    Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros.”

    La palabra correspondiente en el texto griego¹ es una palabra usada una sola vez en el griego bíblico. Señala algo no corrupto, puro, sano o íntegro. LBA traduce:

    “Asimismo, exhorta a los jóvenes a que sean prudentes; muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad, con palabra sana e irreprochable, a fin de que el adversario se avergüence al no tener nada malo que decir de nosotros.”

    La RVA* y NVI están de acuerdo con las versiones de la Sociedad Bíblica (SRV*, R60 y R95*) no sólo en el uso de “integridad”, sino en su entendimiento de la relación de esa palabra con la enseñanza y las otras cosas que siguen. La enseñanza es con integridad y seriedad, etc.

    RVA Tito 2:6, “Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes, 7 mostrándote en todo como ejemplo de buenas obras. Demuestra en tu enseñanza integridad, seriedad 8 y palabra sana e irreprensible, para que el que se nos oponga se avergüence, no teniendo nada malo que decir de ninguno de nosotros”.

    NVI Titus 2:6, “A los jóvenes, exhórtalos a ser sensatos. 7 Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo. Cuando enseñes, hazlo con integridad y seriedad, 8 y con un mensaje sano e intachable. Así se avergonzará cualquiera que se oponga, pues no podrá decir nada malo de nosotros”.

    No cabe duda que este es un aspecto importante de la integridad pastoral. Si entendemos enseñanza como lo que enseñamos, tiene que haber integridad, o sea, la presentación de todo el consejo de Dios, no rehusando nada a los oyentes.

    O si miramos enseñanza como la manera de enseñar o la acción de enseñar, también tiene que ser con integridad: no torciendo las palabras o gramática; no haciendo caso omiso del contexto, no insensibles al progreso de la revelación (“teología bíblica); no presentando ideas propias usando el texto como una razón para exponer tales ideas; no presentando lo que la gente quiere oír sin tener convicciones propias sobre lo que el Señor dice; sino, exponiendo el texto fielmente con toda enseñanza y aplicación saliendo del texto mismo entendido correctamente. Sin estas cosas no hay integridad pastoral en esta área.

    En el Antiguo Testamento

    En el Antiguo Testamento “íntegro” o “integridad” aparecen en la Biblia en español como 39 veces en la R60 y en la LBA como 51 veces. Frecuentemente traducen palabras en hebreo que señalan lo que es “perfecto”, o sea completo, que no faltan cosas esenciales. El griego utiliza a veces una palabra que significa sin engaño, u otras veces, una palabra que significa “sin mancha, intachable”, o inocente o sin culpa.

    Algunas de estas palabras no aparecen en el NT y las que aparecen a veces son descripciones de Cristo o de su pueblo pero pocas veces se refieren a pastores y/o su obra.

    Siguiendo nuestras versiones en español, entonces es en el estudio del AT donde vemos la importancia de este tema. Podemos verlo en un texto como el Salmo 15:1-2:

    “Señor, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu santo monte? El que anda en integridad y obra justicia, que habla verdad en su corazón”. (LBA)

    En los requisitos para los pastores, aparte del requisito de ser apto para enseñar, vemos que todo lo que el Señor exige de los supervisores son también deberes de todos los redimidos. Pero los pastores tienen que ser ejemplos en ellos. Así aquí.

    Toda persona que habitará con el Señor anda en integridad. Entonces, el pastor de manera especial tiene que andar en integridad, y tiene que andar en integridad, no solamente en los asuntos de la vida como cualquier cristiano, sino también en su vocación u oficio como pastor. Y ese es el aspecto que debemos mirar.

    El Salmo 78 termina con estos 3 versículos:

    “Eligió a David su siervo, Y lo tomó de las majadas de las ovejas; 71 De tras las paridas lo trajo, Para que apacentase a Jacob su pueblo, Y a Israel su heredad. 72 Y los apacentó conforme a la integridad de su corazón, Los pastoreó con la pericia de sus manos.”

    Vemos el amor y cuidado de Dios hacia su pueblo en la elección de David para que fuera pastor de su pueblo. Y vemos que David cumplió su vocación, pastoreando, apacentando, conforme a la integridad de su corazón. En contraste con Saúl el rey que rebeló y no apacentó al pueblo de Dios, David lo hizo y lo hizo como tipo de su gran Hijo Jesús, el perfecto Pastor en todo sentido.

    Pero el primer uso en la Biblia de la palabra que a veces es traducido “íntegro” nos atrae porque enfatiza un aspecto de mucha importancia en todo este asunto. En Génesis 17:1 leemos:

    “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto”.

    La palabra traducida aquí perfecto es la misma que a veces es traducida íntegro. Anda en mi presencia y sé íntegro.

    Esa frase, “Anda delante de mí; anda en mi presencia” encierra lo que es absolutamente indispensable para una vida íntegra en cualquier persona. Saber que siempre estamos delante del Dios santísimo, glorioso, incomparable y que nos ha visitado en y por Jesucristo para rescatarnos – saber eso y conducirnos de acuerdo con esa realidad es el alma de la piedad bíblica, del verdadero temor de Dios. Por lo tanto es el alma de la fe reformada.

    No son los cinco puntos del calvinismo el alma de la fe reformada, sino son esas las verdades que nos llevan a vivir esta realidad. No hay, ni puede haber, integridad en el pastor que no anda concientemente en la presencia de Dios como el rumbo básico y fundamental de su vida. Tal integridad viene por la gracia poderosa de Dios por medio de Cristo Jesús aplicada por su Espíritu Santo.

    Cuando olvidemos que estamos en su presencia y así ignoramos su presencia entonces podemos hacer cosas que no son de acuerdo con su voluntad revelada en las Escrituras. Esperamos que el Dios fiel nos compunja por su Espíritu Santo y nos lleve al arrepentimiento.

    O puede haber áreas de ofuscación y/o confusión y podemos pensar que estamos bien delante de El, pero si desviamos de su palabra, estamos simplemente engañando a nosotros mismos y usando el nombre de Dios para defendernos. Debemos orar que el Señor abra nuestros ojos para que veamos nuestros errores.

    Peor y hasta fatal es tener la conciencia endurecida y hacer caso omiso de la presencia del Señor. No hay integridad mientras que esa condición permanezca.

    Pero, suponiendo que el pastor desea ser todo lo que debe ser delante de Dios, entonces, ¿cuáles son las cosas necesarias para ser pastor íntegro?

    Como observé al principio, la respuesta a esa pregunta podría llevarnos a un estudio de cada parte de lo que llamamos teología pastoral (porque necesito saber esa teología si voy a andar en integridad pastoral).

    Lo que vamos estudiando y aprendiendo en esta conferencia de pastores (véase el programa) es necesario para que seamos pastores íntegros. Por ejemplo, esas prioridades de los pastores son todas necesarias si vamos a ser pastores íntegros. No hay la “perfección” / integridad que el Señor exige si no ponemos por práctica las cosas que el Señor exige de nosotros como pastores, cosas que hemos oído aquí en estos días.

    Solamente tengo tiempo para hacer como un bosquejo con unas sugerencias sobre unas áreas que considero necesarias en relación a este asunto de la integridad pastoral.

    Muchas veces si un equipo de béisbol o fútbol o lo que sea no juega como puede y debe es porque los jugadores no prestan atención a los fundamentales. Sugiero que si vamos a tener y mantener integridad pastoral entonces tenemos que acudir a los fundamentos. Espero que el repaso de cosas básicas sirva para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia para que como hombres de Dios seamos enteramente preparados para toda buena obra en el ministerio. Quisiera que sirva para consolación y exhortación y ánimo.

    Entonces en forma breve y bosquejada, digo que si vamos a andar en integridad como pastores, entre otras cosas, tenemos que tomar en cuenta estos asuntos:

    En general, tenemos que cuidar nuestra manera de vivir como hombres
    delante de Dios
    En todas las áreas de la vida
    Tenemos que hacer esto en privado
    Tenemos que hacerlo en la familia
    Tenemos que hacerlo en las relaciones con todos:
    en la iglesia y el mundo
    Algunas razones porque esta integridad es tan importante
    Para que la conciencia de otros sea tocada por la enseñanza,
    2 Cor 4:2
    Para que tengamos el testimonio de una buena conciencia
    Para que no seamos hipócritas
    Para que no seamos “profesionales”
    Para que esta sea una realidad tiene que haber:
    Piedad – verdadero temor de Dios
    Vida santa – pureza de corazón, perseverancia en todo lo
    que nos manda
    Pablo mantuvo buena conciencia: Hch 24:16; 2 Tim 1:3; 2 Cor 2:12
    Exhortó a Timoteo que tuviera buena conciencia: 1 Timoteo 1:5, 19

    En particular, tenemos que cuidar nuestra manera de pastorear
    como hombres delante de Dios
    Cumpliendo con los requisitos para el oficio del pastor
    (1 Timoteo 3 y Tito 2).
    Prestando atención a los deberes de los pastores
    revelados en la Biblia, p.e.,
    Buscando que todos crezcan y se maduren en Cristo (Colosenses 1:28)
    Sin excepción de personas
    Hacia los que pueden causarnos problemas
    Hacia los que aportan mucho (o de dinero o de otras maneras),
    o poco
    Tenemos que conocer a nuestras ovejas
    No debemos tener reglas diferentes para situaciones parecidas

    Usando otro bosquejo para resumir, el pastor íntegro debe tener estas cosas básicas en su vida:

    Creer firmemente toda la palabra de Dios
    Predicar fielmente toda la palabra de Dios
    Practicar con perseverancia, diligencia y sinceridad lo que predica
    En privado
    En la familia
    En la iglesia
    No como un asalariado o profesional
    Con diligencia – Es labor; tenemos que entregarnos a estas cosas
    Con auto negación – por ejemplo, 1 Corintios 9:18-27
    Con metas bíblicas claras – por ejemplo, Colosenses 1:28
    Sin excepción de personas
    En sus relaciones con otras iglesias

    En cuanto a ese último punto en el bosquejo, una de las áreas de peligro para cualquier pastor tiene que ver con sus relaciones con otras iglesias y pastores.

    Si tenemos que tener cuidado con nuestras ovejas que Jesús ha puesto bajo nuestro cuidado, entonces hay que tener mucho cuidado con todo nuestro trato con pastores y miembros de otras iglesias para no socavar a ningún hombre de Dios o hacer algo que va en contra del fruto del Espíritu, o sea, en contra del amor, gozo, paz, etc., de una iglesia o de varias iglesias.

    Hay personas que quieren usar a otro pastor o pastores como algunos niños quieren hacer con sus padres: buscan a ver cual padre le permitirá salir con lo suyo. Tenemos trabajo suficiente con las ovejas nuestras sin echar encima problemas de otros innecesariamente.

    Esto no quiere decir que no debemos cooperar y ayudar a otras iglesias y pastores. Debe haber comunión entre iglesias para mutua edificación, pero debemos siempre respetar a cada iglesia y sus líderes y miembros y promover el bien de todas las iglesias.

    Es necesario tener integridad bíblica en todas las relaciones con pastores e iglesias en todo lugar. Pero hay que ejercitar un cuidado especial si una persona de un país, idioma y cultura comienza a trabajar con personas de otro país, idioma y cultura. Los que no saben el idioma y costumbres, que no consulten o que hacen caso omiso de los consejos pueden tener problemas y causar y promulgar problemas para sí y para muchos.

    Hemos visto casos en los cuales los líderes competentes y reconocidos en un país han sido menospreciados por líderes de otros países. Esto sucede cuando algún líder que no quiere resolver sus diferencias con los líderes de su propio país invita a personas de afuera (extranjeros) que vengan a ayudarle. Los de afuera aceptan la invitación sin consultar con los líderes locales probados y reconocidos o peor aún aceptan la invitación a pesar de los consejos y deseos de los líderes locales, así despreciando a esos hombres de Dios.

    De esa manera las diferencias nunca (o raras veces) se resuelven entre las iglesias. Por eso hay muchas iglesias que viven con problemas y conflictos innecesarios que posiblemente, sino probablemente, hubieran sido resueltos si los líderes extranjeros no hubieran interferido. Hombres de integridad analizarán cuidadosamente cada situación en otro país o entre los de otro idioma o cultura y no se meterán indebidamente y sin buscar el bien y paz y unidad de todas las iglesias del Señor.

    Confesamos que lo que se puede hacer trabajando fuera de nuestro país, idioma o cultura también puede suceder y ha sucedido en el mismo país y entre iglesias hermanas. Hay que tener mucho cuidado si buscamos ayudar a otra iglesia que no sea aquella misma donde el Señor nos ha puesto, aun si esa otra iglesia esté en nuestra propia vecindad y sus miembros y líderes del mismo trasfondo cultural.

    La integridad pastoral nos llevará a seguir la palabra de Dios en todo y no buscar soluciones que no sean bíblicas en cualquier asunto que tiene que ver con otras iglesias y nuestra relación con ellas.

    Durante los años que tengo en el ministerio, me ha causado mucha tristeza ver la ofuscación de varios pastores que profesando ser íntegros, en diferente ocasiones (algunos una vez; otros otra vez), han hecho ataques a hombres de Dios tratando de dañar sus nombres y socavar sus ministerios. Esos ataques se han llevado a cabo por medio de declaraciones falsas (incluyendo medias verdades y exageraciones) y aseveraciones injustas (no conforme a las Escrituras) y sin amor.

    No se ve ninguna razón espiritual obvia y necesaria para tales ataques y la manera de hacerlos ha sido obviamente carnal. La integridad pastoral bíblica excluiría tales violaciones de la voluntad de Dios revelada claramente en su palabra. La integridad pastoral más bien buscaría hacer todo procurando la paz y la edificación de las iglesias del Señor, haciendo todo decentemente y en orden.

    Nota final del autor:

    Gran parte de estas notas y de lo que está escrito arriba fue preparado para la Conferencia de Pastores de la Iglesia Bautista Reformada de North Bergen, NJ, llevada a cabo en los días 2-7 de mayo de 2009. No todo lo que hay en estas notas fue presentado en la conferencia, y había cosas dichas que no están incluidos, pero espero que lo que se presenta aquí sea de provecho y para el bien de pastores e iglesias.

    Noble Vater, San Juan, PR, 5 de junio de 2009

    Notas al calce.
    * Abreviaciones de varias versiones de la Biblia en español:

    * LBA. Biblia de las Américas, publicada por Lockman Foundation.
    * NVI. Nueva Versión Internacional, publicada por Zondervan/Vida.
    * R60. Reina Valera de 1960, publicada por las Sociedades Bíblicas.
    * R95. Reina Valera de 1995, publicada por las Sociedades Bíblicas.
    * RVA. Versión Actualizada, publicada por Mundo Hispano.
    * SRV. Reina Valera de 1909, publicada por las Sociedades Bíblicas (“versión antigua”).

    1. avfqori,an (sustantivo acusativo femenino singular de avfqori,a)

    <em>Derechos Reservados ©2009</em>

    <a href=»http://www.ibrnj.org/integridad-pastoral/pastorvaterblue/» rel=»attachment wp-att-4939″><img src=»http://www.ibrnj.org/wp-content/uploads/pastorvaterblue.jpg» alt=»» title=»pastorvaterblue» width=»200″ height=»224″ class=»alignleft size-full wp-image-4939″ /></a><strong>Pastor Noble Vater</strong>

    En noviembre de 2008 me pidieron que diera un estudio a una reunión de pastores bautistas en Puerto Rico sobre el tema “la integridad pastoral”. A los encargados de esta conferencia también les pareció bien que tratare este tema en esta conferencia.

    En español la palabra integridad significa rectitud y honradez. Unos antónimos (palabras opuestas) son: corrupción, deshonestidad, parcialidad. [La definición de la Real Academia Española es: Calidad de íntegro (recto, intachable)]. Pastoral es lo que tiene que ver con el pastor y su trabajo.

    Hay tantos aspectos de este tema que sin más definición y dirección particular es difícil saber a dónde ir y qué hacer en un tiempo o espacio limitado. En un sentido este tema puede encerrar casi el todo de lo que se llama “teología pastoral.” Pero vamos a comenzar con el uso de las palabras “íntegro” e “integridad” en la Biblia en español.

    “Integro” e “integridad” en la Biblia en español:

    En el Nuevo Testamento

    Si buscamos la palabra “íntegro” o “integridad” en la Biblia en español veremos que esas palabras no se encuentren en el NT en la LBA* y solamente una vez en el NT en la R60* (“integridad” aparece en Tito 2:7).

    La NVI* utiliza estas palabras 14 veces para traducir diferentes cosas, entre ellos “verdad” en el sentido de “genuino”. NVI la utiliza en Tito 2:7, igual al R60.

    En versículos 6-8 de capítulo 2 de la epístola a Tito, Pablo manda:

    Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros.”

    La palabra correspondiente en el texto griego¹ es una palabra usada una sola vez en el griego bíblico. Señala algo no corrupto, puro, sano o íntegro. LBA traduce:

    “Asimismo, exhorta a los jóvenes a que sean prudentes; muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad, con palabra sana e irreprochable, a fin de que el adversario se avergüence al no tener nada malo que decir de nosotros.”

    La RVA* y NVI están de acuerdo con las versiones de la Sociedad Bíblica (SRV*, R60 y R95*) no sólo en el uso de “integridad”, sino en su entendimiento de la relación de esa palabra con la enseñanza y las otras cosas que siguen. La enseñanza es con integridad y seriedad, etc.

    RVA Tito 2:6, “Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes, 7 mostrándote en todo como ejemplo de buenas obras. Demuestra en tu enseñanza integridad, seriedad 8 y palabra sana e irreprensible, para que el que se nos oponga se avergüence, no teniendo nada malo que decir de ninguno de nosotros”.

    NVI Titus 2:6, “A los jóvenes, exhórtalos a ser sensatos. 7 Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo. Cuando enseñes, hazlo con integridad y seriedad, 8 y con un mensaje sano e intachable. Así se avergonzará cualquiera que se oponga, pues no podrá decir nada malo de nosotros”.

    No cabe duda que este es un aspecto importante de la integridad pastoral. Si entendemos enseñanza como lo que enseñamos, tiene que haber integridad, o sea, la presentación de todo el consejo de Dios, no rehusando nada a los oyentes.

    O si miramos enseñanza como la manera de enseñar o la acción de enseñar, también tiene que ser con integridad: no torciendo las palabras o gramática; no haciendo caso omiso del contexto, no insensibles al progreso de la revelación (“teología bíblica); no presentando ideas propias usando el texto como una razón para exponer tales ideas; no presentando lo que la gente quiere oír sin tener convicciones propias sobre lo que el Señor dice; sino, exponiendo el texto fielmente con toda enseñanza y aplicación saliendo del texto mismo entendido correctamente. Sin estas cosas no hay integridad pastoral en esta área.

    En el Antiguo Testamento

    En el Antiguo Testamento “íntegro” o “integridad” aparecen en la Biblia en español como 39 veces en la R60 y en la LBA como 51 veces. Frecuentemente traducen palabras en hebreo que señalan lo que es “perfecto”, o sea completo, que no faltan cosas esenciales. El griego utiliza a veces una palabra que significa sin engaño, u otras veces, una palabra que significa “sin mancha, intachable”, o inocente o sin culpa.

    Algunas de estas palabras no aparecen en el NT y las que aparecen a veces son descripciones de Cristo o de su pueblo pero pocas veces se refieren a pastores y/o su obra.

    Siguiendo nuestras versiones en español, entonces es en el estudio del AT donde vemos la importancia de este tema. Podemos verlo en un texto como el Salmo 15:1-2:

    “Señor, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu santo monte? El que anda en integridad y obra justicia, que habla verdad en su corazón”. (LBA)

    En los requisitos para los pastores, aparte del requisito de ser apto para enseñar, vemos que todo lo que el Señor exige de los supervisores son también deberes de todos los redimidos. Pero los pastores tienen que ser ejemplos en ellos. Así aquí.

    Toda persona que habitará con el Señor anda en integridad. Entonces, el pastor de manera especial tiene que andar en integridad, y tiene que andar en integridad, no solamente en los asuntos de la vida como cualquier cristiano, sino también en su vocación u oficio como pastor. Y ese es el aspecto que debemos mirar.

    El Salmo 78 termina con estos 3 versículos:

    “Eligió a David su siervo, Y lo tomó de las majadas de las ovejas; 71 De tras las paridas lo trajo, Para que apacentase a Jacob su pueblo, Y a Israel su heredad. 72 Y los apacentó conforme a la integridad de su corazón, Los pastoreó con la pericia de sus manos.”

    Vemos el amor y cuidado de Dios hacia su pueblo en la elección de David para que fuera pastor de su pueblo. Y vemos que David cumplió su vocación, pastoreando, apacentando, conforme a la integridad de su corazón. En contraste con Saúl el rey que rebeló y no apacentó al pueblo de Dios, David lo hizo y lo hizo como tipo de su gran Hijo Jesús, el perfecto Pastor en todo sentido.

    Pero el primer uso en la Biblia de la palabra que a veces es traducido “íntegro” nos atrae porque enfatiza un aspecto de mucha importancia en todo este asunto. En Génesis 17:1 leemos:

    “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto”.

    La palabra traducida aquí perfecto es la misma que a veces es traducida íntegro. Anda en mi presencia y sé íntegro.

    Esa frase, “Anda delante de mí; anda en mi presencia” encierra lo que es absolutamente indispensable para una vida íntegra en cualquier persona. Saber que siempre estamos delante del Dios santísimo, glorioso, incomparable y que nos ha visitado en y por Jesucristo para rescatarnos – saber eso y conducirnos de acuerdo con esa realidad es el alma de la piedad bíblica, del verdadero temor de Dios. Por lo tanto es el alma de la fe reformada.

    No son los cinco puntos del calvinismo el alma de la fe reformada, sino son esas las verdades que nos llevan a vivir esta realidad. No hay, ni puede haber, integridad en el pastor que no anda concientemente en la presencia de Dios como el rumbo básico y fundamental de su vida. Tal integridad viene por la gracia poderosa de Dios por medio de Cristo Jesús aplicada por su Espíritu Santo.

    Cuando olvidemos que estamos en su presencia y así ignoramos su presencia entonces podemos hacer cosas que no son de acuerdo con su voluntad revelada en las Escrituras. Esperamos que el Dios fiel nos compunja por su Espíritu Santo y nos lleve al arrepentimiento.

    O puede haber áreas de ofuscación y/o confusión y podemos pensar que estamos bien delante de El, pero si desviamos de su palabra, estamos simplemente engañando a nosotros mismos y usando el nombre de Dios para defendernos. Debemos orar que el Señor abra nuestros ojos para que veamos nuestros errores.

    Peor y hasta fatal es tener la conciencia endurecida y hacer caso omiso de la presencia del Señor. No hay integridad mientras que esa condición permanezca.

    Pero, suponiendo que el pastor desea ser todo lo que debe ser delante de Dios, entonces, ¿cuáles son las cosas necesarias para ser pastor íntegro?

    Como observé al principio, la respuesta a esa pregunta podría llevarnos a un estudio de cada parte de lo que llamamos teología pastoral (porque necesito saber esa teología si voy a andar en integridad pastoral).

    Lo que vamos estudiando y aprendiendo en esta conferencia de pastores (véase el programa) es necesario para que seamos pastores íntegros. Por ejemplo, esas prioridades de los pastores son todas necesarias si vamos a ser pastores íntegros. No hay la “perfección” / integridad que el Señor exige si no ponemos por práctica las cosas que el Señor exige de nosotros como pastores, cosas que hemos oído aquí en estos días.

    Solamente tengo tiempo para hacer como un bosquejo con unas sugerencias sobre unas áreas que considero necesarias en relación a este asunto de la integridad pastoral.

    Muchas veces si un equipo de béisbol o fútbol o lo que sea no juega como puede y debe es porque los jugadores no prestan atención a los fundamentales. Sugiero que si vamos a tener y mantener integridad pastoral entonces tenemos que acudir a los fundamentos. Espero que el repaso de cosas básicas sirva para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia para que como hombres de Dios seamos enteramente preparados para toda buena obra en el ministerio. Quisiera que sirva para consolación y exhortación y ánimo.

    Entonces en forma breve y bosquejada, digo que si vamos a andar en integridad como pastores, entre otras cosas, tenemos que tomar en cuenta estos asuntos:

    En general, tenemos que cuidar nuestra manera de vivir como hombres
    delante de Dios
    En todas las áreas de la vida
    Tenemos que hacer esto en privado
    Tenemos que hacerlo en la familia
    Tenemos que hacerlo en las relaciones con todos:
    en la iglesia y el mundo
    Algunas razones porque esta integridad es tan importante
    Para que la conciencia de otros sea tocada por la enseñanza,
    2 Cor 4:2
    Para que tengamos el testimonio de una buena conciencia
    Para que no seamos hipócritas
    Para que no seamos “profesionales”
    Para que esta sea una realidad tiene que haber:
    Piedad – verdadero temor de Dios
    Vida santa – pureza de corazón, perseverancia en todo lo
    que nos manda
    Pablo mantuvo buena conciencia: Hch 24:16; 2 Tim 1:3; 2 Cor 2:12
    Exhortó a Timoteo que tuviera buena conciencia: 1 Timoteo 1:5, 19

    En particular, tenemos que cuidar nuestra manera de pastorear
    como hombres delante de Dios
    Cumpliendo con los requisitos para el oficio del pastor
    (1 Timoteo 3 y Tito 2).
    Prestando atención a los deberes de los pastores
    revelados en la Biblia, p.e.,
    Buscando que todos crezcan y se maduren en Cristo (Colosenses 1:28)
    Sin excepción de personas
    Hacia los que pueden causarnos problemas
    Hacia los que aportan mucho (o de dinero o de otras maneras),
    o poco
    Tenemos que conocer a nuestras ovejas
    No debemos tener reglas diferentes para situaciones parecidas

    Usando otro bosquejo para resumir, el pastor íntegro debe tener estas cosas básicas en su vida:

    Creer firmemente toda la palabra de Dios
    Predicar fielmente toda la palabra de Dios
    Practicar con perseverancia, diligencia y sinceridad lo que predica
    En privado
    En la familia
    En la iglesia
    No como un asalariado o profesional
    Con diligencia – Es labor; tenemos que entregarnos a estas cosas
    Con auto negación – por ejemplo, 1 Corintios 9:18-27
    Con metas bíblicas claras – por ejemplo, Colosenses 1:28
    Sin excepción de personas
    En sus relaciones con otras iglesias

    En cuanto a ese último punto en el bosquejo, una de las áreas de peligro para cualquier pastor tiene que ver con sus relaciones con otras iglesias y pastores.

    Si tenemos que tener cuidado con nuestras ovejas que Jesús ha puesto bajo nuestro cuidado, entonces hay que tener mucho cuidado con todo nuestro trato con pastores y miembros de otras iglesias para no socavar a ningún hombre de Dios o hacer algo que va en contra del fruto del Espíritu, o sea, en contra del amor, gozo, paz, etc., de una iglesia o de varias iglesias.

    Hay personas que quieren usar a otro pastor o pastores como algunos niños quieren hacer con sus padres: buscan a ver cual padre le permitirá salir con lo suyo. Tenemos trabajo suficiente con las ovejas nuestras sin echar encima problemas de otros innecesariamente.

    Esto no quiere decir que no debemos cooperar y ayudar a otras iglesias y pastores. Debe haber comunión entre iglesias para mutua edificación, pero debemos siempre respetar a cada iglesia y sus líderes y miembros y promover el bien de todas las iglesias.

    Es necesario tener integridad bíblica en todas las relaciones con pastores e iglesias en todo lugar. Pero hay que ejercitar un cuidado especial si una persona de un país, idioma y cultura comienza a trabajar con personas de otro país, idioma y cultura. Los que no saben el idioma y costumbres, que no consulten o que hacen caso omiso de los consejos pueden tener problemas y causar y promulgar problemas para sí y para muchos.

    Hemos visto casos en los cuales los líderes competentes y reconocidos en un país han sido menospreciados por líderes de otros países. Esto sucede cuando algún líder que no quiere resolver sus diferencias con los líderes de su propio país invita a personas de afuera (extranjeros) que vengan a ayudarle. Los de afuera aceptan la invitación sin consultar con los líderes locales probados y reconocidos o peor aún aceptan la invitación a pesar de los consejos y deseos de los líderes locales, así despreciando a esos hombres de Dios.

    De esa manera las diferencias nunca (o raras veces) se resuelven entre las iglesias. Por eso hay muchas iglesias que viven con problemas y conflictos innecesarios que posiblemente, sino probablemente, hubieran sido resueltos si los líderes extranjeros no hubieran interferido. Hombres de integridad analizarán cuidadosamente cada situación en otro país o entre los de otro idioma o cultura y no se meterán indebidamente y sin buscar el bien y paz y unidad de todas las iglesias del Señor.

    Confesamos que lo que se puede hacer trabajando fuera de nuestro país, idioma o cultura también puede suceder y ha sucedido en el mismo país y entre iglesias hermanas. Hay que tener mucho cuidado si buscamos ayudar a otra iglesia que no sea aquella misma donde el Señor nos ha puesto, aun si esa otra iglesia esté en nuestra propia vecindad y sus miembros y líderes del mismo trasfondo cultural.

    La integridad pastoral nos llevará a seguir la palabra de Dios en todo y no buscar soluciones que no sean bíblicas en cualquier asunto que tiene que ver con otras iglesias y nuestra relación con ellas.

    Durante los años que tengo en el ministerio, me ha causado mucha tristeza ver la ofuscación de varios pastores que profesando ser íntegros, en diferente ocasiones (algunos una vez; otros otra vez), han hecho ataques a hombres de Dios tratando de dañar sus nombres y socavar sus ministerios. Esos ataques se han llevado a cabo por medio de declaraciones falsas (incluyendo medias verdades y exageraciones) y aseveraciones injustas (no conforme a las Escrituras) y sin amor.

    No se ve ninguna razón espiritual obvia y necesaria para tales ataques y la manera de hacerlos ha sido obviamente carnal. La integridad pastoral bíblica excluiría tales violaciones de la voluntad de Dios revelada claramente en su palabra. La integridad pastoral más bien buscaría hacer todo procurando la paz y la edificación de las iglesias del Señor, haciendo todo decentemente y en orden.

    Nota final del autor:

    Gran parte de estas notas y de lo que está escrito arriba fue preparado para la Conferencia de Pastores de la Iglesia Bautista Reformada de North Bergen, NJ, llevada a cabo en los días 2-7 de mayo de 2009. No todo lo que hay en estas notas fue presentado en la conferencia, y había cosas dichas que no están incluidos, pero espero que lo que se presenta aquí sea de provecho y para el bien de pastores e iglesias.

    Noble Vater, San Juan, PR, 5 de junio de 2009

    Notas al calce.
    * Abreviaciones de varias versiones de la Biblia en español:

    * LBA. Biblia de las Américas, publicada por Lockman Foundation.
    * NVI. Nueva Versión Internacional, publicada por Zondervan/Vida.
    * R60. Reina Valera de 1960, publicada por las Sociedades Bíblicas.
    * R95. Reina Valera de 1995, publicada por las Sociedades Bíblicas.
    * RVA. Versión Actualizada, publicada por Mundo Hispano.
    * SRV. Reina Valera de 1909, publicada por las Sociedades Bíblicas (“versión antigua”).

    1. avfqori,an (sustantivo acusativo femenino singular de avfqori,a)

    © Copyright | Derechos Reservados

  • 2008 Pastors’ Conference | Worship IV: The Practice of Worship

    [two_third last=»no» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» hover_type=»none» link=»» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ animation_offset=»» class=»» id=»»][fusion_text]¿Cómo practicamos la adoración?[/fusion_text][separator style_type=»none» top_margin=»» bottom_margin=»» sep_color=»» border_size=»» icon=»» icon_circle=»» icon_circle_color=»» width=»» alignment=»» class=»» id=»»][accordian divider_line=»» class=»» id=»»][toggle title=»Video» open=»no»]
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    La esencia de la salvación y la esencia de la adoración es la vida con Dios. La meta de la salvación es la vida con Dios: la vida con Dios que mora con nosotros, el Dios a quien le agrada tener contacto con su pueblo. Esa es la esencia de nuestra salvación, la esencia de nuestra adoración.

    Esta perspectiva se expresa desde el principio hasta el final de nuestra Biblia. Lo vemos, por ejemplo, en Éxodo capítulo veintinueve; en este capítulo tenemos este testimonio de nuestro Antiguo Testamento. Allí encontramos las bendiciones de la adoración sacrificial reglamentada por Dios, en las que Él expresa la esencia de la promesa de Su pacto.

    En Éxodo capítulo veintinueve y comenzando en el versículo cuarenta y dos leemos: “Será” [aquí se refiere al holocausto y al incienso]:

    “Será holocausto continuo por vuestras generaciones a la entrada de la tienda de reunión, delante del Señor, donde yo me encontraré con vosotros, para hablar allí contigo. Y me encontraré allí con los hijos de Israel, y el lugar será santificado por mi gloria. Santificaré la tienda de reunión y el altar; también santificaré a Aarón y a sus hijos para que me sirvan como sacerdotes. Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que soy el Señor su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para morar yo en medio de ellos. Yo soy el Señor su Dios”.

    Esta es la esencia de la bendición salvífica de Dios sobre Su pueblo que le adora: que Él mora en medio nuestro como nuestro Dios y nosotros como pueblo suyo.

    Esto se expresa también en el Nuevo Testamento, en la era de la iglesia actual en segunda de Corintios, capítulo seis, desde el versículo dieciséis y hasta el versículo dieciocho leemos:

    “¿O qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios vivo, como Dios dijo: Habitaré en ellos, y andaré entre ellos; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por tanto, salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor; y no toquéis lo inmundo, y yo os recibiré. Y yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.

    Yo habitaré en medio de ellos. Yo seré su Dios. Ellos serán mi pueblo. La nueva familia del pacto de Dios, hijos e hijas para Dios, constituidos como un templo, el templo del Dios vivo. Y aquí volvemos a tener nuestra esperanza final en la era venidera.

    En Apocalipsis capítulo veintiuno, comenzando desde el versículo uno y hasta el versículo tres encontramos:

    “Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos”.

    Y luego viene el versículo más glorioso, que es el versículo siete:

    “El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo”.

    Dios morará con nosotros; nosotros seremos los hijos de Dios y viviremos en una creación que habrá sido transformada en el tabernáculo mismo, el santo templo de Dios. Hermanos, yo creo que si nos aferráramos a esta verdad fundamental de que Dios mora en medio nuestro, una gran parte de nuestra confusión sobre la adoración empezaría inmediatamente a despejarse.

    Si sintonizáramos nuestra fe para concretar la presencia de Dios con nosotros; si nos concentráramos en que Dios mora en medio de nosotros; si aprendiéramos a identificar que esto es la esencia de la adoración aceptable, que también se encuentra en otras iglesias, distintas a las nuestras en ciertas formas, pero en medio de las cuales podemos ver, a pesar de todo, la presencia de Dios; si aprendiéramos a reconocer esa presencia de Dios en medio nuestro y en otras iglesias, en mi opinión creo que se habría conseguido hacer un gran progreso que permitiría cultivar la unidad del Espíritu en los vínculos de la paz, y haría que nos alentáramos unos a otros para ir en busca de una adoración que diera honra a Dios.

    Entre las iglesias cristianas encontramos diferencias. En mi opinión no estaría de más, llegado el caso, distinguir entre los elementos de adoración y las formas en que esta se puede llevar esta a cabo; los elementos de la adoración y las formas de adoración.

    Por ejemplo, la oración es un elemento; es un componente, una actividad prescrita por la Biblia como elemento de adoración. Debemos orar, pero la oración corporativa puede tomar formas distintas. Hay iglesias que recitan al unísono el Padre Nuestro. Hay otras iglesias donde la oración se escribe y se utiliza un libro de oración. En otras iglesias lo que se practica es la oración extemporánea.

    Ahora bien, por nuestra tradición, por nuestros antecedentes y por nuestra experiencia, nosotros podemos preferir una forma u otra. Sin embargo, podemos reconocer el elemento de la oración y, por este medio, nuestra conciencia puede ser dirigida. Por medio de la oración podemos llegar a creer que Dios está presente en medio de unas personas que, ciertamente están orando pero que, quizás, lo están haciendo de una forma distinta a lo que nosotros estamos acostumbrados y practicamos en nuestra iglesia local.

    Luego, claro está, tenemos el elemento del cántico. Aquí nos encontramos con un verdadero reto hoy en día. Me produce temor incluso el simple tanteo del terreno en el que se encuentra este tema ya que es una mina que, sin duda, explotará bajo mis pies. Sin embargo, seguiré adelante con ello.

    Cantar es un elemento de la adoración bíblica, pero existe toda una variedad de formas en las que se pueden presentar los cánticos en la adoración. Algunas iglesias tienen un coro y un tipo de música especial; en otras iglesias solo se practica el canto congregacional; otras solo cantan los Salmos.

    Algunas iglesias usan coritos, en otras se usan los himnarios; las hay en las que se proyectan las palabras en una pantalla y en otras se canta a capela sin instrumentos; o solo con el piano; a veces solo la guitarra, y así sucesivamente. En algunas iglesias hay una pequeña orquesta.

    Bueno, evidentemente yo tengo mis preferencias en estas cosas, y creo que tengo buenas razones para ello. Sin embargo, como hermano en Cristo que intenta fomentar la unidad de espíritu en los lazos de la paz, puedo al menos reconocer el elemento aunque admita que haya diferencias en las formas.

    Ahora bien, yo creo que en consciencia podemos ser guiados a preferir una forma más que otra, según la información bíblica que tengamos. Pero lo que pretendo decir, en principio, es que debemos aprender a distinguir entre el elemento y la forma. Esto os liberará, y no constituirá una atadura ¿me comprendéis? Os liberará y hará que os sintáis hijos de Dios, alguien conciliador, e hijos del Altísimo; actuareis en gracia y os sentiréis unificados con los hermanos en la forma en que el Espíritu nos ha dado esa unidad.

    Ahora, necesitamos conseguir un equilibrio en estas cosas; un equilibrio entre lo que está establecido y lo que está permitido; un equilibrio entre la ley y la gracia; un equilibrio en el compromiso con las normas bíblicas inflexibles, aunque reconociendo la presencia de Dios en las tradiciones y formas de adoración que expresan los elementos bíblicos. Quizás se trate de formas que son un tanto distintas a las que, de otro modo, contarían con nuestra preferencia y serían las que nosotros practicásemos.

    Queremos tener una buena conciencia y, mientras adoramos, queremos saber que lo estamos haciendo en una forma de adoración bíblicamente establecida, en vez de hacerlo mediante elementos de adoración. Queremos tener una buena conciencia hacia los hermanos cuyas formas de adoración puedan ser distintas a las nuestras, aunque tengan igualmente sus principios y también sean bíblicas.

    Necesitamos discernimiento, y para ello debemos darnos cuenta de que aquí hay un factor que entra en juego: el papel legítimo que tenemos como ancianos y pastores en la iglesia a la hora de dirigir la adoración a Dios.

    Debemos dirigir a nuestra gente en adoración, y guiarles en una adoración que sea según las normas bíblicas. Pero debemos liderar a nuestra gente en la adoración. Esto significa que debe haber una sensibilidad hacia quiénes son, hacia su condición de pueblo de Dios. De este modo, junto con el pueblo de Dios y con nuestras Biblias abiertas, los líderes debemos guiar al rebaño a esa adoración que es según las normas bíblicas y que expresa la verdadera adoración que sale del corazón, en medio de ese pueblo en particular.

    Somos específicamente responsables de generar el clima en el que se dirige la adoración, y gran parte de las formas de nuestra adoración proporcionará la información sobre el ambiente que se está generando en nuestra adoración. Si nuestras formas son descuidadas; si la forma en la que oramos, la forma en la que se presenta nuestra música; si las formas son informales y mundanas y no se distinguen por su reverencia; por darle honra a Dios, entonces el clima que estamos generando hace que a las personas les resulte difícil entender que han salido del mundo para entrar en la presencia de Dios.

    Hay ciertas libertades que podríamos utilizar a la hora de expresarnos, pero por amor a la honra que hay que darle a Dios, necesitamos ser sabios en la forma en la que adoramos a Dios, en las formas de nuestra adoración en cualquier entorno cultural y en cualquier generación y tiempo.

    Necesitamos dirigir a nuestra gente ejerciendo la autoridad bíblica, para poder establecer la clara distinción de que ahora hemos entrado en la presencia de Dios. Esto no solo debe hacerse por medio de los elementos de adoración, sino también por medio del ambiente, que tanto dice de las formas que usamos y, también, por la manera en la que llevamos a cabo nuestra adoración.

    Debemos dirigir a nuestra congregación en estas cosas también, y cabe ejercer la autoridad legítima; esa autoridad de la que habla la Biblia que debemos utilizar a la hora de decir, como líderes o como ancianos, que esas son las formas que hemos elegido utilizar.

    Es posible que algunos no estén expresamente de acuerdo con ello, o que quizás no les guste específicamente; pero cuando se trata de hacerlo, vosotros sois los ancianos y no ellos. Vosotros tenéis la responsabilidad de poner orden en la casa de Dios, en el tema de la adoración, y necesitáis tomar el liderazgo y guiar a vuestra gente a lo que sea más reverente y aquello que más honra le dé a Dios.

    Así pues, debéis tener discernimiento; tenéis que tener sabiduría y aquí es donde el Espíritu Santo está más involucrado. Nos proporciona la gracia para ejercer nuestro liderazgo de manera que, por una parte, no ordenemos cosas que violen las normas bíblicas y que no seamos unos tiranos con respecto a la conciencia del hombre. Por otra parte, se encarga de que no seamos tan descuidados, negligentes y ególatras como para no tener la sensibilidad necesaria en el tema de conducir a las personas a una experiencia de santidad, una experiencia sagrada porque nos estamos acercando a la presencia de Dios.

    No somos una reunión como otra cualquiera de las que se mantienen en nuestra cultura. A veces siento pena por mucha gente, especialmente por los jóvenes, por los niños, porque les puede resultar difícil expresar cuál es la diferencia entre ir a un concierto de música o ir a la iglesia. ¡Y debería haber una diferencia!

    Nos corresponde a nosotros como líderes asegurarnos de que la diferencia sea palpable, que se pueda experimentar, de manera que en nuestras reuniones vengan a la presencia de Dios, que se postren y digan de verdad “Dios está en medio de vosotros”.

    No tienen esa experiencia en una sala de conferencias en la universidad. No experimentan esto en un concierto de música. No tienen esa experiencia en una manifestación política, pero ¡sí la tienen en la iglesia! Por ese motivo tenemos que ser sabios en los tipos de formas que introducimos en la adoración a Dios y debemos guiar a las personas hacia elementos de adoración que estén dentro de la normativa bíblica.

    Y bien, ¿cuáles son esos elementos? Propongo que sigamos el principio que se expresa, de forma sucinta, en Santiago capítulo cuatro y versículo ocho. En ese texto encontramos una exhortación que vamos a leer: “Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros”.

    Aquí es donde voy a dividir nuestro estudio, en la hora final, en dos partes: las cosas que hacemos y por las que nos acercamos a Dios, y las cosas que se hacen en adoración por medio de las cuales Dios se acerca a nosotros. Como veis, la adoración es una dinámica en dos sentidos: lo que le damos a Dios y lo que recibimos de Él. Le ofrecemos nuestro sacrificio espiritual como sacerdotes, y Él responde morando en medio de nosotros y transmitiendo su presencia y su amor hacia nosotros.

    Ahora bien, ¿cuáles son las actividades por medio de las cuales le damos nuestro sacrificio espiritual? En mi opinión el primero es la oración. En Mateo capítulo veintiuno, versículo trece, Jesús dice: “Mi casa será llamada casa de oración”. En Hebreos, capítulo trece y versículo quince: “Por tanto, ofrezcamos continuamente mediante Él, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan su nombre”.

    Dar gracias y alabar son sacrificios. Son la adoración del sacerdocio del nuevo pacto. Nuestras oraciones deben expresar nuestra gratitud a Dios; debemos hacer oraciones en las que le demos gracias, oraciones de alabanza y adoración. La ingratitud mata a la adoración; un pueblo desagradecido no puede adorar.

    Pablo nos habla acerca de la raíz de la idolatría, en Romanos capítulo uno, versículo veintiuno. Nos dice que aunque ellos conocían a Dios, no le honraban como Dios, ni le daban gracias, sino que se volvieron fútiles en sus especulaciones.

    Era un pueblo incapaz de venir delante de Él con acción de gracias, y de ser agradecido en todo. Cualquiera que sea nuestra situación, sean cuales sean los retos a los que tengamos que enfrentarnos, somos un pueblo bendecido con la presencia de Dios; somos salvos.

    Tenemos un Dios en el que nos gozamos y debemos ser agradecidos. Las oraciones de acción de gracias y alabanza son también oraciones de confesión de pecado. Una vez más es una adoración sacrificial y así lo vemos en el Salmo cincuenta y uno, versículo diecisiete: “Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás”.

    Adoramos a Dios en nuestra condición de pecadores creyentes; por consiguiente, en nuestra adoración corporativa, nuestras oraciones deben expresar la confesión de nuestro pecado. Estamos confiando en Jesús como sacrificio expiatorio por nuestro pecado. Venimos delante de Dios y confesamos nuestro pecado, con humildad y con un corazón quebrantado y contrito.

    Si la esencia de la adoración es conocer y experimentar a Dios en medio nuestro, entonces en Isaías cincuenta y siete, versículo quince Él nos dice dónde podemos encontrarle:

    “Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: Habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los contritos”.

    Si adorar es conocer al Dios que mora en medio nuestro, entonces Dios dice: he aquí el pueblo en medio del cual yo habito, un pueblo contrito, un pueblo humilde, un pueblo que confiesa sus pecados, que ofrece el sacrificio de la oración y la confesión que procede de un corazón contrito. Tenemos también la oración de intercesión en primera de Timoteo, capítulo dos, versículos uno y dos:

    “Exhorto, pues, ante todo que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad”.

    El versículo catorce del capítulo tres dice: “Te escribo estas cosas, esperando ir a ti pronto, pero en caso que me tarde, te escribo estas cosas para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad”.

    Pablo, ¿qué quieres que hagamos? Pues bien, en primer lugar quiero que oréis y quiero que vuestras oraciones incluyan peticiones de intercesión en favor de los hombres, pidiendo por aquellos que están en puestos de autoridad, para que podamos vivir vidas pacíficas. Esto es aceptable a Dios, y también que intercedamos por los que aún tienen que venir al conocimiento del único Dios y el único mediador entre Dios y los hombres, que es Cristo Jesús, porque Dios desea que los hombres sean salvos. Orad por ellos, elevad oraciones de intercesión. “Quiero”, dice el capítulo dos, versículo ocho, “que en todo lugar los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni discusiones”.

    ¿Qué más deberíamos hacer para acercarnos a Dios? Junto con la oración, creo que la congregación debería cantar; pienso que nuestros cánticos son una expresión de la oración; es una aproximación a Dios.

    En el antiguo pacto, la música era algo muy destacado cuando el pueblo adoraba a Dios. En Éxodo 15, Israel canta el cántico de Moisés. Los Salmos son cánticos al Señor, oraciones a las que se les pone música. Sabemos que en el templo había un coro formado por la tribu de Leví; estos eran los cantores en el templo de Dios.

    En primera de Crónicas capítulo nueve, versículo treinta y tres vemos: un coro compuesto por los sacerdotes escogidos de Dios. ¿Pero quiénes son los sacerdotes escogidos en el Nuevo Pacto? Son el pueblo de Dios.

    En Mateo capítulo veintiséis y versículo treinta el propio Jesús, junto con Sus discípulos, cantó un himno al concluir la Pascua cuando instituyó la Cena del Señor para Su iglesia. En Colosenses capítulo tres, versículo dieciséis leemos: “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones”.

    La palabra de Cristo tiene que gobernar todo nuestro corazón a la hora de expresar nuestra adoración. Debemos enseñar y amonestar con toda sabiduría, y debemos cantar con salmos, himnos y cánticos espirituales.

    Todo esto debe hacerse con gratitud en nuestros corazones hacia Dios, para que constituya lo que Hebreos capítulo trece, versículo quince define como “un sacrificio espiritual”. Por medio de Él ofrezcamos sacrificio de alabanza con salmos, himnos, cánticos espirituales, fruto de nuestros labios que dan gracias a su nombre. El canto congregacional es un elemento de adoración por medio del cual nos acercamos a Dios.

    En tercer lugar, yo incluiría los diezmos y las ofrendas económicas. Las contribuciones del pueblo de Dios han sostenido siempre el templo; han promocionado y fomentado la adoración a Dios, y han constituido una provisión para los necesitados dentro del pueblo de Dios.

    Así pues, en primera de Corintios capítulo dieciséis, Pablo dice a la iglesia de Corinto en el versículo uno: “Ahora bien, en cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también como instruí a las iglesias de Galacia. Que el primer día de la semana, cada uno de vosotros aparte y guarde según haya prosperado, para que cuando yo vaya no se recojan entonces ofrendas”.

    Pablo no quiere que se le vea como alguien que solo viene a recaudar sostén económico. Esto debe formar parte de la adoración a Dios. El primer día de la semana debe hacerse esta contribución, para que la obra de Dios sea llevada adelante por medio del pueblo de Dios, en beneficio de esos hermanos, incluso del más insignificante de ellos que necesite ser alimentado, vestido y visitado, como vemos en Mateo capítulo veinticinco.

    La iglesia debe recoger donativos como parte de su adoración. Yo he estado en iglesias donde el cepillo se encuentra en la parte trasera, en el vestíbulo, y los miembros saben que es allí donde deben aportar sus contribuciones. He asistido a iglesias donde los diáconos pasan al frente y se recoge la ofrenda. Esta es la forma.

    Yo creo que el elemento implica esto mismo: que debemos contribuir como acto de sacrificio, como acto de adoración de nuestros primeros frutos. En Filipenses capítulo cuatro, versículo dieciocho, leemos: “Pero lo he recibido todo y tengo abundancia; estoy bien abastecido, habiendo recibido de Epafrodito lo que habéis enviado”. ¿Cómo lo describe? “Fragante aroma, sacrificio aceptable, agradable a Dios”.

    Era lo que la iglesia ofrendaba como expresión de su adoración. Estaba destinado al sostén del evangelio para que el reino y la extensión de la adoración de Dios prosiguieran adelante. Y Pablo les da las gracias por haber suplido sus necesidades, pero esto era un acto de adoración a Dios, un aroma fragante, un sacrificio aceptable.

    Ahora bien, algunos debatirán que no hay ningún versículo en el Nuevo Testamento donde se diga que el creyente del Nuevo Pacto deba diezmar el diez por ciento de sus ingresos.

    En realidad no hay ningún mandamiento en el Nuevo Testamento que nos exija dar el diez por ciento de nuestros primeros frutos en el diezmo. Entonces ¿de dónde me saco yo que el diezmo sea parte de un elemento de adoración? Pues bien, lo deduzco de lo siguiente: Yo creo que somos los verdaderos hijos de Abraham, y en Juan capítulo ocho, versículo treinta y nueve, Jesús dice: “Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham”. Debemos seguir el ejemplo de Abraham, y responder a Dios con un corazón de fe.

    Los hechos de Abraham quedaron demostrados cuando entregó a Melquisedec el diez por ciento de sus ingresos, en forma de adoración, en Génesis capítulo catorce. Estoy de acuerdo con los que ven esto como un precedente bíblico, como un punto de referencia fundamental para las finanzas bíblicas. Este es un punto de referencia por el cual podemos dirigir nuestra conciencia.

    Si somos hijos de Abraham, nuestro corazón debe honrar ciertamente a Dios en la manera que Abraham dejó como ejemplo cuando ofrendó el diez por ciento. Esto se instituyó posteriormente como norma en el Antiguo Pacto, pero como hijos de Dios en el Nuevo Pacto quedamos libres para dar incluso más del diez por ciento.

    Al menos esto me da un nivel para mi conciencia, de forma que pueda saber si estoy dando demasiado poco. ¿No os lo habéis preguntado nunca? Cuándo se trata de cuantificar ¿cuánto debería dar?

    Si echo en la colecta el cambio suelto que llevo encima y, de vez en cuando un billete de cinco dólares, algo debería acercarse a mi conciencia y preguntar: “¿Estás dando lo suficiente? ¿Es esto lo que le agrada a Dios?

    Bueno, entonces ¿cuánto tengo que dar? ¿Cómo puedo saberlo? Aquí tenéis un punto de referencia. Como hijo de Abraham puedo ver lo que hizo mi antepasado, y de ahí puedo sacar una medida de justicia que regule mi propia conciencia. Como hijo de Abraham soy libre en Cristo de dar bastante más.

    De hecho, el Nuevo Testamento no pone el énfasis en la cantidad, sino en el corazón del dador. En segunda de Corintios capítulo nueve, versículo siete vemos: “Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre”.

    Lo que importa es el corazón, no la cantidad, pero el importe es el tema en cuestión porque lo que se da es una cantidad. ¿Cuánto? Bueno, yo creo que la conciencia va dirigida por el ejemplo de Abraham.

    Nosotros, como hijos de Abraham, podemos hacer lo que nuestro padre hizo y dar diez por ciento, no de nuestro neto, sino del bruto de nuestros primeros frutos. Debe ser sobre la misma cantidad que reclama el gobierno. Si el gobierno reclama los impuestos sobre la base del total de mis ingresos, entonces mi rey reclama ciertamente que se tome esa cantidad como referencia para que yo le de esa porción que en realidad dice: “Señor, todo es tuyo”. Y el diez por ciento es simplemente para declarar que todo es tuyo. Creo que estos son elementos prescritos en la Biblia para acercarnos a Dios.

    Pero entonces ¿qué es lo que se hace en la adoración para que Dios se acerque a nosotros? En primer lugar yo diría que son las ordenanzas del bautismo y la Santa Cena. En Romanos capítulo seis, versículos tres y cuatro leemos:

    “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”.

    En el bautismo hay una demostración de nuestra unión con Jesucristo en su muerte y su resurrección. En el bautismo hay una comunicación visual del Evangelio. Cuando el discípulo es sumergido en el agua, Cristo nos está dando una imagen que describe nuestra unión con Jesús en su muerte.

    ¿Os habéis fijado en el discípulo justo después de haber sido sumergido en el agua? Intentad reproducir en vuestra mente la imagen de ese individuo que está justo debajo de la superficie del agua, cuando le estás bautizando. ¿Qué parece? Parece que está en su ataúd.

    Hemos tenido bautismos en nuestra iglesia en los que he llevado a toda la iglesia hasta el borde del bautisterio, he puesto a los niños delante y los demás mirando por encima y les he dicho: “quiero que veáis lo que yo veo cuando bautizo a esta persona, porque lo que se ve es una imagen de la muerte”.

    Si tomas una fotografía justo cuando está sumergido, y el agua se calma, y lo miras ahí debajo del agua, yaciendo sin más, os digo que parece estar muerto. ¿Qué representa eso? Es su unión con Cristo en su muerte.

    Pero no lo dejas ahí, bajo el agua. Vuelve a levantarse porque ahí en la muerte se encuentra con alguien, en el momento en el que toma su cruz y se niega a sí mismo, y sigue a Jesús a la muerte.

    Se encuentra con Jesús en esa agua de muerte y, unido a Él ahora en su resurrección, se levanta a una vida nueva. Es una imagen del Evangelio. Es una comunicación de Dios sobre nuestra unión con Jesucristo en la ordenanza del bautismo.

    En primera de Corintios capítulo diez, versículo dieciséis, acerca de la Santa Cena dice:

    “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación en la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo?”

    Pablo nos dice que así como los sacerdotes comían los alimentos sacrificiales, en el Antiguo Pacto, así nosotros también, en el Nuevo Pacto, tenemos que comer nuestro cordero pascual. Tenemos que comer nuestra cena sacrificial, y es una comida que nos recuerda la obra completa que Jesucristo llevó a cabo en el pasado.

    Es una comida que nos proporciona también una comunión presente con el Cristo resucitado Quien es el Cordero de Dios. En un culto de adoración sacrificial, los adoradores saben qué hacer cuando encuentran al cordero. ¡Se lo comen!

    En el Nuevo Pacto nosotros también somos conducidos a la comunión con el Cordero. ¿Qué hacemos con esto? ¡Nos lo comemos! Tenemos contacto con Él en su comida sacrificial. Y es también un testimonio, no solo de nuestra comunión presente sino un anticipo de la fiesta de las bodas del Cordero, donde comeremos con el Señor, y Él nos cumplimentará en esa glorificada comida escatológica del Cordero.

    Este es el motivo por el cual Pablo dice, en primera de Corintios capítulo once, versículo veintiséis: “Porque todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor proclamáis hasta que Él venga”.

    La proclamáis, la recordáis; tenéis contacto con Él ahora comiéndolo, y a causa de ello testificáis que Él vuelve otra vez. En Hechos capítulo veinte, versículo siete, leemos que la iglesia estaba reunida para partir el pan.

    Esta es una declaración de intenciones que señala que la iglesia se reunía con el propósito de partir el pan. En primera de Corintios capítulo once y versículo veinte, Pablo dice: “Por tanto, cuando os reunís, esto ya no es comer la cena del Señor”.

    Ahora bien, este es el primer tema que Pablo aborda en esta sección de primera de Corintios, en la que da instrucciones, en el versículo diecisiete, con respecto a sus reuniones. En primer lugar, esto es lo primero que tiene en mente; el versículo dieciocho dice: “Cuando os reunís como iglesia”. Hechos capítulo veinte, versículo siete dice: “Cuando estábamos reunidos para partir el pan”.

    ¿Qué es lo que Pablo tiene en mente, cuando el pueblo de Dios se reúne como iglesia? La Santa Cena. Pablo los reprende porque lo que hacen no es celebrar la Cena del Señor.

    Lo que está diciendo en realidad es: lo que deberíais hacer es celebrar la Santa Cena. Deberíais reuniros para tomar la Santa Cena. Lo que hacéis es un insulto. En el versículo treinta y tres leemos: “Así que, hermanos míos, cuando os reunáis para comer […]”.

    El propósito de su reunión era comer la Santa Cena y, a la vez que tenían una comida con Jesús, junto con Su presencia en Hechos capítulo 20 vemos que entonces se hacía uso de los dones y se ejercían los ministerios de la iglesia, entre los que destacaba el ministerio de la palabra de Dios.

    Yo me pregunto, ¿piensa nuestra gente que se reúnen para escuchar un sermón, o que se están reuniendo para tener contacto con Cristo? La iglesia primitiva se reunía, en el Nuevo Testamento, para comer con Cristo y cenar con Cristo. Esto es lo que, en Apocalipsis capítulo tres versículo veinte, Jesús le recuerda a su iglesia díscola: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”. Jesús dice estas palabras a esa iglesia tibia y autocomplaciente de Laodicea.

    La palabra para “cenar” en el original es la misma palabra que se utiliza para “la cena” en primera de Corintios once, en referencia a la comida de la Pascua, es decir la Santa Cena. Lo que Jesús está diciendo es: si escucháis mi voz y os arrepentís de vuestro letargo, vendré y cenaré con vosotros.

    Al escuchar esto, la iglesia debería levantarse y decir: ¡arrepintámonos de esta forma de vida tibia y descuidada y adorémosle, porque Jesús va a venir a cenar con nosotros, a tomar la cena con nosotros! La Santa Cena es comer y beber de Cristo por fe; es comer y beber con Cristo por fe; y es un anticipo de comer y beber con Cristo por toda la eternidad en las glorias que han de venir.

    Me gustaría exhortaros, queridos hermanos, a considerar seriamente si la Santa Cena tiene el papel destacado que debería, en la vida de vuestra asamblea. En Flemington, y solo puedo hablar de nosotros, estas consideraciones y algunas otras más nos llevaron hace unos tres años a empezar a celebrar la Santa Cena cada día del Señor.

    Puedo daros testimonio de que ha resultado ser una bendición para nuestras almas, y ha sido una oportunidad de glorificar el Evangelio de Jesucristo. No importa en qué parte del paisaje de la verdad bíblica nos encontremos, siempre terminamos sentados a la mesa.

    Siempre terminamos a los pies de la cruz. Siempre acabamos alabando a Cristo por su sangre y por el triunfo de su resurrección. El día del Señor implica la Santa Cena, y empezamos la semana habiendo tenido contacto con Cristo en su cena.

    Sugiero que os preguntéis si le hemos dado la debida importancia al hecho de que la iglesia primitiva en Hechos capítulo dos, versículo cuarenta y dos, estaba dedicada a la predicación apostólica, a la oración, al partimiento del pan, y a la comunión.

    El partimiento del pan era uno de los componentes fundamentales de la iglesia primitiva, y yo me pregunto si no haríamos bien en darle una mayor relevancia, ya que nuestra Biblia nos dice que el propósito por el cual se reunía la iglesia era para partir el pan y comer en la mesa del Señor.

    Bien, en segundo lugar, junto con estas ordenanzas se encuentra la lectura pública de las Escrituras. En primera de Timoteo capítulo cuatro y versículo trece leemos: “Entretanto que llego, ocúpate en la lectura de las Escrituras, la exhortación y la enseñanza”.

    Es más que probable que la mayoría de nosotros, en el transcurso de nuestro ministerio pastoral, no llegue a predicar sobre toda la Biblia. Sin embargo, deberíamos leer toda la Biblia con nuestra gente en una lectura sistemática y pública de la Palabra de Dios; de acuerdo con esto, deberíamos exhortar, alentar y enseñar por medio de ella.

    En primera de Tesalonicenses capítulo cinco y versículo veintisiete leemos: “Os encargo solemnemente por el Señor que se lea esta carta a todos los hermanos”. En Colosenses capítulo cuatro y versículo dieciséis vemos: “Cuando esta carta se haya leído entre vosotros, hacedla leer también en la iglesia de los laodicenses; y vosotros, por vuestra parte, leed la carta que viene de Laodicea”.

    En este caso, debemos tomar los escritos de Pablo como una carta. Esto significa que se empieza por el principio y se lee hasta el final. ¿Cuántos de vosotros recibís un e-mail, leéis la salutación, lo cerráis y lo guardáis; volvéis al día siguiente, leéis la primera frase lo cerráis, lo guardáis; al día siguiente leéis otra frase, lo cerráis… ¡No! Cuando recibís una carta la leéis de principio a fin. Eso es lo que se hace con una carta. Y eso es lo que debemos hacer con la Palabra de Dios. Debemos leerla; y lo saludable es leerla desde el principio hasta el final.

    Ahora bien, lo que hacemos en nuestra iglesia es leer consecutivamente, como sé que lo hacen los hermanos en North Bergen, y sé que muchos de vosotros también lo hacéis. Leemos de forma consecutiva, y es bíblico que lo hagamos así. En nuestro culto matinal de adoración, leemos de forma consecutiva en el Nuevo Testamento. En nuestro culto vespertino de adoración, leemos de forma consecutiva en el Antiguo Testamento.

    En el transcurso de los años habremos leído el Nuevo Testamento varias veces juntos, y habremos leído el Antiguo Testamento menos veces, pero habremos leído toda la Biblia en el ministerio público de la Palabra de Dios. Haciendo esto Dios se acerca a nosotros.

    En tercer lugar, hay una proclamación de la Palabra de Dios. La enseñanza, la predicación, la exhortación por medio de la Palabra de Dios debe ser realmente la pieza central de lo que se hace en la presencia de Dios; por medio de esto, Dios se acerca a nosotros.

    Me temo que hoy, hay demasiadas actividades no reguladas que se están introduciendo en la adoración a Dios y que desplazan a la predicación de la Palabra de Dios. Se le está dando demasiado lugar a actividades que no nos dejan suficiente tiempo, ni lugar, para la exposición de la Palabra de Dios.

    Recuerdo que una vez visité una reunión de discípulos en la que me pidieron que predicara y, cuando por fin me levanté y subí al púlpito para predicar, después del tiempo dedicado a los testimonios personales; después del tiempo para los niños; después de la música especial; después de todas las cosas cuando me puse al frente, detrás del atril, el hombre me miró haciéndome una seña y me dijo: “aquí solemos terminar alrededor del mediodía”. Miré mi reloj y vi que eran las doce menos veinte, y le repliqué: “me estás tomando el pelo”.

    En ese momento pensé que me iba al día siguiente y que si me pasaba de las doce, ¿qué podrían hacer? Pero esto no es más que un testimonio de la falta de respeto tan desconsiderada por la predicación.

    La predicación debe ser la parte central porque nos reunimos en la presencia de Dios para recibir de Él la transmisión de su amor, la comunicación de su Verdad. La iglesia es el pilar y el sostén de la verdad.

    Como nos exhortaba ayer el pastor Piñero, se nos ha encomendado la verdad. Debemos luchar con fervor por la verdad, y si la familia de verdad no da lugar a la verdad ¿cómo podemos glorificar y honrar a Dios?

    Debemos predicar la Palabra, estar preparados a tiempo y fuera de tiempo, reprobar, reprender, exhortar con gran paciencia e instruir como dice segunda de Timoteo capítulo cuatro, versículo dos. En primera de Timoteo, capítulo cuatro y versículo trece leemos:

    “Entretanto que llego, ocúpate en la lectura de las Escrituras, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio. Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento sea evidente a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza; persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan”.

    Este tiene que ser el centro de vuestro compromiso pastoral y de vuestra labor de pastoreo: abrir la palabra y alimentar al rebaño con la Palabra de Dios. Reflexionad sobre estas cosas, haced progresos, cansaos en la búsqueda de estas cosas. En el capítulo cinco, versículo diecisiete dice: “Los ancianos que gobiernan bien sean considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza”.

    La predicación y la enseñanza de la Biblia representan un arduo trabajo. No os asustéis del trabajo duro. Pablo sigue adelante y, más tarde, en segunda de Timoteo capítulo cuatro nos dice que llegará un tiempo en el que los hombres no querrán recibir doctrina.

    Los hombres no querrán oír predicaciones. Los hombres querrán tener otras cosas que rasquen su comezón de oídos. Querrán oír algo distinto a lo que se esté predicando. No seáis transigentes en esto.

    En primera de Corintios capítulo catorce, versículo veinticuatro y veinticinco encontramos: “Pero si todos profetizan, y entra un incrédulo, o uno sin ese don, por todos será convencido, por todos será juzgado”. Los secretos de su corazón quedarán al descubierto, y él se postrará y adorará a Dios, declarando que en verdad Dios está entre vosotros”.

    La declaración ordenada de la palabra de Dios es un testimonio de la propia presencia de Dios. Dios no es un Dios de confusión. Él es el Dios que habla, el Dios cuya palabra nos ha sido comunicada por medio de sus profetas en nuestra Biblia, y que se ha hecho carne en su hijo y ahora está utilizando a un médium para transmitírsela a los hombres. Vosotros sois los médiums de Dios. Hubo un hombre enviado por Dios cuyo nombre era: el vuestro. Vosotros sois los médiums de Dios.

    Cada vez tenemos más dependencia de los medios para la adoración. Somos los médiums de Dios, no necesitamos todos esos aparatos eléctricos, micrófonos y altavoces. ¡No! Dios ya nos ha dado un medio para la comunicación de Su palabra: el hombre, el predicador, el pastor, el que proclama la palabra y la verdad de Dios.

    Lo que lleva a las personas a experimentar a este Dios es la proclamación de Su palabra, no las estrategias comerciales ni los trucos publicitarios. Es el poder de la palabra de Dios comunicada por medio de un modelo que ejemplifica la verdadera fe, el verdadero arrepentimiento, el verdadero discipulado y que pone en práctica los dones concedidos por el espíritu. Cuando esto ocurre, se oye la voz de Jesucristo.

    En primera de Corintios capítulo uno, versículo veinte y veintiuno leemos: “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el polemista de este siglo? ¿No ha hecho Dios que la sabiduría de este mundo sea necedad? Porque ya que en la sabiduría de Dios el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios, mediante la necedad de la predicación, salvar a los que creen”.

    Como el Pastor Meadows nos enseñó ayer, he aquí el método de transformación utilizado por Dios. Esto es lo que Dios usa para llevar a sus hijos e hijas a una mayor conformidad consigo, de forma que Cristo pueda tener la preeminencia como primogénito entre muchos hermanos. Él utiliza la necedad de la predicación.

    Hoy en día hay muchas voces que nos dicen que lo que necesitamos es algo distinto a la predicación, que necesitamos predicar de una forma distinta a lo que se nos dice en la Biblia. ¿Dónde está el polemista? ¿Dónde está el sabio? ¿No ha silenciado Dios su necedad? ¿Cómo lo ha hecho? ¡Con la necedad de la predicación!

    ¡Predicad la palabra a tiempo, y fuera de tiempo! Predicad la palabra y, al hacerlo, Dios se acercará a su pueblo y ellos se postrarán sobre su rostro y dirán de verdad, “Dios está contigo”; de este modo, la predicación se vuelve transparente a la presencia de Dios.

    Al finalizar nuestros cultos, al marcharse, la gente suele hacer muchas veces comentarios sobre nuestra predicación ¿no es así? “Me gusta la forma en la que usted dijo esto; me gustó la ilustración”. Yo me siento más estimulado cuando salen y dicen: “Yo no conocía a Jesús de este modo. He aprendido quién es Dios. He obtenido una apreciación mayor del amor de Dios por mi”. La predicación se vuelve transparente al Dios que está presente.

    Bueno, ¿pero cuál es la respuesta de la Biblia a la pregunta: cómo debemos adorar? La respuesta no es ni más ni menos que la Biblia. Orad la Biblia, cantad la Biblia, ved la Biblia en las ordenanzas del bautismo y de la Santa Cena, leed la Biblia y predicad la Biblia.

    Estos son los elementos, los ingredientes de la adoración por medio de la cual nos acercamos a Dios. Oramos la Biblia; cantamos la Biblia; ofrendamos los diezmos a nuestro Dios en obediencia a la Biblia. Recibimos gracia de parte de Dios en las ordenanzas del bautismo y de la Santa Cena, y vemos la Biblia. Leemos la Biblia y, en nuestras predicaciones, proclamamos la Biblia.

    Ahora bien, esos elementos pueden ordenarse de formas distintas para ministrar al pueblo de Dios, pero caracterizarán la adoración bíblica. Se pueden expresar en una amplia gama de normas, según las distintas variantes, pero la adoración bíblica siempre tendrá estos elementos.

    Y como conclusión, os traigo una descripción que he recogido de la contribución de Ligon Duncan al práctico volumen Give Praise to God [Alabad a Dios], donde ofrece cinco descripciones de una adoración regulada por la Biblia, estimulada por el Espíritu y centrada en Cristo.

    Si el pueblo de Dios adora y se acerca a Dios en sacrificio y adoración regulados por la Biblia, y conocen a Dios que se va acercando a ellos en una comunión con Cristo que se centra en la palabra y en Cristo, entonces así es cómo se puede describir esa adoración: En primer lugar, es simple y yo diría que es espiritual.

    Ligon Duncan dice simple, yo diría que es espiritual. Escribe: “Meramente basada en los principios sin adornos, sin pretensión, y ordenados que hallamos en la Biblia”.

    Es justa, es simple, no tiene adornos y no es pretenciosa. No es llamativa. Se trata exactamente de simple compromiso espiritual. No es cuestión de satisfacer los sentidos carnales. No tiene nada que ver con incienso y sotanas llenas de colorido, ni con todos los uniformes secretos y los símbolos, y toda esa parafernalia. ¡Es algo simple!

    No tiene nada que ver con esos movimientos en masa, coreografiados, mientras desfilan desplegando todo el boato. ¡No! La adoración bíblica es simple. Es espiritual; su interés está en el movimiento del corazón, no en el boato coreografiado ni en el movimiento de símbolos, vestimentas y todo lo demás.

    En segundo lugar, es bíblica. Nosotros no estamos preocupados por cómo se adapta nuestra adoración a la cultura. Lo que nos interesa es: cómo ser bíblicos en todas las culturas. No se trata de cómo adaptar nuestra adoración a nuestra cultura, ¡no!, sino cómo vamos a ser bíblicos en los Estados Unidos, o cómo vamos a ser bíblicos en la República Dominicana, en España, en Paquistán, en China, en Brasil o en Islandia. Esa es la cuestión.

    Se trata de ser bíblico sea cual sea la cultura, y no adaptar la adoración a la cultura. Es algo bíblico. Solo tenéis que orar la Biblia, cantar la Biblia, ver la Biblia, leer la Biblia y predicar la Biblia. Es bíblico.

    En tercer lugar, es transferible. La adoración y las misiones van juntas. A medida que los elegidos de cada tribu y nación son salvos, son admitidos en la presencia de Dios, quien les da la base de su aceptación en la sangre de Cristo, y les da la salvación.

    Luego, los dirige en lo que deben hacer en su presencia de manera que los hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación, nos reunamos en la presencia de Dios para hacer lo que Él nos ha dicho que hagamos. Así pues es transferible. Es mucho más transferible que los grandes ritos y rituales litúrgicos de la iglesia que hacen que, cuando viajamos al extranjero y vemos ciertas iglesias que fundan misiones, nos parezca que es la Iglesia de Inglaterra la que se ha establecido aquí.

    Pero, ¡un momento! Esto no es Inglaterra. Dondequiera que encontremos una iglesia fundada debería ser una iglesia bíblica. La iglesia no puede ser lo que es a menos que lleve todos los avíos, todos los ritos, el boato y todo lo demás; la elevada iglesia litúrgica no transfiere demasiado bien. Lo que vemos hoy en día es también esta simple adoración espiritual, mucho más transferible que la adoración dependiente del sistema de sonido eléctrico que está más orientada al entretenimiento.

    Participé en la adoración en algunas iglesias que, por así decirlo, se podrían denominar tercermundistas. Eran muy pequeñas y pobres, pero nadie podía hacer nada hasta que los micrófonos y los amplificadores estuvieran preparados. Este tipo de cosas no transfiere bien.

    Recuerdo a mi querido hermano Amresh Semurath, de Trinidad. Fuimos juntos y predicamos en aquella pequeña iglesia en la isla de Granada, hace años. Venían predicadores invitados, venía un americano y tuvimos que asegurarnos de que todos los amplificadores estuviesen instalados, todos los micrófonos ajustados, y todo estuviese bien a punto.

    El Pastor Semurath tiene una voz muy, muy fuerte. Se colocó detrás del púlpito y lo primero que hizo fue apagar el micrófono, lo quitó de allí y empezó a hablar en aquella habitación. ¡Vaya! Todos parecían pensar: este hombre no necesita micrófono. ¡No, no necesitáis toda esa parafernalia! Nada de eso es necesario para adorar.

    La adoración bíblica puede transferirse a lugares donde no hay electricidad y no necesitáis ninguno de los trucos de los medios de comunicación modernos, ni todo lo demás, como si no pudiésemos adorar a menos que todo se amplifique por los altavoces. ¡No, no necesitáis nada de esto!

    Ligon Duncan dice: “En los entornos más simples, con frecuencia en condiciones peligrosas, personas sacudidas por la pobreza y el terrorismo se reúnen cada Día del Señor para escuchar la proclamación de las doctrinas de gracia”.

    ¿En qué consiste su adoración? Leen la Biblia; predican la Biblia; cantan la Biblia; oran la Biblia. Es verdad que existen distintas costumbres y que las cosas se hacen a veces en un orden diferente, pero enseguida se reconoce su adoración bíblica. Es transferible a las diferentes culturas. No depende de las tecnologías, no está sujeta a boatos externos. Es simple; es bíblica; es transferible.

    En cuarto lugar, es flexible. Podrán verse variaciones en el orden y en la presentación de la adoración bíblica, en las diferentes nacionalidades, o en las distintas tradiciones de iglesia. ¡Es flexible!

    Los bautistas ofrecen una adoración bíblica. Los presbiterianos ofrecen una adoración bíblica. Las iglesias congregacionales ofrecen una adoración bíblica y las Iglesias Bajas Anglicanas ofrecen una adoración bíblica.

    Es inmediatamente reconocible; es flexible, tiene algunas variantes de cultura y nacionalidad, así como factores tradicionales y socioeconómicos. Sin embargo, en todo el mundo, la adoración bíblica se está ofreciendo a Dios por fe en Jesucristo, y el Espíritu Santo la vivifica.

    Duncan dice también: “No os encontraréis con algo manido, tampoco con un afán de estar al día; no encontraréis ninguna cosa excéntrica que destaque, solo carne y patatas; solo la adoración simple, espiritual, apasionada, bíblica y reverente”.

    No se persigue lo que está de moda; nadie piensa: “Soy más relevante; soy más contemporáneo que tu”, solo concentrarse simplemente en el Dios que está presente. ¡Venid a Él, y orad vuestra Biblia, cantad vuestra Biblia, ved vuestra Biblia, leed vuestra Biblia y predicad vuestra Biblia!

    Y, finalmente, esta adoración es reverente. Se trata de un encuentro con Dios. No es algo que se hace en broma; no es algo informal; no es algo social.

    Hughes Old nos dice: “La mayor contribución simple que la herencia litúrgica reformada, es decir, el principio regulativo puede hacer al protestantismo contemporáneo es su sentido de la majestad y de la soberanía de Dios; es el sentido de reverencia y de simple dignidad; es la convicción de que la adoración debe servir sobre todo a la alabanza de Dios”.

    ¡Es reverente! “Dado que recibimos un reino que es inconmovible, ¡mostremos una gratitud por medio de la cual podamos ofrecer un servicio aceptable a Dios”. Él es quien nos dice lo que es aceptable; no se trata de un servicio popular sino de un servicio aceptable.

    ¿Cómo ofrecerlo? Con reverencia y con temor porque nuestro Dios es fuego consumidor. Todo ese juego, toda esa artificiosidad, todo ese egocentrismo… Dios es muy paciente, pero también es fuego consumidor. Llegará un día en el que el fuego del juicio de Dios quemará muchísima madera, heno y hojarasca de los ministerios de los hombres y de sus cultos de adoración.

    Debemos ser sabios y traer ante Él aquello que es oro, plata y piedras preciosas porque Él es fuego consumidor y todo lo que no sea aceptable se quemará en el fuego. Así es que empecemos por no ofrecer aquello que no es aceptable, y vengamos con reverencia; vengamos con temor.

    Dios está ciertamente en medio de vosotros. Dejemos de mirarnos a nosotros mismos cuando adoramos, y concentrémonos en el Dios que está en medio nuestro.

    Para terminar, en Efesios capítulo dos leemos acerca de la dignidad y de la gloria de la iglesia, en el versículo diecisiete: “Y vino y anunció paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca [gentiles y judíos]; porque por medio de Él los unos y los otros [gentiles y judíos] tenemos nuestra entrada al Padre en un mismo Espíritu. Así pues, ya no sois extraños ni extranjeros, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, en quien todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor, en quien también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.

    ¡La morada de Dios! Mi oración es que os llevéis de estos cuatro mensajes sobre la adoración, este pensamiento tan fundamental: Dios está con nosotros. ¡Dios está con nosotros!

    Si tenéis esto bien claro, todas las demás cosas entrarán en la perspectiva correcta. Habrá muchas cuestiones que ya no merezcan la pena debatirse o analizarse. El motivo es que la presencia de Dios, ese fuego consumidor, quemará todo lo que no sea esencial y no dejará más que la adoración a Dios, simple y espiritual, que se haga en espíritu y en verdad solamente.

    Oraremos nuestras Biblias; cantaremos nuestras Biblias; veremos nuestras Biblias; predicaremos nuestras Biblias y daremos la gloria a Dios que nos ha dado la siguiente promesa: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y moraré en medio de vosotros”. ¡Amén!

    Oremos: Padre de gracia y Dios nuestro, nuestros corazones arden dentro de nosotros y tenemos hambre y sed de Ti, que eres el Dios vivo. Oramos pidiendo que nos concedas sabiduría y gracia para que, como siervos en la familia de Dios, podamos ministrar tu palabra y que podamos conducir a tu pueblo en el camino de la adoración aceptable. Padre, confesamos que en estos tiempos nos sentimos tan fácilmente confundidos por todos los debates y análisis, todas las opiniones que se expresan sobre estas cuestiones de la adoración… Te pedimos que nos des sabiduría.

    Te pedimos que nos concedas una perspectiva clara y centrada en quien Tú eres, en cómo Te has revelado en Cristo, y lo que has decidido que sea tu voluntad para nosotros, cuando por medio de la fe en Cristo nos acercamos a Ti, en adoración.

    No permitas que llevemos fuegos extraños delante de Tí. No nos dejes incorporar los métodos, ni el ambiente, ni las técnicas de los paganos que adoran sus entretenimientos, sus placeres y que se adoran a sí mismos, observándose unos a otros para confeccionar una religión de servicio egocéntrico.

    ¡No a nosotros, Padre, no a nosotros Señor, sino a tu nombre da gloria por tu tierna bondad, por tu verdad! Haz que nuestros ojos no estén fijados sobre nosotros mismos. Haz que nuestros ojos no estén puestos en las cosas de este mundo, ni en lo que se hace a otros dioses de este mundo. Fija nuestros ojos en Tí.

    Haz que nuestros oídos estén pegados a tus labios. Haz que veamos y oigamos tus palabras y hagamos tu voluntad; que vengamos delante de ti con la belleza de la santidad, con la fuerza de tu Espíritu, en unión con Cristo Jesús y para la gloria de tu gracia y amor por nosotros en Él.

    ¡Ven, Dios nuestro, ven y mora en medio de nosotros! Haz de nosotros un pueblo santo, un pueblo amado y que ame, para que podamos adorarte y servirte todos los días de nuestra vida. ¡Amén!

    © Copyright | Derechos Reservados[/toggle][/accordian][/two_third][one_third last=»yes» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» hover_type=»none» link=»» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ animation_offset=»» class=»» id=»»][/one_third]

  • 2008 Pastors’ Conference | Worship III: The Regulative Principle of Worship

    [two_third last=»no» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» hover_type=»none» link=»» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ animation_offset=»» class=»» id=»»][fusion_text]El principio regulador de la adoración[/fusion_text][separator style_type=»none» top_margin=»» bottom_margin=»» sep_color=»» border_size=»» icon=»» icon_circle=»» icon_circle_color=»» width=»» alignment=»» class=»» id=»»][accordian divider_line=»» class=»» id=»»][toggle title=»Video» open=»no»]
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    [dlaudio link=»https://www.conferenciapastoral.org/wp-content/uploads/Sermones/2008-05-Worship-III-The-Regulative-Principle-Alan-Dunn.mp3″]Download Audio[/dlaudio][/toggle][toggle title=»Texto en español» open=»no»]El principio regulador de la adoración

    Hermanos, volvamos a pedir la ayuda de Dios para adentrarnos en este asunto tan importante de la adoración a Dios:

    Nuestro Padre misericordioso, invocamos tu nombre por la fe en Jesucristo. Nuestra confianza está en la gracia de nuestro gran Sumo Sacerdote y Rey.

    Nos acercamos a ti por medio de la fe en Jesucristo, y te pedimos que glorifiques su nombre entre nosotros para que nuestros corazones sean instruidos en la Palabra de Dios, y para que el Espíritu de Dios que nos ha vivificado en Cristo sea derramado sobre nosotros para que podamos crecer en nuestro amor y adoración, en nuestra determinación de adorar y servir a nuestro Señor y Salvador.

    Pedimos que tu gracia nos ayude en esta mañana para que nuestras mentes estén alertas, para que nos instruyas y podamos a cambio ser equipados para instruir a tu pueblo, a fin de que seas glorificado en la iglesia aquí y en todo el mundo. Oramos en el nombre de nuestro Salvador y Dios Jesucristo. Amén.

    Bien, anteriormente en nuestra serie sobre la adoración hemos preguntado qué es adoración, y hemos respondido a esa pregunta diciendo que es una reunión colectiva del pueblo de Dios para encontrarse con Dios mismo, que la esencia de la adoración tiene que ver con que Dios esté presente entre nosotros y con que nosotros le demos el honor, la adoración y alabanza que le corresponden.

    Luego preguntamos a quién adoramos, y adoramos al Dios vivo y verdadero revelado en las páginas de las Escrituras y dado a conocer en Jesucristo. ¿Y por qué adoramos? Lo hacemos porque Él es digno de nuestra adoración. Hemos sido creados y salvados para adorar, y es precisamente adoración lo que Dios desea de nosotros.

    ¿Dónde adoramos? En cualquier lugar del mundo donde nos reunamos, y nuestra adoración es admitida y bien recibida en la presencia misma de Cristo en el cielo. Así, verdaderamente adoramos en el cielo, y lo hacemos en el día del Señor, el primer día de la semana, el día que recuerda la resurrección de Jesús y el derramamiento del Espíritu Santo, ese día que marca una nueva creación y nos señala al eterno día de reposo de Dios, para que en el primer día ya comencemos a disfrutar las bendiciones que son nuestras para siempre cuando, como pueblo de Dios, nos reunimos para tener comunión con Él.

    No hay duda de que esa es la esencia de la bendición del día de reposo: estar con Dios, vivir con Dios, disfrutar de su presencia entre nosotros.

    Esa es, por supuesto, la esencia no sólo de la adoración, sino también de la salvación. Anoche aprendimos que debemos adorar según la prerrogativa de Dios, sabiendo quién es Él, la naturaleza de Dios que es espíritu.

    Por tanto, nuestra adoración debe ser esencialmente un encuentro espiritual, el cual es, en sí mismo, una respuesta a la revelación de Dios. No podemos fabricar la adoración.

    Dios es santo, es diferente a su creación. Nosotros somos finitos, y no podemos acercarnos a Dios a menos que Él inicie ese proceso de adoración, a menos que se nos revele a sí mismo.

    En ningún lugar de la Biblia se nos dice que debamos congregarnos e inventar la adoración. La adoración se nos otorga por la revelación de Dios. Nuestro pecado agrava nuestra incapacidad para fabricar una adoración aceptable a Dios, pues somos pecadores y Dios es santo, y por eso no podemos llegar a su presencia y no ser consumidos inmediatamente por su ira y expulsados a la muerte eterna.

    Nuestro problema, como el Adán caído, es la tendencia a confiar en nuestras hojas de higuera y a escondernos de Dios y no buscar su presencia. Nuestro problema es nuestra tendencia a la idolatría y a dirigir nuestra adoración hacia algo en la esfera de lo creado en vez de dirigirla a Él, que es el Creador, y a confiar en nuestras hojas de higuera para acallar nuestra conciencia y no sentir la vergüenza y la culpa cuando, de hecho, estamos llenos de vergüenza y de culpa.

    Pero en medio de esta terrible situación de nuestro pecado, aparece Dios. Él irrumpe en la vida del pecador con bondad y responde a los rebeldes con misericordia, proveyendo un sustituto que absorbe la sentencia de muerte en lugar del pecador que cree y adora.

    En el Antiguo Testamento ese sustituto era representado por los millones de animales que eran ofrecidos en el sacrificio de adoración que Dios demandaba al proveer las pieles de animales en Génesis, capítulo tres, cuando Él derramó esa sangre para cubrir el pecado de la pareja original, y esa provisión de sacrificio de sangre fue entonces institucionalizada y regulada en esta ley ceremonial del antiguo pacto.

    Y todos esos corderos y machos cabríos que fueron sacrificados en altares judíos no eran sino el retrato del verdadero Cordero de Dios que anunció Juan el Bautista, Aquel que sería, sin duda, nuestro cordero pascual, y por cuya sangre nuestros pecados son expiados, es propiciada la ira de Dios, nosotros recibimos la aceptación y se nos da la justicia de ese Hijo de Dios perfecto.

    En el Nuevo Testamento, nuestra adoración, por tanto, está basada en este sacrificio: la provisión que Dios nos otorgó en el sacrificio de Jesucristo. Bien, ahora y en nuestra última hora de esta mañana, comenzaremos a enfocarnos en cómo debemos adorar.

    Acudimos a la presencia de Dios para experimentar la presencia de Dios entre nosotros, ser llenos del Espíritu Santo, que la Palabra de Dios abunde en nosotros, ser conformados a imagen de Jesucristo y experimentar lo que significa ser amado por Dios nuestro Padre.

    Cuando acudimos a su presencia no es bueno que nos enfoquemos en nosotros mismos, en nuestros problemas, en nuestra situación, incluso en nuestros pecados, sino que hemos de conocer y experimentar la presencia de Dios entre nosotros.

    Necesitamos que nos reafirme en su amor, y por eso acudimos a Él en el lenguaje del Salmo ciento quince, versículo uno: “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre sea la gloria, por tu misericordia, por tu verdad”.

    Por tanto, cuando estamos en la presencia de Dios hemos de hacer estas cosas que Dios nos manda hacer para que nuestra adoración le dé la gloria a Dios.

    No debemos centrarnos en cómo estamos adorando, sino en Aquel a quien estamos adorando. No debemos fijarnos en nosotros mismos cuando adoramos, cosa que está ocurriendo hoy día, ya que todos se fijan en sí mismos mientras adoran: mira mi estilo de adoración; yo alzo las manos; yo me postro. Nos fijamos los unos en los otros, y eso no es adoración. Adoración es observar a Dios.

    La mecánica de la adoración debería ser transparente e invisible ante el Dios que está presente. La adoración debería ser de tal forma que sirviera como el medio por el cual Dios se convierte en el centro de atención, y no la actividad de la adoración en sí misma.

    Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean, porque de esa forma ya tenemos nuestra recompensa, sino que quiere que sea Dios quien nos vea y que oremos a nuestro Padre. La adoración no se hace para los hombres; por tanto, debemos hacerla como Dios ordena para que en la adoración no nos enfoquemos en la adoración misma, sino que nos enfoquemos en Dios.

    No buscamos que la adoración atraiga la atención hacia sí misma, sino que sea el medio por el cual Dios se dé a conocer entre nosotros. Ahora bien, lo que estoy articulando es un punto de vista que ha sido tratado a lo largo de toda la historia de la Iglesia conocido con el nombre de principio regulador.

    Esto quiere decir que la adoración está regulada por Dios, y consiste sólo en esas cosas que Él nos manda en las Escrituras. Hay algunos cristianos que se adhieren a lo que ha sido denominado el principio normativo: que la adoración debe obedecer a las Escrituras pero que el adorador es libre de traer cualquier cosa a Dios siempre que no esté específicamente prohibida en las Escrituras.

    Por tanto, el principio normativo dice que si la Biblia no prohíbe un determinado acto en la adoración, entonces está permitido. El principio regulador dice que en la adoración hemos de hacer sólo lo que Dios nos ha ordenado porque Él regula lo que debe ser la adoración.

    En esta hora, pues, vamos a hacer un repaso de este principio tal como lo encontramos en las páginas de nuestra Biblia, un repaso del principio regulador en la Palabra de Dios.

    El principio regulador dice que la adoración ha de ser determinada por Dios. El contenido de la adoración debe ser determinado por Dios. Aquello que motiva y lleva a nuestro corazón a adorar ha de ser determinado por Dios, y el objetivo de la adoración también ha de ser determinado y regulado por Dios, siendo revelado en las Escrituras.

    No hemos de fabricar la adoración a partir de cualquier premisa que queramos. Nuestra motivación para adorar no puede ser egocéntrica o por ganancia personal, ni tampoco debemos esperar lograr nada en adoración que no sea darle la gloria a Dios.

    Pero Dios les enseñó a los hombres estas cosas sobre la adoración desde el principio de los tiempos. Recuerden la primera aparición de la adoración desde la caída en los eventos de Génesis capítulo cuatro, los hijos de Adán: Caín y Abel.

    Acuérdense de que Abel ofrece un sacrificio, un sacrificio de sangre, en su adoración y Caín ofrece una ofrenda vegetal. Dios rechaza la adoración de Caín porque Caín no imitó el acto de Dios de cubrir el pecado por medio del derramamiento de sangre del animal.

    Como puede ver, los hechos de Dios son reveladores de la voluntad de Dios de la misma forma que las palabras de Dios son reveladoras de su voluntad.

    Y así es como Dios le ha dado al hombre tanto el día de reposo como el servicio sacrificial de la adoración. No por medio de un mandamiento de palabra, sino a través de un hecho que le incumbe al hombre; el hombre tiene la responsabilidad de imitar a Dios porque somos la imagen de Dios, y lo que Dios hace es lo que nosotros debemos hacer.

    Hemos, pues, de imitar a Dios, por lo que nuestra obligación para con Él es mucho más profunda que simplemente obedecer un mandamiento; es la obligación de ser como Dios y hacer lo que Dios hace, y cuando Dios responde ante el pecado mediante el acto de este sacrificio de sangre, lo hace para enseñarles a Adán y a sus hijos la manera en que deben responder a ello: cuando acudan ante mí no lo hagan cubiertos con sus propias hojas de higuera, sino cubiertos con mi provisión para ustedes.

    Abel lo entendió, y creyó a Dios. Su fe respondió obedientemente a la revelación de Dios. Caín no respondió a esa revelación en fe u obediencia, por lo que su adoración no fue aceptable. Y Caín mismo como adorador tampoco fue aceptado, porque su actitud al adorar fue totalmente egocéntrica.

    Su corazón no estaba bien y su adoración tampoco, y por eso Dios lo llama al arrepentimiento. Pero él no se arrepintió, sino que tuvo celos de su hermano y celos de que la adoración de su hermano fuera aceptable, y por eso se levantó y asesinó a Abel; con lo cual, el primer asesinato y el primer conflicto fue una guerra religiosa, un conflicto religioso.

    En Éxodo, capítulo veinte, de nuevo el segundo mandamiento es de suma importancia para estos asuntos de la adoración. Éxodo, capítulo veinte, leyendo desde el versículo tres:

    “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

    Aquí se nos dice que no se nos permite adorar a Dios según nuestra propia imaginación, sino que debemos hacerlo en obediencia a las palabras que fueron reveladas a través de Moisés.

    El segundo mandamiento nos enseña que Dios se toma muy en serio su adoración. Dios es celoso de su adoración porque la manera en que adoramos determina la manera en que los hombres lo percibimos y lo entendemos, y Él no quiere que le representemos mal entre los hombres. Él es celoso de su reputación y de la integridad de su nombre, y de la manera en que es visto entre los hombres.

    Por tanto, nos hace una advertencia en conjunción con este mandamiento relativo a la adoración: no deben adorar de una manera imaginaria y centrada en el hombre, sino que han de hacerlo de una manera bíblicamente regulada, acorde con la Palabra de Dios.

    Los israelitas, en Éxodo capítulo veintidós, desobedecieron claramente este mandamiento cuando se hicieron el becerro de oro. ¿Cuál fue el problema?

    Bien, en el versículo ocho de Éxodo treinta y dos, Dios le dice a Moisés: “Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto”.

    ¿Cuál fue el problema? Se apartaron del camino que yo les mandé, y se hicieron esta imagen, y la llamaron el Dios de Israel. Pero la adoraron de una forma que violaba los mandamientos reguladores de Dios, quebrantando el segundo mandamiento.

    Más tarde, en Levítico capítulo diez, aprendemos de Nadab y Abiú, los hijos de Aarón, en el versículo uno, los cuales tomaron sus respectivos incensarios y, tras encenderlos, pusieron en ellos incienso y ofrecieron un fuego extraño ante el Señor, cosa que Él no les había ordenado hacer. Y descendió fuego de la presencia del Señor y los consumió, y murieron delante del Señor. Entonces Moisés le dijo a Aarón: “Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”. Por tanto, Aarón guardó silencio.

    La Biblia interlineal hebrea traduce “extraño” en “fuego extraño” con la palabra “desautorizado”; fuego desautorizado. La Septuaginta usa la palabra griega que significa fuego ajeno, una palabra que significa algo que no te pertenece a ti, sino a otra persona. También podría significar fuego enemigo.

    En hebreo, la raíz de este término conlleva la idea de una barrera, la idea de una frontera. En otras palabras, ellos produjeron fuego que estaba fuera de los límites, estaba fuera de las barreras que Dios había establecido en sus mandamientos; no había autorización, era extraño, ajeno, no le pertenecía al Señor.

    Lo que hicieron es que trajeron fuego de fuera del complejo del templo, y pensaron: “Fuego es fuego, y cualquiera vale”. Pero procedía del otro lado de la frontera, estaba desautorizado, y Dios dice que no guardaba lo que Él había ordenado. Yo seré honrado, pues soy celoso de mi adoración. Ustedes juegan con fuego delante de mí, quieren su propio fuego, pues yo les daré fuego. Y fuego descendió y los consumió.

    Aarón acababa de perder a sus dos hijos, pero no argumentó nada, sino que guardó silencio al comprender que Dios era absolutamente santo al vindicar su nombre. Porque sus dos hijos fueron descuidados en la presencia de un Dios santo y decidieron que podían ofrecer su propia adoración y poner en tela de juicio los mandamientos de Dios y hacer lo que era conveniente para ellos. En lugar de seguir las órdenes y permanecer dentro de los límites establecidos, lo trajeron del exterior.

    Acuérdense en Números, capítulo dieciséis, de la rebelión de Coré, un levita que se reveló contra Moisés. Deseaba ser sacerdote junto con otros más, pero Dios dijo no, que sólo los hijos de Aarón, sólo los descendientes de Aarón serían aceptados en el lugar santo del tabernáculo para ofrecer sacrificios aceptables. Pero Coré quería ascender por sí mismo y quería cambiar la adoración de Dios.

    Dios había señalado a hombres específicos para ofrecer sacrificios. Coré dijo: no, yo no quiero acatar los designios de Dios; yo creo que hay otros principios que se deberían tener en cuenta. Nosotros somos tan buenos como tú, Moisés, somos tan buenos como los hijos de Aarón. Tú te crees que eres mejor que el resto, pero aquí todos somos iguales, y deberíamos tener también el privilegio del sacerdocio.

    Bueno, pues Moisés, en el versículo cinco de Números dieciséis, les da una prueba que consistía en lo siguiente: “Mañana mostrará Jehová quién es suyo, y quién es santo, y hará que se acerque a Él; al que él escogiere, él lo acercará a sí”.

    Coré, tú puedes seguir hablando de ser iguales, y dar a conocer tu voto y hacerlo popular, pero esas no son las bases sobre las cuales los hombres han de acercarse a Dios. Él es quien debe acercar a los hombres a Él, Él debe escoger a los que se acercarán a Él; por tanto, esto es lo que haremos.

    Saquen sus incensarios, y póstrense ante el Señor y veremos a quién escogerá el Señor. Y saben, Él no escogió a Coré; de hecho, lo destruyó a él y a todos los que se habían asociado con él. Y doscientos cincuenta hombres fueron destruidos porque ellos, al igual que Nadab y Abiú, vinieron y ofrecieron de nuevo un fuego extraño. Y Dios era muy celoso de su reputación entre el pueblo de Dios cuando comenzaron a quejarse.

    La gente se quejó, pues no veían justo lo ocurrido, no creían que estaba bien, y Dios envió una plaga a la nación de Israel, y catorce mil setecientos hombres murieron hasta que Aarón corrió apresurada y rápidamente para hacer expiación por los pecados de la nación y aplacar así la ira de Dios, ya que Dios debía ser honrado.

    Él es un Dios santo y celoso, y debemos acercarnos a Él según su mandamiento y ofrecer el sacrificio que Él ha escogido, el cual es aceptable, y no el más popular, no el que está de acuerdo con el principio democrático de la igualdad.

    Podemos ver claramente esta declaración en Deuteronomio: Deuteronomio capítulo doce y versículo treinta y dos. Leemos, no obstante, desde el versículo veintinueve para entrar en contexto:

    “Cuando Jehová tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así a Jehová tu Dios; porque toda cosa abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus dioses; pues aún a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses. Cuidarás de hacer solo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás”.

    Del versículo veintinueve al treinta y uno, el Señor le dice a su pueblo: yo no quiero que se fijen en la forma en que los paganos adoran a su dioses, ni se fijen en su métodos y en su prácticas y luego implementen sus métodos y prácticas y las traigan cuando adoren al Dios verdadero.

    No adoren al Dios verdadero como los paganos adoran a sus dioses. No pregunten cuál es la forma en que ellos adoran a sus dioses, pues no han de aprender a comportarse en la presencia del Dios verdadero de la forma en que los paganos se comportan en la presencia de sus falsos dioses.

    Y el versículo treinta y dos declara el principio regulador: sólo deben hacer lo que Dios les ordena hacer en su presencia, nada más ni nada menos, y ninguna otra cosa, ninguna otra cosa más ni menos, y nada más. No es el lugar apropiado para dejar volar su imaginación e innovar y crear, y para que se vean a ustedes mismos adorando y diciéndoles a otras personas: miren cómo adoro, ¿acaso no soy un buen adorador?

    No; se trata sólo de Dios, y su atención debe estar fijada en Dios. Y lo que Dios les manda hacer serán esas cosas que son transparentes ante su presencia, y no una actuación.

    David tuvo que aprender el principio regulador cuando devolvió al arca a Jerusalén.

    Vamos a Segunda de Samuel, en el capítulo seis, leyendo desde el versículo seis al ocho, cuando se disponía a devolver el arca de Dios y Uza la llevaba junto a los hijos de Abinadab:

    “Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo; porque los bueyes tropezaban. Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al arca de Dios. Y se entristeció David por haber herido Jehová a Uza, y fue llamado aquel lugar Pérez-uza, hasta hoy”.

    Este era un evento alegre, y todos estaban siendo sinceros en su tarea de llevar el arca, y seguro que Uza actuó con toda la buena intención del mundo. ¿Se imaginan que se cayera el arca al suelo y al barro y se ensuciara?

    Pero quizá hubiera sido mejor que el arca se ensuciara que la mano de Uza tocara el arca, porque Uza no estaba autorizado. Uza no tenía autorización ni siquiera para tocar el arca, y en el momento en que se desobedeció la ley de Dios y se violó la santidad de Dios, Él intervino de inmediato. Dios responde inmediatamente en la integridad de su santidad, y el pecador fue consumido al instante.

    David tenía que aprender un lección con relación a la reverencia a Dios, y la lección que aprendió se nos da en Primera de Crónicas. En el libro de Primera de Crónicas, capítulo dieciséis, de nuevo encontramos este mismo acontecimiento en el que Uza es consumido por la santidad de Dios por tocar el arca.

    Leemos en Primera de Crónicas quince, versículo once: “Y llamó David a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, y a los levitas Uriel, Asaías, Joel, Semanas, Eliel y Aminadab, y les dijo: Vosotros que sois los principales padres de las familias de los levitas, santificaos, vosotros y vuestros hermanos, y pasad el arca de Jehová Dios de Israel al lugar que le he preparado”.

    Esta es la lección que aprendió: “Pues por no haberlo hecho así vosotros la primera vez, Jehová nuestro Dios nos quebrantó, por cuanto no le buscamos según su ordenanza. Así los sacerdotes y los levitas se santificaron para traer el arca de Jehová Dios de Israel. Y los hijos de los levitas trajeron el arca de Dios puesta sobre sus hombros en las barras, como lo había mandado Moisés, conforme a la palabra de Jehová”.

    David aprendió una lección. ¿Cuál fue esa lección? Cuando intentamos llevar el arca antes con Uza, el hijo de Abinadab, que no era un levita, estábamos haciendo lo que era conveniente para nosotros; estábamos obrando con sinceridad, pero descubrimos, por el arrebato de Dios contra nosotros, que no estábamos guardando su ordenanza.

    No era acorde, ya que Moisés había ordenado que obedeciéramos la Palabra de Dios. Fue una violación del mandamiento de Dios, una violación del principio regulador.

    El rey Uzías, más adelante, en Segunda de Crónicas veintiséis, seguro que ustedes se acordarán, quiso cambiar la adoración prescrita por Dios.

    Él pensaba que estaría autorizado para hacerlo, pues, al fin y al cabo, era el rey, y si había alguien autorizado para hacer lo que quisiera, ese era el rey. Así que decidió que quería quemar incienso en el templo, aunque él no era sacerdote. ¿Por qué?

    Leemos en el versículo dieciséis de Segunda de Crónicas veintiséis que su corazón era tan orgulloso que actuó de manera corrupta y no le fue fiel al Señor su Dios. Él quería obtener más adoración. Mírenme, no sólo soy rey, sino también un sacerdote, y puedo hacer lo que me plazca, incluso en la presencia de Dios. Y su arrogancia lo llevó a traspasar las fronteras establecidas por Dios para la adoración.

    Los sacerdotes acudieron al templo, y le pillaron in fraganti; advirtieron al rey de que no estaba autorizado para hacer eso. Sin embargo, el rey arrogantemente hizo caso omiso e hizo lo que quiso en la presencia de Dios, y Dios inmediatamente lo castigó nuevamente, y mientras ofrecía su ofrenda, sus manos se volvieron blancas como la nieve a causa de la lepra.

    Y ustedes saben lo que debía hacer un leproso: ser apartado. Un leproso nunca podría ser admitido en el lugar santo, ya que debía pasar el resto de su vida en una casa recluido, y nunca más sería admitido en la presencia de Dios en el complejo del templo. ¿Por qué? Porque actuó con orgullo y violó los límites establecidos de la adoración a Dios.

    En Mateo, capítulo quince, Jesús acusa a los fariseos de este mismo pecado: violar el principio regulador. En Mateo quince había estado enseñando sobre el quinto mandamiento, honra a tu padre y a tu madre, pero criticó duramente a los fariseos en el versículo cinco:

    “Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquellos con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”.

    La religión de los fariseos atribuía más valor a su propia tradición creada por los hombres que a la Palabra de Dios, y por eso Jesús cita Isaías veintinueve dieciocho y les dice: miren, su religión es algo vacío, y es vana porque están más preocupados por hacer las cosas según los hombres que de ser obedientes a Dios.

    Temen más al hombre y se preocupan más de ser vistos por los hombres que de temer a Dios, y su adoración está diseñada para honrarlos a ustedes mismos en lugar de honrar a Dios. Mientras adoran, están concentrados en ustedes mismos, les encanta ocupar los lugares más prominentes y les encanta usar palabras muy adornadas y términos que nadie usa; oh, qué hombre tan religioso.

    Les encanta estar en las esquinas de las calles y alardear de su religión, y mientras tanto roban a las viudas y su corazón está lleno de celos, de avaricia, de lujuria y de asesinato. En vano usan el nombre de Dios con sus labios cuando lo cierto es que su corazón está lejos de Él. No siguen la Palabra de Dios, y se felicitan por su adoración.

    Se están promoviendo en estas tradiciones y ritos que han hecho, fomentado y fabricado humanamente, los cuales están diseñados para hacerlos sentir bien cuando se miran. Dios dice que esto no le agrada, que es una adoración vacía y vana.

    Cuando Jesús habla con la mujer en el pozo, en Juan capítulo cuatro, le enseña, si recuerdan, que Dios es espíritu y que los que le adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad, y que esa es la adoración que Dios busca. Él rechaza la adoración de los samaritanos en el monte Gerizim.

    Él había venido y cumplido los tipos y los cuadros de la adoración aceptable que se daba en Jerusalén, llevando así esos tipos y cuadros a su plena expresión en su propia adoración a Dios llevada a cabo en el Calvario. ¿Ha pensado alguna vez que la cruz fue un acto de adoración?

    La muerte de Jesús en la cruz fue un acto de adoración, la plena expresión de la adoración sacrificial; y ahora, en el nuevo pacto, es esa adoración en la que hemos de entrar.

    Entramos en la adoración de Cristo en la cruz cuando acudimos a la presencia de Dios por la fe en el Cordero, esa provisión que nos fue dada en Jesucristo. Y acudimos llenos del Espíritu como hijos reales de Dios, como un sacerdocio santo cuyos sacrificios son de naturaleza espiritual en obediencia a la Palabra de Dios según la provisión que Dios nos ha dado en Jesucristo.

    Todo este asunto tiene su enfoque en el vocabulario que el apóstol Pablo usa en Colosenses capítulo dos y versículo veintitrés; en Colosenses capítulo dos y versículo veintitrés, Pablo advierte contra las influencias del paganismo en nuestra adoración.

    Nos advierte contra el ascetismo y sus reglas hechas por hombres, que maltratan el cuerpo y tienen una visión distorsionada de Dios como creador y nuestra como portadores de su imagen creados a su semejanza.

    El versículo dieciocho nos dice que el orgullo está tras estas formas de adoración autocreadas e infladas sin causa en sus mentes carnales, y tal religión, nos dice en el versículo diecinueve, está desconectada de la cabeza que es Cristo. Y en el versículo veintitrés nos dice que esta religión y este ascetismo autocreados, esta religiosidad pagana no hace nada para batallar contra la indulgencia carnal.

    Leemos en el versículo veintitrés: “Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”.

    Y, hermanos, en todo el mundo esta forma de religión es la que domina. Podemos ver a gente flagelándose la espalda, gente aporreándose la frente y la sangre corriendo por sus rostros debido al duro trato que le dan al cuerpo.

    Podemos ver el trabajo mecánico y repetitivo del rosario a base de frases huecas lanzadas al viento absurdamente. Pueden ver los peregrinajes, lo que la gente da de forma sacrificial, gente que no tiene un corazón dispuesto para las cosas de Dios, sino que simplemente es una señal externa de una depravación autoascética del cuerpo.

    Pablo dice: miren esto, esa religión no sirve para nada, está desconectada de la cabeza y no tiene beneficio alguno, no hace ningún bien. Y la palabra clave que hemos de considerar es la palabra traducida como “culto voluntario” en el versículo veintitrés.

    El griego combina la palabra “voluntad” y la palabra “religión”, una actividad religiosa que está determinada por la voluntad del hombre, y no por la voluntad de Dios. Los puritanos lo llamaron adoración al gusto; y es interesante, hay sabiduría aquí, siendo la adoración de cualquier cosa que uno quiera.

    Es la adoración de la propia voluntad del individuo. Adoración al gusto, hacer un dios de cualquier cosa que el hombre quiera en lugar de darle a Dios lo que Él quiere. Es la adoración de los deseos de uno mismo, ¿y con qué frecuencia oímos esto como el argumento de las novedades y las innovaciones que se hacen en la adoración hoy día?

    Se debe a que eso es lo que la gente quiere. Eso es lo que gente quiere. Usted adora lo que quieren los demás; esto es adoración al gusto, adoración creada por el hombre.

    Hermanos, como dije la pasada noche, esto es una forma de tiranía impuesta sobre el verdadero pueblo de Dios. Es una forma de tiranía, una imposición sobre el verdadero pueblo de Dios.

    Me he contristado en ocasiones al estar en servicios de adoración donde la música y todo lo que ocurría estaba muy distante y desconectado de los santos más ancianos que estaban en el servicio, sobre los que estaban imponiendo tales formas. Y sus almas… les he visto ahí de pie, sin poder cantar, sin poder participar por ser algo tan ajeno a ellos, pero estaban obligados.

    Y se les ha dejado atrás porque lo que impera y a lo que se sirve es a la voluntad de la generación más joven, y de esa forma la generación más anciana es ignorada, y eso es una forma de tiranía sobre ellos, una imposición.

    Eso no es amor, no es ser considerado, y me entristece. Derek Thomas dice: “Si tenemos la libertad de adorar a Dios colectivamente de formas diferentes a las que Él ha revelado, estamos destinados a la tiranía y a la esclavitud, ya que estaremos a merced del gusto personal de alguien y de la nueva forma que alguien acaba de descubrir”.

    William Cunningham comenta: “Ni en materia de fe ni de adoración la iglesia tiene ninguna autoridad por encima o distinta de lo que está escrito en la Biblia, ni tampoco tiene el derecho de decretar o imponer nuevas prácticas o instituciones en el apartado de la adoración bíblica más que el derecho que tiene de enseñar nuevas verdades en el apartado de fe bíblica”.

    No tenemos más derecho a empezar a enseñar nuevas doctrinas diferentes del que tenemos a inventar una nueva adoración hecha por los hombres. Nuestra enseñanza y nuestra adoración deben estar reguladas por la Palabra de Dios.

    Irónicamente, a quienes apoyamos el principio regulador a veces se nos tacha de legalistas porque no le damos al hombre la libertad de ser innovador en su adoración. Pero quiero decirles, amigos míos, que es la innovación lo que es legalismo, dictados hechos por el hombre que esclavizan la libertad de la conciencia y fuerzan al pueblo de Dios a presentar a Dios una forma de adoración que Él no les ha dado la libertad de llevar a cabo.

    Cristo ha liberado nuestra conciencia para que sea instruida por las Escrituras. Y en esto creemos, nuestra conciencia está atada a las Escrituras y no podemos hacer otra cosa, para parafrasear a Lutero.

    Derek Thomas de nuevo dice: “Mantener una buena conciencia ante Dios significa adaptarse a la normativa de Dios que Dios ha establecido, y sólo a esa ley. La alternativa es tiranía. La alternativa es tiranía”.

    Y Pablo nos advierte de no incorporar las doctrinas o prácticas que han sido inventadas por los hombres y que no han sido reveladas por Dios. Las prácticas a menudo se toman de las actividades de falsas religiones, así que asegúrense de que sus prácticas religiosas están autorizadas por Dios y no influenciadas por la adoración al gusto, o la adoración creada por el hombre.

    En Malaquías capítulo uno, al final de nuestro Antiguo Testamento, Dios nos hace una pregunta, en Malaquías capítulo uno versículo seis: “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? Dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?”.

    Y continúa diciéndoles que están haciendo de la adoración a Dios algo diferente de lo que Él les ha dicho que fuera. En el versículo trece: “Habéis además dicho: ¡oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano?”.

    Y esta es la misma pregunta que vimos la pasada noche en Isaías uno doce. ¿Debo recibir eso de su mano? ¿Quién les dijo que eso es lo que yo quería que trajeran? Ustedes dicen que mi adoración es muy aburrida, es fastidiosa, y la menosprecian. No nos gusta esta adoración, queremos algo más popular, algo que nos agrade más. Él dice: honran a su padre, ¿y no me honran a mí?

    Respetan a su señor, ¿y no me respetan a mí? Cuando traen esta adoración que ustedes mismos han fabricado según las cosas que les convienen y las cosas que realmente no les cuestan mucho, ¿se supone que yo debo aceptarlo?

    Imagínese que su padre le pide que le haga un sándwich, y le dice: “Quiero un sándwich de pollo con mostaza en pan de centeno, un sándwich de pollo con mostaza en pan de centeno. Por favor, hijo, hazme un sándwich”.

    Usted va a la cocina, abre el mueble y ve la crema de cacahuate en la repisa. Pues bien, resulta que a usted le gusta más la crema de cacahuate que el pollo, y el pan blanco está abierto sobre la encimera.

    No está seguro de dónde está el pan de centeno, y el pan blanco lo tiene ahí mismo, es lo más fácil. Así que toma el pan blanco, y unta algo de crema de cacahuate, y se come usted mismo un poco de crema de cacahuate porque le gusta mucho.

    Y usted piensa: bueno, un sándwich es un sándwich, mi padre está hambriento y esto le calmará su apetito. Además, la crema de cacahuate es mi favorita. ¿Cree usted que su padre se agradará de su sándwich de crema de cacahuate? No.

    Así que usted vuelve a la cocina y dice: de acuerdo, quiere un sándwich de pollo con mostaza en pan de centeno. Qué aburrido. Creo que debo poner unos pepinillos en este sándwich para que le dé algo más de sabor. Y además de la mostaza creo que le pondré también algo de mayonesa para mejorarlo.

    Así que le voy a llevar un sándwich de pollo con mostaza en pan de centeno, pero voy a añadirle pepinillos y le voy a poner un poco de mayonesa encima también. Y le lleva el sándwich a su padre. ¿Le va a gustar el sándwich? No, eso no es lo que él ha pedido.

    Él quiere que le dé un sándwich según el principio regulador, que le traiga lo que ha pedido, nada más, nada menos. Un sándwich de pollo con mostaza en pan de centeno, eso es lo que quiere.

    Dios es un Dios celoso, y su nombre debe ser reverenciado. Por tanto, aquí está nuestro principio a la hora de acudir a su presencia según lo que Él ha ordenado, no según la fabricación de nuestros propios rituales, sino para darle adoración guardando sus ordenanzas; no siendo creativos, no siendo tiranos e imponiendo sobre otros rituales hechos por hombres y estrechando el hecho de ser sus hijos y su libertad para ser libres en su obediencia a Dios.

    En una época donde lo novedoso, los trucos, el marketing, el entretenimiento, la política y toda clase de intereses han invadido la iglesia y se han adueñado de la atención y de las energías del pueblo de Dios, tenemos que alejarnos de la adoración al gusto creada por el hombre y hacernos la pregunta: ¿cómo quiere Dios que le adoremos?

    Y en la siguiente hora, nuestro estudio final, intentaremos responder a esta pregunta con cuestiones más específicas, como qué debemos hacer en la presencia de Dios para ser obedientes a su Palabra. Que Dios nos conceda una adoración que glorifique su nombre. Amén.

    Oremos: Padre, oramos que tú, por tu gracia y tu Espíritu, nos guíes a tu presencia, que en Cristo Jesús nos escojas para acercarnos a ti y que, en Cristo Jesús, por tu Espíritu y en obediencia a tu Palabra, podamos darte lo que deseas: adoración espiritual en espíritu y en verdad para la gloria de tu nombre, para la alabanza de Cristo Jesús. Amén.

    © Copyright | Derechos Reservados[/toggle][/accordian][/two_third][one_third last=»yes» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» hover_type=»none» link=»» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ animation_offset=»» class=»» id=»»][/one_third]

  • 2008 Pastors’ Conference | Worship II: God’s Provision for Worship

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    [dlaudio link=»https://www.conferenciapastoral.org/wp-content/uploads/Sermones/2008-05-Worship-II-Gods-Provision-for-Worship-Alan-Dunn.mp3″]Download Audio[/dlaudio][/toggle][toggle title=»Texto en español» open=»no»]La provisión de Dios para la adoración

    Hermanos, inclinen su cabeza conmigo una vez más, para buscar la ayuda de Dios y que Él se revele a Sí mismo en esta noche, en el ministerio de Su palabra.

    Glorioso Dios nuestro, Padre celestial, nos inclinamos ante ti en esta noche reconociendo que sólo Tú eres Dios. Confesamos que eres nuestro Creador, nuestro Hacedor, que somos las ovejas de tus pastos.

    Te alabamos porque Te ha placido poner Tu amor sobre nosotros. Has derramado Tu gracia sobre nosotros al concedernos, por medio del espíritu, que estemos unidos a Jesucristo por la fe.

    Oramos en el nombre de Jesucristo; Te pedimos que nos concedas Tu Espíritu en esta noche; que cumplas la promesa dada a todos los que estamos en el nuevo pacto, de ser enseñados por Dios, desde el menor hasta el mayor de nosotros.

    Que en esta noche, al ministrar Tu palabra, haya comunicación de Tu espíritu con nuestros corazones, con nuestras conciencias, para instruirnos y guiarnos; para que podamos darte gloria y honra a ti. Nos encomendamos a ti sabiendo que somos siervos inútiles.

    Confesamos que somos pecadores, y que si no fuera por Tu gracia, si no fuera porque te has revelado a nosotros por medio de Cristo Jesús, estaríamos adorando a dioses falsos.

    Pero Tú nos has sacado de las tinieblas a la luz; Tú nos has unido a Jesucristo y, ahora, en Su rostro vemos Tu gloria. Glorifícate en medio de nosotros en esta noche, para alabanza de Cristo nuestro Salvador. Te lo rogamos, ¡Amén!

    Anoche aprendimos que la adoración es la comunión espiritual con el propio Dios. La adoración es encontrarse con Dios, Quien viene y se acerca a Su pueblo reunido. La adoración está dirigida por Dios, y Le da alabanza y adoración.

    Por medio de la adoración al verdadero Dios vivo, estaríamos obedeciendo el primero de los diez mandamientos: no tener ningún otro Dios delante de nosotros, más que Él, revelado en nuestro Señor y salvador Jesucristo.

    Adoramos porque Él es el único supremo y digno. Hemos sido creados para adorar; hemos sido salvados para adorar; lo que Dios desea de nosotros es adoración ya que Él busca a aquellos que Le adoren en espíritu y en verdad.

    Adoramos en cualquier lugar en el que nos reunimos, como discípulos de Jesucristo, para clamar a Su nombre. En el nuevo pacto ya no existe un trozo de territorio geográfico que identifiquemos como tierra santa. La presencia de Dios entre nosotros es lo que confiere a nuestra adoración un carácter santo.

    En cualquier lugar que estemos con otros discípulos de Cristo y, juntos por fe clamemos al nombre de Cristo, allí Jesús se complace por medio de Su espíritu en reunirse con Sus discípulos. Su presencia con nosotros es lo que hace que ese lugar de reunión sea santo.

    Adoramos en cualquier lugar sobre la tierra, pero adoramos en la presencia del Dios del cielo. Nuestras oraciones suben delante de Él y llegan ante Él para que en verdad adoremos en el cielo.

    Adoramos en un día en particular como reunión corporativa de aquellos que han resucitado de los muertos; como aquellos que han nacido de lo alto; como aquellos que están vivos a Dios y que una vez estuvieron muertos en pecado y delitos, pero que ahora, por gracia, están unidos en el Cristo resucitado.

    Estamos vivos a Dios, y somos el sacerdocio del nuevo pacto, formado por hijos e hijas reales de Dios nuestro Padre. En ese día glorioso de la resurrección, ese día de poder del Espíritu Santo, ese día que se en sitúa al principio de la eternidad, el primer día de la semana, dirigimos nuestra adoración hacia Dios.

    Mientras vamos corriendo en esta carrera, orientamos nuestra vida hacia la meta del eterno reposo que se nos ha prometido. Nuestros ojos están fijos en Cristo. Atravesamos este desierto en busca de esa ciudad cuyo edificador y arquitecto es Dios, y proseguimos hacia adelante viviendo una vida marcada por el ritmo de la adoración.

    Pasamos por pruebas, tenemos días fáciles y de prosperidad y también tiempos de dificultad, pero mantenemos el ritmo de la adoración. Caminamos con Dios en adoración corporativa, al reunirnos en Su presencia semana a semana, mes a mes, año a año, hasta que cruzamos la línea de meta.

    Ahora bien, esta noche vamos a ver que la adoración no puede originarse dentro de nosotros. La adoración debe ser aquello que Dios nos revela. Él debe mostrarnos cómo tenemos que acercarnos a Él, y es Él quien tiene que proporcionarnos el camino que lleva a Su presencia.

    Con esto en mente, mañana veremos con los hermanos en la conferencia de pastores qué ocurre una vez hemos sido admitidos en Su presencia, por Su provisión. ¿Qué es lo que debemos hacer? ¿De qué se compone esa actividad de la adoración? Lo primero que vamos a considerar en esta noche es que tenemos que adorar según la prerrogativa de Dios.

    En realidad, queremos saber qué es lo que debemos hacer cuando venimos a la presencia de Dios. Somos admitidos ante el Rey de reyes y Señor de señores; allí es donde nos encontramos cuando nos reunimos y clamamos el nombre de Jesucristo. La iglesia, o el templo, se convierten en esa intersección, esa entrada a la presencia misma de Dios, y Él está entre nosotros.

    ¡Está bien! Dios nos está concediendo una audiencia. Ahora usted tiene que decidir el paso siguiente. ¿Qué le gustaría hacer? ¿Adónde le gustaría ir? Quizás podríamos realizar una encuesta para ver qué es lo que la mayoría de las personas desearían hacer

    ¿Es esta la pregunta correcta que deberíamos hacer? ¿Qué le gustaría hacer en la presencia de Dios? Me temo que esta pregunta es del todo incorrecta. La pregunta debe ser: ¿qué quiere Dios que hagamos? ¿Qué es lo que Dios quiere que nosotros hagamos?

    En medio de toda esta confusión, de tantos análisis y debates acerca de la adoración, uno se levanta y dice:

    “Yo quiero adorar a Dios de esta forma”,

    “Yo quiero adorar a Dios de esta otra forma”, dice otro.

    “Yo quiero este tipo de música; yo quiero este tipo de adoración; yo quiero poder hacer lo que quiero hacer”.

    ¿Pero quién pregunta: “¿qué es lo que Dios quiere que nosotros hagamos?”

    Nuestro lugar de reunión es la presencia de Dios. Si apartamos nuestros ojos de Él para mirarnos unos a otros y decir: “Bueno, ¿qué te agrada a ti?” estaremos haciendo una pregunta absolutamente incorrecta.

    Debemos mantener nuestros ojos fijos en Dios y decir: “Señor, ¿qué es lo que Te agrada a Ti? ¿qué es lo que Te complace a ti, Señor?” En Isaías, capítulo uno y versículo doce, el Señor hace una pregunta muy interesante:

    “Cuando venís a presentaros delante de mí, ¿quién demanda esto de vosotros, de que pisoteéis mis atrios?”

    En el texto original, la pregunta se podría parafrasear de la siguiente manera: “¿quién os dijo que pusierais esto en vuestra mano cuando venís a mi presencia?; ¿qué es lo que traéis en las manos cuando entráis a mis atrios, al venir delante de Mí?; ¿quién os dijo que esto es lo que yo quiero que me traigáis?”

    Como veis, somos incapaces de inventar la adoración que honra a Dios. En ningún sitio de la Biblia se nos ordena que inventemos nuestra propia adoración. ¡Vamos a crearla nosotros mismos! ¡Vamos a elaborar una adoración! ¡Inventemos la adoración! En ningún momento se nos dice esto.

    Dios debe decirnos cómo tenemos que adorarle. “Cuando aparecéis delante de Mí, ¿qué es lo que traéis en la mano?; ¿quién os dijo que eso es lo que yo quiero que hagáis?; ¿por qué hacéis esto delante de Mí?; ¿quién os dijo que esto me honraría?” Este es el tipo de pregunta que Dios hace en Isaías capítulo uno, versículo doce.

    Pero tenemos que retroceder por un momento, y comprender que Dios es el único que decide cómo hay que adorar a Dios, y es por Su propia naturaleza en sí por lo que Dios decide cómo debe ser adorado. Dios es Dios.

    Él es trascendente; Él es santo; Él mora en una luz inaccesible, que trasciende más allá de Su creación; Él supera nuestra capacidad de abarcarle mentalmente. Él es infinito y es exaltado por encima de todo.

    ¿Cómo podríamos saber qué hacer delante de Él para complacerle, a menos que Él nos lo revele, a menos que Él nos muestre lo que es una adoración aceptable? Y esa adoración que debemos aprender tiene que ceñirse a la propia naturaleza de Dios, que es Su trascendente santidad.

    En Deuteronomio capítulo cuatro Dios establece la adoración de Su antiguo pacto; en Deuteronomio cuatro, desde el versículo quince hasta el versículo diecinueve leemos: “Así que guardaos bien”, esto en lo referente a nuestro acercamiento a Dios,

    “Así que guardaos bien el día en que el Señor os habló en Horeb de en medio del fuego no sea que os corrompáis y hagáis para vosotros una imagen tallada semejante a cualquier figura: semejanza de varón o hembra, semejanza de cualquier animal que está en la tierra, semejanza de cualquier ave que vuela en el cielo”.

    Moisés le recuerda al pueblo que en el Monte Sinaí no se reveló ninguna figura. Dios era invisible ante los ojos de ellos; por consiguiente, no debían hacer comparaciones con nada de lo que existiera en el mundo material visible. Se Le oía y, por medio de Sus palabras, Él se dio a conocer. De este modo, en Deuteronomio cinco, desde el versículo ocho hasta el diez, el segundo mandamiento contesta la pregunta de cómo hay que adorar a este Dios.

    “No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.”

    ¿Cómo deberíamos adorar a Dios? Pues bien, la respuesta es: “no te harás imágenes”. No te hagas imágenes de nada de lo que hay en la creación, nada que recree las cosas pertenecientes al orden creado y que se haya hecho por medio de la creatividad de las manos humanas. No hagas ninguna imagen que proceda de la creatividad de tu mente.

    ¡Con cuánta frecuencia nos hemos encontrado con personas que, al oírnos describir al Dios de la Biblia, nos contestan: “No creo que Dios sea así”. No debemos imaginar a Dios bajo ningún aspecto. No hay nada como Él. Quizás lo más parecido a Él somos nosotros, porque somos creados a Su imagen. Por ese motivo, hemos sido creados para adorarle porque sólo nosotros hemos sido hechos de una forma que corresponde a la naturaleza de Dios.

    ¿Cuál es la naturaleza de Dios? Juan capítulo cuatro, versículo veinticuatro:

    “Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y verdad”.

    ¿Cómo debemos adorar? Debemos ceñirnos a la naturaleza de Dios y adaptarnos al Dios que es espíritu. Esto quiere decir que no debemos utilizar ningún material creado para fabricar una imagen.

    No debemos hacer uso de nuestra imaginación para encajar en ella a Dios. La imaginación se halla dentro de la esfera de nuestro pensamiento y de nuestra actividad y, por consiguientes, son algo creado por nosotros mismos.

    En Hechos diecisiete, versículo veintinueve, cuando el apóstol Pablo habla a los filósofos, en el Monte de Marte en Atenas, les dice: “no debemos pensar que la naturaleza divina sea semejante a oro, plata o piedra, esculpidos por el arte y el pensamiento humano”.

    La naturaleza divina no se va a formar por la creatividad del hombre, o por la imaginación y pensamientos de éste. La adoración aceptable no puede originarse en nosotros. Debe ser aquella que se corresponda con Dios, y que está determinada por Su prerrogativa.

    Las personas con las que Pablo está hablado llevan a cabo una adoración idólatra. Están adorando la imaginación de sus propios pensamientos y el arte de sus propias manos. La adoración que realizan les está enseñando mentiras porque ella es la que determina nuestro pensamiento acerca de Dios.

    Por este motivo, el segundo mandamiento tiene una enorme importancia para nuestros hijos: “No te harás falsas imágenes”. Soy un Dios celoso; si pecáis contra mí de la manera en que lo hacéis, seréis visitados del mal hasta la tercera y cuarta generación. Vuestros hijos se ceñirán a la manera en la que vosotros adoráis, y de ahí sacarán su forma de pensar acerca de Dios.

    Si vuestra adoración no es según la naturaleza divina, si no se adapta al Dios que es espíritu, entonces vuestra adoración es idólatra. Es una adoración imaginativa que influenciará a vuestros hijos haciendo que piensen que Dios es algo que, en realidad, no es; vuestra adoración es instructiva con respecto a la propia naturaleza de quién es Dios.

    Veréis, existen dos formas de cometer idolatría. Podemos quebrantar el primer mandamiento y tener un dios totalmente distinto al Dios vivo y verdadero. La otra manera de ser idólatras es cuando transgredimos el segundo mandamiento pensando que estamos adorando al verdadero Dios, pero lo estamos haciendo de una forma incorrecta que no Le representa adecuadamente.

    Damos una falsa impresión de Dios mediante una adoración idólatra que no se ciñe a la Biblia. Es la adoración que pone nuestra confianza y nuestra certidumbre en la creación de nuestras manos o en la imaginación de nuestra mente.

    No podemos inventar la adoración. Ésta debe ceñirse al propio ser de Dios. Esto significa que la revelación de Dios es la que debe determinar cómo debemos adorarle. Dios nos revela la forma en la que debemos hacerlo. La adoración no se origina en nuestra imaginación, ni en nuestra creatividad.

    Cuando me gradué en el seminario, en mil novecientos ochenta y dos, mi impresión particular como graduado de un destacado seminario evangélico era que el mayor enemigo del pueblo de Dios, a la hora de adorar, era el aburrimiento.

    Se suponía que esto era lo que yo debía hacer por todos los medios: asegurarme de que las personas no se aburrieran. ¿Y usted qué tiene que hacer? Bueno, esto significa que usted tiene que ser creativo, que tiene que aportar nuevas fórmulas a la hora de dirigir la adoración.

    Al salir del seminario, yo pensaba que esa adoración debía ser el escenario y el teatro para la innovación y la creatividad del hombre, porque lo único que uno deseaba evitar era que las personas se aburrieran. Había que mantener su interés. Y esta manera de pensar no hace más que abrir la puerta a todo tipo de novedades, todo tipo de trucos, de entretenimientos, de cosas centradas en el hombre.

    Todo esto hace que nos pongamos delante de Dios, sin poner nuestros ojos en Él. Entonces nos miramos unos a otros y decimos: “¿qué puedo hacer para que no te aburras?” ¡Pero estamos en la presencia de Dios! ¿Eso te aburre? ¿Cómo puede aburrirnos el estar en la presencia de Dios?

    ¡Si te aburres en la presencia de Dios es que no Le estás prestando atención porque Él es el ser más magníficamente interesante que existe! Él nos ha revelado cómo debemos adorarle. Nosotros, como criaturas, no somos infinitos.

    Por lo tanto, no podemos, con nuestras limitaciones, proyectar a Dios desde nuestro interior e imaginarle según nuestra propia imagen. Sobre todo, al ser pecadores no podemos fabricar la adoración porque nuestro pecado nos ha separado de Dios.

    Nuestro pecado nos ha cegado y no podemos ver Quién es Dios. A menos que Dios se revele a Sí mismo a nosotros, la imagen que tenemos de Dios nos dirigirá a adorar a un ídolo. Y este es el problema del hombre; este es el pecado central del hombre.

    Cuando analicemos la cultura, cuando investiguemos las preocupaciones de nuestros amigos que no son convertidos, cuando estudiemos nuestra propia susceptibilidad al pecado, vayamos a lo más profundo, a la raíz, y hagamos la pregunta: “¿qué dios me está incitando a este pecado? ¿En qué soy susceptible a la idolatría?

    Mire la condena del apóstol a la humanidad en Romanos capítulo uno, desde el versículo dieciocho:

    “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad; porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente.

    Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa.

    Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido.

    Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

    Por consiguiente, Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos; porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, quien es bendito por los siglos. Amén.”

    Ahora bien, lo que Pablo nos está diciendo es que, en un sentido, todos los hombres han recibido revelación de Dios para obligarles a adorar. Han recibido la revelación de Dios por medio de la creación, y la han recibido como portadores de Su imagen que poseen una conciencia.

    Tenemos un sentido de lo que es correcto y de lo que es incorrecto pero, al haber caído en nuestro pecado, nuestra conciencia está rota. Lo que queramos hacer, mientras estemos en nuestro pecado y sin la revelación salvadora de Dios, nos desviará y nos conducirá a adorar a ídolos.

    Por este motivo Pablo estaba tan ansioso de ir a Roma y predicar el evangelio, porque lejos de la revelación salvadora de Dios a los hombres, el resultado era vagar lejos de Dios y adorar a sus ídolos. Lo que un ídolo hace es darnos permiso para consentir el pecado, y nos promete que no seremos castigados por ello.

    Pero eso es mentira. Es la mentira que dice que usted puede pecar sin ser castigado; que usted puede romper la ley de Dios; que Dios no es justo; que Dios no es bueno; que no se preocupa por usted. ¡Eso no es verdad!

    Pero los hombres se fabricarán ídolos. Los hombres adorarán la idea de que Dios no les va a juzgar. Esta es la idea subyacente en el ateísmo. El problema del ateo no es la existencia de Dios, sino que sabe que si Dios existe entonces él tiene un montón de problemas.

    En vez de confesar que tiene un problema se limita a decir: “¡no hay Dios!” que equivale a decir “¡no me vas a juzgar!” Lea el Salmo diez; lea el Salmo catorce; este es el pensamiento ateo. El necio dice: “no hay Dios”, pero en realidad está diciendo: “Dios no tiene derecho a juzgarme”. ¡Esto es mentira!

    De forma que, para evitar el juicio, el hombre adorará cualquier cosa porque esto le otorga permiso a su conciencia para seguir adelante y le consiente su pecado favorito. Pero cuando Dios viene en gracia revela el vacío, la futilidad, la vanidad, y las mentiras de la idolatría.

    Y cuando la gracia de Dios irrumpe y recae sobre los hombres, éstos llegan a entender que han estado ocultando la verdad y han favorecido el pecado, en aras de su injusticia. Entonces Dios viene y trata con ellos, en su pecado, por gracia. La verdad de Dios, Quien es el creador ahora revelado a nosotros como redentor, se convierte en el verdadero objeto de nuestra adoración revelada en Jesucristo.

    De este modo, la adoración es una respuesta a la revelación de Dios. Es algo a lo que estamos obligados porque todos hemos recibido la revelación de Dios el Creador.

    Él es el juez que ha grabado Su imagen sobre nosotros porque tenemos una conciencia y juzgamos constantemente. Todo lo que hacemos está basado en nuestra conciencia. Nuestras discusiones políticas: “Me gusta, no me gusta. Estoy de acuerdo con esto. Creo que no es correcto. Esto es terrible. Creo que es fantástico.”

    ¿Qué es esto? Es la conciencia. Conocemos a una persona y la juzgamos. ¡Ahora mismo me estáis juzgando! Quizás no os guste mi corbata. Podéis pensar que tengo mal gusto. Pero estáis juzgando.

    ¿Por qué hacéis esto? Mi perro no me hace esto. ¿Por qué lo hacéis? Porque estáis creados a imagen de Dios. Tenéis una revelación de Dios, pero necesitáis (el hombre necesita) la revelación de Dios.

    Dios se revela a Sí mismo y, para recibir adoración de Su pueblo, Él toma la iniciativa y otorga la revelación de Sí mismo. Él actúa y Su pueblo responde. Él habla y Su pueblo contesta y Le escucha. Él viene a nosotros en gracia y se revela a Sí mismo en amor, y nosotros respondemos en fe y obediencia.

    Hebreos capítulo once y versículo seis: “Y sin fe es imposible agradar a Dios porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que El existe, y que es remunerador de los que le buscan.” Venimos al Dios que es realmente, y venimos por fe.

    La fe tiene un objeto: lo que ha sido revelado por Dios. La revelación de Dios en Su actividad; la revelación de Dios en Su palabra; el Dios “que es”.

    Le respondemos por fe, y él dice: “aquellos que me buscan por fe, me hallarán. Es imposible encontrarme a menos que se responda a mi revelación”.

    Se trata de responder al descubrimiento de Dios por medio de Su actividad y por medio de Sus palabras. Esto quiere decir que la iglesia no tiene autoridad para elaborar su propia adoración.

    Jesús es el Señor de la iglesia, no el papa, no una jerarquía eclesiástica, no vuestros ancianos. La gran comisión que se le da a la iglesia es que debemos reunirnos en la presencia de Cristo y aprender allí todos los mandamientos que Jesús nos ha dado.

    Él nos dirige en nuestra vida como iglesia. Los ancianos de la iglesia ministran la palabra y la autoridad de Cristo, no la suya propia. No se trata de su propia prerrogativa sino del ministerio de la palabra que imparte la autoridad de Cristo, para que podamos hacer la voluntad de Cristo y no la nuestra.

    No es la voluntad de la mayoría, sino la de la Palabra, la de Cristo que se revela en la Palabra. Estamos aquí para hacer lo que Jesús quiere, no porque queremos, sino porque Él es nuestro Señor. Él es nuestro amo.

    Así pues, la iglesia no puede fabricar una adoración que aparte la palabra de Dios a un lado y que diga que no le vamos a prestar atención. Así es como elaboramos nuestra adoración. Esto es poner al pueblo de Dios en atadura.

    Quizás haya experimentado esto al visitar las iglesias que no tienen una adoración regulada por las Escrituras. Quizás empiece a sentirse incómodo porque le están obligando a pasar por rituales y por actividades de adoración, y no puede encontrarlos en la Biblia.

    Amigo mío, usted ha sido comprado al precio de la sangre de Jesucristo. Son hijos liberados de Dios y no deben volver a la atadura de los rituales hechos por hombres, ni a una adoración que viola una conciencia bíblicamente informada.

    Usted ha sido salvo para adorar y los hijos de Dios, en la libertad de su condición de hijo, son los que pueden clamar a Dios tratándole como Padre. Si alguna autoridad de la iglesia le obliga, en contra de una conciencia bíblicamente informada, a empezar a adorar a Dios de una manera que Él no ha revelado ni prescrito en las Escrituras, esto es una tiranía. Esto no es libertad.

    Somos el sacerdocio del nuevo pacto y debemos ir a nuestro Padre a través del ministerio mediador de Jesucristo, revelado en Su palabra. Debemos responder con fe, siendo dirigidos por la palabra de Dios en obediencia a Jesucristo.

    No debemos seguir los dictados de una generación centrada en sí misma, orientada a la diversión y conducida por la demanda popular, que se reúne para adorar y contestar a la pregunta “¿Qué quiere usted hacer?”.

    Dejemos que ellos adoren a Dios en la forma que quieran hacerlo; adoremos nosotros como Dios quiere que lo hagamos. El mayor problema del hombre es esta tendencia hacia la idolatría. Juan Calvino dijo: “El Dios humano es una fábrica de ídolos”. Produce ídolos de la misma manera en que la Compañía Ford Motor fabrica nuestros coches. Podemos convertir cualquier cosa en ídolos.

    Necesitamos darnos cuenta de que nuestra adoración debe ser una respuesta a la revelación de Dios, y que debe ceñirse a la naturaleza de Dios porque ni el arte de los hombres, ni su imaginación pueden servir a la naturaleza divina. Él debe revelarse a Sí mismo. Adoramos según la prerrogativa de Dios.

    En segundo lugar, adoramos en base a la provisión de Dios. Adoramos en base a la provisión de Dios. Y aquí nos encontramos con nuestro problema. Dios es santo y nosotros somos pecadores.

    ¿Cómo podemos, entonces acercarnos a este Dios santo, cuando nuestro pecado provocará inmediatamente en Dios la justa y santa respuesta de ira e indignación?

    ¿Cómo vamos a entrar a la presencia de Dios, en nuestra condición pecadora, si tan pronto como nos pongamos en la luz de Su santidad, seremos consumidos?

    Nosotros merecemos justamente la sentencia de muerte que recayó sobre la raza humana, cuando nuestro padre Adán desobedeció a Dios y comió del fruto prohibido.

    ¿Qué tuvo que hacer Adán a causa del pecado? Tuvo que utilizar una hoja de higuera para intentar satisfacer su sentido de pecado y de culpa, y luego se escondió de la presencia de Dios. Esto es lo que leemos en Génesis tres, ocho, que Adán se escondió de la presencia de Dios.

    Ahora bien, si se admite la adoración en la presencia de Dios, veremos inmediatamente que los hombres pecadores no son capaces de sentir el deseo de entrar a la presencia de Dios. Esto ocurre porque si entran a Su presencia, todavía unidos a su pecado, su conciencia les dice que tienen un gran problema. Entonces prefieren la hoja de higuera, prefieren permanecer escondidos.

    Los hombres son capaces incluso de fabricar ritos religiosos para mantener a Dios alejado y convencerse a sí mismos de que Dios no los va a juzgar, que no hay problema con el pecado. La ira de Dios no existe. El infierno eterno tampoco existe. No hay castigo para el pecado. No existe la seguridad de que muramos.

    Y los hombres han fabricado religiones creyendo la mentira de que no serán castigados por su pecado. Pero Dios viene a los pecadores y esto es lo asombroso porque ¿quién habría sabido esto?

    ¿Quién hubiera dicho que cuando Dios apareció en escena en Génesis tres, no venía a ejecutar el juicio final? Vino en gracia, y vino a comenzar en plan de salvación. Vino a rescatar el orden de la creación y a llamar a los dos pecadores para que volvieran a Él.

    Vino a darles la promesa de una simiente que nacería a través de la mujer y que aplastaría la cabeza de la serpiente, aunque ésta le heriría en el calcañar. Por medio de esta semilla prometida, la muerte sería vencida.

    El mundo, que ahora había sido sumergido en la muerte, el hombre que ahora volvía al polvo del que había salido, y toda la creación volverían a alinearse con Dios a través de esta semilla. Ella daría vida a un planeta y a un pueblo que habían muerto.

    ¿Cómo ocurriría esta redención? ¿Cómo se llevaría a cabo? Lo haría Dios al establecer una adoración aceptable por medio de los pecadores. Esto es lo que quiero que penséis y entendáis conmigo a estas alturas: que la salvación de los pecadores y la adoración aceptable se superponen y se convierten en una única y misma cosa.

    La redención se convierte en adoración porque la provisión de Dios para salvar a los pecadores de la muerte, para salvarles del pecado, es la misma que la que Dios da para admitirles en Su presencia en adoración.

    Ser admitidos en la presencia de Dios es ser salvos, es ser liberados de la muerte. Así pues, Dios hace una provisión. ¿Qué es lo que hace? En Génesis capítulo tres, versículo veintiuno:”Y el Señor Dios hizo vestiduras de piel para Adán y su mujer, y los vistió”.

    El intento de Adán por resolver el problema del pecado no tuvo éxito. No era más que una tirita espiritual, una hoja de higuera. Era un ritual externo confeccionado por el hombre que no tuvo ningún efecto porque Dios es espíritu.

    Poner un ritual externo entre usted y la ira de Dios no le va a poner a salvo de este santo Dios. Él debe proveer, Él debe cubrir nuestro pecado. Él debe resolver la cuestión de su vergüenza. Él debe tratar el tema de nuestra culpa.

    Él debe satisfacer la sentencia de muerte que recae sobre nosotros por nuestro pecado. ¿Qué hace, pues? Toma a un animal, no a un hombre, pero algo que está vivo como el hombre. En hebreo “anefish hia” que significa otro ser vivo como el hombre, pero diferente a él, que tenga la vida en su sangre igual que el hombre.

    Entonces, toma al animal y lo mata. Imagínese lo que pensarían Adán y Eva cuando vieron a Dios hacer esto. Niños, ¿os acordáis de la primera vez que os cortasteis, y visteis la sangre? ¿Qué es eso?

    Imagine lo que Adán y Eva pensarían cuando se derramó la sangre del animal. Con la piel del cordero, Dios confeccionó una cubierta para tapar la desnudez de la piel de los dos. Con este acto les mostró lo que era necesario para que pudieran venir ante Su presencia.

    Les proporcionó un sustituto que llevara la sentencia de muerte en nombre de ellos, cuya sangre fuera el testimonio de la purificación que necesitaban para cubrir su pecado. Dios también proporcionó la base para que pudieran venir con su pecado cubierto por el derramamiento de la sangre de un animal sustituto que llevó la pena de muerte en su lugar.

    Por ese medio Dios ha permitido, desde ese momento y para siempre, que los pecadores entren a Su presencia bajo la única condición de que reconozcan su condición pecadora y la santidad de Él. Deben reconocer que Él tiene derecho a juzgarles por su pecado y que merecen la sentencia de muerte.

    De este modo pueden venir delante de Dios, pero no por sus propias obras buenas, porque éstas son como trapos de inmundicia delante de este Dios. Han de venir confiando en la provisión del sacrificio y de la sangre derramada y la cubierta que Dios proporciona para ellos.

    De esta manera, cuando entren a Su presencia confiando en el sacrificio que Él ha proporcionado, lo que están diciendo en realidad es:

    “Tú eres Dios. Tú eres santo. Tú eres justo. Tú eres recto. Tú eres bueno. Tu ley debe ser obedecida. La honra debe ser para ti. Tú eres justo en la ejecución de muerte contra mí porque soy un pecador; soy un criminal; merezco la muerte, pero Tú ha proporcionado un sustituto para mí. Tú has aceptado la sangre de mi sustituto para que yo no derramara la mía. Tú has proporcionado a otro que muriera en mi lugar y yo me salvara de la muerte que yo merecía. Por eso, ahora conozco algo sobre Ti que no conocía antes: Tu gracia. Eres misericordioso. Eres un Dios de bondad. Eres un Dios de amor, ternura y paciencia”.

    Esta fue la lección que Dios enseñó a Adán y Eva cuando los vistió, y es la lección que ha enseñado a Su pueblo redimido, desde entonces. Cuando Set clamó el nombre del Señor lo hizo por medio de un sacrificio. Cuando Noé entró al arca, supo lo bastante como para tomar a los animales que estuvieran limpios para poder presentar sacrificio a Dios. Esto fue antes de la ley mosaica.

    ¿Dónde aprendió esto? Lo aprendió por medio del acto de Dios. Lo aprendió por la revelación de Dios, acerca de Su regalo: un sacrificio aceptable. Cuando Dios llamó a Abram para que anduviese delante de Él y fuese irreprensible ¿cómo adoró Abram a Dios? Ofreciendo sacrificio, incluso hasta llegar Dios a poner a prueba la amistad de Abram y pedirle que ofreciera a Isaac en sacrificio. Con respecto a este punto, Jesús dice: “Vio mi día y se alegró.”

    Abraham tuvo doce hijos. Durante su cautividad en Egipto crecieron como nación y fueron liberados de la esclavitud y reunidos en el Monte Sinaí. Allí, Dios hizo pacto con ellos y los convirtió en Su nación, y estableció que Él sería su Dios y moraría entre ellos.

    ¿Cómo podía un Dios santo vivir entre ellos? Esto es lo que hizo. Les dio un templo y en él habría un orden de sacerdotes elegidos por Dios, que tendrían el privilegio de entrar a la presencia de Dios para ofrecer sacrificio, la provisión de Dios.

    Mientras ellos mantuvieran las ofrendas de sacrificio de sangre y reconocieran su santidad, Su justicia, su condición de pecadores y Su provisión de gracia, Él moraría con ellos y los guiaría a través del desierto, y viviría con ellos en la tierra prometida del descanso de su Día de Reposo.

    Pero Israel no pudo permanecer fiel. Siguieron a los dioses de las naciones de su alrededor, y siguieron incorporando estilos de adoración pagana en la adoración al Dios vivo y verdadero. Y Dios les advirtió. Dios les rogó.

    Envió profetas a los que ellos no escucharon, y Dios los disciplinó y los dejó llevar en cautividad. Allí aprendieron finalmente la lección de que hay un solo y único Dios. Los hizo regresar y, durante ese tiempo, los profetas comenzaron a pintar el retrato de la semilla que habían estado prometiendo, aquel que vendría y aplastaría la cabeza de la serpiente.

    Isaías lo presentó como el varón de dolores de Jehová. En el capítulo cincuenta y tres nos enteramos de que se trata del Mesías, que es el Hijo de Dios, y que se entregaría a Sí mismo como ofrenda de culpa, como sacrificio para justificar a muchos.

    Y Dios hizo estas promesas por medio de los profetas y alentó la fe de Su pueblo y ellos esperaron la venida del Mesías prometido durante cuatrocientos años. Y entonces empezó a oírse una voz en el desierto: la de Juan el Bautista que gritaba a los que serían el remanente del pueblo, que se reunió al sonido de la voz del profeta que los llamaba a arrepentirse de sus pecados. “No me digáis quién es vuestro padre” —dijo— “que tenéis a Abraham por padre”.

    Dios es espíritu y las cuestiones del verdadero pueblo de Dios son temas espirituales. Arrepiéntase de sus pecados y ponga su confianza ¿en quién? “He aquí el cordero que quita el pecado del mundo.” Allí, a orillas del Rio Jordán, aquel que les había sido prometido a Adán y Eva en el Jardín.

    Era la semilla prometida que resolvería la cuestión de nuestro pecado; que quitaría nuestra culpa; que vencería a la propia muerte muriendo en nuestro lugar; el Cordero que había sido representado por los miles y cientos de miles de corderos cuya sangre había sido derramada sobre los altares del templo judío.

    Aquí, el Cordero perfecto ha venido y ha vivido la vida que nosotros nunca habríamos podido vivir, y murió la muerte que nosotros merecíamos como provisión de Dios para nosotros por nuestro pecado. Este es el don de Dios para los pecadores.

    De este modo, en unión con Cristo Jesús somos admitidos ahora en la presencia de Dios. Estamos unidos a Él por la fe, creemos en la virtud de Su obra en la cruz, y somos limpios por esa sangre que fue derramada para propiciar la ira de Dios, con el fin de apaciguar la santa ira de Dios y su justicia contra nosotros.

    De manera que cada vez que clamemos a Su nombre en oración privada, en los devocionales en familia, o en la adoración corporativa, nuestra confianza no estará en nuestras oraciones, sino en Jesucristo. Ahora venimos ante Él unidos a Jesucristo; con Él nos mantenemos en pie por fe, y confiamos en Cristo crucificado.

    ¿Por qué? Porque en Cristo crucificado soy aceptado delante del Padre; porque en Cristo estoy delante de mi Dios y le digo: Eres santo, eres justo, eres bueno. Tu ley es perfecta y no puede transigir, y la sentencia de muerte que Tú has ejecutado sobre mí en mi pecado es absolutamente justa y perfecta.

    No puedo debatir ni discutir. Merezco la muerte. No merezco el privilegio de estar ante Tu presencia, pero Tú me has dado la base sobre la que puedo clamar a Tu nombre. Estoy delante de Ti en unión con mi Cristo; mi Rey; mi Cordero; mi sacrifico; Aquel que me amó y se entregó a Sí mismo por mí.

    Tú me has dado ese don; no vengo aquí basándome en mis propias obras. Tú has venido a mí y me has dado el don de mi salvador y mi Cordero, cuya sangre ha sido derramada para que mi pecado fuera cubierto y yo pudiera estar de pie, con el crédito de Su obediencia.

    Su justicia y Su muerte han pagado la penalización de mi pecado. Merezco ir al infierno, pero en vez de esto Tú me has permitido ir a la cruz. Como pecador, estas son nuestras dos únicas opciones. Como pecador, esta es la única alternativa: o va al infierno o va a la cruz porque estos son los dos únicos lugares donde la ira de Dios queda satisfecha contra usted en su pecado.

    El don de Dios, la provisión de Dios, cuya prerrogativa dicta cómo debemos venir a Él, nos son dados por el Señor Jesucristo Quien murió por nuestro pecado y murió llevando la ira de Dios contra nosotros. El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esta es la esencia de la adoración del nuevo pacto. Esta es la base de la adoración del nuevo pacto.

    Amigo mío, en Apocalipsis capitulo 5 y versículo nueve, los redimidos cantan un nuevo cantico “Digno eres tu Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación”.

    ¿Puedes verlos? Hispanos, chinos, indios, brasileños, un par de irlandeses, toda tribu, lengua, pueblo y nación alabando para siempre a Dios ¿en base a qué? En base a la sangre de Jesucristo que fue derramada.

    Ahora seremos admitidos para siempre en la presencia de Dios para adorarle, por causa del Cordero; por Su provisión; por la sangre que fue derramada para que los pecadores no tuvieran que ir al infierno. Ahora son admitidos en la presencia de Dios y tienen la vida eterna.

    De manera que la adoración es siempre un ejercicio de fe en la revelación de Dios, sobre la base del sacrificio proporcionado por Dios en Jesucristo. Como veis, el cristianismo es una religión de pecadores.

    Si no eres un pecador convencido de serlo, en la presencia de Dios, el cristianismo no es para ti. Necesitas otra religión. Necesitas una religión para gente justa que es básicamente cualquier otra religión que no sea cristianismo. Halagará tu orgullo y arrogancia.

    El cristianismo es una religión para pecadores, una religión para los que vienen delante de Dios diciendo: sé que soy un pecador y que merezco tu muerte, mi muerte, pero me has dado la provisión de Cristo y sobre la base de esa sangre derramada y voy ser valiente.

    Voy a tener valor. Voy a venir realmente ante la presencia del Santo Dios, confiando en el sacrificio de Jesucristo y por la virtud de Jesús no voy a ser consumido por la ira de Dios. Voy a ser amado. Voy a ser amado con un amor que se le da a Jesucristo. Voy a ser amado como si yo fuera el Hijo, porque estoy en el Hijo y soy aceptado en el Hijo, bendito en el Hijo y se me ha concedido la herencia del Hijo.

    ¿Lo entendéis? Porque la adoración no solo es para los pecadores. La adoración es para los pecadores salvos. La adoración es para los que han sido redimidos por la sangre de Jesucristo. Por este motivo, la adoración no es primeramente el evangelismo. Es esencialmente la celebración del que es salvo, en la presencia de su salvador. Es para los que son redimidos en la sangre de Jesucristo.

    Cuando Jesucristo dijo en Juan catorce, seis: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí.” No estaba hablando solamente sobre la salvación. También está hablando de la adoración.

    La salvación y la adoración se superponen porque sólo los que son aceptados en la presencia de Dios, para darle Su adoración, son los que están en unión con Cristo como pecadores salvados. Ningún hombre entra en la presencia del Padre excepto por Jesucristo.

    ¿Cree usted esto? ¿Está usted dispuesto a ser odiado por esto? ¿Está preparado para ser aislado por causa de esto? ¿Está dispuesto a ser perseguido? Porque el mundo pensará que es usted un arrogante por causa de esto.

    El mundo pensará que usted es muy, muy intolerante a causa de esto, porque usted tiene la audacia de creer en Jesús solamente, en la grada de Dios solamente; solo por fe, para la gloria de Dios solamente, como lo revela la Biblia solamente.

    Las religiones del mundo, las idolatrías del mundo no serán muy tolerantes con los que dicen que ningún hombre puede entrar a la presencia del Padre sino es por medio de Jesucristo. Si usted cree que tiene el privilegio de adorar, tiene el privilegio de estar en la presencia de Dios, en la presencia de Cristo y, por lo tanto, también llevará el odio del mundo.

    Porque tan seguro como que Caín se levantó y mató a su hermano Abel porque Abel y su adoración fueron aceptados, y Caín y su adoración no lo fueron. Así también el linaje de Caín ha perseguido a la descendencia de Abel desde entonces.

    Y conforme se acerca el día, la lucha se intensificará ya que es donde el diablo ataca a la iglesia. Satanás quiere que seas transigente con tu adoración. ¡Introduce algunas prácticas paganas en tu adoración! ¡Se creativo! ¡Utiliza tu imaginación! ¡Empieza a traer novedades q tu adoración!

    ¿Porque tienta Satanás a la iglesia para que haga esto? Porque si empiezas a ofender a Dios en Su propia casa, si empiezas a ofender a Dios en Su propia adoración Él se apartará de ti. Se pondrá detrás de ti y si Dios ya no mora en medio tuyo, perderás la batalla espiritual por tu alma.

    Satanás sabe, igual que hizo por medio del consejo de Balaám, que si puede conseguir que transijas en la adoración entonces acarreará la disciplina de Dios sobre ti y te hará vulnerable en el campo de batallas. Le robará el honor a Dios.

    Tu fuerza mayor está en que Dios mora en medio de ti. Tu gran victoria es que Dios mora en medio de tí. Dios mora entre Su pueblo salvo que Le adora. No Le ofendas en su adoración. No Le ofendas mientras clamas a Su nombre. Nuestro Dios, el Dios del nuevo pacto, en hebreos doce veintiocho y veintinueve, nuestro Dios es fuego consumidor y los que Le adoran deben hacerlo con reverencia y temor.

    La iglesia es un templo, no es un patio de recreo. Es un templo para que more el Dios vivo. ¡No entristezcas al espíritu! ¡No apagues el espíritu! ¡No ofendas al Dos vivo! ¡No hagas que se ponga detrás de ti, sino ven a él confiando en la provisión de Jesucristo y el morará en medio de ti y será tu fuerza; y será tu vida; y será tu victoria; y te enseñará a ir por el camino del Cordero!

    Y en todas estas cosas seréis más que vencedores al vivir con Cristo y adorarle. Él es el Cordero de Dios, la provisión para los pecadores para que puedan entrar a la presencia del Dios santo. ¡Que Dios nos de sabiduría y discernimiento en estos días para que podamos adorar al verdadero Dios y que podamos hacerlo de verdad! ¡Amén!

    Oremos: Padre de gracia, oramos esta noche que tu Espíritu se haya complacido en tomar algo de lo que se ha dicho de la palabra, algo que se haya dicho en la predicación y que lo confesemos en nuestro corazón que los que estén aquí esta noche y que no sean convertidos, puedan entender que su sensibilidad espiritual y su religiosidad apartada de Cristo es ofensiva para Tu Padre, obra por tu espíritu para glorificar a Cristo como único sacrifico suficiente para los pecadores, y enséñanos a tu pueblo a ejerce la fe en él para que no confiemos en nuestros propios métodos, que no confiemos en trucos, y que no seamos incitado e este día de confusión a incorporar novedades y creatividades en la adoración a Dios.

    Padre nuestro, queremos venir a tu presencia ciñéndonos a tu prerrogativa, según tu revelación, adaptándonos contiguo que eres el Dios que es espíritu. Convéncenos de estas cosas y danos valor para estar firmes por estas cosas en nuestro tiempo.

    Concédenos que en unión con el Cordero de Dios, no solo podamos adorar sino que estemos dispuestos a vivir y morir para gloria de Su santo nombre. Que juntos, nosotros, hombre, y mujeres de toda tribu, lengua, pueblo y nación podamos reunirnos alrededor de ese trono y cantar:

    “Digno es el cordero cuya sangre ha redimido a su pueblo”. Alabado seas tú el Dios de gracia que nos ha dado a Jesucristo, la provisión de nuestra salvación y nuestra adoración eterna a tu santo nombre. Magnifica a Cristo en medio de nosotros esta noche, te lo suplicamos, Amen.

    © Copyright | Derechos Reservados[/toggle][/accordian][/two_third][one_third last=»yes» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» hover_type=»none» link=»» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ animation_offset=»» class=»» id=»»][/one_third]

  • 2008 Pastors’ Conference | Worship I: The Supreme Duty

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    [dlaudio link=»https://www.conferenciapastoral.org/wp-content/uploads/Sermones/2008-05-Worship-I-The-Supreme-Duty-Alan-Dunn.mp3″]Download Audio[/dlaudio][/toggle][toggle title=»Texto en español» open=»no»]La obligación suprema

    Es un privilegio para mí estar con ustedes esta noche y estudiar juntos la Palabra de Dios.

    Consideraremos el tema de la adoración de nuestro Dios.

    De todas las tareas, de todas las obligaciones, de todas las demandas y presiones que están sobre ustedes a lo largo del curso de la vida, ¿cuál es la más importante?

    ¿Cuál es esa obligación suprema y más importante que destaca sobre todas las demás obligaciones? Quizá muchas cosas comiencen a agolparse en sus mentes; piensan ustedes en la importancia de mantener su salud, en cuidar de sus hijos, en cumplir con las demandas del trabajo y de las responsabilidades de su puesto, o quizá sus mentes tiendan a valores más trascendentes.

    ¿Qué podría ser más importante que cuidar de la tierra e interesarse por la ecología? O quizá el cese de la guerra, la lucha contra el hambre y la pobreza, corregir las injusticias, quizá esas cosas vengan a sus mente como cosas que son, sin duda alguna, personalmente importantes, universalmente importantes.

    Pero espero que, como pueblo de Dios, cuando les hagan la pregunta: ¿Cuál es el mayor bien? ¿Qué es lo más valioso? ¿Qué cosa es extremadamente importante? comiencen a pensar en términos de los mandamientos de Dios: que no tengan ningunos otros dioses delante, que no se hagan para ustedes mismos una imagen grabada, que no tomen el nombre del Señor su Dios en vano, que se acuerden del día de reposo para santificarlo.

    Ciertamente, la primera tabla de la ley prescribe para nosotros lo que es de suprema importancia, porque nuestra obligación hacia Dios es lo que tiene importancia suprema. Antes de que se nos enseñe que debemos honrar a nuestro padre y a nuestra madre, que no debemos matar, que no debemos cometer adulterio, que no debemos robar, que no debemos dar falso testimonio, que no debemos codiciar, de suprema importancia es lo que se resume como amor a Dios.

    Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Amar a Dios es la empresa de suprema importancia para nosotros, que somos creados a imagen de Él y redimidos por la sangre de Cristo.

    Es lo que debemos hacer con toda nuestra mente, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas; es la suprema obligación que está sobre nosotros, un amor que se expresa por la obediencia a la ley de Dios, y, en particular, ese mandato que nos obliga a adorar al Señor como nuestro Dios.

    Quiero darles, a ustedes y a los hermanos que están aquí como pastores, cuatro sermones a fin de estudiar temas relacionados con la adoración eclesial colectiva, con la adoración del pueblo de Dios reunido.

    No voy a hablar sobre nuestra adoración privada y personal a Dios ni sobre nuestra adoración familiar a Dios, sino concretamente sobre la adoración de la Iglesia de Cristo, la adoración a Dios colectiva, y este es un tema sobre el que se debate y se habla mucho, un tema en el cual muchos son creativos e innovadores, un tema en el cual existe mucha confusión, pero espero que, por la gracia de Dios, este estudio sobre el tema de la adoración ayude a aclarar en nuestras mentes algunos de los asuntos primordiales, algunos de los principios importantes que se derivan de nuestras Biblias con respecto al tema de la adoración colectiva.

    Esta noche quiero abordar cinco preguntas que conciernen a nuestra prioridad en cuanto a la adoración de Dios, y la primera pregunta es esta: ¿Qué es adoración?
    ¿Qué es adoración?

    Bien, adoración significa dar a Dios honor, alabar a Dios, otorgarle a Él suprema dignidad y valía. En la adoración, la iglesia se acerca a Dios según los mandamientos de Él, apoyándose en su gracia que nos es dada en el sacrificio de Jesucristo.

    Nos acercamos a Dios y Él se acerca a nosotros. Él se reúne con nosotros como pueblo suyo, y Él viene a nuestra asamblea a fin de alimentarnos y darnos una experiencia, la experiencia de ser amados por Dios.

    Adoración es la comunión del pueblo adorador de Dios con su Dios amoroso, quien se reúne personalmente con su congregación reunida. Adoración no es esencialmente evangelismo. Adoración no es esencialmente y principalmente edificación. Adoración es una empresa esencialmente enfocada en Dios y dirigida a Dios.

    Edificación y evangelismo son subproductos del principal enfoque de la adoración, de modo que, si un hombre no convertido o sin instrucción entra en la asamblea, y todos están profetizando, prestando su atención a la lectura de la Palabra de Dios, él se quebrantará al ser sacados a la luz sus pensamientos; él se quebrantará y dirá de la verdad: “Dios está entre ustedes. Dios está entre ustedes”; y no: “¿Ven mi tarjeta de visitante? ¿No ven que estoy aquí?”. No; Dios está entre ustedes. Ese es el enfoque de la adoración.

    Edificación y evangelismo son subproductos de la principal empresa: que acudamos a dar adoración y alabanza a Dios como su familia de redimidos, quienes, cuando nos reunimos, somos edificados como un templo santo, como piedras vivas conectadas a una morada de Dios en el Espíritu, y llegamos a su presencia, y Él se nos da a conocer, revelándose a sí mismo por su Espíritu mediante su Palabra, una palabra que glorifica a su Hijo: nuestro Señor Jesucristo.

    El principio se expresa sencillamente en Santiago, capítulo cuatro y versículo ocho. Yo ya he expresado el principio; ahora quiero que ustedes lo vean en Santiago cuatro, versículo ocho:

    “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”.

    En nuestra adoración somos a la vez activos y pasivos. Nos acercamos a Dios como respuesta a su llamado, como respuesta a su convocatoria. Como respuesta a la invitación de Él, nos acercamos como nación de reyes sacerdotales que acuden a ofrecerle a Él sacrificio espiritual de alabanza y de acción de gracias; y cuando nos acercamos a Él, Él se acerca a nosotros. Y por su Espíritu, mediante su Palabra, Él mora en medio de nosotros.

    Oímos su voz mediante la locura de la predicación, y vemos la demostración de su gracia hacia nosotros en el evangelio cuando practicamos las ordenanzas del bautismo y de la Santa Cena: la familia de Dios teniendo comunión con Dios como su Padre.

    En Efesios, capítulo dos, hemos de entender que la adoración del nuevo pacto está definida por la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En Efesios dos, versículo dieciocho, leemos, hablando de Cristo:

    “Porque por medio de él los unos y los otros”, o sea, los judíos y los gentiles, “tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre”.

    Por medio de Él, Cristo, nosotros (los redimidos) tenemos acceso en un Espíritu al Padre, para que ya no seamos extraños y extranjeros, sino ciudadanos con los santos y miembros de la casa de Dios, de la familia de Dios, habiendo sido edificados en el fundamentos de los apóstoles y profetas, Cristo Jesús mismo siendo la piedra angular sobre la que todo el edificio se levanta, creciendo para ser un templo santo en el Señor, en quien también ustedes están siendo edificados para ser morada de Dios en el Espíritu.

    La iglesia es un templo santo, el lugar de la morada de Dios en la tierra, y nuestra adoración está definida por el Dios a quien adoramos, el trino Dios: Padre, Hijo y Espíritu. Así, nos acercamos al Padre, clamando Abba Padre, por el Espíritu Santo, a través del ministerio mediador de Jesucristo.

    Estamos capacitados para adorar porque hemos sido regenerados por el Espíritu. Estamos vivos para Dios por el Espíritu, y nuestra adoración es aceptada por medio de la obra mediadora de nuestro gran Sumo Sacerdote, sobre cuyo sacrificio está basada nuestra adoración; y acudimos a nuestro Padre, que depositó su amor sobre nosotros desde la eternidad, y nos llamó a Él.

    Adoración es la comunidad del pueblo que Dios ha salvado. Adoración es acudir delante de Dios que es espíritu, el Dios verdadero. Por tanto, nuestra adoración es en espíritu y verdad, y acudimos a nuestro Padre como hijos e hijas redimidos, una comunidad, comunidad con Dios.

    Por tanto, hemos de entender que la esencia de la adoración ―lo que es la adoración―, la esencia de la adoración es la experiencia de Dios morando entre nosotros. Es la experiencia de ser el pueblo de Dios congregado en la presencia de Dios.

    Adoración es el cumplimiento de la promesa del pacto que se repite a lo largo de la historia de la redención, la esencia del compromiso de Dios con su pueblo: Yo seré su Dios; ustedes serán mi pueblo, y moraré entre ustedes.

    Esa es la esencia de la adoración: vivir con Dios, vivos para Dios, amando a Dios y siendo amados por Él, y en ese amor ser transformados a la semejanza de Dios, para que reflejemos la imagen de su Hijo, para que seamos conformados según Cristo Jesús. ¿para qué? Para que Él pueda ser revelado como primogénito entre muchos hermanos. Nuestra adoración se solapa con nuestra salvación y no es sino una degustación de nuestro destino y gloria eternos: vivir con Dios.
    ¿A quién adoramos?

    Segunda pregunta: ¿A quién adoramos? Bien, regresemos a la revelación de Dios al pueblo del antiguo pacto. Éxodo capítulo veinte, Éxodo capítulo veinte, leyendo desde el versículo uno al versículo tres:

    “Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí”.

    Adoramos al único Dios verdadero, adoramos al Creador de los cielos y la tierra, adoramos al Salvador del pueblo de Dios, adoramos al Juez de la tierra, adoramos al Señor, Jehová, Yahweh, Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de Israel, su pueblo escogido y amado.

    Hay muchos dioses y muchos señores en este mundo. Pablo nos dice, en Primera de Corintios capítulo ocho, esta verdad; hay muchos dioses, muchas deidades rivales. “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. ¿Por qué dice Dios esto? Porque el hombre, si no adora al Dios verdadero, adorará a dioses falsos. Y Pablo nos dice, en Primera de Corintios ocho, versículo cuatro:

    “Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios. Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él”.

    Este es el trino Dios, el único Dios verdadero, y nosotros adoramos al Dios verdadero, adoramos al Dios de la Biblia, y cuando nos reunimos invocamos su nombre, y nos acercamos a Él en la luz de su Palabra, esa Palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros, esa Palabra que es el Hijo de Dios encarnado: Jesucristo.

    Adoramos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Adoramos a Jesucristo, y con Tomás, con alegría nos postramos ante sus pies y exclamamos: “Dios mío y señor mío”. No estamos interesados en juntarnos con religiones que no confiesen que “Jesús es el Señor”, porque si Jesús no es el Señor, estaremos adorando a un dios falso.

    Hay muchos dioses, y hay muchos señores, y hay muchas confesiones de deidad. Nosotros confesamos: “Jesús es el Señor”. Nosotros confesamos: “Jesucristo es el Hijo divino de Dios, el Hijo del hombre”. Muchas voces nos dicen hoy que nosotros, como cristianos, realmente adoramos al mismo dios que los judíos, al mismo dios que los musulmanes. Todos somos hijos e hijas de Abraham, según nos dicen.

    Jesús dijo:

    “Abraham vio este día y se regocijó”.

    Si a mí me dicen que yo adoro al mismo dios que los musulmanes y los judíos, entonces mi pregunta es: ¿están ahora los musulmanes y los judíos confesando a Jesús como el Señor? Porque ese es el Dios al que yo adoro. No me interesa subirme a una plataforma y abrazarme con todos los religiosos que se postran ante este dios, y ese otro dios, y esta religión, y afirman tener cierto tipo de pseudo unidad. Donde yo me uno con mis hermanos y hermanas es en la común confesión de que Jesús es el Señor, de que Él es nuestro Dios, y nosotros somos el pueblo de este Dios revelado en Jesucristo.

    Nosotros no adoramos dioses inventados por nosotros mismos. No adoramos a Mamón, ni el poder, ni adoramos el placer. Existen tantos dioses, que somos tentados a querer que sea un dios quien no lo es; somos tentados a querer adorar a un dios inventado, un dios moldeado por nosotros, un dios popular de esta era presente.

    Pero decidimos no adorar a un dios inventado, un dios falso, un dios fabricado, sino que adoramos al Dios verdadero, al Dios que es, cuyo nombre le fue revelado a Moisés en Éxodo tres: Yahweh, “Yo soy”. El Dios que es, el Dios que es el Dios verdadero, ese es el Dios al que adoramos.
    ¿Por qué adoramos?

    Tercera pregunta: ¿Por qué adoramos? Y respondo a esta pregunta con la siguientes respuestas. En primer lugar, porque Dios merece nuestra adoración, merece ser adorado. Conocerlo, obtener una vislumbre de su gloria, nos impulsa a adorarlo porque es digno y merecedor de ello. Él es valiosísimo, y se merece ser alabado y adorado.

    En nuestra lectura bíblica, leemos en Apocalipsis capítulo cinco, y les pido por favor que vayan de nuevo a ver a Aquel que es digno. Leyendo en el versículo doce, las palabras de esta alabanza que rinde toda la creación de Dios, ángeles, hombres, toda la creación de Dios, y ellos cantan en voz alta:

    “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir:

    Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron”.

    No existe nadie en ningún lugar que merezca más nuestra alabanza que nuestro Dios glorificado en el Cordero sobre el trono. Registren el universo, los cielos; busquen por la superficie del planeta, vayan debajo del mar; analicen toda la historia de la humanidad; traigan a los mejores hombres de cada época de la Historia, y todos ellos no tendrán más remedio que arrodillarse y confesar: “Jesucristo es el Señor”, para la gloria de Dios nuestro Padre. Sólo Él es digno de abrir los sellos, de recibir gloria y alabanza de toda la creación.

    Sólo Él es Dios. En palabras de Isaías, en el capítulo cuarenta y cinco, Él es digno de ser adorado porque no hay otro Dios al que adorar. Leemos en Isaías cuarenta y cinco, versículo veintiuno:

    “Proclamad, y hacedlos acercarse, y entren todos en consulta; ¿quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino yo Jehová? Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua”.

    Toda rodilla se postrará, toda lengua confesará. Estas palabras fueron retomadas por el apóstol Pablo en Filipenses dos, asociadas proféticamente con Jesucristo: que en el día de su gloria manifestada, nadie estará en pie salvo Él mismo, porque nadie es digno sino Él.

    ¿Por qué adoramos? Porque Él merece ser adorado. En segundo lugar, porque Dios nos creó para adorar, somos criaturas adoradoras. ¿Cuál es el principal fin del hombre? La respuesta más corta del catecismo: “El principal fin del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de Él eternamente”. Ustedes fueron hechos para glorificar a la Deidad.

    Ustedes son, por definición, portadores de la imagen de Dios. Ustedes están hechos para reflejar deidad, están hechos para reflejar a Dios. Por naturaleza, ustedes están orientados hacia el Dios que les hizo. Fueron creados para adorarlo, para glorificarlo.

    Ustedes fueron creados para ser adoradores. Aquí, en Isaías capítulo cuarenta y cuatro, leyendo desde el versículo dieciséis y diecisiete, Isaías describe la necedad de la idolatría, la insensatez de un hombre que llega a un bosque, corta un árbol y se lleva parte de la madera y hace una fogata para cocinar su comida, y luego toma la otra parte de la madera y talla una pequeña estatua, le llama su dios y comienza a postrarse ante ese trozo de madera.

    Miren cómo está descrito aquí, en Isaías cuarenta y cuatro, versículo dieciséis:

    “Parte del leño quema en el fuego; con parte de él como carne, prepara un asado, y se sacia; después se calienta, y dice: ¡Oh! me he calentado, he visto el fuego; y hace del sobrante un dios, un ídolo suyo; se postra delante de él, lo adora, y le ruega diciendo:

    Líbrame, porque mi dios eres tú. No saben ni entienden; porque cerrados están sus ojos para no ver, y s corazón para no entender. No discurre para consigo, no tiene sentido ni entendimiento para decir: Parte de esto quemé en el fuego, y sobre sus brasas cocí pan, asé carne, y la comí. ¿Haré del resto de él una abominación? ¿Me postraré delante de un tronco de árbol?”.

    Acérquese hasta ese hombre y dígale: “¿Por qué está haciendo esto? Ahí está, postrándose ante un trozo de madera. Tóquelo en el hombro: “¿Por qué está usted haciendo esto? ¿Por qué se postra ante este trozo de madera? ¿Qué le ocurre?”. ¿Cuál es la respuesta?

    Él no la sabe, fue creado para adorar, y si no adora al Dios verdadero, adorará cualquier cosa, adorará todo lo que se encuentre. Y tiene que adorar algo porque fue creado a imagen de Dios, y si está separado de Dios, caerá en la idolatría, porque fue creado para ser un adorador.

    ¿Por qué adoramos? Dios es digno; fuimos creados para adorar y, en tercer lugar, porque Dios nos salvó para adorarlo. En Éxodo capítulo tres, ya lo vimos antes, donde Dios revela su nombre como el Dios que existe: no hay otro Dios; Él es el Dios que existe. Y en Éxodo capítulo tres, Dios le da a Moisés la razón de la redención de su pueblo de Egipto, lo cual leemos en el versículo doce:

    “Y él respondió: Vé, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”.

    Y luego Moisés va al encuentro del faraón y repetidamente le dice que debe dejar salir al pueblo de Dios. ¿Por qué? Porque Dios les había emplazado en el monte Sinaí, donde le ofrecerían sacrificio de adoración, y Dios establecería un pacto con ellos y les haría una nación apartada para Él.

    Serían redimidos por medio de la sangre del cordero pascual, liberados de la esclavitud de los ídolos de Egipto y sacados de esa oscuridad para salir al lugar de la presencia de Dios. Y allí, con Dios, ellos le adorarían. Por eso han de ser salvos, faraón, porque Dios desea ser adorado, y a aquellos a quienes salva, los salva con el propósito de darle adoración.

    Este pueblo después fue constituido una nación, y fueron una nación liberada, y recibieron una bendición especial, la bendición de la morada de Dios en medio de ellos. Dios les estableció el complejo del templo y todo el sacerdocio y los sacrificios, y todas las ceremonias de los días de reposo, y todas las regulaciones que aseguraban que el Dios santo pudiera morar en medio del hombre pecador al proveerles los medios y los recursos para la expiación de sus pecados, para que su promesa de pacto fuera cumplida:

    “Yo soy tu Dios, y tú eres mi pueblo, y habitaré en medio de ti”.

    Yo les salvé para que pudieran adorarme, para que pudieran conocer mi morada. En el nuevo pacto se aplican los mismos principios. Somos salvos para adorarle. Son una nación santa, un pueblo que es posesión de Dios, un real sacerdocio. Ustedes, reunidos en la presencia del Dios viviente, no para ofrecer sacrificio de sangre, sino para ofrecer sacrificio de alabanza espiritual y acción de gracias a Dios. Ustedes son un templo, la morada de Dios, y su esperanza es ser para siempre parte de la morada eterna de Dios, el templo de Dios.

    En Apocalipsis capítulo veintiuno, Juan ve descender la ciudad celestial, y tiene una forma muy poco usual en esta visión apocalíptica. Se parece a un cubo inmenso, la misma forma del arca del pacto que fue colocada en el centro del lugar santísimo en el templo, el lugar identificado como la presencia de Dios morando entre su pueblo, Dios ahora vencedor. Esta imagen de la ciudad, este lugar de morada comunal, con Dios haciendo de la totalidad del cosmos que Él creó su lugar de morada donde habitará con su pueblo para siempre, y donde le adoraremos por la eternidad viviendo y amando a nuestro Dios. Él nos salvó para adorarlo.

    ¿Por qué adoramos? En cuarto lugar, porque Él quiere que lo hagamos. Alguien podría decir: “Es que yo voy a una iglesia amigable con quienes buscan”. Y todos ustedes también. En Juan, capítulo cuatro y versículo veintitrés, el buscador al que usted trata amigablemente es Aquel que está buscando su adoración. Juan, capítulo cuatro, versículo veintitrés:

    “Mas la hora viene ―dice Jesús―, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren”.

    Ahí está el buscador que acude a la congregación: el Padre que busca adoración en espíritu y verdad. Dios quiere que le adoremos, y que lo hagamos con la vitalidad de un encuentro espiritual. Él quiere que le adoremos de acuerdo a la provisión de su verdad, esa verdad que se hizo carne y habitó entre nosotros: Jesucristo.

    Él quiere que le adoremos, Él desea nuestra adoración, y nos dice que la adoración es muy, muy importante. Es tan importante que eso es lo que Dios quiere. Eso es lo que Dios quiere, quiere adoración, verdadera adoración; eso es lo que Él busca de los hombres.
    ¿Dónde adoramos?

    Adoramos porque Dios es digno de adoración; adoramos porque Dios nos creó para adorar; adoramos porque Dios nos salvó para adorar; adoramos porque eso es lo que Dios quiere de nosotros. Él quiere su adoración. Cuarta pregunta: ¿Dónde adoramos? ¿Dónde adoramos? Y nuevamente, en Juan, capítulo cuatro, el pasaje que tenemos delante de nosotros, leyendo desde el versículo veinte al versículo veintiuno, la mujer en el pozo dice:

    “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre”.

    Ven, en el antiguo pacto, el lugar de la adoración era crucial porque la presencia de Dios estaba localizada en su presencia en el templo en Jerusalén, pero ahora, en el nuevo pacto, Jesús dice que el lugar geográfico ya no es algo relevante. Ya no será ni en Gerasene ni en Jerusalén. De hecho, Él nos dice que dondequiera que su pueblo se reúna e invoque su nombre, ahí estará Él, ahí acudirá, y su lugar de asamblea será el lugar donde Dios sea adorado.

    Como ven, la respuesta a la pregunta ―dónde debemos adorar a Dios― fue respondida hace mucho tiempo en Deuteronomio doce, versículo cinco. ¿Dónde debemos adorar a Dios? Deuteronomio doce, cinco:

    “Sino que el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis”.

    Ese es el lugar donde, el lugar que Dios escoja, el lugar donde Dios identifica su nombre, y el lugar donde a Dios le agrada ir. Ese era el lugar en el antiguo pacto. Era el complejo del templo en Jerusalén, pero en el nuevo pacto, en Mateo, capítulo dieciocho, las cosas ahora han cambiado.

    Como pueden ver, no se trata ya de un lugar geográfico específico, ya no era que ese lugar en concreto de alguna manera tuviera un significado mágico en sí, como si la tierra allí fuera diferente del resto de la tierra en cualquier otra parte del mundo. Lo que hacía a ese lugar en el antiguo pacto tan distintivo y especial era el hecho de que Dios mismo diseñó y se propuso colocar su lugar de adoración allí.

    Su presencia allí era lo que hacía santo a ese lugar. No era el lugar en sí, sino la presencia de Dios en ese lugar. Y era allí donde le agradaba habitar, donde le agradaba identificar su nombre, donde le agradaba recibir a todos los pecadores que acudían a su presencia, que se habían apropiado de la provisión hecha por medio del sacrificio de sangre y la mediación sacerdotal.

    Pues bien, el mismo principio se aplica en Mateo dieciocho, leyendo en el versículo veinte: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

    Es lo mismo que Dios le dijo a Israel en Deuteronomio doce, cinco. Ese lugar ahí, donde pongo mi nombre, reunidos en mi nombre, ahí estaré, y moraré en medio de ustedes. ¿Dónde está ese sitio ahora? Donde dos o tres discípulos unidos de corazón y llenos de fe invoquen EL NOMBRE.

    Ahí Dios acude y se agrada de hacer de esa asamblea el lugar santo de su morada. No es la tierra, ni el suelo, ni la montaña, sino las piedras vivas que se juntan para hacer el templo de la morada de Dios, ahí, por su confesión de fe, por su creencia y confianza en el nombre que es sobre todo nombre dado en esta era o en la venidera, el nombre de nuestro Señor Jesucristo; ahí, Jesús dice, yo estaré.

    ¡Miren! Yo estoy con ustedes hasta el fin de los tiempos ―con quién―, con ustedes mis discípulos de cada tribu, lengua, raza y nación que han sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y que ahora se congregan para ser enseñados en las cosas que yo les he mandado, y cuando invoquen mi nombre yo estaré allí, porque ustedes son mi templo, el lugar donde yo habito y magnifico mi nombre.

    Rechazamos la idea de un lugar santo, una tierra santa, una ciudad santa. Nosotros no vendemos entradas al final del servicio para pedirles que hagan una peregrinación a Jerusalén. No necesitamos ir a Jerusalén para experimentar la presencia de Dios.

    Creer en el Señor Jesucristo e invocar su nombre hará que Él esté con nosotros ahora mismo, en este mismo lugar. No necesitamos peregrinajes a la Meca, ni tenemos que ir a los Grandes Rápidos de Michigan, que tengo entendido que le llaman la Jerusalén de los Estados Unidos; dicen que si se va un domingo por la mañana a los Grandes Rápidos de Michigan es muy probable que sea atropellado por el autobús de alguna iglesia.

    Nosotros somos un pueblo que en sí somos el lugar de la morada de Dios. ¿Saben lo que es un templo? Una intersección es el lugar donde dos caminos se encuentran y se unen. Eso es un templo: la intersección entre el cielo y la tierra, el lugar donde el cielo se cruza con la tierra.

    Así que, cuando nos reunimos, nos reunimos en la tierra, pero las cosas que hacemos en el templo se llevan a cabo también en el cielo, porque el templo es la intersección; y lo que hacemos como templo, nuestras oraciones, nuestra alabanza, nuestra adoración sentida, no se queda entre estas paredes, ni se queda dentro de nuestros cuerpos, sino que se eleva como un incienso aromático agradable ante el Señor Dios, que está sentado en su trono en el verdadero templo, no en un tipo ni en un dibujo, no en un habitáculo terrenal, sino en el lugar de la verdadera morada de Dios.

    En Hebreos, capítulo doce, el escritor contrasta el lugar de la adoración del Antiguo Testamento con el lugar del Nuevo Testamento. En Hebreos doce, versículo dieciocho: “Porque no os habéis acercado al monte”; lo ven ¿dónde adoramos? No aquí,

    “No os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando”.

    Ese no es el lugar al que han venido. No han venido al monte Sinaí, no, versículo veintidós:

    “Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.

    Se han acercado a la presencia de Jesucristo en el cielo; ahí es donde se lleva la adoración, es ahí donde se oye su alabanza, y es ahí donde sus oraciones suben como un dulce aroma de incienso ante Dios. Ustedes se reúnen en la tierra, pero se reúnen como un templo, y un templo es la intersección del cielo y la tierra, y lo que hacen en el templo se desarrolla en la presencia del Dios del cielo.

    ¿Donde se adora? Se adora en todos los lugares del planeta. Me encanta pensar en la mañana del día del Señor de todos nuestros hermanos y hermanas que ya se han reunido. Oramos por estas preciosas personas, y pienso en ellas.

    Y ya, cuando me estoy levantando para ir a adorar con nuestra gente aquí en Nueva Jersey, nuestros queridos hermanos en Nueva Zelanda están terminando el día del Señor y ya han estado adorando. Nuestros queridos hermanos en las Filipinas… y continúo desde el horario del Pacífico y sigo por todo el oeste, y pienso en todos los hermanos y hermanas por los que oramos en China, y en todo el Oriente Medio, y por toda Europa, y a lo largo de África, y por toda la Europa occidental, luego cruzo el Atlántico y la adoración estalla de nuevo cuando alcanzo las costas del este y bajo hasta Brasil, y continúo por todo el medio oeste hasta llegar a California y Hawai, y durante todo el día toda esta alabanza de todos los templos vivientes se está alzando y uniéndose en alabanza a Dios, en el trono celestial.

    ¿Dónde adoramos? En todas partes. ¿Dónde adoramos? En su presencia. ¿Dónde nos unimos como una Iglesia universal? En su presencia.

    Puede que sólo seamos aquí dos o tres, pero realmente estamos cantando en un gran coro porque nuestras voces se unen con las voces de los hombres justos hechos perfectos, y los ángeles en las alturas, y las miríadas de miríadas, y en la gloria de Cristo, su magnificencia en su presencia. Así que aunque seamos sólo dos o tres, veinte o treinta, cantemos lo más alto que podamos y llevemos nuestras voces ante el trono. ¿Dónde adoramos? En la presencia de nuestro Rey.
    ¿Cuándo adoramos?

    Finalmente: ¿Cuándo adoramos? Bien, en Romanos, capítulo doce, estamos de acuerdo con los que nos dirían que adoramos cada día. Adoramos cada día. Todas nuestras actividades han de ser hechas como un ejercicio de adoración y devoción a Jesucristo:

    “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”.

    Cada día tenemos que adorar a Dios en nuestras tareas, en nuestras relaciones, en todo lo que hacemos en este cuerpo físico, ofrecido a Dios como adoración espiritual, como una forma de sacrificio y alabanza a Dios. Pero recuerden: no estoy hablando de la adoración privada de cada uno, sino que estoy hablando de la adoración colectiva, estoy hablando de la adoración que se lleva a cabo por el pueblo de Dios congregado en la presencia de Dios.

    ¿Responde la Biblia a la pregunta: cuándo ocurre esto? La respuesta del Nuevo Testamento es que esto ocurre en el primer día de la semana, el día que la Iglesia primitiva comenzó a llamar el día del Señor. En el antiguo pacto, el día de reposo, el séptimo, de adoración a Dios era un descanso de las labores cotidianas para poder dedicarse a la labor de adorar a Dios.

    Se nos dieron dos razones para cumplir el cuarto mandamiento. En Éxodo veinte, en el versículo once, la razón para el día de reposo, la de acordarse de santificarlo, se dio debido a la actividad creadora de Dios. Dios creó los cielos y la tierra en seis días, y al séptimo día descansó. Y como nosotros somos portadores de la imagen del Dios que nos creó, la creación es una razón para la observancia del día de reposo.

    Pero luego, en la segunda entrega de la ley, en Deuteronomio cinco, quince, la razón para el cuarto mandamiento cambió, y ahora al pueblo de Dios se le dice que se acuerde del día de reposo para santificarlo porque han sido redimidos de Egipto con brazo fuerte y poderoso.

    La creación y la redención son las dos razones para guardar el día de reposo en la adoración del antiguo pacto. Ellos recibieron leyes ceremoniales que también estaban asociadas con los servicios de adoración del séptimo y el octavo día, para responder a la pregunta de cuándo se debe reunir la comunidad para adorar en la presencia de Dios en una adoración colectiva.

    Ahora bien, en el nuevo pacto las cosas viejas pasaron y todas las cosas han sido hechas nuevas. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué ha cambiado en el nuevo pacto? Jesucristo resucitó de los muertos, y esa es la diferencia, algo sin precedente alguno. Jesucristo resucitó de los muertos, así que ahora, si algún hombre está en Cristo, es ¿qué? Es una nueva criatura.

    El nuevo cosmos, el nuevo cielo y la nueva tierra, ya han comenzado a ser formados en la sustancia y el material del Jesucristo resucitado. En ese cuerpo resucitado existe un universo totalmente nuevo que se está formando. Él es el segundo Adán, y con su cuerpo glorificado y resucitado está también la promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra, glorificados y purificados.

    Cuando Jesucristo resucitó de los muertos, resucitó el primer día de la semana, y en ese día se reunió con sus discípulos. Juan es específico en Juan veinte, que fue el primer día de la semana cuando Jesús se reunió con sus discípulos.

    Y al hacer eso, al acudir a su asamblea, al estar Jesús con ellos, les comunicó la bendición sabática de su presencia, y mediante ese hecho, no por su mandamiento, Él cambió el día: del séptimo al primero. Y después, en el día de Pentecostés, que fue el primer día de la semana, Él derramó su Espíritu y le dio a la iglesia el inicio de la herencia, el anticipo del glorioso día de reposo que está delante de ellos en los cielos nuevos y la nueva tierra, el Espíritu Santo, el anticipo de nuestra herencia.

    Así como el día de reposo del antiguo pacto estaba basado en la obra de la creación de Dios y en la obra de la redención de Dios, ahora, en el nuevo pacto, la obra de la redención es la obra de la creación, porque la redención abarca la creación.

    Somos nuevas criaturas, y como nuevas criaturas, ahora tenemos nuestro día que conmemora esta gran obra redentora de la nueva creación. Y es nuestra esperanza, y es nuestra experiencia como personas nacidas de nuevo y resucitadas de entre los muertos, que nosotros ya tenemos un anticipo de esta bendición sabática gloriosa y eterna de entrar en el reposo de Dios.

    Así que ahora tenemos nuestro día, un día en el que nos reunimos ante el Señor del día de reposo y experimentamos la esencia de la bendición sabática, la cual es de nuevo:

    “Yo seré tu Dios, y tú serás mi pueblo, y moraré en medio de ti”.

    Dios viniendo a morar con su pueblo era la esencia de su adoración asociada con la bendición sabática, y cuando Jesús vino a morar con ese grupo congregado de discípulos en el primer día de la semana, transfirió la bendición sabática al primer día de la semana. Realmente podría predicar toda una serie sobre este tema.

    Como ven, la bendición sabática se le dio a los portadores de su imagen. Es parte de nuestra imitación de Dios, parte de haber sido hechos a su imagen. Es hacer lo que Él hace, estar con Él, es vivir con Él; esa es la esencia de lo que es adoración, esa es la esencia de lo que es salvación.

    Esa es la esencia de lo que es la bendición sabática: Dios con nosotros, Dios con nosotros. Nosotros somos su pueblo, y Él está con nosotros. En la Iglesia primitiva, en Hechos capítulo veinte y versículo siete:

    “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan”.

    Primera de Corintios capítulo dieciséis, versículo uno (versículo dos):

    “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”.

    En Apocalipsis capítulo uno, en el versículo diez, Juan dice:

    “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor”.

    Luego, al final del primer siglo, cuando se escribió el libro del Apocalipsis y la Iglesia primitiva leyó las palabras de Juan: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor”, no se miraron el uno al otro diciendo: “¿qué está diciendo?”. ¿Cuándo fue, entonces? Alguien dijo: “Miércoles por la mañana”; nooooo, “jueves por la tarde”; no. “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor”.

    Todos ellos sabían exactamente de qué día estaba hablando; estaba hablando del primer día de la semana, estaba hablando del día que marca la bendición de la resurrección, ese día que marca la redención de las nuevas criaturas, ese día que conmemora la venida de Jesucristo a la asamblea de su pueblo, ese día que marca la venida del Espíritu Santo como el anticipo de nuestra herencia, ese día que nos da una probada de las glorias del día de reposo que nos esperan.

    Por tanto, en Hebreos, capítulo cuatro, versículo nueve, cuando el escritor nos dice: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios” (el original dice: “queda un reposo esperando para el pueblo de Dios”), no nos está enseñando; lo siento, no estoy de acuerdo con algunos maestros modernos a los que respeto, pero que toman este pasaje y le dicen al pueblo de Dios que el escritor aquí está enseñando sobre la justificación y el descanso de nuestras obras y confiando en la obra terminada de Jesucristo, y por eso ese entrar en el reposo de Dios es simplemente lo mismo que ser justificado sólo por la fe, por medio de la gracia, en Cristo.

    Yo creo que la justificación es sólo por la fe, por medio de la gracia, en Cristo solamente, pero no creo que esto sea lo que está enseñando este pasaje. El escritor de Hebreos no está tratando de explicarle al pueblo de Dios la doctrina de la justificación, sino la doctrina de la santificación, y en particular la doctrina de la perseverancia.

    Y está señalando a Jesucristo, y está diciendo, que como Cristo terminó su obra y entró en el reposo de Dios ―algo que no les dio Josué, algo que David no conoció, algo que el hombre no ha conocido desde que cayó y fue expulsado de la presencia de Dios en el huerto―, hay uno que ha entrado en ese reposo: Jesucristo.

    Ahora ustedes también, que están en el desierto como lo estuvieron los israelitas, no hagan como ellos, que oyeron la palabra en incredulidad y muchos de ellos cayeron y no pudieron entrar en el reposo, no entraron en la promesa de Dios porque no perseveraron hasta el fin; Jesús perseveró hasta el fin, y ustedes, como Él, al seguirlo, deben perseverar hasta el fin.

    Deben perseverar y terminar las obras que Dios les ha dado que hagan, y cuando las hagan, también entrarán en su reposo. Por eso nos espera un reposo, hay un recuerdo, hay una observancia de un día de reposo del nuevo pacto en el día del Señor. Eso nos dice que estamos en el desierto, que no hemos llegado aún a nuestro destino, pero que nos dirigimos a la tierra prometida.

    Estamos de camino, y cada día del Señor recibimos un ajuste quiropráctico y enfocamos nuestra cabeza en la dirección correcta. Nos dirigimos a casa; sigamos hacia delante. Nos dirigimos a casa, estamos en la presencia de Dios, así que sigamos adorando, sigamos sirviendo, sigamos obedeciendo, y no nos demos la vuelta, sino perseveremos. Eso es lo que está diciendo en Hebreos capítulo cuatro. Terminen las buenas obras, no sólo que Dios ha terminado la buena obra en ustedes, sino que en Apocalipsis ellos entran en su reposo porque sus obras les siguen. Han descansado de sus obras.

    De esto está hablando, de terminar la obra de la santificación, la obra de la perseverancia, y requiere que usted se ocupe de su salvación con temor y temblor y ponga todo de su parte, porque Dios está obrando en usted tanto en el querer como en el hacer por su buena voluntad. No ponga el punto muerto; no ponga el control de crucero ni dé marcha atrás, sino siga hacia delante.

    Por tanto, acuérdese del día de reposo y santifíquelo. Reúnase con el pueblo de Dios, fije sus ojos en Cristo Jesús, y corra la carrera que tiene por delante, dejando a un lado los pecados y estorbos que tan fácilmente le acosan, y mantenga sus ojos en Cristo. Guarde el día santo, siga congregándose. No dejen de congregarse, Hebreos diez, veinticinco.

    Cuando hay un día de reposo esperando, cuando la iglesia se reúne, acuda. Cuando se abre la Palabra de Dios, escúchela. Cuando se dé la Comunión, participe. Usted llega a la mesa de Cristo, Él está presente ahí con usted, y eso es una muestra del cielo; siga probando, pruebe y vea que el Señor es bueno, siga bebiéndole, siga comiéndole, siga respirándole, siga viviendo con Él y para Él, y persevere, continúe. Este es el mensaje de Hebreos, y es en este contexto que tenemos que entender lo que se dice.

    Cuando dice que hay un reposo esperando, no está hablando de la justificación, sino que está hablando de la perseverancia, está hablando de terminar la carrera, de llegar a la línea de meta. Por tanto, el día de reposo fue hecho para el hombre, y no el hombre para el día de reposo. Es la bendición de Dios morando entre nosotros, y probar eso nos hace tener hambre para continuar.

    ¿Para qué está viviendo? ¿Para qué sirve su vida? ¿Qué es aquello en lo que merece la pena gastar sus energías? ¿Cuál será el pequeño epitafio que se leerá en su tumba? ¿Por qué cosa le recordarán sus familiares y amigos? Eso es lo que harán, sabía, cuando usted muera. Usted vive toda su vida; pequeño epitafio: así es como hizo todo su dinero. ¿Qué dirán ellos de usted? Ah, recuerdo a mi papá, recuerdo a mi tío, recuerdo a mi tía, recuerdo a mi hermana; saben, su vida consistió en… ¿qué? Y su vida se resumirá en una cosa que la gente sabe que es por la que usted vivía: ¿cuál es esa cosa?

    Oro para que sus familiares y amigos, cuando usted muera, digan esto de usted: adoraba al Dios viviente. Adoraba al Dios viviente. Para él o ella, no había nada más importante.

    En medio de una crisis económica, en medio de una crisis familiar, en medio de una crisis nacional, en medio de la enfermedad, en medio del desafío, en los buenos momentos, en los malos momentos, cada día del Señor. Ellos vivieron por una cadencia sabática. Camine en ella.

    Cada séptimo día: me congrego, estoy con el pueblo de Dios. Así es como logré atravesar mi desierto: guardando el templo sabático, reuniéndome con el pueblo de Dios, ofreciendo adoración, viviendo con Él y probando el amor del Dios que me ama y me visita, y me enseña cómo amar a mis hermanos y hermanas y me da a probar algo más glorioso de lo que yo pudiera imaginar.

    Quiero ir al cielo con ustedes, donde viviremos juntos en la presencia de Dios para siempre. Y eso es lo que estamos haciendo aquí, probando un poco, y sabe bastante bien ¿no es así? Lo pruebo y me hace querer probarlo más, me hace querer estar con ustedes, y con nuestro Salvador, viviendo eternamente con Dios. Esto es adoración: Yo seré tu Dios; tú serás mi pueblo, y moraré contigo.

    Ahora bien, el pueblo de Dios se reúne cada día del Señor. ¿Dirían que hay algún otro lugar donde preferirían estar? ¿Dirían que hay alguna otra persona con la que preferirían estar? ¿Dirían que hay algo más importante que hacer para ustedes? Perdón, usted es una piedra viva del templo del Dios viviente y quería hacer, ¿qué? Ve, cuando agarran la bendición, nada de esto es legalismo, nada de esto nos supone un esfuerzo, sino que es vida. Esto es vida, vivir para la gloria de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo. ¡Aleluya! Gloria sea al Dios que viene a morar entre nosotros en amor, y vida, y bendición, y gracia. Adoremos y postrémonos ante Dios nuestro hacedor. Amén.

    Oremos: Dios y Padre nuestro, oramos que puedas encontrarnos en nuestros corazones congregados en torno a ese trono glorioso sobre el que el Cordero es exaltado, junto a las miríadas de miríadas y alabando a nuestro Salvador y Rey. Digno es el Cordero. Digno es el Cordero.

    Nos postramos, y adoramos tu santo nombre. Déjanos probar tu presencia, déjanos probarte a ti, el buen Dios viviente, y aumenta nuestra hambre, aumenta nuestro gozo, aumenta nuestra esperanza, aumenta nuestra fe, aumenta nuestro amor. Glorifica el nombre de Jesucristo entre nosotros, te rogamos. Amén.

    © Copyright | Derechos Reservados[/toggle][/accordian][/two_third][one_third last=»yes» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» hover_type=»none» link=»» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ animation_offset=»» class=»» id=»»][/one_third]

  • 2008 Pastors’ Conference | The Pastor’s Care for His Family

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    [dlaudio link=»https://www.conferenciapastoral.org/wp-content/uploads/Sermones/2008-05-06-The-Pastors-Care-of-His-Family-Pastor-AlanDunn.mp3″]Download Audio[/dlaudio][/toggle][toggle title=»Texto en español» open=»no»]Cómo debe cuidar el pastor de su familia

    Queridos hermanos, elevemos juntos una oración pidiendo la gracia y la ayuda del Señor para poder seguir con el estudio de su palabra:

    “Dios y Padre de misericordia, te pedimos en este momento que nos des el Espíritu Santo. Haz que recibamos la instrucción de tu palabra para que nos enseñe a ser hombres de Dios, hombres piadosos, hombres cristianos en nuestros hogares.

    Que podamos ser instrumentos en tus manos; que seamos siervos en tu familia; que seamos verdaderos ministros del nuevo pacto. Haz que podamos ser eficientes en nuestros esfuerzos por impulsar tu reino; que llevemos fruto y demos gloria y alabanza a Jesucristo. En su nombre te lo pedimos. Amén”.

    El tema que vamos a tratar en esta hora es la prioridad que debe dar el pastor al cuidado de su familia. En la hora anterior vimos el cuidado que el pastor debe tener en cuanto a sí mismo y consideramos la prioridad de mantener nuestra propia salud espiritual. Vimos que teníamos que ser hombres cristianos verdaderos.

    Es necesario que seamos disciplinados en nuestra devoción hacia Cristo, en nuestra lectura devocional de la palabra de Dios y en nuestra vida secreta de oración. Asimismo, debemos esforzarnos por mantener una buena conciencia delante de Dios y de los hombres.

    Al considerar la necesidad de mantener nuestra salud, debemos referirnos también a la cuestión de la salud intelectual. Debemos aceptar el reto que nos presenta la palabra de Dios en cuanto a mantener un vigor intelectual, sobre todo en nuestros hábitos de lectura.

    La palabra de Dios puede plantear también un desafío en lo que respecta al mantenimiento de nuestra salud física. Debemos esforzarnos como hombres para tener una buena salud física y estar fuertes de modo que podamos tener vigor y energía para desarrollar el ministerio del Evangelio.

    De este modo, evitaríamos enfermedades innecesarias que nos representarían un obstáculo para la constancia en nuestros ministerios. Haciendo uso de la palabra de Dios, podríamos referirnos a nuestra salud emocional y ver la necesidad que tiene el ser humano de relacionarse con otros para poder tener salud y vigor emocional.

    Durante esta hora en que hablaremos de nuestra relación con nuestras esposas y nuestros hijos, tocaremos indudablemente y, en gran medida, el tema de nuestra salud emocional. Está claro que, a la hora de plantearnos este estudio, nuestro enfoque se halla en nuestras propias familias.

    En nuestra calidad de pastores, somos hombres y formamos parte de nuestra comunidad. Somos hombres en la comunidad de nuestras iglesias y vivimos como uno más en medio de ellas. No tenemos un ministerio itinerante que nos haga viajar de iglesia en iglesia.

    Las Escrituras nos identifican con frecuencia como hombres casados y, en la mayoría de los casos, los hombres casados suelen tener hijos. Se instruye a la congregación según la palabra de Dios. Se le dice a sus miembros que miren dentro de ella y en su comunidad, con el fin de identificar a aquellos hombres que, a su modo de ver, han recibido el Espíritu Santo y han sido preparados y equipados para llevar a cabo la labor de pastorear.

    Con este objeto, una de las cosas que se les suele decir es que observen cómo se comportan en la relación con sus familias. Si han podido reconocer que tiene las aptitudes de líder y que las ejerce en el seno de su propio hogar, entonces será muy fácil determinar quién tiene la capacidad de liderar a la iglesia.

    Se les dice que la forma en que un hombre ame y guíe dentro de su hogar será la manera en que amará y guiará a la iglesia. Las aptitudes que tenga para guiar a su esposa y a sus hijos serán las mismas que aplicará a la hora de proporcionar liderazgo al pueblo de Dios.

    Así pues, resulta sencillo discernir si un hombre está capacitado para ser pastor en su comunidad solo con analizar la relación que tenga con su esposa y con sus hijos. A diferencia de cualquier otra vocación, en la mayoría de los demás trabajos que un hombre suele desempeñar, usted no va al trabajo y su jefe le pregunta cómo va su matrimonio. No es asunto suyo.

    Si usted se dedica a vender artilugios, lo único que a él le importa es que venda todos los que pueda. Si su matrimonio se está yendo al garete es algo que no le importa en absoluto, mientras no deje de vender los artilugios. ¿Cómo están sus hijos? A él le trae sin cuidado mientras usted siga siendo productivo. Pero nuestra tarea no es así.

    Por así decirlo, nosotros somos nuestro trabajo. En el ministerio del Pastor Meadow y en los estudios que estamos manteniendo aquí, nosotros somos la expresión en esencia de nuestros ministerios. Nuestra forma de ser como hombres queda en total evidencia en nuestros propios hogares porque si uno no es cristiano en su casa, simplemente no es un cristiano.

    Si un hombre no es cristiano en su matrimonio, no es cristiano; si no es cristiano en el seno de su familia, no es cristiano. Sus relaciones primarias son indicativas para que la iglesia pueda observar y ver quién es el cristiano maduro; quién es el hombre que tiene esa capacidad de liderazgo, quién es el que puede amar, el que puede tener influencia sobre nuestras almas, alentarnos y dirigirnos en las cosas de Dios.

    Bien; en lo primero que debemos fijarnos, pues, es en la forma en la que el pastor cuida de su esposa. Veamos las cualificaciones que se detallan en primera de Timoteo, capítulo tres y versículo dos. Nuestros ojos se encuentran con estas palabras: “Un obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer”.

    Una vez más, Pablo da por sentado aquello que es normal para los hombres que viven en sus comunidades: se trata, por lo general, de hombres casados y suelen tener hijos. La preocupación global, con respecto a la iglesia, a la hora de determinar si un hombre está cualificado o no para el ministerio depende de su reputación, de su irreprochabilidad.

    Como vimos al final de nuestro último estudio, primera de Timoteo tres, versículo dos y, de nuevo, en el versículo siete, vemos que lo que está en juego es el honor del nombre de Dios, de ahí la importancia de la calidad de los hombres que escogemos como líderes.

    El nombre del Señor no debe ser blasfemado entre los gentiles por culpa nuestra. Por esa razón, la reputación y la irreprochabilidad del hombre deben ser un crédito. Se lo debe a las conciencias de los que están fuera y los que están dentro de la iglesia.

    Esta es la preocupación que debemos tener cuando consideramos la vida familiar del hombre. Nos estamos preguntando: ¿tiene este hombre una vida familiar ejemplar? ¿Impone la integridad del Evangelio? ¿Honra el nombre de Dios? Si la vida del hombre no es ejemplar, entonces la iglesia tiene razones para preguntarse si el pastor está verdaderamente cualificado para su tarea.

    En primera de Timoteo tres, versículo once, vemos algo muy interesante. El versículo describe aquí, en griego, las “gune”, las mujeres. Dice así: “De igual manera, las mujeres deben ser dignas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo”.

    Ahora bien; la interpretación de este versículo depende de la forma en que se traduzca esta palabra griega. Los eruditos conservadores nos presentan dos opciones principales: una es que la palabra “gune” debería traducirse por “mujer” y que Pablo está pensando aquí en un grupo de obreras femeninas que sean auxiliares para los diáconos.

    Yo creo que este criterio se impone, siempre y cuando no estemos estableciendo un nuevo oficio en la iglesia. Yo creo realmente que, en nuestras iglesias, las mujeres deberían ser consideradas como ministras que, por así decirlo, contribuyen a la vida y el ministerio dentro de las mismas.

    El pastor Meadows ya nos enseñó en su último estudio que las mujeres ancianas deben enseñar a las más jóvenes; que existe un ministerio para las mujeres en la iglesia para el que están particularmente cualificadas y que tenemos que alentarlo.

    Cuando interpretamos este pasaje teniendo en vista la vida de Febe, en Romanos dieciséis, versículo uno, vemos que era una sierva en la iglesia. Yo creo que sería muy beneficioso que alentáramos a las mujeres en nuestras iglesias a comprometerse de una forma más agresiva en el avance del Evangelio, en su trato unas con otras y en sus ministerios en general.

    Pero la palabra puede traducirse también como “esposa” y esta es la traducción que se le da en el versículo dos: marido de una “gune”, una sola esposa. De nuevo, cuando se refiere a los diáconos, dice que deben ser maridos de una sola esposa en el versículo doce, y de nuevo encontramos la palabra “gune”.

    De forma que, a mi modo de ver, el contexto nos conduce a pensar que Pablo se está refiriendo aquí a las esposas. No soy dogmático, pero esta es la forma en la que voy a interpretar y manejar el pasaje en nuestro estudio.

    Si Pablo describe aquí tanto a la esposa del diácono como a la del anciano, lo que está diciendo es que ambas tienen unas cualificaciones o características básicamente iguales y que se ven primeramente en sus esposos.

    Al comparar el versículo ocho con el once observad: “De la misma manera, también los diáconos deben ser dignos […]”. Veamos ahora el versículo once: “De igual manera, las mujeres deben ser dignas”. Versículo ocho: “[…] de una sola palabra”. Versículo once: “[…] no calumniadoras […]”. Versículo ocho: “[…] no dados al mucho vino […]”. Versículo once: “[…] sino sobrias […]”. Versículo ocho: […] ni amantes de ganancias deshonestas”. Versículo once: “[…] fieles en todo.

    Cuando alineamos estos dos versículos podemos ver un paralelismo en el vocabulario y en los conceptos que Pablo tiene en mente cuando describe a la esposa del diácono, la de un anciano, y las compara. Entonces vemos estas similitudes.

    Sugiero que al interpretar el pasaje de este modo, interpretando que se refiere a la mujer como esposa, debemos entender que Pablo nos está presentando a nosotros, más que a la iglesia en realidad, una de las mejores pruebas de la cualificación que un hombre debe tener para ejercer un liderazgo espiritual.

    La pregunta de la iglesia es: ¿qué tipo de liderazgo espiritual nos proporcionará este hombre si le nombramos pastor de nuestra iglesia? ¿Cómo influenciará a otras personas? ¿Qué tipo de influencia tiene sobre los demás?

    ¿Tiene la habilidad de conducir a otra alma a la verdad y aportarle algún beneficio espiritual? ¿Puede llevar a personas inconversas al mundo del Evangelio y conducirlas a Cristo? ¿Es capaz de alimentar la fe de los pequeños y de los creyentes? ¿Cómo es su liderazgo?

    ¡Bueno! ¿Qué mejor forma de contestar a esta pregunta que mirando a la esposa de ese hombre? Al hacerlo veremos el impacto de su liderazgo, su amor y su dirección espiritual sobre aquella persona que Dios le ha dado para que él sea su cabeza, para dirigirla amarla?

    La aptitud del pastor para el liderazgo espiritual será absolutamente evidente en la forma en la que trate a su propia esposa. Ella es la respuesta a la pregunta sobre la influencia que este hombre puede tener sobre otras personas.

    ¿Prosperará la iglesia bajo su liderazgo, o se irá debilitando? ¿Madurará la iglesia y florecerá o más bien se encogerá y se marchitará? Se puede hacer una lectura tremenda de la forma en la que su liderazgo se ejerce y en el fruto que lleva en sus relaciones domésticas.

    Así pues, cuando veáis estas características de la mujer, que se describen en el versículo once, estaréis viendo un reflejo de las características de su esposo, según nos las refiere el versículo ocho. Ella refleja el carácter de él. Es un reflejo de sus virtudes.

    Ahora bien, no estoy diciendo que una mujer cristiana sea incapaz de cultivar esas virtudes piadosas de forma separada de su esposo. Quiero decir que la esposa de un pastor debe mostrar esas virtudes que son evidentes por su colaboración en el ministerio espiritual de él en el hogar y que, de hecho, él la está conduciendo a la madurez espiritual.

    Si el anciano es verdaderamente un hombre de carácter piadoso y capaz de influenciar a los demás con su santidad, entonces ¿dónde será esto más evidente si no en su propio matrimonio? Pablo dice que si él la ama, entonces amará a la iglesia. Si es sensible con ella, Pablo dice que lo será con la iglesia.

    Si ella se somete a él es porque lo respeta y confía en él; por consiguiente, la iglesia no tiene ningún motivo para pensar si es digno de confianza o no. Se ha ganado el respeto y la confianza de la mujer que le conoce y le ve en sus peores momentos, en privado y que sigue confiando en él.

    Si ella no está dispuesta a que él la guíe, la iglesia debería preguntarse si se dejaría dirigir por él. ¿Qué sabe ella sobre él que nosotros desconocemos? Si no es capaz de mantener el respeto de su esposa, ¿no será porque ella ve hipocresía en el hogar?

    Amigo mío, si no puedes mirar a tu esposa a los ojos mientras predicas; si no puedes dirigirte desde el púlpito a su conciencia como pastor suyo, algo está fallando. Si cuando estás predicando llegas a cuestiones de aplicación y en tu fuero interno sabes que no la puedes mirar a los ojos porque, si lo haces, sentirás que su mirada te está diciendo: “hum, ya sé a lo que te refieres”, es que algo está fallando.

    Tendrás que decirte a ti mismo que algo no va bien y que tienes que trabajarte algún área en tu hogar. Tal vez deberás preguntarte si deberías estar detrás del púlpito llevando a cabo la tarea que haces. Mi esposa es parte de lo que me cualifica para estar en el ministerio.

    Por consiguiente, el pastor debe convertir su matrimonio en una prioridad porque este demuestra si sabe o no cómo aplicar el Evangelio a sus relaciones personales. ¿Quién es la persona contra la que más pecas sino tu esposa? ¿Dónde se necesita más el Evangelio y con más frecuencia sino en tu matrimonio?

    El Evangelio debe ser una parte constante en la comunicación entre marido y mujer porque peco más contra mi esposa que contra cualquier otra persona. Le digo cosas que no debería decirle y esto ocurre mucho más a menudo que con cualquier otra persona. Tengo una mala actitud hacia ella con más frecuencia que hacia cualquier otra persona.

    Ella es quien da la respuesta a la pregunta de si soy o no un pecador que lucha contra su propio pecado que permanece, si sé llevar el Evangelio y aplicarlo a las relaciones personales. De este modo se verá si los creyentes de la iglesia pueden esperar que, cuando pecamos (y no digo “si pecamos”) los unos contra los otros, haya alguien que pueda dar el correspondiente liderazgo espiritual.

    Sabrán si pueden confiar en que ese alguien sepa lo que significa reconocer su pecado, confesarlo, arrepentirse y buscar el perdón. Verán si sabe lo que significa perdonar y no ser rencoroso guardando el pecado contra aquella persona a quien se ha perdonado. Estarán seguros de su capacidad de de llevar a cabo la reconciliación y la paz del Evangelio. ¿Quién tiene las aptitudes para esto? ¡El pastor! ¿Puede llevarlo a cabo? ¡Pregunta a su esposa!

    ¿Por qué? Porque si está pecando en algún área se trata con seguridad de la que se refiere a ella. Ella podrá decirte si sabe cómo reconocer su pecado y como arrepentirse. ¿Sabe cómo perdonar? ¿Sabe cómo ser líder en las relaciones personales, triunfar sobre el pecado y llevar la victoria del Evangelio, en lugar de la amenaza que supone ese pecado para el carácter de nuestra comunidad?

    La iglesia necesita saber que ese hombre conoce la forma de liderar mediante el Evangelio. En Efesios capítulo cinco, versículo veintidós dice:

    “Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. El marido es la cabeza de la mujer, así como Cristo lo es de la Iglesia”.

    Se le ha dado la posición de responsabilidad y liderazgo. No debemos ejercer como señores sobre nuestras esposas como los gentiles que se hacen con la autoridad y la convierten en tiranía y manipulación. Debemos liderar en Cristo; no debemos ejercer la autoridad para nuestros propios propósitos egoístas, ni debemos imponernos a la fuerza sobre otros. Debemos hacerlo mediante la entrega.

    Debemos gobernar mediante el servicio. Tenemos que hacerlo como un salvador para que el resultado de nuestro liderazgo sea promover la salvación de aquellos a los que estamos guiando. Pablo sigue diciendo en el versículo veinticinco:

    “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada”.

    El liderazgo del marido debe ser la expresión del amor del Evangelio, de un gobierno como el de Cristo, que es servicio. De esta forma, está dispuesto a sacrificarse por su esposa como Cristo lo hace por la Iglesia; debe hablarle con palabras que la santifiquen, la edifiquen, la levanten, la limpien y la purifiquen.

    Así pues, en el versículo veintisiete, está satisfecho y la presenta ante sí mismo como el resultado de su liderazgo: una mujer que ha madurado y florecido en su feminidad, que es como la esposa de Cristo, gloriosa por la belleza de su piedad.

    Se presenta ante él y él se siente satisfecho, se sacrifica, santifica y siente contentamiento al recoger el fruto de su matrimonio hecho de amor y liderazgo según el Evangelio. Seguimos con el versículo veintiocho:

    “Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo”.

    El amor del esposo debe ser algo que dé vida porque es una sola carne con su mujer. La salud y el vigor de ella son también los suyos. Debe amarla como se amaría a sí mismo porque es una sola carne con ella. Debe alimentarla; esto significa que debe proporcionarle alimento para algo: para su salud y bienestar.

    Debe ser cariñoso con ella. En el original esta palabra significa suavizar algo calentándolo, manteniendo la relación en un estado cálido y afectuoso, cuidando tiernamente de ella, suavemente, dulcemente. Como dice Pablo, tiene que considerarla como vaso más débil porque es tierna y frágil.

    El liderazgo de él no debería aplastarla, sino alimentarla. ¿Por qué? Porque así es como Cristo trata a su Iglesia: la alimenta y la cuida. Él sirve a su Iglesia con ternura, bondad, cariño y sacrificándose a sí mismo. De esta manera, la va guiando hacia la santidad.

    Pablo dice ahora que esta es la forma en la que vosotros, maridos cristianos, debéis amar a vuestras esposas. Luego le dice a la iglesia que debe encontrar a hombres que amen así a sus esposas y los nombre pastores.

    Por consiguiente, el pastor debe dar prioridad a su matrimonio porque este será una demostración para los que estén en la iglesia y fuera de ella, del tipo de liderazgo que el propio Jesús da a su Iglesia.

    ¿Cómo lidera Jesús a su Iglesia? La congregación debería contestar: de la forma en que nuestro pastor lleva su matrimonio. Nos está dando un modelo, un ejemplo de la forma en que Cristo ama a su iglesia. Por este motivo le nombramos pastor, porque reconocimos un liderazgo similar al de Cristo.

    La forma en la que dirige a su esposa es la manera en la que queremos que nos guíe como iglesia. Es a la manera de Cristo. Entiende y aplica el Evangelio. A medida que ejerce el liderazgo espiritual procura ver cómo prosperan aquellos a los que está dirigiendo.

    La forma en la que haya alimentado a su esposa, la manera en la que ella haya crecido bajo su dirección será el tipo de influencia que deseamos como pueblo de Dios. Reconocemos las aptitudes, los dones, las virtudes para ese tipo de liderazgo. Nos gustaría que ese hombre fuese nuestro pastor. ¿Veis cómo encaja todo?

    El pastor no solo debe preocuparse por su esposa, sino que también debe ocuparse de sus hijos. Debe cuidar de ellos.

    De nuevo, hay muchas cosas aquí que se solapan en las observaciones. La habilidad de un hombre para proporcionar un liderazgo espiritual no solo se verá en su matrimonio, sino también en la forma en la que ejerza la autoridad como padre.

    No podemos infravalorar la influencia que un padre tiene sobre sus hijos. Así como un marido debe amar a su esposa como Cristo ama a la Iglesia, también debe el padre amar y disciplinar a sus hijos en la forma en la que nuestro Padre celestial nos ama y nos disciplina a nosotros.

    El niño forjará sus ideas sobre Dios según se ejerza la autoridad paterna. Un padre no se limita a proveer en el área física del niño, proporcionándole comida, ropa y abrigo.

    Un padre debe darle una dirección espiritual en lo emocional, intelectual, espiritual y, de este modo, el niño aprenderá el significado de la vida por medio de su padre. El niño adquiere los valores de su padre y estos van determinados por el Dios que ese padre adore en su vida.

    Un niño es capaz de darse cuenta de que, aunque su padre vaya a la iglesia los domingos, lo que realmente le excita y lo que verdaderamente le interesa es si su equipo de béisbol gana la liga o no.

    Observa a su padre. Le ve en la iglesia, cantando los himnos con pocas ganas. El predicador empieza a hablar y papá empieza a apagarse como si estuviera esperando que llegue el “Amén”.

    Luego ve a su padre sentado ante el televisor, viendo jugar a su equipo de béisbol. Está sentado en el filo de su asiento y está pensando, ¡uau, esto es importante! Y el chiquillo se hace a la imagen de su padre.

    Su alma se ve afectada por lo que su padre ama, lo que su padre adora y lo que su padre sirve. Y va creciendo y se convierte en un “hombre”. ¿Qué es un hombre? ¿Qué es un hombre? Un hombre es alguien que juega a ir a la iglesia pero que es “masculino” en el campo de deporte. ¿De dónde has aprendido eso? ¡De mi padre! Así es como adquiere sus valores.

    Cuando leemos el capítulo veinte del libro de Éxodo, esto es lo que el Señor le enseñó al pueblo de Dios junto con el segundo mandamiento: el niño aprenderá el significado de la vida y heredará un sistema de valores que quedará definido y determinado por el dios que su padre esté adorando.

    Éxodo veinte, desde el versículo cuatro al seis:

    “No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

    Veréis, si un padre adora al dios de su propia imaginación, no solo haciéndose falsas imágenes de él esto produce una idea de Dios contraria a su revelación. Esa idolatría de lo que es supremamente valioso y verdadero, se transmitirá en todo tipo de formas al hijo que se está formando a la imagen de su padre; luego pasa al nieto y, así, hasta la tercera y la cuarta generación.

    Por medio de su adoración, ese hombre generará y transmitirá a sus hijos y a sus nietos un criterio de vida hecho de valores distorsionados. Dios dice en su palabra que esto formará parte de su juicio contra ese hombre porque Él es celoso de su propio nombre y de la revelación que ha dado de sí mismo.

    Por el contrario, si el padre ama y obedece al verdadero Dios vivo, si guarda su pacto y aprende a amarle a Él y a su prójimo, recibe la promesa de que su amorosa misericordia visitará a los hijos y les transmitirá un sistema de valores definido por el verdadero Dios vivo. Crecerán para honrar sus mandamientos y sus leyes; recibirán aliento, como su progenitor, para aceptar al Dios de sus padres. Ahora, os ruego que me prestéis atención.

    No estoy diciendo que todos los hijos de todos los hombres cristianos se convertirán y serán salvos. Tampoco estoy diciendo que todos los hijos de los hombres inconversos no serán nunca salvos. A lo que me estoy refiriendo es al hecho de que la verdadera religión se suele pasar de una generación a la siguiente, dentro de la estructura de unos padres piadosos y que, a menudo, esta forma de ser padres es el medio primordial que Dios utiliza para la evangelización.

    Nuestra fe en Dios y los valores que llegan hasta nosotros, junto con nuestra adoración y servicio al verdadero Dios, influirán de hecho en nuestros hijos y nuestros nietos.

    Espero, pues, que podáis ver por qué Pablo incluye al hombre como padre en su descripción de aquellos que están cualificados para el ministerio. Pablo dice a la iglesia: mirad, si queréis saber si un hombre puede influenciar a los demás con la religión verdadera, ved qué tipo de influencia tiene sobre sus propios hijos.

    La naturaleza misma de la propia religión, falsa o verdadera, es lo que se transmite de padres a hijos. De manera que, si un hombre puede influenciar espiritualmente a sus hijos y llevarles al verdadero Dios, Jesucristo, podéis esperar que la tenga también sobre los demás para la causa de Cristo.

    Así pues, en primera de Timoteo capítulo tres, versículos cuatro y cinco Pablo nos habla del hombre que tiene las cualificaciones que se reflejan en su capacidad como padre. Debe gobernar bien a su propia familia, tener control sobre sus hijos con toda dignidad, “Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?)”.

    Aquí, Pablo relaciona claramente el liderazgo del hombre en el hogar con el liderazgo en la iglesia. Si sabe ejercer autoridad y liderazgo en su hogar, tendrá la misma capacidad y la aplicará de la misma manera en la iglesia. Si su dirección tiene resultados beneficiosos en el hogar, entonces la iglesia puede esperar que ese mismo tipo de gobierno aporte beneficios a la iglesia.

    De manera que Pablo dice que tiene que tratarse de alguien que gobierne, es decir, que esté al frente, como si de un presidente se tratara. Debe conducir y guiar procurando el bien de aquellos a los que está dirigiendo (en el hogar a sus hijos).

    Debe hacerlo de modo que les dé protección y los ayude para beneficio de los niños. Sus órdenes han de ser las adecuadas. Deberá ejercer autoridad y mantener el control de la situación para que proporcione beneficio a los que están a su cargo y se sientan a salvo bajo la administración de una dirección semejante.

    Cuando todo esté bien gobernado, las cosas no serán un caos, ni estarán fuera de control y las personas se sentirán seguras. Debe mantener el control sobre sus hijos con toda dignidad para que el niño se someta a la autoridad y al gobierno del padre.

    El niño no es un esclavo que recibe la brutalidad y es azotado para que obedezca como si fuera un perro apaleado. Sumisión significa que hay disposición para acatar la autoridad, un deseo de seguir al líder, porque respetan a su padre. Confían en él, le aman y quieren agradarle. Este es el tipo de control al que Pablo se refiere cuando dice “dignamente”.

    He visto a padres y abuelos que tratan a sus niños de forma demencial y los humillan. Esto no es digno. Nuestro liderazgo debe dar dignidad al niño. Que los hijos menosprecien a su padre es algo muy feo; no le respetan y le sirven como un esclavo golpeado, fruncen el ceño, se burlan de él y hacen gestos con sus ojos porque se les ha obligado a hacer algo. Eso es terrible; no dignifica.

    Pero qué hermoso es ver a un niño que quiere complacer a su padre. Qué bello es ver cómo llevan los valores de su padre en el corazón. En el momento en que empiezan a hacer sus elecciones, comienzan a vivir de una forma que su padre aprueba por completo. Están aprendiendo a servir al Dios de su padre y esto es algo muy hermoso.

    Cuando la iglesia ve que los hijos del pastor le obedecen con amor, asisten a los cultos de adoración con todo respeto, prestan atención al ministerio de predicación de su padre, el efecto que esto produce sobre ellos es obvio. Cuando crecen, sus elecciones demuestran que han abrazado los valores de su padre.

    Entonces esa iglesia recibe la prueba de que ese hombre no es un hipócrita en su hogar. Es dueño de la conciencia de sus hijos. No es de una forma en el púlpito y de otra en privado. Vive con integridad y coherencia para ganar la aprobación de la conciencia de su esposa y de sus hijos. Por medio de sus vidas, la esposa y los hijos del pastor están diciendo a la iglesia: “este es un hombre digno de confianza; es un hombre fiel; es capaz de influenciar vuestras almas para vuestro beneficio espiritual”. La esposa y los hijos se convierten en parte de sus cualificaciones para el ministerio.

    En Tito capítulo uno y versículo seis dice que el hombre debe ser: “[…] marido de una sola mujer, que tenga hijos creyentes, no acusados de disolución ni de rebeldía”. Observad de nuevo que la preocupación que el apóstol tiene, en el versículo seis, es que debe ser irreprensible.

    El pastor debe ser el ejemplo de un creyente cristiano maduro, un hombre que sepa cómo aplicar el Evangelio en sus relaciones más íntimas dentro de su familia. Una vez más debo preguntar: “¿dónde irrumpe el pecado en la vida del pastor si no es en su relación con sus hijos y en la de estos con él?”

    Tiene que ser capaz de conducirles en el Evangelio y enseñarles a reconocer sus pecados, confesarlos e instarles a poner su fe en Cristo, que murió por los pecadores. Asimismo tiene que acercarse a ellos en esas ocasiones en las que él ha pecado contra ellos y preguntarles: “¿puedes perdonarme, por favor?”. De esta manera el niño aprende el Evangelio desde ambos lados, desde el del pecador y desde el de la persona a la que se pide perdón. Es el padre quien tiene que enseñar esto. Él aplica el Evangelio. Es irreprensible.

    La credibilidad del Evangelio y del nombre de Cristo halla integridad en la vida de su hogar. Si el pastor no está viviendo su fe en su hogar y en su familia, entonces el pueblo tiene derecho a preguntar: “¿qué diferencia hace el Evangelio?”. Si no puede cambiar al hombre que está en el púlpito, ¿puede cambiar a alguien? Por ello, Pablo dice que tiene que tener hijos que crean.

    Como ya nos enseñó el pastor Meadows en nuestra conferencia, no debemos interpretar que los hijos del anciano deban ser verdaderos creyentes, verdaderos cristianos. Entender el pasaje de este modo haría que el padre fuese responsable de la fe del hijo como si él mismo pudiera llevarle al nuevo nacimiento y darle el don de la fe y del arrepentimiento. Esto no es bíblico; solo el Espíritu Santo puede dar la vida regeneradora, la fe y el arrepentimiento al niño.

    En Mateo diez, versículo treinta y cuatro, Jesús nos dice que nuestros enemigos espirituales se encontrarán entre los miembros de nuestra propia familia. Mateo diez, versículo veintiuno dice que los cristianos serán perseguidos por los miembros de su propia familia. ¿Están exentos los pastores de estas cosas? ¡No!

    Lo que Pablo nos está diciendo es, más bien, que esta palabra “fe” puede traducirse legítimamente por “fiel” o “fidedigno” y “digno de confiar en él”. Se utiliza cinco veces en las Epístolas Pastorales como dichos fieles; son palabras en las que se puede confiar. Se usa en Mateo veinticuatro, versículo cuarenta y cinco cuando habla del “buen siervo y fiel”. Describe a ministros potenciales en segunda de Timoteo dos, versículo dos: “Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles […]”.

    Del mismo modo, el hijo de un pastor debería tener esa encomiable reputación de fidelidad. ¡Sí! Esperamos que un hogar gobernado por el Evangelio sea bendecido con la promesa de la amorosa ternura de Dios que encontramos en el segundo mandamiento.

    A medida que criamos a nuestros hijos, les evangelizamos y oramos por ellos para que el Espíritu de Dios penetre en nuestra disciplina y en la instrucción del Evangelización que les damos. Pero, queridos hermanos, yo no puedo hacer que mi hijo crea. No puedo obligar a mi hijo a que se arrepienta sinceramente. No puedo darle el nuevo nacimiento.

    Sin embargo, como padre cristiano y como pastor, soy responsable de entrenar a mi hijo para que sea fiel, para que sea digno de confianza, para que se pueda confiar en él. Hermanos, hasta los incrédulos pueden hacer esto. Aun ellos pueden entrenar a sus hijos para esto.

    Aunque el niño no crea, aunque pueda llegar a rechazar la fe y al Dios de su padre, abrace una religión falsa y viva la vida de rebeldía del hijo pródigo, por lo menos debe ser respetuoso hacia la autoridad de su padre. Si vive en el hogar del padre, y sobre todo si ese es el caso, puede ser un incrédulo, pero debe mantener ese hogar irreprochable. Debe seguir manteniendo el buen orden de esa casa.

    Recuerden, el hogar no puede desacreditar al Evangelio. Esta es la preocupación de Pablo. Por este motivo dice que el hijo no debe ser acusado, ¿lo entendéis?, no debe ser acusado de ser disoluto o rebelde. De nuevo, las cuestión es “ser irreprensible”, no dar lugar a la acusación. ¡Ojalá que el hogar pueda recibir el elogio de tener integridad bíblica!

    Disoluto significa algo suelto, que no tiene principios éticos, que es temerario y salvaje. La rebeldía es una insubordinación, una insumisión, una mentalidad contra toda autoridad. Por otra parte, la fidelidad, un hijo creyente, no es lo contrario de la falta de fe, sino de la rebeldía. Esto es lo opuesto a la fidelidad.

    El pastor no debería criar hijos desobedientes e indisciplinados. Sus hijos no deberían ser mocosos malcriados que hacen estragos en la iglesia, que no respetan la autoridad, que son indisciplinados y que van por libre.

    Ahora bien, el pastor puede tener un hijo obstinado. Es posible que tenga cuatro hijos tercos y que requieran una severa disciplina. El niño puede ser difícil de manejar. Esto hace que la iglesia pregunte: “¿está ejerciendo el pastor una respuesta bíblica adecuada a este reto?”

    Dios creó a este niño en el vientre de su madre y es un potro salvaje desde la edad de… ¿cuántos años? Dejadme pensar cuando fue la primera vez que vi ese tipo de cosas en mi hijo. Lo que quiero decir es que, desde muy temprana edad, yo diría que ya desde la cuna, puedo recordar cosas de mi hijo mayor que merecían disciplina.

    ¿Qué hacemos con esto? Bueno, la iglesia tiene que ver que, si tienes un hijo obstinado, estás aplicando una disciplina bíblica adecuada a la necesidad de ese niño. Si es un chico difícil, ¿cuál es tu comportamiento? ¿Te limitas a quedarte de brazos cruzados, abandonas y dices: “qué puedo hacer? Es un niño obstinado”. ¿O te enfrentas al niño y aplicas toda la disciplina? ¿Está siendo el pastor obediente a la Biblia en la forma en la que está disciplinando a su hijo?

    Puede tener un hijo muy, muy sumiso, pero no todos los pastores tienen hijos sumisos. ¡Ojalá todos los tuviésemos! Pero no siempre es así. Algunos de nosotros recibimos verdaderos retos. ¿Nos descalifica esto del ministerio? ¡No! La pregunta es: ¿estamos a la altura del reto? ¿Estamos procurando aplicar una disciplina bíblica o nos limitamos a ignorarlo, excusarlo y dejar que el chico siga adelante con sus cosas porque no tenemos el liderazgo, no tenemos la fuerza de la hombría para enfrentarnos a un niño?

    El tema de cómo criar a un hijo en el amor y la disciplina bíblica es algo que no podemos discutir, sino que es algo que se espera que un pastor sepa y dé ejemplo de ello. El pastor debe saber lo que dice la Biblia sobre la crianza de sus hijos y debe demostrar a la iglesia que tiene una encomiable competencia porque es capaz de amar y disciplinar a los que están bajo su autoridad.

    De modo que, cuando la iglesia ve que no está dejando que este niño rebelde se salga con la suya, se siente alentada. Sabe que vendrán personas, engrosarán las filas de la comunidad de la iglesia y pondrán a prueba la autoridad bíblica. ¿Los dejará el pastor salirse con la suya?

    Si encontramos a un lobo que intenta entrar en el rebaño con una personalidad apabullante, agresiva y terca ¿se dejará intimidar el pastor por ello? ¿Dará un paso atrás? ¿Cómo lo sabes? Está bien; tiene un hijo intimidante y obstinado. ¿Qué está haciendo al respecto? ¿Alza sus manos y dice: qué puedo hacer?”. Mi hijo, no, el niño ¿está siendo desobediente otra vez? ¡Sí! Pues agárralo y llévatelo dentro y disciplínalo.

    Recuerdo que mi esposa y yo estábamos una vez acostados, exhaustos a causa de mi primer hijo y le pregunté: “¿Cuántas veces le has pegado hoy? Ella me respondió: “¿y tú, cuántas veces lo has hecho?” Y nos regocijamos porque finalmente habíamos alcanzado dígitos simples. ¡Menos de diez veces, ibamos mejorando!

    La cuestión no es si tienes un potro salvaje. Personalmente yo preferiría tener un potro salvaje porque una vez ensillado, pueden correr de verdad. La cuestión es: ¿lo estás ensillando? ¿Le estás corrigiendo y disciplinando?

    La preocupación es la forma en la que esto puede repercutir en la reputación del hogar. Es la respuesta que demuestra que el hogar está bíblicamente ordenado, que resistirá a las acusaciones y a las calumnias de aquellos que quieran desacreditar el ministerio. Esto es lo que preocupa a Pablo: “que sean irreprensibles; que estén por encima de todo reproche”. Esta es la prioridad del pastor: su propia salud espiritual y la de su esposa e hijos.

    El pastor es un hombre cristiano, pero el Espíritu le ha dado dones que le capacitan para influenciar a otros espiritualmente, para que sea un ejemplo y les enseñe las Escrituras dirigiéndoles con una autoridad como la de Jesucristo, que se hizo siervo. Por medio de esta autoridad y servicio se sacrifica a sí mismo en su entrega para dirigir y obligar, con la autoridad del reino, a seguirle como él sigue a Cristo.

    Si un hombre tiene los dones para influenciar así a los demás quedará probado en su vida y en sus hijos. Cuando ejerce la autoridad lo hará expresando la de Jesucristo, por la cual se nos permite amar, se nos permite amar. Entonces, ¿te alegras de que tu esposa no haya venido hoy?

    ¿Qué dirían tus hijos si les pidieras: “por favor, venid y dad testimonio a estos hermanos sobre mi liderazgo en casa”? ¿Te dejarían en evidencia y te harían sentir mal, o te elogiarían? Está claro que ellos saben que tú no eres un hombre perfecto. Saben que no eres un hombre sin pecado. ¿Pero creen que eres un hombre sincero? ¿Te respetan porque saben que te ven luchando honestamente con tus pecados según el Evangelio; que traes el Evangelio para que tenga influencia sobre sus pecados y que llevas a cabo un liderazgo honesto en el hogar para su beneficio espiritual?

    ¿Te ven como un hombre íntegro, sin hipocresía y te respetan y te aman por ello? ¿Aunque te vean en tus peores momentos, en tu debilidad y en tu pecado, te ven a pesar de todo como un hombre del Evangelio?

    Tu esposa y tus hijos son prioridades para ti como pastor.

    Si eres un fiel siervo de Cristo, un fiel ministro de la palabra, que ama a sus ovejas y las conduce a verdes pastos como el buen pastor, entonces, cuida primero tu propia salud espiritual y luego ministra el Evangelio a tu esposa e hijos y que el Espíritu te convierta en un hombre piadoso, en un verdadero pastor del pueblo de Dios. Tu esposa y tus hijos agradecerán que hayas sido llamado al ministerio y hayas aprendido a amarles y a amar a los demás con el Evangelio de Jesucristo.

    Oremos:

    “Padre nuestro, nuestra conciencia nos condena porque sabemos que en muchas cosas todos nosotros ofendemos. Sabemos lo fácil que nos resulta desatender la alimentación espiritual de nuestras esposas, ser negligentes con la disciplina de nuestros hijos.

    Todos sabemos lo perversos que podemos llegar a ser y nos buscamos excusas que nos justifiquen aun en lo que respecta al ministerio. Nos convencemos a nosotros mismos de que nuestra negligencia tiene justificación por lo ocupados que estamos en la obra del ministerio. Padre, perdónanos y danos un nuevo propósito.

    Permite que, cuando volvamos con nuestras esposas e hijos al final de esta semana, ellas puedan decirnos: “Pareces distinto ¿qué ha ocurrido?”. Que podamos mirarlas y decir: “Dios Espíritu Santo me ha convencido de que necesito amarte a ti y a nuestros hijos con más amor del Evangelio”.

    Padre, danos el firme propósito de ser hombres piadosos delante de ti, delante de nuestras esposas y de nuestros hijos. Concede la respuesta a nuestras oraciones para que podamos ver realmente a cada uno de nuestros hijos e hijas en el reino de Dios.

    Que podamos, junto con nuestras esposas, conocer la gracia, el amor y el triunfo del Evangelio en nuestros hogares para que Tú puedas ser el Dios de nuestras casas, de nuestros hijos, de nuestros nietos.

    Padre, que reconozcamos tu Evangelio, por medio de tu Espíritu, en nuestros matrimonios y nuestra forma de ser padres.

    Te rogamos estas cosas para que en ellas podamos ser siervos para Cristo. Que podamos enaltecer el ministerio y ministrar la Palabra de verdad, por el poder del Espíritu, a las conciencias de los hombres para triunfo de nuestro glorioso Rey y Salvador Jesucristo, en cuyo nombre oramos.

    Amén.

    © Copyright | Derechos Reservados[/toggle][toggle title=»Text in English» open=»no»]Brethren, let’s begin together asking for God’s grace and help as we continue in our study of His word.

    Our gracious God and our Father, we pray now that you would give to us the Holy Spirit; we pray that we would be instructed from your word as to how to be men of God, men who are godly, men who are Christian men in our homes, that we might be instruments in your hand, that we might be servants in your household, that we might be ministers of the new covenant, that we might be effectual in our efforts to advance your kingdom, that we might be fruitful and bring glory and praise to Jesus Christ, in whose name we pray, Amen.

    In this hour we are going to consider the priority of the pastor’s care of his family. In our last hour, we looked at the pastor’s care of himself, and we considered the priority of maintaining our own spiritual health that we must indeed be true Christian men; we must be disciplined in our devotion to Christ, in our devotional reading of the word of God, and our secret prayer life, and we must strive to keep a good conscience before God and before men.

    Considering the necessity of maintaining our health, we could also address ourselves to the matter of our intellectual health and be challenged from the word of God as to how to maintain intellectual vigor, particularly in our reading habits. We could also be challenged from the word of God in the matter of maintaining our physical health. We must strive as men to be as physically healthy and strong as we can be so that we might be vigorous and energetic in the ministry of the gospel, so that we can avoid unnecessary illness that would hinder us from being constant in our ministries. We could also speak from the word of God concerning our emotional health, and how we need as men in relationship to others to have an emotional health and vigor. Of course, in this hour, when we address ourselves to our relationship to our wives and to our children, we will in large measure be talking about our emotional health. It is of course, with our families in focus that we come to this present study.

    As pastors, we are men in our community. We are men in the community of our churches, and we live as one among them. We don’t have an itinerate traveling ministry from church to church, but we are settled in the community of God’s people. We are community men, and as such the Scripture identifies us more often than not, as being married men, and married men more often than not, have children, and when the congregation is instructed from the word to look among themselves in their community to identify those men whom they can recognize as having been given the Holy Spirit, who has prepared them and equipped them for the work of shepherding and pastoring, they are told that one of the things they are to look at is a man in relation to his family, that they will recognize who is capable to give leadership in the church by recognizing those leadership skills being exercised in the man’s home.

    They are told that the way a man loves and leads in his home will be in large measure the same way that he will love and lead in the church, that the skills that he has to lead his wife and children are the same skills that will then be applied in giving leadership to the people of God. So, they’re told that they can tell whether or not a man is qualified to be a pastor in his community by considering him in relation to his wife and in relation to his children. Unlike any other vocation, most other jobs that men have, you don’t go to work and your boss asks you, so how’s your marriage. He doesn’t care. If you’re selling widgets, he just wants you to sell as many widgets as you can, and if your marriage is a mess, doesn’t matter, as long as you’re selling widgets. How’re your children? It doesn’t matter to him, just as long as you’re being productive on the workplace.

    Our job is not like that. We are our job, if you will. As is being pressed on us from Pastor Meadow’s ministry and from our own studies here, we as men are in essence the expression of our ministries, and what we are as men is most evident in our own homes, for if a man is not a Christian in his home, he’s not a Christian. If a man is not a Christian in his marriage, he’s not a Christian, if he’s not a Christian in his family, he’s not a Christian. His primary relationships are indicators for the church to look out and to see who is the mature Christian man, who is the man who has leadership, who is the man who is able to love, who is the man who is able to influence our souls, to encourage us and direct us into the things of God.

    1) The pastor’s care of his wife.

    Well, we must then first consider the pastor that he must care for his wife. Let’s look at these qualifications in first Timothy chapter three and verse two, our eyes light upon the words: “The overseer then must be above reproach, the husband of one wife.” Likewise again in Titus chapter one and verse six: “Namely if any man is above reproach, the husband of one wife.” Now Paul here again is assuming what is normal for men who are living in their communities, that they are normally married men and that they normally have children. The overarching concern for the church in determining whether or not a man is qualified for the ministry is the issue of his reputation, of his reproach, that he does not have reproach. We see that in first Timothy three verse two and again in verse seven, as we ended in our last study, the honor of God’s name is at stake in the quality of the men that we bring forward as leaders.

    The name of God must not be blasphemed among the gentiles because of us, and so the man’s reputation and the man’s reproach, being irreproachable, he must be a credit, he must own the consciences of those outside and those inside the church; and so that’s the concern as we address the man’s family life. We’re asking the question, is the man’s family life exemplary? Does it command the integrity of the gospel; does it honor the name of God? If the man’s family life is not exemplary, then the church has reason to wonder whether or not the pastor is truly qualified.

    In first Timothy three and verse eleven we see something very interesting; here the apostle describes in the Greek the gune, the women, he says, “women must likewise be dignified, not malicious gossips, but temperate and faithful in all things.”

    Now, the interpretation of this verse depends upon how this Greek word is translated. Conservative scholars have presented us with two main options: one is that the word gune should be translated “woman” and that here Paul has in mind a group of female workers who are auxiliary to the deacons. He’s talked about the deacons and now he’s talking about their female assistance. I think that this view is commendable, provided that we do not establish a new church office. I do think that women in our churches ought to be viewed as contributing ministers, if you will, to the life and ministry of the church, as Pastor Meadows taught us in our last study, that the older women are to teach the younger women, that there is a ministry for the women in the church that they are peculiarly qualified for, and we need to encourage that kind of thing.

    And when we interpret this passage in the view of the life of Phoebe, in Romans sixteen one, who was a servant in the church, I believe that we would benefit from encouraging women in our churches to be more aggressively engaged in advancing the gospel in their dealings one with another and in their ministries in general. But the word can also be translated as “wife,” and here is how the word is translated in verse two, the husband of one gune, one wife, also again in regard to the deacons, that they must be husbands of one wife in verse twelve again the word gune, so the context in my mind leads us to think that Paul is talking about wives. I’m not dogmatic, but that’s the way I’m going to interpret and handle the passage in our study.

    If we indeed see Paul describing the wife of both the deacon and the elder, he’s describing them as having the same basic qualifications or characteristics that are first seen in their husbands. Notice when you compare verse eight and verse eleven, “Deacons must likewise be men of dignity.”Look at verse eleven, “Women must likewise be dignified.” Verse eight, “Deacons must be not double-tongued.” Verse eleven, “Women must not be malicious gossips.” Verse eight, “Deacons must not be addicted to much wine.” Verse eleven, “Women must be temperate.” Verse eight, “Deacons must not be fond of sordid gain.” Verse eleven, “Women must be faithful in all things.” When you line up those two verses you see that there is a parallelism in the vocabulary and in the concepts that Paul has in mind as he describes the wife of the deacon, the wife of the elder, and compares them and you see these similarities.

    I submit to you that when we interpret the passage in this way and understand the woman in view as the wife, Paul is presenting to us, Paul is presenting rather to the church, one of the best evidences for a man’s qualification to exercise spiritual leadership. The church is asking the question, what kind of spiritual leadership will this man give to us if we ordain him as our pastor? How is this man going to influence other people? What kind of influence does he have upon other people? Does he have the ability to lead another soul into truth and to bring them into some spiritual benefit? Can he bring an unconverted person into the word of the gospel and lead them to Christ? Can he nurture faith in little ones and in believers? What kind of leadership does he have?

    Well, what better way to answer that question than to look at the man’s wife and to see the impact of his leadership and his love and his spiritual guidance upon the one whom God has given to Him to be head and to lead and to love. The pastor’s aptitude for spiritual leadership will be most evident in the way in which he treats his own wife. She is the answer to the question, how does this man influence other people? Will the church prosper under his leadership, or will the church wither? Will the church mature and blossom, or will the church shrink and shrivel? An awful lot is seen by the way in which his leadership, the fruit that his leadership bears in his domestic relationships. So that when you see those characteristics of the woman described in verse eleven, you see a reflection of her husband’s characteristics first given to us in verse eight. She reflects his character. She reflects his virtues.

    Now, I’m not saying that a Christian woman is unable to cultivate these godly virtues apart from a husband, I’m not saying that, but I am saying that the wife of a pastor must show these virtues that they are evident because of her cooperation with his spiritual leadership in the home and that he is in fact leading her into spiritual maturity. If the elder is really a man of godly character and capable of influencing others to holiness, then where will it be more evident if not in his own marriage? If he loves her, Paul says, he’ll love the church. If he’s sensitive to her, Paul says, he’ll be sensitive to the church. If she is submissive to him, it’s because she respects him and she trusts him, therefore the church has reason to think, he’s trustworthy. He’s gained the respect and confidence of the woman who knows him and sees him at his worst, in private, and she still respects it. If she is unwilling to be led by him, the church should ask the question whether the church should be willing to be led by him. What does she know about him that we don’t? If he cannot sustain the respect of his wife, could it be because she sees hypocrisy in the home?

    My friend, if you cannot look you wife in the eye while you’re preaching and address her conscience as her pastor from the pulpit, then something is wrong. If when you are preaching and you’re coming to issues of application and in your mind you know, I can’t look at her because if I look at her in the eye she’s going to give me one of those, “um hum, I know what you’re saying” looks. Something’s wrong, I’ve got some work to do at home, or should I be doing the work that I’m doing behind the pulpit? She is part of what qualifies me to be in the ministry.

    Therefore the pastor must make his marriage a priority because his marriage demonstrates whether or not he knows how to apply the gospel to his personal relationships. Who do you sin against more than your wife? Who do you sin against more than your wife? Where is the gospel more needed, more frequently, if not in your marriage? The gospel is to be a constant part of the communication of a husband and wife because I sin against my wife more than I sin against anybody else. I say things to her that I shouldn’t say, more than I say things like that to anybody else. I have a bad attitude toward her more than to anyone else, and she answers the question whether or not I, as a sinner struggling with my own remaining sin, know how to bring the gospel and apply the gospel to personal relationships.

    So that my people in the church can expect that when we, not if, when we sin against each other, that there is someone who can give spiritual leadership that knows how to bring the gospel to bear upon those issues of sin, who knows what it is to acknowledge his sin, and to confess his sin, and to repent of his sin, and to seek forgiveness, who knows what it is to grant forgiveness and to no longer hold the sin against the forgiven and to accomplish gospel reconciliation and gospel peace. Who’s got the skills to do that? Pastor. Can he do it? Ask his wife. Why? Because if he’s sinning anywhere, it’s against her. And she can tell you, does he know how to own his sin, how to repent? Does he know how to be forgiving? Does he know how to lead in personal relationships, to triumph over sin, and to bring gospel victory to the threat that sin brings to the fiber of our community?

    The church needs to know that the man knows how to lead by the gospel. In Ephesians chapter five in verse twenty -two, “Wives, be subject to your own husbands as to the Lord, for the husband is the head of the wife, as Christ also is the head of the church, He himself being the savior of the body, but as the church is subject to Christ, so also wives ought to be to their husbands in everything.” The husband is head of the wife as Christ is head of the Church. He has been given the position of responsibility and leadership, and we are not to lord it over our wives as the gentiles who take authority and make it something that’s tyrannical and manipulative. But we are to lead in Christ; we are to exercise authority not for own selfish purposes and not by forcing ourselves on others, but by giving.

    We are to rule by serving; we are to rule as a savior, so that the result of our leadership is the promotion of the salvation of those whom we lead. So, Paul continues in verse twenty-five, “Husbands love your wives, just as Christ also loved the Church and gave Himself up for her, so that he might sanctify her having cleansed her by the washing of water with the word, that He might present to Himself the Church in all her glory having no spot or wrinkle or any such thing, but that she should be holy and blameless.”

    The husband’s leadership is to be an expression of gospel love, of Christ-like rule that serves. And so he is willing to sacrifice himself for his wife as Christ sacrifices for the church and he speaks to her with words that sanctify and edify and build her up and cleanse and purify, so that in verse twenty-seven, he is satisfied as he presents to himself the result of his leadership: a woman who has matured and flowered in her femininity, who has become like the bride of Christ, glorious in her beauty of godliness. And is presented to him, he is satisfied, he sacrifices, he sanctifies, and he is satisfied as he reaps the fruit in his marriage of gospel love and gospel leadership. Again, we continue, verse twenty-eight, “So husbands ought also to love their own wives as their own bodies. He who loves his own wife loves himself, for no one ever hated his own flesh, but nourishes and cherishes it just as Christ also does the church, for we are members of His body.”

    The husband’s love is to be life-giving because he is one flesh with his life. Her health and vigor is his health and vigor. He is to love her as he would love himself for he is one flesh with her. He is to nourish her that means to provide food for something, to promote health and well-being. He is to cherish her, that word in the original means to soften something by heating it, by keeping the relationship warm and affectionate and tenderly caring for her, gently, kindly. As Peter says, as with a weaker vessel for she is tender and frail, and his leadership should not be crushing, but it should be a nourishing leadership. Why? Because this is how Christ treats His church, He nourishes and cherishes His church. He tenderly, gently, kindly, self-sacrificially serves His church, and by doing so He leads her into holiness. Paul says now, you are to love your wives like that, Christian husband. And then he says to the church, now you are to find men who love their wives like this and recognize them as pastors.

    So the pastor must make priority of his marriage because his marriage is to be a demonstration to those in the church and outside of the church of the kind of leadership that Jesus himself gives to His church. How does Jesus lead in His church? The congregation should say, the way our pastor leads in his marriage. He is giving to us a model, he is giving to us an example of the way Christ loves His church. That’s why we recognized him as a pastor, because we recognized Christ-like leadership. The way he leads his wife, that’s the way we want to be led in our church. It’s Christ-like. He understands and he applies the gospel. As he exercises spiritual leadership he is seeking to see those led prosper under his leadership, and the way he has nurtured his wife, the way she has grown under his leadership, that’s the kind of influence we desire as a people of God. We recognize the skills, the gifts, the graces for that kind of leadership; we would like this man to be our pastor. You see how it fits together?

    2) The pastor’s care of his children.

    Not only then, must the pastor care for his wife, but also he must care for his children. He must care for his children. And again, there are many things that overlap in these observations here. A man’s ability to give spiritual leadership will not only be seen in his marriage, but also in the way he exercises authority as a father. We cannot underestimate the influence a father has upon his children. Just as a husband is to love his wife as Christ loves the church, so too a father is to love and discipline his children the way our heavenly Father loves and disciplines us. The child will form his ideas about God from the way in which his father exercises his parental authority. A father not only provides for the child physically in giving the child food and clothing and shelter, but a father also gives spiritual leadership emotionally, intellectually, spiritually, and the child learns the meaning of life from his father. The child learns values from his father, and those values are determined by the God that that father is worshiping in his life.

    A child is able to pick up on the fact that even though his dad goes to church on Sunday, the thing that his dad really gets excited about and really is interested in is whether or not his baseball team is winning in the competition. He watches his dad. He sees him at church, kind of half-hearted singing through the hymns, preacher begins to preach and dad begins to close down, just waiting for, “Amen.” Then he sees his dad in front of the television set, watching his baseball team play, he’s on the edge of his seat. And he’s thinking, wow, this is important. And the little guy is made in the image of his father, and his soul is affected by what his father loves and what his father worships and what his father serves. And he grows up and becomes a “man.” What is a man? What is a man? A man is somebody who plays at going to church but is “masculine” on the sports field. Where’d you learn that? My father. That’s where he got his values.

    When you look to Exodus chapter twenty, this is what the Lord taught the people of God in conjunction with the second commandment; the child will learn the meaning of life and inherit a value system that is defined and determined by the god that the father is worshiping.

    Exodus twenty, verse four to six, “You shall not make for yourself an idol or any likeness of what is in heaven above or on earth beneath or in the water under the earth. You shall not worship them or serve them, for I the Lord your God am a jealous God, visiting the iniquity of the fathers on the children on the third and fourth generation of those who hate me, but showing lovingkindness to thousands, to those who love me and keep my commandments.”

    You see, if a father worships the god of his own imagination, not only making false images of god, but having an imagination of God that is contrary to the revelation of God, that idolatry of what is supremely valuable, what is supremely true, that idolatry will be communicated in all kinds of ways to his image- bearing child. And that through the child to his grandchildren to the third and to the fourth generation. And that man by his worship will generate and convey to his children and his grandchildren a life view of distorted values and that will be part, God says, of His judgment on that man because of His jealousy for His own name and His own revelation of Himself.

    If the father however, on the other hand, loves and obeys the true and the living God, if He keeps the covenant of God and learns to love God and love neighbor, then God says His loving kindness is promised to be visited upon his children and that he will communicate to them a value system that is defined by the true and the living God. And that they will grow to honor God’s commands and God’s laws and be encouraged like their father to embrace the God of their fathers.

    Now, please hear me. I’m not saying that all the children of every Christian man will be converted and saved. I’m not saying that, anymore than I am saying that all the children of unconverted men can never be saved. But I am saying that it is often the case that true religion is in fact passed on from one generation to the next within the framework of godly parenting, and that it is often the case that parenting is God’s primary means of evangelizing, and that our belief in God and the values that come to us in conjunction with our worship and service of the true God, will in fact influence our children and our grandchildren.

    So I hope you can see why Paul includes the man as a father in his description of who’s qualified for the ministry. Paul tells the church, look, if you want to know whether or not a man is able to influence others with true religion, see what kind of influence he has on his own children. Because it’s the very nature of religion itself, false religion or true, that is conveyed by the fathers unto their children. So, if a man can spiritually influence his children for the true God, Jesus Christ, you can expect that he can spiritually influence others for the cause of Christ as well.

    So, in first Timothy chapter three verse four and five, Paul tells us of the man qualified with qualifications that are seen in his ability to parent his children, he must be one who manages his own household well, keeping his children under control with all dignity, “but if a man does not know how to manage his own household, how will he take care of the church of God?” Here Paul clearly connects the man’s leadership in the home with his leadership in the church. If he knows how to exercise authority and leadership in his home, he’ll take that same skill set and apply it in the same manner in his leadership in the church. If his leadership affects beneficiary results in the home, then the church can anticipate that that same leadership style will be beneficial in the church.

    So Paul says, he must be one who manages, that means to stand before, to preside, as president if you will, to lead and to guide, but to do so for the good of those who are being led, to do so as to give protection and help for the benefit of the child, to give proper order and exercise authority and maintain control of the situation so that it is for the good of those who are being led. They feel safe under the management of this leadership; things are not chaotic and out of control and people feel safe when things are well-managed. He must keep his children under control with all dignity that the child is submissive to the authority and rule of the father, the child is not like a slave who is brutalized and whipped into compliance like a beaten dog.

    Submission means that there is willingness to comply with authority, a willingness to follow the leader because they respect their father; they trust him, and they love him, and they want to please him. This is the kind of control, Paul says, that is dignified.

    I’ve seen parents, I’ve seen fathers who corral their kids in a demeaning way, humiliates the child. That’s not dignified. Our leadership is to give dignity to the child. It’s an ugly thing when children despise their father, and they do not respect him and give him abject service like a beaten slave, or when they scowl at him and scoff and roll their eyes and mock when they’re told to do something. That’s ugly; that’s not dignified. But it’s a beautiful thing to see a child want to please his or her father, to see a child take their father’s values into their hearts and make choices and begin to live in a way that meets the approval of their father. They’re learning to serve their father’s God, and that’s a beautiful thing.

    When the church sees the pastor’s children giving him loving obedience, attending upon the worship services respectfully, listening to their father’s preaching ministry and being affected by it, making choices as they grow up that show that they’ve embraced their father’s values, the church is given evidence that this man is not a hypocrite in his home. He owns the consciences of his children. He’s not one thing in the pulpit and another thing in private. He’s living with integrity and consistency so as to gain the approval of the conscience of his wife and of his children, and by their lives the pastor’s wife and children tell the church, “this is a trustworthy man; this is a faithful man; this is a man who is capable of influencing your souls for your spiritual good.” The wife and the children become part of his qualifications for the ministry.

    In Titus chapter one and verse six, “The man is to be a husband of one wife having children who believe, not accused of dissipation or rebellion.”

    Now, note again that the concern that the apostle has in verse six is that he must be above reproach. The pastor is to exemplify what a mature Christian believer is. Here is a man who knows how to apply the gospel to his most intimate relationships in his family. For once again, where will sin break into the pastor’s life if not in his relationship to his children and his children’s relationship to him? He needs to be able to lead them in the gospel and teach them to own their sin and to confess them and to press them to put their faith in Christ who died for sinners, and he also needs to go to them on those occasions when he has sinned against them and to ask them, “will you please forgive me?” So that the child learns the gospel from both sides, of the one who has sinned and the one who was sought forgiveness from. And the father teaches that. He applies the gospel. He’s above reproach.

    The credibility of the gospel and the name of Christ have integrity in his home life. If the pastor is not living out his faith in his home and his family, then the people have the right to ask the question, “Does the gospel make any difference?” If it doesn’t change the man who’s in the pulpit, does it change anybody? So Paul says he’s to have children who believe.

    As Pastor Meadows has already taught us in our conference, we are not to understand this phrase to mean that the elder’s children are required to be true believers, true Christians. To interpret the passage that way would make the father responsible for the faith of the child as if the father of the child could bring the child to new birth and give him the gift of faith and repentance. That’s not biblical; only the Holy Spirit can give regenerating life and faith and repentance to the child. Jesus tells us that our spiritual enemies would be found as members of our own household in Matthew ten thirty-four. Christians are going to be persecuted by members of their own household in Matthew ten twenty-one. Are pastors exempt from such things? No. What Paul is telling us rather, this word “belief” can be legitimately translated as “faithful” or “trustworthy” and “reliable.” It’s used five times in the Pastoral Epistles as the faithful sayings, this is a reliable saying, this is a faithful saying. It’s used in Matthew twenty-four forty-five, of the “good and faithful slave.”

    It describes potential ministers in 2 Timothy 2:2, “Commend these things to faithful men.”

    Likewise also, the child of a pastor should have this commendable faithfulness about him. Yes, we hope that a home that is governed by the gospel would be blessed with the promise of God’s loving kindness that is given in the second commandment, and that as we parent our children, we evangelize our children, and we pray for them, that the Spirit of God would break in our evangelistic discipline and instruction to them. But brethren, I cannot make my child believe. I cannot make my child truly repent. I cannot give my child the new birth. Only God can do that. But as a Christian father, as a pastor, I’m responsible to train my child to be faithful, to be trustworthy, to be reliable.

    And dear brethren, even unbelievers can do that. Even unbelievers can train their children to be reliable and to be trustworthy. Even if the child does not believe, even if he eventually rejects the faith of his father and leaves the God of his father and embraces a false religion and lives a life of a rebellious prodigal, the child is at least to be respectful of the father’s authority. Even, and especially however, if the child lives in the home of the father, he may be an unbeliever, but he is yet keeping that home without reproach. He’s yet keeping that home in good order.

    Remember, the home cannot bring discredit to the gospel, that’s Paul’s concern. That’s why he says, the child is not to be accused, you see, not to be accused of dissipation or rebellion. Again, the issue is “be above reproach,” don’t come under accusation. May the home be a commendation of a home that has biblical integrity. Dissipation means something loose, without any ethical principle, reckless and wild. Rebellion is an insubordinate, unsubmissive, anti-authority mentality. You see faithfulness, a child who believes, is contrasted with its opposite, not unbelief, but unruliness. That’s the opposite of faithfulness. The pastor should not raise disobedient, undisciplined children. The pastor’s children should not be spoiled brats who wreck havoc in the church, who don’t respect authority, who are not disciplined and who get their own way.

    Now the pastor may have a strong-willed child. The pastor may have four strong-willed children, and they require stern discipline. And the child may be hard to handle. So the church asks the question, “is the pastor exercising proper biblical response to that challenge?” God has mixed up this kid in his mother’s womb, and he is a bucking bronco from the age, what? Let me think of when I first started seeing these kind of things in my son. I mean, from a very young age I can remember things from my oldest boy in his crib that deserved discipline. What do we do with that?

    Well, the church needs to see, if you’ve got a strong-willed kid, are you bringing proper biblical discipline to bear upon the need of that child. If he’s a difficult child, are you just standing back and abdicating and saying, “Oh, what can I do? He’s a strong-willed child.” Or are you getting in the child’s face and being all the more disciplined. Is he being obedient to the bible in the way in which he’s disciplining his child? He may have a very, very compliant child. Not every pastor has compliant children. I wish we all had compliant children. We are not all given compliant children; some of us are give real challenges. Does that disqualify us from the ministry? No. The question is, are we rising to the challenge. Are we seeking to bring biblical discipline, or do we just ignore it and excuse it and let the child get away with things because we don’t have the leadership, we don’t have the strength of manhood to confront a child.

    The subject of how to raise a child in biblical love and discipline is a matter that we cannot discuss, but it is a subject that a pastor is expected to know and to exemplify. The pastor must know what the bible says about training his children, and he must demonstrate to church that he has a commendable competence in being able to love and discipline those who are under his authority.

    So when the church sees that he is not letting that rebellious kid get away with things, then the church is encouraged because the church will know that there will be people who will come into the ranks of the church community who are going to test and try biblical authority. Is the pastor going to let them get away with that? If we get a wolf that comes into the flock and who is an intimidating personality and who is an aggressive, willful person, is the pastor going to be intimidated by that? Is he going to stand back from that? How do you know? Well, he’s got an intimidating, willful son, what’s he doing about that? Throwing up his hands and saying, “Oh, what can I do?” My kid, no, the kid is being disobedient, again? Yep. Grab him, take him, and we go in and we discipline him.

    I remember my wife and I one time, lying down in bed together, exhausted, my first son, I said to her, “How many times did you spank him today?” She asked me, “how many times did you spank him today?” And we rejoiced we were finally under, we were finally into single digits. Less than ten spankings, we’re making improvement.

    The issue is not whether or not you’ve got a bucking bronco. Personally, I’d rather have a bucking bronco because once you get a saddle on them, they can really run, you know. The issue is, are you putting the saddle on him? Are you corralling him? Are you disciplining him? That’s the concern that’s going to bear upon the reputation of the home. That’s the answer to whether the home is biblically ordered. That’s the issue as to whether the home will withstand the accusations and the slanders of those who want to bring discredit to the ministry. That’s Paul’s concern, “be above reproach; be above reproach.” That’s the priority of the pastor, his own spiritual health and the health of his wife and his children. The pastor is a Christian man, but he’s been given gifts by the spirit that enable him to influence others spiritually, to show by his example and to teach them from the Scriptures and to direct them with the servant like authority of Jesus Christ whereby he sacrifices himself in the giving of himself to lead and compels with kingdom authority others to follow him as he follows Christ. If a man has the gifts to so influence others in that way, those gifts and that leadership influence will be evidenced in his life and in his children. And when he exercises authority he will do so as an expression of the authority of Jesus Christ whereby we are authorized to love, we are authorized to love.

    So, you’re glad your wife’s not here today? What would your children say if you asked them, please come here and give testimony to these brethren of your leadership in the home. Would they embarrass you or would they commend you. Now, they know that you’re not a perfect man. They know you’re not a sinless man. But do they know that you’re a sincere man? Do they respect you because they know that they see you honestly struggling with your sins according to the gospel, they see you honestly bringing the gospel to bear on their sins, they see you honestly giving leadership in the home for their spiritual good, they see you as a man of integrity without hypocrisy and they respect you and they love you for it? Even though they see you at your worst, and they see you in your weakness, and they see you in your sin, yet with all, do they see you as a man of the gospel?

    Your wife and your children are priorities for you as a pastor. If you be a faithful servant of Christ, a faithful minister of the word, to love His sheep and direct them into green pastures as good shepherd, then first, tend to your own spiritual health and then minister the gospel to your wife and to your children, and may the spirit make you into a godly man, a true shepherd of the people of God, whose wife and children will thank you that you were called into the ministry and learned to love them and to love others with the gospel of Jesus Christ. Amen.

    Let’s pray:

    Our Father, our consciences are convicted for we all know that in many things we all offend. We know how easy it is for us to neglect the nurture of our wives, to neglect the discipline of our children. And we know how wicked we can be and make excuses for ourselves even with the ministry, and convince ourselves that we’re justified in our neglect because we’re so busy in the work of the ministry. Father, forgive us and give to us a fresh resolve. May it be that when we return to our wives and children at the end of this week, that our wives would say to us, “You seem different, what happened?” And we’ll look at them and say, “God the Holy Spirit has convinced me that I need to love you and our children with greater gospel love.” Father, give to us firm resolve to be godly men before you, before our wives and our children, and grant the answer to our prayers that indeed we might see each one of our sons and daughters in the kingdom of God, that we might with our wives know the grace and the love and the triumph of the gospel in our homes that You might be the God of our homes, the God of our children, the God of our grandchildren. Father, own your gospel by your Spirit in our marriages and in our parenting. We plead these things that we in these things might be servants of Christ, commending the ministry and ministering the Word of truth by the power of the Spirit to the consciences of men for the triumph of our glorious king and savior Jesus Christ, in whom we pray, Amen.

    © Copyright | Derechos Reservados[/toggle][/accordian][/two_third]

  • 2008 Pastors’ Conference | The Pastor’s Care of Himself

    [two_third last=»yes» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» hover_type=»none» link=»» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ animation_offset=»» class=»» id=»»][fusion_text]Cómo debe cuidar el pastor de sí mismo[/fusion_text][separator style_type=»none» top_margin=»» bottom_margin=»» sep_color=»» border_size=»» icon=»» icon_circle=»» icon_circle_color=»» width=»» alignment=»» class=»» id=»»][accordian divider_line=»» class=»» id=»»][toggle title=»Video» open=»no»][/toggle][toggle title=»Audio» open=»no»]

    [dlaudio link=»https://www.conferenciapastoral.org/wp-content/uploads/Sermones/2008-05-06-The-Pastors-Care-of-Himself-Alan-Dunn.mp3″]Download Audio[/dlaudio][/toggle][toggle title=»Texto en español» open=»no»]Cómo debe cuidar el pastor de sí mismo

    Hoy, en nuestra primera hora, vamos a considerar cómo debe cuidar el pastor de sí mismo, cómo debemos hacer de nuestra vida espiritual, en particular, una prioridad.

    Luego, en nuestra segunda hora, veremos el cuidado que el pastor debe tener de su familia ya que consideraremos nuestras responsabilidades en cuanto a nuestras esposas y nuestros hijos. En las demás reuniones en las que estaré ministrando, analizaremos todo el asunto de la adoración según las normas bíblicas.

    Sin duda una de nuestras prioridades en el ministerio pastoral consiste en guiar al pueblo de Dios hasta su presencia, por medio de una adoración según se estipula en las Escrituras. Por ese motivo, también tocaremos ese tema esta semana. Cada una de esas prioridades es tan importante y se puede abrir hasta tal punto que se podría predicar muchos sermones sobre cada uno de esos temas.

    Por consiguiente, nos limitaremos a examinarlos teniendo en mente que nuestro llamamiento es algo muy importante, que nuestra vida como pastores es muy seria a la luz del juicio venidero de Jesucristo.

    Cuando vamos a primera de Corintios capítulo tres, empezando desde el versículo diez y hasta el quince, nos encontramos con estas palabras que son especialmente relevantes para nosotros como pastores:

    “Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como sabio arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica sobre él. Pero cada uno tenga cuidado cómo edifica encima. Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo.

    Ahora bien, si sobre este fundamento alguno edifica con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada uno se hará evidente; porque el día la dará a conocer, pues con fuego será revelada; el fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno.

    Si permanece la obra de alguno que ha edificado sobre el fundamento, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida por el fuego, sufrirá pérdida; sin embargo, él será salvo, aunque así como por fuego”.

    Cada uno de nosotros está intentando construir sobre el cimiento colocado por el Evangelio apostólico. Ese fundamento es Cristo Jesús y este pasaje nos advierte, más bien nos insta, que seamos muy cuidadosos con lo que edifiquemos sobre él en nuestro esfuerzo por ver iglesias locales edificadas como templos vivos para que la presencia del Espíritu Santo pueda morar en ellos. Se nos debe decir, de hecho se nos dice, que tengamos mucho cuidado con los materiales que utilicemos, que nos aseguremos de que son a prueba de fuego porque serán depurados y purificados en la hoguera del juicio de Dios.

    Por consiguiente, debemos evitar el uso de cualquier cosa que pudiera considerarse heno, madera o paja y edificar con las cosas preciosas del oro, la plata y las piedras preciosas. Jesús nos va a pedir cuentas de nuestro ministerio. Nos preguntará qué hemos hecho con su palabra. Querrá saber en qué estado se encuentra su rebaño, cómo hemos honrado y defendido su nombre en medio del mundo de los hombres perversos.

    Al leer Mateo veinticinco, nuestro deseo es que podamos oír esas palabras de la boca de nuestro Señor y Salvador en aquel día en que rindamos cuenta. Nuestro anhelo es oírle decir, con las mismas palabras que en Mateo veinticinco, versículo veintitrés:

    “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”.

    Nuestra oración es que esta conferencia nos ayude a cada uno de nosotros a dar prioridad a las cosas que son más importantes para nuestro Señor. Así podremos edificar sobre el fundamento que es Cristo, con ese material que le honrará, que pasará la prueba del fuego y que será un elogio para la gracia de Dios que produce en nosotros un fiel ministerio, para loor y gloria de Cristo.

    Bien, con esta perspectiva introductoria que acabamos de hacer, consideremos durante esta hora el cuidado que el pastor debe tener de sí mismo.

    ¿Cómo debe cuidar el pastor de sí mismo?

    Lo primero de todo es ser conscientes de cuál es el método de Dios.

    El procedimiento de Dios es que sean hombres piadosos. Aquí recalco lo que oímos ayer en boca del Pastor Meadows: la forma en que el Señor designa a hombres piadosos para que sean pastores. Los utiliza para poner las cosas en orden y llevar a cabo las reformas que darán lugar al liderazgo que el pueblo de Dios necesita. Ese es el método de Dios.

    De modo que debemos empezar por nosotros mismos si vamos a comenzar con las prioridades que Dios quiere que consideremos. Debemos acometer la tarea primeramente en nosotros mismos y ejercer ese ministerio en nuestra propia alma. ¿Por qué? Porque este es el método de Dios.

    Cuando leemos el comienzo del Evangelio de Juan, vemos algo muy significativo. Nos encontramos en el principio de una nueva era de la historia redentora. Dios está a punto de moverse con gran poder y gracia, anunciando las palabras del Evangelio, la venida del Mesías. Juan nos dice en el capítulo uno, versículo seis:

    “Vino al mundo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan”.

    Cuando Dios obra para su gloria y para beneficio de su pueblo, emplea un método que es el siguiente: envía a un hombre. No envía a un ángel para que pastoree a su pueblo; envía a hombres. Estos hombres se han convertido y han recibido el Espíritu Santo. Este les ha dado dones que les cualifica para que sean un regalo para la iglesia, para pastorear el rebaño de Dios.

    Su método no es enviar un nuevo programa. No se trata de una nueva técnica de misión. Él envía a un hombre… a hombres. El cristianismo no es un mero sistema de doctrina teológica. No es un simple orden de adoración o un ritual. No es una mera organización o una estructura religiosa. Es esencialmente la transformación de hombres caídos que pasan a conformarse a la imagen de Jesucristo. Es algo evidente; el cristianismo es algo principalmente manifiesto en el hombre.

    En Romanos capítulo ocho, versículo veintinueve vemos el propósito de Dios cuando leemos:

    “Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos”.

    Esta es la meta de nuestra salvación: ser conformados a la imagen de Jesucristo, el primogénito de su familia que lleva su semejanza. El fin del cristianismo es la transformación de un pecador que pasa a tener la semejanza de Cristo.

    ¿Qué hace Dios cuando empieza a aplicar este método, cuando acomete este proceso de conformar a los pecadores a la imagen de su Hijo? Pues bien; vayamos de nuevo a Juan capítulo uno y ahora al versículo catorce:

    “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

    Este es el procedimiento de Dios. Cuando Dios lleva eficazmente a cabo los propósitos de su salvación, su palabra se hace carne. No se limita a enviar un simple programa. No escribe algo en el cielo. Él viene en carne. La encarnación de la segunda persona de la divinidad, la vida y el ministerio, la crucifixión, la resurrección, la ascensión, la exaltación al trono de Dios, la segunda venida y la resurrección de los muertos, todo está relacionado con la gloria de Dios revelada en carne humana.

    El ministerio del Hijo de Dios se lleva a cabo bajo la forma de un hombre divino. Este es también el método que Dios utiliza para tratar con su pueblo: dar el ministerio para que se lleve a cabo en carne humana, por medio de hombres santos, piadosos, que son encarnaciones personales de la verdad.

    Ellos mismos son la encarnación de su mensaje. Son como Cristo, la Palabra hecha carne, pero no como Dios encarnado sino como encarnación de la verdad. Sus vidas, sus palabras, sus actos, sus relaciones son un despliegue del ministerio de Cristo a su pueblo.

    Así pues, debemos dar prioridad a ministrarnos a nosotros mismos como pastores, a cuidarnos a nosotros mismos y a alimentar nuestras propias almas, nuestra propia salud y vigor para que en la totalidad de nuestro ser humano podamos ser la encarnación del mensaje que estamos comunicando a nuestra gente.

    Si no estás nutriendo tu propia salud, no podrás comprometerte en el ministerio porque es una tarea muy exigente y un trabajo agotador. Para ser el instrumento que Dios quiere que seas, tu estado de salud debe ser el mejor posible. De este modo tendrás la energía necesaria y podrás cumplir con todos los compromisos que te impone su palabra. Serás capaz de llevar adelante tus interacciones con el pueblo de Dios, así como tus responsabilidades con las fuerzas de las tinieblas, en el campo de batalla.

    Por consiguiente, vemos que el método de Dios es Juan uno, versículo seis: “Vino al mundo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era…” y aquí podéis poner vuestro propio nombre porque ese es el medio que Dios está empleando, cualquiera que sea el lugar en el que te ha puesto. Tú eres el método de Dios. Eres el hombre con nombre que Dios envió al lugar en el que Él te ha puesto.

    Cuando el Apóstol Pablo habla a los pastores en Hechos capítulo veinte, les dice que la salud espiritual debe ser su prioridad. En el versículo veintiocho de ese mismo capítulo dice así: “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre”.

    Antes de que podáis tener cuidado del rebaño de Dios, pastorearlo y ocuparos de la posesión más preciosa comprada por Cristo, debéis cuidaros a vosotros mismos. De igual manera, en primera de Timoteo capítulo cuatro, leyendo desde el versículo catorce encontramos:

    “No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio”.

    Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento sea evidente a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza; persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan”.

    Aquí, Pablo dice al joven Timoteo: no puedes descuidarte a ti mismo, no puedes dejarte absorber por el trabajo del ministerio hasta el punto de ser negligente con la alimentación de tu propia alma. Debes ser un ejemplo de la imagen del crecimiento en gracia. Tu progreso debería ser algo evidente para los demás. Por consiguiente, cuídate, préstale una atención especial a cultivar tu salud espiritual y también la física.

    Pablo estaba preocupado por el estómago de Timoteo y también por su espíritu. Eres el método de Dios. No estás presentando un programa sino que tú mismo eres ese programa. No estás mostrando un nuevo artilugio: tú eres el método de Dios. Eres el hombre que encarna el mensaje, debes cumplir su ministerio siendo tú mismo la encarnación personal del ministerio.

    Robert Murray M’Cheyne dice:

    “Sois la espada de Dios, su instrumento, un vaso escogido para llevar su nombre. El éxito dependerá en gran medida de la pureza y la perfección del instrumento. Dios no bendice los grandes talentos sino el parecido con Cristo. Un ministerio santo es una arma terrible en la mano de Dios”.

    El método de Dios es un hombre piadoso.

    En primer lugar, debemos estar conscientes de cuál es el método de Dios: el método de Dios es un hombre piadoso.

    En segundo lugar, el pastor debe ser un verdadero cristiano. Puedes pensar: “bueno, sobra decir que un pastor debe ser un verdadero cristiano”.

    Pero cuando piensas en lo que es un pastor y cuando te preguntas a ti mismo: “¿por dónde debo empezar si me tengo que dirigir a pastores para hablarles de su salud espiritual?” pues tengo que hacerlo diciendo: “queridos hermanos, tenéis que haber nacido de nuevo. Debes haber sido verdaderamente regenerado porque si no estás vivo espiritualmente, no sirve de nada que te hable sobre tu salud espiritual”.

    No voy al cementerio para hablarle a las lápidas sobre qué tipo de dieta deberían llevar o si están haciendo suficiente ejercicio. Están muertos. Es inútil hablar a los hombres sobre mantenerse espiritualmente saludables a menos que primero grabéis en su conciencia la necesidad del nuevo nacimiento, de haber sido verdaderamente convertidos, de tener una unión real con Cristo por medio de la fe y el arrepentimiento.

    Todo esto tiene que ocurrir antes de que seas pastor. De hecho tienes que ser un cristiano verdadero, un discípulo genuino de Jesucristo, no un cristiano oficial, hipotético o simplemente por cultura.

    En Hechos capítulo catorce leemos desde el versículo veintiuno:

    “Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que perseveraran en la fe, y diciendo: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.

    Después que les designaron ancianos en cada iglesia, habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”.

    Sugiero que los primeros ancianos que se nombraron fueron elegidos de entre los discípulos. Antes de ser ancianos fueron discípulos. Eran parte de esa iglesia local.

    Un discípulo es alguien que ha recibido una nueva vida por medio del Espíritu Santo, que ha puesto su confianza y su fe en Jesucristo tras haberse arrepentido de sus pecados y que ha decidido seguir a Cristo como su Señor y su Salvador. Es un verdadero cristiano; punto final.

    Antes de que podamos hablar sobre el ejercicio de sus dones, de su ministerio, su identidad fundamental y espiritual es: verdadero cristiano y discípulo de Jesucristo.

    Estoy seguro de que todos nos hemos encontrado con personas que se llaman cristianos porque nacieron en el seno de una familia que asiste a la iglesia; porque no son musulmanes, budistas o hindús. ¿Entonces qué son? “Bueno, pues pienso que debo ser cristiano. Vivo en los Estados Unidos, supongo que soy cristiano”. Pero están hablando de algo tradicional, cultural, algo que han adquirido por medio del contexto social de su familia.

    Hay países en los que en vuestro documento de identidad figura la religión. ¿Eres musulmán? ¿Eres cristiano? ¿Qué eres? Si alguien pregunta: ¿eres cristiano? La respuesta es: ¡Por supuesto que lo soy, aquí tienes mi tarjeta! ¿Te convierte eso en un cristiano?

    Me he encontrado con hombres que estaban en el ministerio. Si preguntas ¿por qué razón estás en el ministerio? Contestan: bueno, mi padre ya lo estaba y ahora yo también. Es un buen trabajo, consigues prestigio, respeto y me gusta la obra del ministerio. Leo libros, hablo con las personas y… bueno es parte del modo en el que mi padre me educó.

    Pues bien, esos hombres no están cualificados para el ministerio porque no son verdaderos cristianos. Su ministerio es un trabajo cuyo propósito es sostener las tradiciones de una subcultura. No se dedica a fomentar la vida, la energía y la vitalidad del reino de Dios.

    Si un pastor va a cultivar su propia salud espiritual primero debe estar espiritualmente vivo. Por consiguiente, empezamos por preguntarte si has nacido de nuevo.

    ¿Te has convertido realmente? ¿Tu confianza en Cristo se basa solo en la fe? ¿Te has arrepentido y has dejado atrás tus pecados, confiando en la misericordia de Dios, por medio del poder limpiador de la sangre de Jesucristo?

    El pastor debe ser un verdadero cristiano. Como pastor, como cristiano, según vemos en Filipenses tres, debe tener un hambre gradual por conocer a Jesucristo y crecer en su conocimiento. Aparte de la obra del ministerio, de las labores de la preparación de sermones, del consejo pastoral y de todo el trabajo administrativo, para ver que lo que subyace en la mente es la edificación; ¿qué somos sino simples discípulos de Jesucristo que se esfuerzan por crecer en el conocimiento y la experiencia de Él?

    En Filipenses capítulo tres, desde el versículo ocho, Pablo dice:

    ”Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte”.

    Aquí tenemos el hambre, el apetito de un hombre espiritualmente saludable. Quiere alimentarse para tener una mayor energía en Cristo. Conocer a Cristo implica tener conocimiento de mi pecado, haber sido perdonado, tener la justicia que la Gracia de Dios me otorga en base a la obra de Jesucristo para que yo pueda ser justificado en Él. No se trata de una justicia propia sino de aquella que viene con la fe en Cristo.

    Conocer a Cristo significa estar dispuesto a sufrir con Cristo y en esa aflicción experimentar el triunfo de la resurrección, el poder y la esperanza de las glorias venideras. Esto es vida espiritual, esta es la energía que ciñe todo lo que estamos haciendo en la obra del ministerio. Conocer a Cristo es algo que debemos perseguir hasta el fin de nuestros días.

    Pablo dice más tarde en este mismo pasaje:

    “Hermanos, yo mismo no considero haber lo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante”.

    ¿De qué se trata? De conocer a Cristo. Este es el hombre piadoso, el instrumento de Cristo en su iglesia. No es un hombre que se limita a hacer la obra del ministerio sino que es un verdadero discípulo de Jesucristo que procura estar con Cristo, conocerle, crecer unido a Él y vivir constantemente con Él.

    Así pues, cuando hablamos acerca de la salud espiritual, nos referimos a esto, al afán de conocer a Jesucristo, pero de una forma empírica.

    En primer lugar, debemos entender que el método de Dios es utilizar a hombres piadosos.

    En segundo lugar, debemos comprender que esto significa que, por descontado, tenemos que ser verdaderos cristianos, discípulos bíblicos cuyas vidas estén orientadas hacia Cristo, ser conformados a Él, conocerle, andar con Él.

    En la base de todo lo que tenemos que hacer como pastores, ya sea que nuestro ministerio se centre en la predicación, la enseñanza, que seamos consejeros o administrativos, o cualquier otro servicio que el Señor nos haya dado en la iglesia, somos discípulos de Cristo que tienen hambre de Él, de conocerle y de ser como Él.

    Bien, esto implica en tercer lugar, que el pastor debe ser disciplinado en su devoción por Jesús.

    Como discípulos, como personas que estamos bajo la disciplina de nuestro Señor, nuestra vida tiene que estar marcada por ciertas normas, ciertos ejercicios, hábitos regulares de devoción a Jesucristo.

    El propósito es conocerle, crecer en nuestro saber acerca de su identidad, tener comunión con Él e ir siendo conformados a Él. Pablo insta a Timoteo a todo esto en la primera carta que le escribe, capítulo cuatro y versículo siete:

    “Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas.
    Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad”.

    Disciplínate; en el inglés tenemos la palabra “gymnasium” que procede de esta palabra disciplina. Ir al “gym”, a la sala de ejercicios y allí ejercitar un cierto grupo de músculos. Acércate a un hombre que esté haciendo pesas y dile: “¿sabes? Te vi la semana pasada y estabas haciendo pesas. Ya es suficiente ¿no? Ya lo has hecho, no necesitas hacer más. ¡No es así!

    Tengo que repetir una y otra vez el ejercicio para fortalecer esos músculos en particular. Así pues, no se trata de haber leído la Biblia una vez y esto es todo lo que tenemos que hacer. Hemos orado y… ¡No! Hay repetidos ejercicios que debemos cultivar como hábitos para disciplinarnos en la piedad.

    ¿Qué implica esto? Bien, implica ciertamente el hecho de que el pastor debe cultivar la disciplina de la lectura devocional de la palabra de Dios. Como discípulos no debemos acercarnos a nuestra Biblia con el único propósito de encontrar algo sobre lo cual podamos predicar en nuestro ministerio a los demás.

    Debemos ir como María y sentarnos a los pies de Cristo y ser ministrados como discípulos. Nos acercamos a la palabra de Dios para alimentar nuestra alma, sustentar nuestra propia salud espiritual, no para hacer nuestro trabajo sino para seguir teniendo una buena salud espiritual.

    Tenemos que alimentar nuestra alma con las Escrituras; debemos conocer nuestra Biblia. ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo se llega a conocer este libro? Puedo frotarme con él a ver si penetra en mí, pero ¡Esto no es lo que hay que hacer! Tienes que abrirla y leerla. Tienes que leerla de una forma disciplinada, sistemática y regular.

    En el Salmo uno, desde el versículo uno al tres leemos:

    “¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche! Será como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera”.

    En lugar de llenar nuestra mente con las palabras de los políticos, los artistas y los necios de este mundo, debemos deleitarnos en las palabras de nuestro Dios. Nuestra mente debe ocuparse día y noche en el consejo y las palabras de las Escrituras.

    En el Salmo ciento diecinueve vemos el amor que el salmista siente por la palabra de Dios. Es algo patente a lo largo de todo este capítulo del libro de los salmos, a lo largo de todo este salmo… pero observa lo que dicen los versículos ciento cuarenta y siete y ciento cuarenta y ocho:

    “Me anticipo al alba y clamo; en tus palabras espero. Mis ojos se anticipan a las vigilias de la noche, para meditar en tu palabra”.

    Este hombre se acerca disciplinadamente a la palabra de Dios. Se levanta por la mañana, comienza el día orando y centra su mente en la palabra del Señor. Dice:

    “por la noche espero las vigilias y las anhelo porque entonces todo se acaba y puedo por fin meditar de nuevo en la palabra de Dios”.

    Existe un acercamiento disciplinado por la mañana y por la noche a la palabra de Dios; es algo regular. No vas a conocer el contenido de tu Biblia de forma accidental. Es algo que ocurrirá intencionadamente y será porque tengas un plan, porque hayas tomado la decisión de sacar el tiempo para hacerlo y lo harás con convencimiento, con coherencia en la costumbre de una lectura devocional de la palabra de Dios.

    Necesitas apartar tiempo para poder leer todo el Antiguo Testamento y también el Nuevo:

    Escrito está: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

    En Mateo capítulo veintidós, Jesús está tratando con los fariseos y los acusa y les recrimina por esta misma deficiencia: que no conocen el contenido de su Biblia. Forman el clero profesional que tiene más conocimiento sobre las tradiciones de los hombres que sobre las palabras de Dios. En Mateo capítulo veintidós, empezando a leer desde el versículo veintinueve dice:

    “Pero Jesús respondió y les dijo: Estáis equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios. Porque en la resurrección, ni se casan ni son dados en matrimonio, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo. Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído […]?”

    En muchos versículos de los Evangelios donde formula esa pregunta a los fariseos “¿no habéis leído?” se está dirigiendo a esos hombres que constituyen el clero profesional y les pregunta a ellos específicamente: “¿Qué estáis leyendo?”. Bueno, este libro de teología, este libro de historia y… Lo que Él les está diciendo es: “¿No estáis leyendo vuestra Biblia? ¿No estáis leyendo vuestra Biblia? ¿No sabéis lo que dicen las Escrituras?”.

    En Colosenses capítulo tres, versículo dieciséis el Apóstol Pablo alienta a los cristianos. Nosotros también necesitamos recibir estímulo por medio de la amonestación de Colosenses tres, dieciséis:

    “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros […]”.

    Debes conocer tu Biblia. Debes leer tu Biblia. Debes hacerlo sistemáticamente, en una forma disciplinada, habitual y devocional con respecto a Jesucristo, como discípulos suyos.

    El pastor no solo debe disciplinar su lectura devocional de la palabra de Dios, sino que debe cultivar también la de la oración secreta, ¡oración secreta! En Mateo capítulo seis, versículos cinco y seis dice:

    “Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.

    No estamos hablando sobre dirigir a la congregación en oración. Nos referimos a la oración secreta, a solas con Dios en oración. Cuando nadie más te ve, ni te oye, ni comentará sobre la forma tan bonita en la que haces tus frases. “Cuando oréis”; Jesús supone que sus discípulos lo harán a solas, buscando el rostro de su Padre celestial.

    En el Salmo cinco, desde el versículo uno al tres leemos:

    “Escucha mis palabras, oh Señor; considera mi lamento. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque es a ti a quien oro. Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré”.

    Sugiero que hay razones bíblicas para exhortaros a comenzar el día orando en la presencia de Dios. Esto es lo que David está haciendo aquí; es lo primero que hace por la mañana. Ordena sus oraciones y alza su voz a su Dios.

    En Marcos capítulo uno y versículo treinta y cinco vemos que esta era, de hecho, la costumbre de nuestro Señor Jesucristo:

    “Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba”.

    Jesús se levantaba temprano para estar a solas con su Padre. Permitidme una pregunta. Sé que estáis muy ocupados y algunos de vosotros estáis llevando la obra del ministerio junto con otros trabajos, que tenéis una esposa e hijos y que las exigencias son constantes y estresantes. ¿Cuándo vais a encontrar el tiempo? Sugiero que sea lo primero que hagáis por la mañana; es un modelo bíblico.

    ¿Tienes un momento concreto para orar en secreto, de forma personal, como hábito de vida comprometida y disciplinada? Si solo oras cuando te apetece verás como pronto tus sentimientos se esfuman y dejarás de hacerlo. Tienes que tener unos principios; necesitas ser disciplinado; necesitas comprometerte con una disciplina y un patrón al que te vas a dedicar.

    Lamentablemente podemos convertirnos en formalistas aun en nuestras devociones privadas y actuar por inercia, sin que el corazón esté verdaderamente comprometido. Necesitamos orar para que Dios nos dé la experiencia de conocer a Jesucristo utilizando el medio de gracia.

    En Filipenses capítulo, perdón, Efesios capítulo tres, desde el versículo catorce:

    “Por esta causa, pues, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra, que os conceda, conforme a las riquezas de su gloria, ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior, de manera que Cristo more por la fe en vuestros corazones; y que arraigados y cimentados en amor, seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”.

    Necesitáis orar para experimentar que Jesucristo os está amando. No se trata de venir y llevar a cabo vuestras devociones, simplemente, leer los versículos, orar y poner la marca de haber cumplido con la obligación. Pero orar para ser fortalecidos por el Espíritu requiere que tengas la experiencia de sentir que Cristo está presente contigo, y tú con Él; tienes que sentirte amado por Él y tú tienes que expresar un amor genuino por Él.

    Hazte estas preguntas:

    ¿Tengo que esforzarme para que mi vida devocional sea regular?
    ¿Estoy convencido de que estas disciplinas básicas son fundamentales para ser un verdadero discípulo de Jesucristo? ¿Entiendo que antes de ser pastor, soy un discípulo, un cristiano? ¿Comprendo que como alguien espiritualmente vivo debo ejercitarme, y disciplinarme para santidad?

    Ahora bien; sé que todos nos saltamos alguna vez el tiempo del devocional. Sé que algunas veces podemos pasar días sin tener un compromiso devocional concentrado y disciplinado con la palabra de Dios y con Jesucristo, pero no deberíamos sentirnos satisfechos de ello.

    Debería causarnos dolor, debería llevarnos a un nuevo arrepentimiento, a una decisión renovada. Este es el camino por el que debemos andar y tenemos que hacerlo hasta que crucemos la línea de meta, hermanos.

    “Yo solía tener una buena vida devocional disciplinada, pero ahora he pasado de ello y…” ¡No! Las costumbres devocionales de oración y lectura de la palabra de Dios tienen que caracterizar al verdadero hombre piadoso a lo largo de su vida. El pastor tiene que ser disciplinado en su devoción por Jesús.

    En primer lugar, debemos entender que el método de Dios es utilizar a hombres piadosos.

    En segundo lugar, debemos comprender que esto significa que tenemos que ser verdaderos cristianos, discípulos bíblicos cuyas vidas estén orientadas hacia Cristo.

    En tercer lugar, el pastor debe ser disciplinado en su devoción por Jesús.

    Y ahora en cuarto lugar, el pastor debe mantener una buena conciencia delante de los hombres y delante de Dios. Debe hacerlo.

    Sugiero que lo más importante que poseemos como hombres, como pastores, y como cristianos es una buena conciencia.

    Cualquiera que sea el tipo de casa en el que vivamos y el coche que tengamos, nuestra posesión más valiosa es una buena conciencia. No importa cuál sea el tamaño de tu biblioteca, esta no es tu más preciada pertenencia.

    A veces entramos en casa de algunos hombres y su biblioteca es inmensa. Y uno piensa: ¡Vaya! ¡Qué patrimonio! Pero lo más valioso que uno puede poseer es una buena conciencia. Una conciencia comprometida os debilitará desde el interior.

    Contristaréis al Espíritu Santo y perderéis el poder espiritual necesario para tener influencia sobre el alma de otras personas. Estaréis inquietos. Os volveréis renuentes a utilizar la espada porque cuando la desenvainéis, cortará vuestra propia conciencia. Por esta razón, la mantenéis enfundada no sea que haga agujeros a vuestra propia conciencia. Así pues, empezamos a dejarnos llevar por la inercia.

    ¿Sabéis? Influenciamos a los demás y a la cultura en la conciencia, así es cómo somos la sal de la tierra y la luz del mundo.

    Debemos iluminar nuestra conciencia con la luz de la palabra de Dios. Si nuestra vida no condena o convence la conciencia de los demás no seremos capaces de influenciarlos para llevarlos al Señor Jesucristo.

    El poder del ministerio es mantener una buena consciencia.

    En Hechos capítulo veinticuatro y versículo dieciséis, esto es lo que Pablo declara:

    “Por esto (en vista de la seguridad de la resurrección tanto de los justos como de los impíos) yo también me esfuerzo (lo convierto en mi prioridad y hago todo lo posible) por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres”.

    ¿Qué implica mantener una buena conciencia delante de Dios? Bueno, ciertamente significa esto: que no escondes el pecado del Señor. Que no te pones una hoja de higuera ni te escondes detrás de un arbusto intentando apartarte de la vista y de la mirada de Dios.

    ¿Sabéis una cosa? El pecado nos engaña. Trata de convencernos para que lo aceptemos en nuestra vida y que lo toleremos. Nos dice que no nos va a dañar tanto como pensamos.

    Pero Jesucristo percibe la presencia del pecado y, a menos que lo reconozcamos y lo confesemos, si lo escondemos, debemos pensar que Él lo ve de todos modos. Y esto será una separación en nuestra comunión con Él. Y nuestra alma empezará a distanciarse de Él porque Cristo no tendrá comunión con nosotros mientras abracemos nuestros pecados con afecto y los aceptemos.

    El pecado nos endurece, nos ciega, nos ensordece; nos hace insensibles al ministerio del Espíritu. Si tienes principios y estás comprometido con la disciplina de la oración secreta, esta será la mayor parte del tiempo la ocasión en la que el Espíritu se reunirá contigo en tu lectura regular de la palabra de Dios y en tu hábito de la oración secreta.

    Te confrontará con el pecado al que te has acomodado. Vienes a la presencia de Dios como un discípulo y el Espíritu está presente para exponer tu pecado. En el Salmo 139 dice:

    “Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido. Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos. Tú escudriñas mi senda y mi descanso, y conoces bien todos mis caminos. Aun antes de que haya palabra en mi boca, he aquí, oh Señor, tú ya la sabes toda.

    Por detrás y por delante me has cercado, y tu mano pusiste sobre mí. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; es muy elevado, no lo puedo alcanzar. ¿Adónde me iré de tu Espíritu, o adónde huiré de tu presencia?”.

    ¿Qué podemos esconder de Dios? Todos nuestros pensamientos, todas nuestras palabras, nuestras acciones están expuestas delante del Señor y Dios.

    En el Salmo diecinueve, desde el versículo doce leemos:

    “¿Quién puede discernir sus propios errores? Absuélveme de los que me son ocultos. Guarda también a tu siervo de pecados de soberbia; que no se enseñoreen de mí.

    Entonces seré íntegro, y seré absuelto de gran transgresión. Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Señor, roca mía y redentor mío”.

    Esta es una oración en la que el corazón está abierto y los pecados quedan expuestos, en la lectura regular de la palabra de Dios. Eres un discípulo disciplinado de Cristo e irás a esos textos que te obligan a introducir estas palabras en tus oraciones y a abrir tu corazón y decir: “Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido”.

    En el Salmo cincuenta y uno tenemos la oración de confesión:

    “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones. Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí.

    Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas.

    He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú deseas la verdad en lo más íntimo, y en lo secreto me harás conocer sabiduría.

    Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría; que se regocijen los huesos que has quebrantado.

    Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de tu presencia, y no quites de mí tu santo Espíritu.

    Restitúyeme el gozo de tu salvación, y sostenme con un espíritu de poder. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”.

    Antes de entrar en un ministerio público en el que tendré que tratar con pecadores e instruir a otros acerca de la palabra de Dios, debo saber que estoy limpio en la presencia de Dios y esto no puede ocurrir si estoy escondiendo algún pecado.

    No puede ocurrir si estoy evitando pasajes como este y no trato con ellos dentro de mi corazón. El pecado. Mantener una buena conciencia con Dios significa que no estoy escondiendo mi pecado, que no estoy ignorando lo que Dios quiere que haga. No me estoy negando a hacer lo que Él me ordena. Estoy haciendo su voluntad y estoy dispuesto a cumplirla de forma que cualquiera que sea el deber que encuentre en mi Biblia, me sentiré deseoso de andar por el sendero de ese deber.

    Tener una buena conciencia delante de Dios significa que no estoy rechazando o negando nada de lo que el Espíritu me va a enseñar de la palabra de Dios. Significa que estoy dispuesto a someter mi mente a lo que la Biblia enseña, aunque descubra que algunas de las cosas que he creído durante mucho tiempo se ven retadas por las Escrituras.

    Estoy dispuesto a arrepentirme, no solo de la actividad no bíblica, sino también de los pensamientos que no lo son y a someter mi mente a la palabra de Dios.

    Conservar una buena conciencia delante de los hombres significa que estoy dispuesto a resolver cualquier área de discordia en mis relaciones con los demás. Como veremos en nuestra próxima hora, mantener una dinámica espiritual saludable en mi matrimonio y en mi relación con mis hijos también significa que no estoy permitiendo que mis pecados dañen mi relación con mis colegas líderes en la iglesia o con el pueblo de Dios, entre los que vivo o quienes hago negocio.

    En primera de Timoteo capítulo tres, la lista de cualificaciones de un hombre para el ministerio termina con una preocupación primaria de Pablo que tiene la función de un sujeta-libros. En el versículo dos leemos: “Un obispo debe ser, pues, irreprochable” y en el versículo siete: “Debe gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia”.

    Esta es la preocupación primordial de Pablo: que seas un hombre que no transige en su trato con los demás, que conserves una buena conciencia delante de los hombres en la iglesia, por encima de todo reproche y con los de afuera de ella con una buena reputación.

    De este modo, no ofenderás a nadie, serás un hombre que, cuando la iglesia diga: “este es nuestro pastor” y otros te conozcan, no se sorprendan diciendo: “¿Me estás tomando el pelo? ¿Este es vuestro pastor? Hice negocios con él. No es un buen trabajador”.

    ¿Eres un buen obrero? ¿Eres aplicado y diligente o eres perezoso? ¿Piensan los demás que mereces todo el respeto? ¿Conservas una buena conciencia delante de los hombres de forma que están convencidos de tu integridad?

    ¿Eres un hombre iracundo? ¿Violas el sexto mandamiento? ¿Bienaventurados los pacificadores porque serán llamados Hijos de Dios? ¿Robas lo que no es tuyo? ¿Eres un hombre honrado? ¿Confían los demás en ti? ¿Te respetan?

    ¿Le dirían otros hombres a sus hijas: “Cuando te cases, me gustaría que lo hicieras con un hombre como…” y te señalarían a ti? ¿Te ven irreprensible; te respetan?

    Amigo mío, por más que se repita nunca se hará demasiado hincapié. Si no conservas una buena conciencia te encontraras probablemente en el camino que lleva a la apostasía. En primera de Timoteo uno, versículo diecinueve, Pablo alienta a Timoteo a “guardando la fe y una buena conciencia, que algunos han rechazado y naufragaron en lo que toca a la fe. Entre los cuales están Himeneo y Alejandro”.

    Timoteo había conocido a esos dos hombres y cuando Pablo le dice:

    “guarda la fe, la integridad doctrinal, la fidelidad y una buena conciencia. Algunos no lo han hecho y han jugado con su conciencia. La consecuencia ha sido el naufragio. Han apostatado y su vida es ahora como una ruina sobre las rocas”.

    Timoteo debía saber quiénes eran Himeneo y Alejandro. Algunos de nosotros que estamos en este salón hoy nos acordamos de nombres que vienen a nuestra mente cuando leemos pasajes como este. Son hombres que sabemos que no guardaron una buena conciencia delante de Dios y delante de los hombres.

    A pesar de ello se levantan, predican y dirigen la oración pública, pero al mismo tiempo están desarrollando una vida paralela, una doble vida. En lugar de cultivar la oración en secreto, cultivan los pecados secretos. En vez de mantener el conocimiento de la intimidad y la relación con Jesucristo, alimentan el de la intimidad con hombres y mujeres perversos.

    El sexo y el dinero son los dos peligros principales en el ministerio. Algunos de nosotros hemos conocido a hombres que han caído en hábitos de lujuria, cogiendo dinero que no debían, entregándose a placeres sexuales que no debían y lo han hecho durante un tiempo hasta que Dios los ha dejado en evidencia y ahora su vida es como ruinas sobre las rocas.

    Los matrimonios se han arruinado. La relación con los hijos también. La posición financiera, la reputación social, toda una vida de ministerio, el equilibrio sicológico, todo como una ruina. No fueron capaces de guardar la fe y una buena conciencia. Aunque llegaran a conocer el perdón de Dios de nuevo en la gracia, sigue habiendo una destrucción porque Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.

    Hermanos, la batalla de vuestra alma en el ministerio está exactamente en esto. Aquí es donde se gana esa pelea y donde se pierde: en guardar la salud espiritual, en la lectura devocional de la palabra de Dios, la vida de oración devocional y conservar una buena conciencia.

    Salomón dice en Proverbios cuatro, versículo veintitrés: “Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida”. Todo lo que concierne especialmente al ministerio fluirá en la calidad de tu salud espiritual y en la de tu corazón.

    Esta es nuestra pelea; aunque vayamos haciéndonos mayores y nos enfrentemos a los desafíos de un extenso ministerio, la pelea sigue siendo la misma: ¿cómo está tu conciencia? ¿Es posible que estés llevando una doble vida y que los hombres que están aquí te conozcan de una forma, pero Dios te vea viviendo de otro modo?

    ¿Qué haces en secreto? ¿Oras o pecas en secreto? ¿Cómo está tu conciencia? ¿Tienes una buena salud espiritual? ¿Eres un hombre piadoso? Si lo eres, entonces eres el método de Dios. Hubo un hombre enviado por Dios cuyo nombre es el tuyo. ¡Sed el método de Dios! ¡Sed hombres piadosos y un gran instrumento en la mano de Dios!

    Oremos:

    Padre nuestro, te pedimos que tu Espíritu descienda y nos vuelva a condenar por las cosas que hay en nuestro corazón, esas cosas que se hallan en nuestra vida. Sabemos que son pecados y que son un estorbo que pueden derrotarnos fácilmente y ser un obstáculo en la carrera que tenemos por delante.

    Padre, danos el deseo de tener buena salud y energía espiritual. Que no caigamos en los hábitos del ministerio de forma que perdamos la vitalidad de la comunión con Cristo; que el ministerio llegue a convertirse en un mero trabajo en una función. ¡Ayúdanos, Dios nuestro, a ser hombres piadosos que caminan con Cristo para que podamos ser instrumentos en tu mano por el bien de tu pueblo y para la gloria de tu nombre! Amén.

    © Copyright | Derechos Reservados[/toggle][toggle title=»Text in English» open=»no»]Today in our first hour we’re going to consider the pastor’s care for himself, how we are to make a priority of our own spiritual life in particular. And then in our second hour, the pastor’s care for his family as we will consider our responsibilities to our wives and to our children. And then in our other meetings that I will be ministering in, we are going to look at the whole matter of biblically regulated worship. No doubt one of our priorities in the pastoral ministry is to guide the people of God into the presence of God in biblically regulated worship. And so we’ll consider that subject as well this week.

    Now, each of these priorities are so important and could be opened up to such an extent, that many sermons could be preached on each one of these subjects. So we’re only going to survey them, but we’re going to survey them with the realization that we have a very serious calling, that our ministries and our lives as pastors are very serious things in light of the coming judgment of Jesus Christ.

    When you turn to first Corinthians chapter three, reading from verse ten to verse fifteen we see these words as especially relevant to us as pastors, “according to the grace of God which was given to me, like a wise master builder I laid a foundation and another is building on it, but each man must be careful how he builds on it for no man can lay a foundation other than the one which is laid which is Jesus Christ. Now if any man builds on the foundation with gold, silver, precious stones, wood, hay, straw, each man’s work will become evident for the day will show it because it is to be revealed with fire and the fire itself will test the quality of each man’s work. But if any man’s work which he has built on it remains, he will receive a reward. If any man’s work is burnt up he will suffer loss, but he himself will be saved yet as though through fire.”

    Each of us are attempting to build upon the foundation that has been laid by the apostolic gospel, that foundation being Christ Jesus, and this passage warns us, urges us to be very careful what it is that we construct upon that foundation as we endeavor to see local churches being built as living temples for the indwelling presence of the Holy Spirit. And we’re to be told, we are told to be careful about the materials that we use, to be sure that we use material that is fire proof and that will in fact be purged and purified by the fire of God’s judgment.

    We are therefore to avoid the use of anything that would be considered hay, wood, or straw, and build with the precious things of gold and silver, precious stones. Jesus is going to ask us to give an account for our ministry. He’s going to ask us what we have done with His word. He’s going to ask us what is the condition of his flock. He’s going to ask us how we have honored and defended His name in the midst of the world of wicked men.

    Our desire as we turn to Matthew twenty-five is that we might hear these words from our Lord and from our savior on that day when we will give an account. Our desire will be to hear Him say in the words of Matthew twenty-five and verse twenty-three, “well done, good and faithful slave. You were faithful with a few things; I will put you in charge of many things. Enter into the joy of your master.”

    It is our prayer that this conference will help each of us to make priority of those things that are most important to our master so that we might build upon the foundation which is Christ with that material that will honor Him, that will be preserved through the fire and that will be a commendation to God’s grace working in us in a faithful ministry that will be to the praise and glory of Christ.

    Well, with that introductory perspective behind us, let us consider in this hour the pastor’s care of himself. The pastor’s care of himself.

    We need to first of all realize what God’s method is. God’s method is godly men. Here I underscore what we heard yesterday from Pastor Meadows concerning how the Lord designs godly men as pastors to be used to set things in order and to bring about reformation to bring the leadership that is needed by the people of God. This is God’s method.

    So we must begin with ourselves if we’re going to begin with the priorities that God would have us consider. We must start with ourselves and with our ministry to our own souls. Why? Because this is God’s method. When we turn to the beginning of the gospel of John we see something that is very significant. We are now in the beginning of a new era of redemptive history; God is about to move with great power and grace, announcing the words of the gospel, the coming of the Messiah.

    John tells us in John one six, “there came a man sent from God whose name was John.”

    When God acts for His glory and for the good of His people He employs a method, here’s the method: He sends a man. He does not send an angel to pastor His people; He sends men. Men who have been converted, men who have received the Holy Spirit, men who have been given gifts by the Spirit who has qualified them to be a gift to the church to shepherd the flock of God. God’s method is not to send a new program. It’s not a new mission’s technique. His method is to send a man; He sends men. Christianity is not merely a system of theological doctrine. It is not merely an order of worship and ritual. It is not merely a religious organization and structure. It is essentially the transformation of fallen men into conformity with Jesus Christ. It is primarily evident; Christianity is primarily evident in the man.

    In Romans chapter eight in verse twenty-nine we see God’s purpose when we read, “for whom He foreknew, these He also predestined to become conformed to the image of His son so that He would be the firstborn among many brethren.” Here is the goal of our salvation, that we become conformed to Jesus Christ, that Christ be firstborn among His family who bear His likeness. The goal of Christianity is the transformation of a sinner into Christ-likeness. What does God do when He commences this method, when He begins this process to bring sinners into conformity with His son?

    Well, in John chapter one again in verse fourteen, “the word became flesh and dwelt among us, and we saw His glory, glory as of the only begotten from the Father, full of grace and truth.” Here is God’s method. When God comes to effectively accomplish the purposes of His salvation His word becomes flesh. He doesn’t send merely a program. He doesn’t write something in the sky. He comes in the flesh. The incarnation of the second person of the godhead, the life and the ministry, the crucifixion, the resurrection, the ascension, the exaltation to God’s throne, the second coming, and the resurrection of the dead, it all has to do with the glory of God revealed in human flesh. The ministry of the Son of God is accomplished as the divine man and so too this is God’s method for dealing with His people, to give the ministry to be accomplished in human flesh, by men who themselves are holy men, who are godly men, who are personal incarnations of the truth. They themselves are the embodiment of their message. They are like Christ, the Word becoming flesh, not as the incarnate God, but as an incarnation of the truth. Their lives, their words, their actions, their relations are all a display of Christ’s ministry to His people.

    So we must make priority of ministering to ourselves as pastors, to take care of ourselves and to nurture our own souls, our own health and vigor that we in the totality of our manhood may be the embodiment of the message that we are communicating to our people. If you’re not nurturing your own health, you’ll not be able to engage in the ministry which is a demanding labor, which is an exhausting labor. To be the instrument that God would have you to be you must be as healthy as you can be so that you might be vigorous in your engagement to His word and you interactions with God’s people and with your engagement with the forces of darkness on this battlefield.

    So God’s method is John one and verse six, “there came a man who was sent from God whose name was.” You can put your own name there because that is the method that God is employing wherever he has placed you. You’re God’s method. You’re the man with a name sent from God to the place where God has put you. When the apostle Paul speaks to pastors in Acts chapter twenty, he tells them that they are to make priority of their own spiritual health. He tells them in Acts twenty and verse twenty eight, “be on guard for yourselves and for all the flock among which the Holy Spirit has made you overseers to shepherd the church of God which He purchased with His own blood.”

    Before you will be able to stand on guard and to shepherd the flock of God and to take care of that most precious, purchased possession of Christ, you must first be on guard for yourselves.

    Likewise in first Timothy chapter four, reading from verse fourteen, “do not neglect the spiritual gift within you which was bestowed on you through prophetic utterance with the laying on of hands by the presbytery. Take pains with these things; be absorbed in them so that your progress will be evident to all. Pay close attention to yourself and to your teaching; persevere in these things for as you do this you will ensure salvation both for yourself and for those who hear you.” Paul says to the young man Timothy, you cannot neglect yourself, you cannot get so caught up in the work of the ministry that you neglect the nurture of your own soul. You must yourself be an example of what growth in grace looks like. Your progress should be evident to others; therefore, watch yourself attentively; pay close attention; be careful to cultivate both your spiritual and your physical health. Paul was concerned for Timothy’s stomach as well as for Timothy’s spirit. You are God’s method. You’re not introducing some program; you are the program. You’re not introducing a new gimmick; you are God’s method. The man who is an incarnation of the message, you are to fulfill this ministry by being yourself a personal embodiment of the ministry.

    Robert Murray M’Cheyne says, “You are God’s sword, His instrument, a chosen vessel to bear His name. In great measure according to the purity and perfection of the instrument will be the success. It is not great talents that God blesses so much as likeness to Christ. A holy minister is an awe full weapon in the hand of God.” God’s method is a godly man.

    Secondly, the pastor must be a true Christian. You might think, “Well, this is not necessary to say, that a pastor must be a true Christian.” But when you think about what a pastor is and when you ask yourself, “Where must I begin if I am going to address pastors on the matter of their spiritual health?” I must begin by saying, “My dear friend, you must be born again. You must truly be regenerated, for if you’re not spiritually alive, there is no use to talking to you about your spiritual health.” I am not going to walk up to that graveyard and talk to the tombstones about what diet they’re having whether they’re getting enough exercise. They’re dead. So it’s no use to talk to men about staying spiritually healthy unless you first press upon their consciences the necessity of the new birth, of having truly been converted, of having really come into union with Christ through faith and repentance and that you are before you are a pastor, you are in fact a true Christian and a genuine disciple of Jesus Christ, not a formal Christian, not a notional Christian, not merely a cultural Christian.

    In Acts chapter fourteen we read from verse twenty-one, “After they preached the gospel to that city and had made many disciples, they returned to Listra and to Aconium and to Antioch strengthening the souls of the disciples, encouraging them to continue in the faith and saying, ‘Through many tribulation we must enter the kingdom.’ When they had appointed elders for them in every church, having prayed with fasting, they commended them to the Lord in whom they had believed.” I submit to you that the elders that were first appointed were drawn from the disciples. Before they were elders they were disciples. They were part of that local church. A disciple is one who has been given new life by the holy spirit, who has put his trust and faith in Jesus Christ, having repented of his sin and resolved to follow Christ as his Lord and as his savior. He is a true Christian, bottom line. Before we can talk about the exercise of his gifts, and the exercise of his ministry, his fundamental, spiritual identity is: true Christian, disciple of Jesus Christ.

    I’m sure we’ve all met people who call themselves Christians because they’ve been born into a family that attends church, because they’re not a Muslim and they’re not a Buddhist and they’re not a Hindu, so what are they? Well, I guess I must be Christian. I live in the United States. I suppose I’m a Christian. And they’re only talking about something that is traditional, something that is cultural, something that they’ve acquired through the social context of their family. In some countries, I’m not sure if Spain is now one of them, you are given a nation identity card where your religion is associated on the card. Is that right, in Spain, no? Okay. But there are some countries where you have the religion put on the card. Are you Muslim? Are you Christian? What are you? If someone says, are you a Christian? Sure, I’m a Christian. Here’s my card. Does that make you a Christian? I’ve met men in the ministry who are in the ministry, why? Well, my father was in the ministry, and now I’m in the ministry. It’s a good job to be in the ministry. I get a lot of prestige; I get respect, and I like the work of the ministry. I get to read books and talk to people and so I’m in the ministry because it’s part of the way in which my father trained me to be.

    Well, such men are not qualified to be in the ministry because they’re not true Christians. The ministry is a job, a job that is designed to sustain the traditions of a subculture, not in order to promote the life and vigor and vitality of the kingdom of God. If a pastor is going to cultivate his own spiritual health he must first be spiritually alive. So the first place we start is to ask you, are you born again? Are you truly converted? Is your trust in Christ alone by faith alone? Have you repented and turned from your sin and confident of the mercies of God through the cleansing power of the blood of Jesus Christ. The pastor must be a true Christian and as a pastor, as a Christian as we turn to Philippians three, he must have an ever growing hunger to know Jesus Christ and to grow in his knowledge of Jesus Christ. Beneath the work of the ministry, beneath the labors of sermon preparation and pastoral counseling and all of the administrative work, in order to see that the building is tended to and this matter is tended to, beneath all of that what are we if we’re not simply disciples of Jesus Christ who are striving to grow in our knowledge and our experience of Him.

    Paul says in Philippians chapter three verse eight, “More than that, I count all things to be loss in view of the surpassing value of knowing Christ Jesus my Lord for whom I have suffered the loss of all things and count them but rubbish so that I may gain Christ and may be found in Him, not having a righteousness of my own derived from the law, but that which comes through faith in Christ, the righteousness which comes from God on the basis of faith that I may know Him and the power of His resurrection and the fellowship of His sufferings, being conformed to His death in order that I may attain to the resurrection from the dead.”

    Here is the hunger, the appetite of a spiritually healthy man. He wants to feed with greater vigor upon Jesus Christ. To know Christ involves the knowledge of my sin, having been forgiven, having a righteousness imputed to me by the grace of God on the basis of the work of Jesus Christ so that I stand justified in Christ, not with a righteousness of my own, but that righteousness which comes through faith in Christ. A knowledge of Christ involves a willingness to suffer with Christ and that in that suffering to experience the triumph of the resurrection and the power and the hope of the glories to come. That’s spiritual life, that’s vigor that undergirds whatever we’re doing in the work of the ministry. The knowledge of Christ is something that we’re to pursue to the end of our days, pressing forward as he continues to say later in this very passage, I haven’t attained this, I forget what lies behind, I press on. What? For the knowledge of Christ, to know Christ. That’s the godly man, that’s the instrument of Christ in His church, not a man who is simply doing the work of the ministry, but a true disciple of Jesus Christ who is seeking to live with Christ, to know Christ, to grow in union with Christ and to be constantly living with Christ.

    So when we speak about spiritual health, this is what we’re talking about; we’re talking about this pursuit of the knowledge of Jesus Christ. We’re talking about the pursuit of the knowledge of Jesus Christ, experientially knowing Christ.

    Which brings us thirdly to become more specific then in regard to how it is that we are to promote our own spiritual health. We must understand that godly men is God’s method. We must understand that means that we must be indeed true Christians, biblical disciples whose life is oriented toward Christ, to be conformed to Christ, to know Christ, to walk with Christ, and that beneath all that we have to do as pastors, whether our ministries focus primarily upon preaching or teaching or counseling or administrative or however God has put us in the church to function, beneath all that we are disciples of Christ who hunger after Him, to know Him and to be like Him.

    Well that will involve then, thirdly, that the pastor must be disciplined in his devotion to Jesus. He must be disciplined in his devotion to Jesus.

    We are disciples, disciplined in our devotion to Jesus Christ. As disciples, as those who are under the discipline of our master, our lives are to be marked by certain spiritual disciplines, certain spiritual exercises, regular habits of devotion to Jesus Christ so that we might know Him, so that we might grow in our knowledge of who He is and communion with Him and are being conformed to Him. It’s what Paul urges Timothy in first Timothy chapter four and verse seven, “But have nothing to do with worldly fables fit only for old women. On the other hand, discipline yourself for the purpose of godliness.” Discipline yourself; in the English we get the English word “gymnasium” from this word discipline. Go to the gym, go to the exercise room and there you have certain muscle groups that you’re going to exercise. Come over to a man and he’s doing curls, you say, you know I saw you here last week, you were doing curls then. That’s enough, isn’t it? You’ve already done that, you don’t need to do that anymore. No, no, I’m going to repeatedly do this exercise to strengthen these particular muscles. So, it’s not like we’ve read our Bibles once and that’s all we need to do, we’ve prayed and, no there are repeated exercises that we are to cultivate as habits of disciplining ourselves unto godliness. What does that involve? Well, it involves certainly the fact that the pastor must cultivate the discipline of devotional reading of the word of God, of devotional reading of the word of God.

    We must, as disciples, we must come to our bibles not for the purpose of trying to get something to preach in our ministry for somebody else, but we must come like Mary who sat at the foot of Christ and was ministered to as a disciple. We come to the word of God to feed our own souls, to sustain our own spiritual health, not in order to do our job, but to remain healthy, spiritually. We need to feed our souls upon the Scripture as the food of our souls. We must know our Bibles. We must know our Bibles, and how do you do that? How do I get to know this book? I just rub it on myself enough, maybe it will get in, I just try to get…That’s not what you do. You got to open it up and you got to read it. You’ve got to read it in a disciplined, systematic, regular way.

    In Psalm chapter one, in Psalm chapter one, reading from verse one to verse three, “How blessed is the man who does not walk in the counsel of the wicked nor stand in the path of sinners nor sit in the seat of scoffers, but his delight is in the law of the Lord and in His law he meditates day and night. He will be like a tree firmly planted by streams of water which yields its fruit in its season and its leaf does not wither and in whatever he does he prospers.”

    Rather than filling our minds with the words of the politicians and the entertainers and the fools of this world, we’re to take delight in the words of our God. And our minds are to be preoccupied night and day with the counsel and the words of Scripture.

    In Psalm one hundred nineteen we see the psalmist’s love for the word of God throughout this entire chapter of the book of psalms, throughout this psalm, but notice verse one forty-seven and verse one forty-eight, “I rise before dawn and cry for help; I wait for your words. My eyes anticipate the night watches that I may meditate on your Word.” Here is man who had a disciplined approach to the word of God. He rises in the morning; he begins with prayer, and he puts his mind upon the word of God. He says, “At nighttime I will be assigned the night watches and I’m looking forward to it because then everything will be finished and I’ll finally be able to meditate afresh upon the word of God.” Morning and night, there’s a disciplined approach, there’s a regular approach to the reading of the word of God.

    You’re not going to learn the content of your Bible by accident. It’s going to happen on purpose; it’s going to happen because you have a plan. It’s going to happen because you are resolved and determined that you’re going to make the time and be consistent in the habit of devotional reading of the word of God. You need to set time that you might read through the Old Testament, read through the New Testament, “For it is written, man shall not live by bread alone, but by every word that proceeds from the mouth of God.”

    In Matthew chapter twenty-two, Jesus is dealing with the Pharisees and He indicts them and charges them with this very deficiency, that they do not know the content of their Bibles. They are the professional clergy who have become more knowledgeable in the traditions of men than in the words of God. In Matthew chapter twenty-two, reading from verse twenty-nine, “But Jesus answered and said to them, ‘you are mistaken, not understanding the Scriptures nor the power of God, for in the resurrection they neither marry nor are given in marriage, but are like angels in heaven, but regarding the resurrection of the dead you have, have you not read,’” rather, “‘What was spoken to you by God. There are many places in the gospels where Jesus asks that question of the Pharisees, “Have you not read?” He’s talking to these men who are professional clergy men and he asks them specifically, “What are you reading?” Oh, I’m reading this theology book; I’m reading this history book, and, and, but he’s saying to them, “Are you not reading you Bible? Are you not reading your Bible? Do you not know what the Scriptures say?”

    In Colossians chapter three and verse sixteen the apostle Paul encourages Christians and certainly we as Christian men are to be encouraged by the admonition of Colossians three sixteen, “Let the word of Christ richly dwell within you. Let the word of Christ richly dwell within you.” You must know your Bible. You must read your Bible. You must read it systematically, in a disciplined habitual, habit and devotional way to Jesus Christ as disciples of Christ.

    The pastor not only must discipline his devotional reading of the word of God, but he must cultivate the discipline of secret prayer, secret prayer. In Matthew chapter six, verse five and six, “When you pray, you are not to be like the hypocrites for they love to stand and pray in the synagogues and on the street corners so that they may be seen by men. Truly I say to you, they have their reward in full, but you when you pray go into your inner room, close your door, and pray to your Father who is in secret, and your Father who sees what is done in secret will reward you.” We’re not talking about leading your congregation in prayer. We’re talking about secret prayer, alone with God in prayer. When no one else sees you, when no one else hears you, when no one else is going to comment upon that nicely put phrase. When you pray is the assumption Jesus makes of his disciples that they will do so alone, seeking the face of their heavenly Father.

    In Psalm five reading from verse one to three, “Give ear to my words, oh Lord, consider my groaning, heed the sound of my cry for help my King and my God for to you I pray. In the morning, oh Lord, in the morning I will offer my prayer to you and eagerly watch.”

    I submit to you that there is biblical reason to encourage you to begin your day in God’s presence in prayer. This is what David is doing here, in the morning, first thing; he orders his prayers and lifts his voice to his God.

    In Mark chapter one and verse thirty-five, we learn that this indeed was the habit of our Lord Jesus Christ, “In the early morning, while it was still dark, Jesus got up left the house and went away to a secluded place and was praying there.”

    Jesus would rise early and get alone with His father. Let me ask you, I know you’re very busy and some of you men are working in the work of the ministry, working other jobs, and you’ve got a wife and children and the demands are constant and pressing upon you. When are you going to find the time? I suggest first thing in the morning is a biblical pattern. Do you have a set time to pray secretly, personally, as a committed, disciplined habit of your life? If you only pray when you feel like praying, you’ll find your feelings will soon fade and you’ll become a prayer less man. You need to be principled; you need to be disciplined; you need to have commitment to a discipline and a pattern that you are going to be devoted to. Sadly, we can become formalists even in our private devotions and go through the motions without any real heart engagement. We need to pray that God would give to us an experience of knowing Jesus Christ in our use of the means of grace.

    In Philippians chapter, I’m sorry, Ephesians chapter three reading at verse fourteen, “For this reason I bow my knees before the Father and from whom every family in heaven and on earth derives its name, that He would grant you according to the riches of His glory to be strengthened with power through the Spirit in the inner man so that Christ may dwell in your hearts through faith and that you being rooted and grounded in love may be able to comprehend with all the saints what is the breadth and length and height and depth and to know the love of Christ which surpasses knowledge, that you may be filled up to all the fullness of God.”

    You need to pray to experience being loved by Jesus Christ. Not simply coming in and doing your devotions, checking off the mark, read my verses, prayed my prayer, but to pray to be strengthened with the Spirit that you might experience Christ present with you, you present with Christ, you being loved by Christ and you expressing genuine love for Christ. Ask yourself these questions: Am I striving to be regular in my devotional life? Am I convinced that these basic disciplines are essential to being a true disciple of Jesus Christ? Do I understand that before I am a pastor, I am a disciple, I am a Christian and as one who is spiritually alive I must exercise myself, discipline myself unto godliness? Now, I know that we all miss times of devotion. I know that sometimes we can even go for days without having concentrated, disciplined, devotional engagement with the word of God and with Jesus Christ, but we ought not to be content with that. That ought to grieve us, that ought to bring us to fresh repentance, that ought to bring us to a renewed resolve; this is the way we must go and it is the way we must go until we cross the finish line, brethren. It’s not that well, I used to have a good disciplined devotional life, but I’ve gone beyond that now and, no, devotional habits of prayer and reading of the word of God is to characterize the true godly man through the course of his days. The pastor must be disciplined in his devotion to Jesus.

    And then fourthly, the pastor must maintain a good conscience before man and before God. The pastor must maintain a good conscience before God and before men. I submit to you that the most important thing that we possess as men, as pastors, as Christians, is a good conscience. Regardless of what kind of house you live in, what kind of car you drive, your most valuable possession is a good conscience. No matter what size your library is, that’s not your most valuable possession. Walk into some men’s homes and their library is huge, you say, oh, what a possession. The most valuable possession is a good conscience. A compromised conscience will weaken you from within. You will grieve the Holy Spirit and you will lose the spiritual power that is necessary to have influence upon the souls of other men. You’ll become apprehensive. You’ll become reluctant to use the sword because when you take the sword out your own conscience will be cut by it. So you keep the sword sheathed lest your own conscience become pricked by it. So you begin to go through the motions. You see, the place where we influence others and the place where we influence culture is the conscience, that’s how we are the salt of the earth, that’s how we are the light of the world; it’s by illuminating conscience with the light of the word of God, and if our lives do not convict and convince the consciences of others we will not be able to influence them for the Lord Jesus Christ.

    The power of the ministry is found in keeping a good conscience.

    In Acts chapter twenty four and verse sixteen, this is Paul’s statement, “In view of this, in view of the certainty of the resurrection of both the righteous and the wicked I also do my best, I make it may priority, I give it my utmost to maintain always a blameless conscience both before God and before men.”

    Maintaining a good conscience before God, what does that involve? Well, it means certainly this: it means that you are not hiding sin from God. You’re not putting on a fig leaf and crouching behind a bush, trying to get away from the sight and from the gaze of God. You see, sin deceives us. It tries to convince us to accept it into our lives, and to tolerate it. It will not, sin tells us, do us as much damage as we might think. But the presence of sin is perceived by Jesus Christ, and unless it is acknowledged, and unless it is confessed, if it is hidden, we think He sees it nonetheless. And it will separate us in our communion with Him. And our souls will begin to be distanced from Him, because Christ will not commune with us while we are hugging our sins affectionately and accepting sin.

    Sin hardens us, it blinds us, it deafens us; it makes us insensitive to the ministry of the Spirit. And if you’re principled and committed to the discipline of secret prayer that commitment oftentimes will be the occasion in which the Spirit will meet you in your regular reading of the word of God and in your habit of secret prayer and confront you with the sin that you’ve become too comfortable with. You come into the presence of God as a disciple and the Spirit is present to expose your sin.

    In Psalm one hundred thirty-nine, “Oh Lord, you have searched me and known me. You know when I sit down and when I rise up. You understand my thought from afar. You scrutinize my path and my lying down and are intimately acquainted with all my ways. Even before there is a word on my tongue, behold oh Lord, you know it all. You have enclosed me behind and before and have laid your hand upon me. Such knowledge is too wonderful for me; it is too high; I cannot attain to it. Where can I go from your Spirit? Where can I flee from your presence?”

    What can we hide from God? All of our thoughts, all of our words, all of our actions are open and laid bare before the Lord God. In Psalm nineteen, reading from verse twelve of Psalm nineteen, “Who can discern his errors? Acquit me of hidden faults. Also, keep back your servant from presumptuous sins, let them not rule over me. Then I will be blameless, and I will be acquitted of great transgression. Let the words of my mouth and the meditation of my heart be acceptable in your sight oh Lord, my Rock and my Redeemer.” Here is a prayer to have your heart opened and your sins exposed and in the regular reading of the word of God, because you’re a disciplined disciple of Christ you’ll come to these texts that compel you to take these words into your prayers and to open your heart and say, “Lord, search me and know me.”

    In Psalm fifty-one, the prayer of confession, “Be gracious to me oh God, according to your loving kindness, according to the greatness of your compassion, blot out my transgressions, wash me thoroughly from my iniquity and cleanse me from my sin for I know my transgressions and my sin is ever before me. Against you, you only I have sinned and done what is evil in your sight, so that you are justified when you speak and blameless when you judge. Behold, I was brought forth in iniquity and in sin my mother conceived me. Behold, you desire truth in the inner most being and in the hidden part you will make me know wisdom. Purity me with hyssop and I shall be clean, wash me and I will be whiter than snow. Make me to hear joy and gladness, let the bones which you have broken rejoice. Hide your face from my sin and blot out all my iniquities, create in me a clean heart oh God and renew a steadfast spirit within me. Do not cast me away from your presence, and do not take your Holy Spirit from me. Restore to me the joy of your salvation and sustain me with a willing spirit. Then, I will teach transgressors your way and sinners will be converted to you.”

    Before I enter in to a public ministry of dealing with sinners and instructing others from the word of God, I must know myself clean in the presence of God, and that’s not going to happen if I’m hiding sin. That’s not going to happen if I’m avoiding passages like this and not dealing with them in my heart. Sin, rather maintaining a good conscience with God means I’m not hiding my sin. It means I’m not ignoring what God wants me to do. I’m not refusing to do what He commands. I’m doing His will and willing to do His will so that whatever duty I meet in my Bible I’m willing to walk in the path of that duty. To have a good conscience before God means I’m not denying or rejecting anything that the Spirit is going to teach me from the word of God, willing to submit my mind to whatever the Bible teaches, even if I discover that some long-held beliefs are being challenged by the Scriptures. I’m willing to repent not only of unbiblical activity, but unbiblical thinking, to submit my mind to the word of God.

    Maintaining a good conscience before men means that I am willing to resolve any area of discord in my relationships with others. As we’ll see in our next hour, maintaining healthy spiritual dynamics in my marriage and in my relationship to my children, it also means not allowing my sins to hurt my relationship to my fellow leaders in the church or to the people of God or with those among whom I live or with whom I do business.

    In first Timothy chapter three, the qualifications of a man in the ministry are bookended by a primary concern that the apostle has. In chapter three in verse two, “an overseer then must be above reproach,” and then in verse seven, “And he must have a good reputation with those outside the church.”

    That’s Paul’s primary concern, that you be a man who is not compromising in your dealings with others, you be a man who is maintaining a good conscience before men in the church, above reproach, and to those outside of the church with a good reputation. So that men are not offended by you. So that you are a man that when the church says, this is our pastor, and others know you, they don’t look at the church and look at you and say, “You gotta be kidding me. That’s your pastor. I’ve done business with him. He’s not a good worker.” Are you a good worker? Are you industrious and diligent? Or are you lazy? Do you have the respect of other men’s conscience? Are you maintaining a good conscience before men so that their consciences are convinced of your integrity? Are you an angry man? A violator of the sixth commandment? Blessed are the peacemakers for they shall be called sons of God? Do you steal what is not yours? Are you an honest man? Do others trust you? Do they respect you? Would other men say to their daughters, “When you get married, I want you to marry a man like.” Would they point to you? Because you own their conscience, you are above reproach; they respect you. My friend, maintaining a good conscience cannot be over emphasized. If you do not keep a good conscience you are very likely on the road to apostasy.

    In first Timothy one nineteen, Paul encourages Timothy to “keep faith and a good conscience which some have rejected and suffered shipwreck in regard to their faith, among these are Homanius and Alexander.”

    Timothy would have known these two men and when Paul says to him, keep faith, keep doctrinal integrity, keep fidelity, and keep a good conscience, some have not kept these things and they played fast and loose with their consciences, and as a consequence they’ve suffered shipwreck, they’ve apostatized, and their lives now lie like ruins on the rocks. And Timothy would know who Homanius and Alexander were. And some of us reading in this room today have names of men who come to our minds when we read passages like this, men who we know did not keep a good conscience before God and before men, yet who could stand up and preach and lead in public prayer, but at the same time were developing a parallel life, a double life, and they were instead of cultivating secret prayer, they were cultivating secret sins. Instead of cultivating a knowledge of intimacy and relationship with Jesus Christ, they were cultivating a knowledge of intimacy with wicked men and wicked women.

    Sex and money are the two main pitfalls for men in the ministry. Sex and money, and some of us have known men who have fallen into habits of lust, seizing money that was not theirs to seize. Seizing sexual pleasure that was not theirs to seize, and they were able to do that for a while until God exposed them, and now their lives lie like ruins upon the rocks. Marriages, ruined. Relationship to children, ruined. Financial standing, ruined. Social reputation, ruined. A life of ministry, ruined. A psychological stability, ruined. Because they failed to keep faith and a good conscience. Even if they come to know the forgiveness of God again in grace, there is still a destruction for God will not be mocked, whatever a man sows, that shall he reap.

    Brethren, the battle for your soul in the ministry is right here, this is where the battle is won, this is where the battle is lost, in the maintenance of your spiritual health, in the maintenance of your devotional reading of the word of God, your devotional prayer life, and your keeping of a good conscience.

    Solomon says in Proverbs four twenty-three, “Watch over your heart with all diligence, for from it flow the issues of life.”

    Everything from your ministry especially is going to flow from the quality of your spiritual health, from the quality of your heart. And here’s our battle, even as we grow older and face the challenges of lengthy ministry, the battle is still the same, how is your conscience? Could you be at this conference and yet leading a double life, and men in this room know you in one way but God sees you living in another way? What are you doing in secret? Are you praying in secret, or are you sinning in secret? How is your conscience? Are you spiritually healthy? Are you a godly man? Are you a godly man? If you are, you are God’s method. There came a man, sent from God, whose name is you. Be God’s method, be godly men, and be a great instrument in the hand of Christ.

    Let’s pray:

    Our Father we pray that your Spirit would come and convict us afresh of those things in our hearts, those things in our lives, those things that we know are sins and encumbrances that so easily weigh us down and hinder us in the race that is set before us. Father, give to us a desire to be spiritually vigorous and healthy. Let us not fall into the habits of the ministry in such a way that we lose the vitality of communion with Christ, that doing the work of the ministry merely becomes a job and a function. Help us, our God, to be godly men who walk with Christ that we might be instruments in Your hand for the good of your people and for the glory of Your name, Amen.

    © Copyright | Derechos Reservados[/toggle][/accordian][/two_third]

  • Conferencia Pastoral 2008 | Juan Calvino: su vida y ministerio

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    [dlaudio link=»https://www.conferenciapastoral.org/wp-content/uploads/Sermones/2008-05-Juan-Calvino-su-vida-y-ministerio-vater.mp3″]Descargar Audio[/dlaudio][/toggle][toggle title=»Texto» open=»no»]Hablar sobre la vida y ministerio de Juan Calvino es una tarea agradable. Hacer tal cosa en dos horas es difícil porque es necesario hacer una selección de lo mucho que está escrito. Hay libros enteros escritos sobre su vida y sobre muchos aspectos de su ministerio, de manera que tenemos que escoger lo que esperamos que sea provechoso y edificante y, a la vez, interesante.

    A pesar del tiempo limitado para hablar de él y de su ministerio, creo que debemos tener algunas cosas claras, porque hay personas que se preguntan, ¿por qué hacer tal estudio? ¿Es esto necesario? ¿Es edificante? ¿Hay razones bíblicas para hacerlo? ¿No es esto adular a los hombres? Por eso aclaremos:

    1. Juan Calvino ha tenido una influencia en el mundo que sólo Dios sabe. Los que le han odiado y han difundido mentiras tratando de destruir su nombre han reconocido esa influencia y por eso han tratado de menguarla mediante sus ataques.
    a. Para nosotros que creemos que gran parte de su enseñanza es bíblica, le vemos como un instrumento que Dios levantó y ha usado para el bien del mundo.
    b. Para los que no creen que su enseñanza esencial es bíblica o para los que desestiman la Biblia, Calvino es prácticamente un diablo.

    2. Juan Calvino era un hombre, falible. No podemos hacerle un dios o darle una autoridad que no tiene. Todo lo que hizo y escribió tiene que pasar por el crisol de la Palabra de Dios. Sus cartas, sermones y comentarios, así como la e Institución de la Vida Cristiana, todos demuestran que él mismo creía que todo tiene que pasar por el juicio de la Biblia.

    3. El motivo de estudiar su vida y ministerio obedece el principio enseñado en Hebreos 13:7, Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Creemos que Dios levantó a Juan Calvino y le usó de gran manera. Creemos que tenía fe y que Dios ha traído mucho bien al mundo por medio de las enseñanzas y ejemplo de Calvino. A pesar de las diferencias que tenemos con él, especialmente nosotros que tenemos convicciones bautistas, creemos que hay mucho que podemos aprender. No imitamos los errores de Calvino, sino su fe y sus virtudes. Como Abraham hizo cosas que ninguno de sus hijos debe imitar (como mentir sobre la esposa y tomar a Agar para procrear a un hijo), sin embargo, tenemos que andar en las pisadas de su fe. Hay cosas en la conducta de Calvino que debemos imitar, a la vez que tenemos que evitar otras cosas. Pero, Calvino era un pastor que habló la Palabra de Dios y Dios nos ha dado la oportunidad de saber el resultado de su conducta e imitar su fe.

    Juventud y vida hasta Ginebra (1509-1536)

    Juan Calvino nació el 10 de julio de 1509, de manera que estamos acercándonos a la fecha en la cual podemos celebrar 500 años desde que nació. Su lugar de nacimiento fue Noyon en Picardía, un condado en el noreste de Francia. Un pequeño río pasa por el medio del pueblo. Más allá de Noyon ese pequeño río desemboca en uno más grande (el río Oise) que desemboca en el Sena.

    Noyon era un centro religioso importante. Carlomagno fue coronado allí en el año 768. La catedral actual fue edificada entre los años 1150 y 1290, y reparada después de la segunda guerra mundial. Es el quinto edificio (iglesia o catedral) que ocupa el lugar. Hoy día Noyon atrae a turistas y aun tiene un museo de Juan Calvino en el lugar donde estaba la casa en la cual nació.

    El nombre de su padre era Gerard Cauvin (o Caulvin: en latin, Calvinus; en español, Calvino; en inglés, Calvin). Era abogado que trabajaba con el gobierno, pero especialmente con la iglesia católica-romana. La madre de Jean Cauvin (Juan Calvino), Jeanne le Franc, tenía la reputación de ser tan bella como piadosa, tal y como los católicos entienden la piedad. Parece que tenía algo de sinceridad y sobriedad como católica.

    Creemos que estaban bien acomodados y que tenían buenas relaciones con personas de importancia e influencia social. Juan tenía un hermano mayor y uno menor. Su madre murió cuando era niño y su padre se casó de nuevo y procreó dos hijas de ese matrimonio.

    Por las ventajas sociales de su padre Juan recibió una buena educación, en los primeros años de su vida como estudiante, estudiaba en la casa de la familia Montmor, una de las familias más distinguidas del condado según Beza y otros biógrafos. Desde sus primeros años Juan “demostró tener una memoria retentiva y una inteligencia despierta” (Irwin). Aunque el padre de Juan pagó por su mantenimiento parece que la familia Montmor prácticamente adoptó a Calvino. El primer libro de Calvino, Comentario de Seneca, fue dedicado a la abadesa Hangest de la familia Montmor. En la dedicación dice, “Educado cuando era muchacho, en vuestra casa; consagrado a los mismos estudios que vos, la primera instrucción que recibí la obtuve de la vida y trato de vuestra nobilísima familia.” (Citado por Irwin, p10). Han observado que por este contacto con la nobleza, “Dios lo estaba preparando así para desempeñar dignamente su papel en la sociedad de los grandes, de los príncipes y reyes” (Emile Doumergue, citado por Irwin, p10)

    Cuando tenía solamente 14 años de edad (1523), Calvino fue a París con esa familia Montmor para terminar sus estudios en el Colegio de la Marche. Uno de sus profesores allí fue Maturinus Corderius (Mathurin Cordier), un hombre de gran reputación como maestro (Beza, p15) y de “espíritu profundamente evangélico” (Irwin, p10).

    Además de tener un espíritu evangélico, Cordier trabajó para purificar el idioma francés, cosa que también debió haber tenido mucha influencia en Calvino. Luego, Cordier se mudó a Ginebra para enseñar en la academia allí. Murió cuatro meses antes que Calvino muriese (1564), habiendo llegado a 85 años de edad. En 1550, Calvino dedicó su comentario sobre 1 Tesalonicenses a ese maestro y amigo.

    Después de estudiar con Cordier, Calvino se trasladó al Colegio Montaigu. A pesar de las condiciones de vida difíciles, el colegio tenía fama de producir buenos escolares. Erasmo había estudiado allí. Calvino progresó mucho en sus estudios en ese lugar. Al terminar, en 1527 Calvino fue ofrecido la parroquia de Saint Martín de Martheville.

    Calvino tenía la reputación de ser recto y aun crítico con las malas conductas. Según Warfield (no da la fuente, pero dice que es indudablemente legendario) algunos de sus asociados solían llamarle “El Caso Acusativo” debido a su práctica de censurar a otros por conducta indebida. Con todo, hay evidencia de que Calvino tenía amigos y fue aceptado por los estudiantes. Con algunos mantuvo una amistad para toda la vida. Hay como 4000 cartas de Calvino preservadas (¿cuántas fueran destruidas?) que ayudan a los estudiosos a entender mejor a Calvino.

    El padre de Calvino quería que él trabajara con la Iglesia y le ayudó obtener becas y ayuda de la Iglesia Católica, pero después cambió su idea y le instó a su hijo para que no aceptara la posición sino que estudiara leyes. Calvino siguió el consejo de su padre, probablemente porque ya tenía dudas sobre la iglesia y sabía de la pugna entre los protestantes y católicos. Calvino tuvo un primo, Pierre Robert, también conocido como Olivétan, evangélico, hombre que luego fue misionero a los valdenses y tradujo el Antiguo Testamento al francés para que ellos tuvieran la Biblia. Según Beza, por ese pariente Calvino conoció mejor la fe de los reformadores y dejó de asistir los servicios de la iglesia católica debido a su aborrecimiento de la superstición.

    Calvino fue a Orleáns para estudiar leyes. Estuvo allí en el año 1528 y hasta mayo de 1529, poco antes de cumplir 20 años de edad. Allí, Calvino llegó a ser maestro sustituto de los profesores y quisieron hacerle doctor en leyes sin hacerle pasar por los pasos habituales. Aun en ese tiempo parece que Calvino no abandonó el estudio de las Sagradas Escrituras. Parece que tenía mucha auto-disciplina de manera que aun desde su juventud sacaba el máximo del tiempo disponible.

    Después de sus estudios en Orleáns, Calvino continuó sus estudios en la Academia de Bourges en la cual había un profesor, abogado famoso de Italia. En ese lugar Calvino conoció a Melchior Wolmar, suizo, luterano, un hombre a quien luego dedicó su comentario sobre el Evangelio de Juan. Con la ayuda de ese hombre Calvino aprendió griego. Beza luego estudió griego bajo la enseñanza de este hombre Wolmar. Beza sucedió a Calvino en Ginebra en varios de los deberes y fue reconocido como gran erudito en griego.

    En el año 1531 el padre de Calvino murió. Se quitó la presión de estudiar Derecho y Calvino volvió a París para estudiar literatura. Allí en el Colegio de Fortet estudió griego y hebreo.

    El año siguiente (1532) Calvino publicó un comentario sobre la obra de Séneca, De clementia. Esa obra es reconocida como erudita. Parece que Calvino, de esa manera indirecta, quiso enviar un mensaje al rey y a otros que estaban persiguiendo a los “herejes” para que practicaran la misericordia. Pero fue un mensaje indirecto y no cristiano. Sin embargo, se nota que Calvino pudiera haber seguido su carrera en “humanidades”, y no en la Reforma.

    Pero algo pasó y parece que en aquel tiempo Juan Calvino fue convertido al Señor realmente. Estaba hospedado en la de Etienne de la Forge, “un hombre que estuvo entusiásticamente dedicado a las doctrinas de la Reforma y en cuya casa protestante los fugitivos de la persecución fueron acogidos con cordial hospitalidad” (Calvino, profeta, p77).

    Hughes, como otros, opina: “…Calvino estaba en contacto diario con el devoto y bíblico celo de la residencia en donde se encontraba a la sazón. De una fe tan vital no pudo mantenerse a distancia mucho tiempo. Todas sus futuras publicaciones fluyeron de la pluma, no del Calvino humanista, sino de Calvino el Reformador y apasionado campeón de la verdad evangélica. Esa verdad en favor de la cual estaban preparados hombres y mujeres a sufrir la pérdida de todas las cosas, incluso la propia vida.” (Calvino profeta, 77, 78)

    En algún tiempo después de la publicación de ese libro y el año 1534 pensamos que Calvino se convirtió. En las palabras de Hughes:

    “Esto se deduce de sus propios escritos en ese año, es decir, los Prefacios (publicados en 1535) al Antiguo y Nuevo Testamento en la traducción francesa que, con la ayuda de Calvino, había preparado su primo Roberto Olivetan, y su tratado titulado Psychopannychia, en el cual esforzadamente refuta la doctrina de ciertos anabaptistas de que entre la muerte y la Venida del Señor el alma está en un estado de sueño inconsciente, o incluso comparte la muerte del cuerpo. (Este trabajo realmente no apareció impreso hasta ocho años más tarde.) En él se nota inmediatamente que su llamamiento está dirigido a la suprema autoridad de la Sagrada Escritura como infalible Palabra de Dios, pues desde el principio emprende la tarea de probar su posición por «claros pasajes de la Escritura», para los cuales demanda que la humana sabiduría y la filosofía cedan un lugar. La sola Escritura (sola Scriptura), ese fundamental principio de la Reforma, ya ha sido captado y apropiado por Calvino. Y a él permanecerá inflexiblemente leal hasta su muerte.” (Calvino profeta, 78)

    Renunció el estudio de todo y se dedicó a Dios y el estudio de su Palabra.

    Cito a P E Hughes (Calvino, Profeta, p74):

    En un pasaje autobiográfico de mucho interés, encontrado en el prefacio a su comentario de los Salmos, explica cómo siendo joven era «obstinadamente adicto a las supersticiones del papismo», pero que por una súbita conversión Dios conquistó su mente a una dócil condición. «Habiendo así adquirido un gusto por la verdadera piedad —dice—, me sentí inflamado con un intenso deseo de hacer progresos en ella, aunque sin abandonar mis otros estudios, que continué con no menos ardor. No había pasado un año antes de que todos los que tenían el deseo de una doctrina más pura vinieran continuamente hacia mí, aun siendo un novicio y un novato en la materia, para aprender. Siendo reservado por naturaleza y amante de la paz y del retiro, comencé entonces a buscar algún apartamiento; pero, a pesar de ello, todos mis retiros se convirtieron en clases públicas. Aunque mi único propósito era vivir apartado y desconocido, Dios me condujo a una situación tal que no me dejó estar en calma en ningún lugar hasta que, contrariamente a mi natural disposición, surgí a la luz pública.»

    Parece que Calvino volvió a Orleáns por un tiempo pero en 1533 estaba en París de nuevo hasta principios de noviembre. E1 primer día de ese mes, un amigo de Calvino, Nicolás Cop, rector de la Universidad dio un discurso, que algunos creen que Calvino escribió. Ese discurso fue tan evangélico que Cop fue citado para comparecer delante de las autoridades y buscaron a Calvino también. Los dos huyeron. Calvino había dejado libros y documentos, entre ellos algunas cartas de amigos que quedaron expuestos al peligro porque fueron tomadas por aquellos que rebuscaron en el cuarto de Calvino.

    La Inquisición había comenzado en el año 1525. Había una amenaza permanente contra los llamados “herejes”, pero también había personas de influencia, como la reina Margarita de Navarra, hermana del Rey Francis I, que dieron apoyo a los reformadores. En el tiempo que Calvino huyó de París ella hizo los trámites para que desestimaran las acusaciones contra Calvino. Él volvió a París, pero pronto se fue de nuevo a principios del año 1534.

    Por un tiempo estaba en Angulema en la casa del canónigo Louis de Tillet, bajo la protección de la reina Margarita. Allí en esa casa, con una buena biblioteca disponible, Calvino comenzó el libro que luego fue publicado con el título de: “Institución de la religión cristiana”.

    En mayo de ese año fue a Noyon para presentar la dimisión de los beneficios que recibía de la iglesia católica romana. Calvino había recibido beneficios de la iglesia desde los 12 años de edad, pero poco antes de cumplir 25 años lo dejó todo. En aquel tiempo fue encarcelado 2 veces brevemente, primero durante 9 días (desde el 26 de mayo hasta el 3 de junio) y dos días después por un tiempo adicional.

    Hacia el fin de ese año se marchó a Poitiers, reuniéndose con unos protestantes en una caverna y celebrando con ellos la Santa Cena.

    Hacia el fin de 1534 el rey de Francia, Francis I, quemó 32 “herejes” en 4 lugares públicos en la ciudad de París y declaró que haría lo mismo con sus propios hijos si ellos fueron infectados con las herejías de los que no creían en la misa tal y como era celebrada por los católicos (Beza, p20). Viendo la situación, Calvino y el canónigo, salieron de Francia y fueron a Basilea en Suiza. Allí Calvino estudió hebreo y terminó la Institución. Ese libro fue publicado en 1536 con 6 capítulos. Fue dedicado al rey Francis I, pero el libro tenía un propósito doble. Quiso que el rey leyera y considerara lo que él escribió, y a la vez quiso ayudar a los creyentes verdaderos a entender y confesar su fe.

    Entre otras cosas que Calvino dice en la dedicación (xxv a xl de la edición de FeLiRe) se encuentran lo siguiente (Calvino, profeta, p79):

    «No es sin justicia que solicito, Señor, que deberíais emprender una completa investigación de esta causa, que hasta ahora se ha manejado de manera tan irregular, sin ninguna orden de la ley y con desatada furia más que con formalidad judicial… La causa con la cual me encuentro plenamente identificado es la causa común de todo lo divino, y en consecuencia, la mismísima causa de Jesucristo. Es vuestro deber, Serenísimo Príncipe, no apartar ni vuestros oídos ni vuestra mente de una causa que tanto merece vuestra protección, especialmente cuando tan grandes cosas están en peligro, a saber: la gloria de Dios, la cual es para ser mantenida inviolada sobre la tierra; la verdad de Dios, que tiene que ser preservada en toda su dignidad, así como el Reino de Cristo, que ha de continuar firme y seguro… La principal característica de un verdadero soberano es conocer que, en la administración de su reino, él es un ministro de Dios. El que no subordina su reino a la divina gloria, no actúa en la forma de un verdadero rey, sino como un ladrón. Además, se engaña a sí mismo el que se promete una prolongada prosperidad para su reino, si no está gobernado por el cetro de Dios, esto es, por Su sagrada Palabra… Sabemos de nuestra insignificancia para persuadiros a tal investigación… Nuestra doctrina tiene que permanecer sublime por encima de toda la gloria del mundo e invencible frente a todo poder, porque no es nuestra, sino del Dios viviente y de Su Hijo Jesucristo, a quien el Padre ha nombrado Rey para que pueda gobernar de mar a mar y hasta los últimos confines de la tierra.»

    Dice Beza (p21, traducción de Calvino, profeta, p80), «Si el rey lo hubiera leído, mucho me equivocaría si no hubiese producido en él un gran impacto y se hubiese infligido una gran herida a la ramera babilónica; ya que tal príncipe, a diferencia de los que le sucedieron, era muy capaz de formarse una opinión, habiendo dado pruebas de no pequeño discernimiento, pues fue un hombre verdaderamente instruido y personalmente no desafecto a los Reformadores. Pero los pecados del pueblo francés, y también los del propio rey, a cuenta de los cuales la ira de Dios pendía sobre ellos, no permitieron enterarse de tal escrito, y mucho menos leerlo.»

    La Institución fue escrita originalmente en latín, aparente escondiendo su identidad usando el pseudónimo Alcuinus. En 1541 una edición en francés sería publicada. Los que saben de letras nos dicen que tanto el latín como el francés de Calvino era excelente, así como su estilo. Dice Hughes (Calvino profeta, p81), Tanto si escribe en latín como en francés, Calvino no es un mero estilista; su prosa está libre por completo de artificio, no es un argumento para deslumbrar, sino siempre un vehículo de la verdad. En cada página, la fuerza y la nobleza del estilo tiene una fiel proyección de la fuerza y la nobleza del propio carácter personal de su autor. La dignidad, la sinceridad y la completa sencillez de propósito son los contrastes del hombre y de sus escritos.

    Francia hasta el día de hoy está en grandes tinieblas, sin embargo, Dios llamó de ese lugar a un hombre que usó grandemente para difundir su conocimiento en el mundo. Tuvo que realizar su obra fuera de su país, pero fue un trabajador incansable.

    Antes de seguir con la historia de este hombre, hago énfasis en lo que Warfield señala y Calvino mismo indica. Calvino fue un hombre de letras, versado en literatura y un escritor. Como leímos en la cita de su introducción a los Salmos, quiso seguir una vida tranquila para estudiar y escribir, pero no pudo.

    Después de terminar La Institución hizo un viaje a Italia para visitar a la Duquesa de Ferrara que había mostrado interés en la verdadera religión. Pero el Duque no tenía el mismo interés y Calvino se fue en abril de 1536 con la intención de llegar a Estrasburgo en Alemania. Viajó con su hermano menor, Antoine, el único hermano vivo que tenía. Debido a una guerra, Calvino fue obligado desviarse por Suiza y llegó a la ciudad de Ginebra para pasar la noche allí.

    Ginebra era un pueblo lleno de inmoralidad. Según los registros del Concejo de Ginebra, especialmente en el año 1512, según Doumergue (Irwin, p26) “los sacerdotes de la Madeleine sostenían casas de prostitución y otros muchos las frecuentaban.”

    Desde 1522 había predicadores proclamando la fe reformada. Finalmente en 1533 por primera vez celebraron la Cena del Señor a la manera protestante (Irwin, p26). Había mucha oposición y aun un intento contra la vida de los líderes de la reforma (Farel, Froment y Viret). Pero la lucha seguía y el 8 de agosto de 1535 Farel fue llevado a la catedral para predicar. “Ese mismo y el día siguiente el pueblo derribó las imágenes en la catedral y en las iglesias de San Gervasio, de los dominicos y de los agustinos. El 10 de agosto Farel predicó delante del Concejo. Pocos días después se prohibía a los sacerdotes que dijeran misa en Ginebra hasta nueva orden. Así se abolió la misa en Ginebra” (Irwin, p28).

    Según Doumergue (citado por Irwin, p 28-29) los católicos-romanos se quejaron del vandalismo que acompañó la caída del catolicismo en Ginebra, pero sin mencionar los trucos que descubrieron. Habían inventado una manera de hacer a los santos cantar “de noche en Navidad por medio de tubos ingeniosamente colocados”. Y “un supuesto cerebro de San Pedro, venerado durante siglos, resultó ser un pedazo de piedra pómez.” Luego pusieron en las monedas de ginebra el lema Post tenebras lux.

    El 21 de mayo de 1536 “el pueblo reunido en Concilio general, adoptó oficialmente la Reforma”. (Irwin, p29).

    Calvino llegó de paso en julio de 1536 (27 años de edad) cuando Ginebra estaba comenzando el proceso de seguir la Reforma en serio. El fogoso predicador y reformador Guillermo Farel se enteró de la presencia de Calvino, ya conocido por muchos, y fue a saludarle e invitarle a permanecer con ellos y ayudar en la Reforma. Calvino mismo nos cuenta lo que pasó (en la introducción a los Salmos, citado por Hughes, Calvino profeta, p74), «Cuando (Farel) comprendió que yo había puesto mi corazón en estudios privados y dándose cuenta de que no conseguía nada con sus súplicas, procedió a proferir una imprecación en el sentido de que Dios condenaría mi reclusión y mi aislamiento si yo no aportaba mi ayuda cuando la necesidad era tan urgente. Me sentí tan aterrado que desistí del viaje que había emprendido; pero, consciente de mi apocamiento y mi timidez, no me até a ninguna promesa para cualquier particular cometido.»

    Otra versión de las palabras de Farel armonizan con lo que Calvino escribió años atrás. Farel dijo, “Alegáis vuestros estudio como una excusa; pero si rehusáis entregaros con nosotros a esta obra del Señor, Dios os maldecirá por buscar vuestros propios intereses antes que los de Cristo.” Calvino cedió. (Irwin 29)

    Así comenzó su asociación con Farel y su compromiso con Ginebra.

    Esta historia ilustra algo en la vida de Calvino. Crucificaba sus deseos para cumplir lo que creía que era la Voluntad de Dios. Dice que era tímido, pero no era cobarde. Expuso su vida más de una vez por amor al evangelio.

    Por ejemplo, una vez durante una epidemia, según Beza, Calvino ofreció ministrar a los que estaban muriendo. El Concejo no le permitió hacerlo, pero estaba dispuesto. En otra ocasión, desafió al Concejo que había ordenado que todos los que quisieran podrían tomar la Santa Cena. En otro tiempo de turbulencia Calvino pasó entre una muchedumbre ruidosa y peligrosa para tratar de establecer la paz.

    Calvino enfatizó mucho la necesidad de la humildad y la oración en la cual la humildad se ve. Cuando murió era obvio que no había acumulado mucho. Para poder dar a sus sobrinos una herencia, tuvieron que vender sus libros y pertenencias.

    Calvino era un trabajador incansable. Enseñaba y predicaba varias veces en la semana. Escribió el equivalente de 60 tomos. Además de la Institución que él revisó varias veces hasta la última edición en latín en 1559 que era 5 veces más grande que la edición original, Calvino escribió comentarios sobre gran parte de la Biblia. Publicó diversos folletos. Escribió muchísimas cartas. Publicaron muchos de sus sermones. Sus secretarios se cansaron antes que él.

    Su salud no era buena. Tenía muchos dolores de cabeza y malestar en el estómago. Solía comer una sola vez al día. Pero nada fue un impedimento a su diligencia en el trabajo.
    Según Beza, tenía una tremenda memoria. Se acordaba de todas las personas que iba conociendo. Si era interrumpido en su trabajo, sabía exactamente donde estaba.

    Pero, sobre todo, sus amigos y feligreses reconocieron que era un hombre temeroso de Dios, dedicado a Él y a la causa del evangelio.

    Los libros que he utilizado aparte de porciones de los escritos de Juan Calvino son:

    En inglés:

    Calvin and Augustine, por B. B. Warfield, Presbyterian and Reformed Publishing Company, Philadelphia, 1956. Especialmente el primer capítulo “John Calvin: The Man and His Work.
    The Life of John Calvin, un pequeño libro escrito por Teodoro Beza, un contemporáneo de Calvino, amigo íntimo durante 16 años. Ese libro es una fuente original. La copia que tengo es una reimpresión de Back Home Industries, Milwaukie, OR, 1996. Es reimpresión de una edición hecha por Calvin Translation Society, 1844 en Edinburgh, Scotland.

    An on line version is available: http://www.godrules.net/library/calvin/143calvin0.htm

    En español:

    Juan Calvino: su vida y su obra, por C H Irwin. Traducción de un libro publicado en 1909. La copia que usé fue publicado por CUPSA en México, 1981, segunda edición. CLIE tiene una edición actual. Sería más útil si tuviera más y mejores referencias a sus fuentes.

    Juan Calvino: profeta contemporáneo, compilado por Jacob T. Hoogstra. TSELF, Grand Rapids, 1974. Catorce (14) escritos por 14 eruditos diferentes presentando varios aspectos de la humanidad, pluma e importancia del “profeta” Calvino. Excelente documentación de las fuentes.
    Calvino, Antología, presentación y selección Dr. M Gutiérrez Marín, Producciones Editoriales del Noresteste (PEN), Barcelona, 1971. Básicamente este libro contiene escritos de Calvino mismo, con unas observaciones útiles.

    Así fue Calvino, Thea B. Van Halsema, Libros Desafío, Grand Rapids, 1998 (primera edición por TELL, 1966). Contiene muchos hechos históricos, pero con muchos detalles añadidos por la imaginación de la autora, describiendo posibles pensamientos y también lo que una persona hubiera visto, basado en conocimiento general de aquellos tiempos. No hay notas al calce, pero es un buen libro, especialmente para enseñar a los niños y jóvenes. Fácil de leer e interesante.
    Véase los prefacios de los libros de Calvino publicados en español.
    Hay información disponible en varios sitios por medio del “Internet”.

    “Hay dos cosas que están unidas… la enseñanza y la oración; Dios quiere que aquel a quien Él ha colocado como maestro en su iglesia sea alguien asiduo a la oración.”— Juan Calvino
    Citas Edificantes – preparadas por Salvador Gómez

    Cita de Pierre Marcel del libro Juan Calvino, profeta contemporáneo, editado por J T Hoogstra
    «Es conveniente que aprendamos a vivir y a morir humildemente» (Com., Gen. 11:4).
    «Demóstenes, el orador griego, cuando se le preguntó respecto a cuál era el primer precepto de la elocuencia, respondió que era la buena pronunciación. Cuando se le preguntó por el segundo, respondió lo mismo y así para el tercero. Así —dijo San Agustín—, si me preguntáis respecto a los preceptos de la religión cristiana, responderé que el primero, el segundo y el tercero son la humildad» (Inst., II, ii, 1).

    Bibliografía y referencias útiles.

    Libros.

    Websites.
    Wikipedia, en español.
    http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Calvino
    También en inglés:

    http://www.biografas.blogspot.com/
    http://biografas.blogspot.com/2007/05/juan-calvino.html

    Encarta, en español
    http://es.encarta.msn.com/encyclopedia_761570916/Juan_Calvino.html

    Parte 2
    Ginebra, Estrasburgo y Ginebra hasta la muerte (1536-1564)

    En Ginebra Calvino buscó la verdadera reforma de la iglesia en su organización eclesiástica así como una reforma moral y social. Publicó una formula breve de doctrina, y un catecismo. Después de un año logró que la ciudad y el pueblo aceptaran las doctrinas básicas y la disciplina de la religión cristiana (Beza, p27).

    Las autoridades civiles iban elaborando leyes contra la inmoralidad de varios tipos y eso le causó oposición a Calvino, porque a él le echaron la culpa. En 1538 el Concejo de la ciudad tomó dos decisiones (véase Irwin, p33).

    Que no se excluyera a nadie de la Cena del Señor. Con esa regla acabaron con la disciplina en la iglesia, cosa que Calvino, distinto a Lutero, veía como una marca de la verdadera iglesia (predicación sana del evangelio, administración correcta de las ordenanzas y disciplina bíblica). Lutero estaba contento de predicar y administrar las ordenanzas y luego de orar para que el Espíritu Santo aplicara la Palabra. Calvino creía que los pastores tienen que buscar la santidad de la iglesia y la disciplina que la Biblia enseña.

    La otra decisión del Concejo fue, Que el modo de celebrar la Cena del Señor fuera el adoptado en Berna. Con esa decisión el Concejo pisoteó la independencia de la iglesia y la confesión de que sólo Jesús Reina en su iglesia por medio de los que Él puso en ella. El problema no era con el modo de celebrar la Santa Cena en Berna, porque para Calvino ese asunto era indiferente. El problema es que el Concejo se apoderó de la autoridad en la iglesia y esto, para Calvino y los otros pastores era inaceptable.

    Calvino y sus colegas rehusaron someterse a esas directrices del Concejo. El Concejo les prohibió predicar, pero él y Farel predicaron, aunque no celebraron la Cena, no por el tipo de pan, sino por el desorden que había y por eso dijeron, “Sería profanar un misterio tan santo administrarlo antes de que el pueblo estuviera mejor dispuesto,” citando como prueba las cosas que estaban pasando en la ciudad (Irwin, p34).

    El Concejo se reunió el día siguiente, 23 de abril de 1538, y les condenó, dando a Calvino y a Farel tres (3) días para salir de la ciudad. (Véase Irwin, 34 y Beza 30)

    Según las Actas de la ciudad su respuesta fue, “¡Muy bien! Si hubiéramos sido siervos de los hombres, nos consideraríamos muy mal recompensados; pero servimos a un gran Maestro, el cual nos recompensará” (Beza, p30). Salieron inmediatamente (Irwin, p34).

    Irwin (p35) cita una carta que Calvino escribió a Tillet 3 meses después, expresando su alivio, pero a la vez, sus dudas sobre la Voluntad de Dios. Calvino declaró que creía que Dios le había llamado a Ginebra. La carta señala una disposición de hacer la Voluntad de Dios aun si fuera tan difícil como había sido en Ginebra.

    Desterrado de Ginebra, Calvino fue buscado por Martín Bucero de Estrasburgo en Alemania. Calvino dice en el prefacio a los Salmos (cita de Irwin, p36), “Hallándome en libertad y relevado de mi oficio, había pensado vivir en paz, sin tomar ningún cargo público, hasta que Martín Bucero, usando una reprensión y protesta semejantes a la que Farel había usado antes, me llamó a otro lugar. Aterrado por el ejemplo de Jonás, que él puso delante de mí, continué todavía en el oficio de maestro.”

    Había una pequeña colonia de franceses protestantes que Calvino pastoreó además de enseñar teología. En esa iglesia pudo poner en práctica sus convicciones sobre la necesidad de la santidad en los miembros y la disciplina bíblica que tiene que ser un rasgo de la iglesia.

    Allí en esa posición de profesor comenzó los estudios bíblicos que luego resultaron en las exposiciones de la Biblia, así como los valiosos comentarios que todavía están disponibles a los que quieren estudiarlos. Antes de morir, Calvino había escrito comentarios sobre todo el Nuevo Testamento excepto los libros de 2 y 3 Juan y Apocalipsis. En el Antiguo Testamento no llegó a comentar los libros de Salomón y algunos de los libros históricos (Warfield, p9).

    En Estrasburgo le hicieron ciudadano y le trataron relativamente bien, aunque vivió con pocos recursos. Como sus cartas a Farel demuestran, hubo una vez cuando tuvo que vender algunos de sus libros. También tuvo que tomar huéspedes aunque eran pobres estudiantes y no pudieron pagar mucho (Irwin, p38).

    En Estrasburgo buscó y con el tiempo halló una esposa. Parece que estaba persuadido de que era necesario y para ello buscó la ayuda de sus amigos, pero las primeras 3 recomendaciones no resultaron positivas. Finalmente, después de abandonar la búsqueda, apareció la que él necesitaba. Se casó con Idelette de Bure la viuda de un hombre creyente. Ellos habían sido desterrados de Bélgica por su fe protestante.

    Se casó en 1540 y su vida matrimonial duró menos de nueve años. El único hijo que nació vivo duró poco tiempo. Calvino sintió profundamente esa pérdida pero escribió que el Señor le había dado miríadas de hijos, así fue consolándose con las enseñanzas del Señor. Al morir su esposa Calvino escribió a Viret, “Mi aflicción no es una aflicción ordinaria. He perdido la excelente compañera de mi vida (optima socia vitae, en latín), que caso de haber venido sobre nosotros la desgracia, hubiera compartido conmigo alegremente, no sólo el destierro y la miseria, sino la misma muerte. Mientras vivió fue una fiel auxiliadora en mi ministerio. Jamás experimenté por parte de ella el menor impedimento.” (Irwin, p38, 39)

    En Estrasburgo hizo una edición de la Institución en francés; el comentario sobre Romanos y un tratado sobre la Cena del Señor, entre otras cosas.

    Es Estrasburgo hizo la famosa carta a Cardenal Sadoleto. Ese hombre quiso atraer a la gente de Ginebra hacia la iglesia católica romana nuevamente y Calvino, por amor al Señor, al evangelio y a la gente de Ginebra que él amaba, contestó a Sadoleto en una carta famosa por la suavidad y manera atractiva en la cual trató de ganar al cardenal mismo a la fe.

    Durante su tiempo en Estrasburgo participó en unas reuniones de aquellos que querían buscar más unidad entre las iglesias protestantes. En una ocasión conoció a Melanchton y su amistad fue duradera a pesar de algunas diferencias entre ellos. Calvino dedicó su Comentario sobre Daniel a Melanchton (Irwin, p39). Calvino y Lutero nunca se conocieron personalmente, pero parece que se mandaron saludos el uno al otro por medio de unas cartas. Calvino había criticado una posición de Lutero pero parece que los dos tenían buena voluntad y el deseo de tener alguna clase de amistad sin sacrificar sus convicciones.

    Pero, no fue la Voluntad de Dios que Calvino se quedara en Estrasburgo. En Ginebra, sus enemigos habían caídos en problemas graves y los líderes se dieron cuenta de cuánto necesitaban a Calvino. Farel estaba comprometido con Neuchatel y Ginebra dirigió su atención hacia Calvino desde 1540.

    Al principio Calvino, apoyado por Bucero, objetó. Dios había bendecido su ministerio en Estrasburgo. La iglesia francesa había prosperado. A Viret le escribió, “No pude leer una parte de tu carta sin reír. Es aquella en la que expresas tanta solicitud por mi prosperidad. ¿Y he de ir a Ginebra para asegurar mi paz? ¿Por qué no someterme a ser crucificado? Sería preferible perecer de una vez a ser atormentado hasta la muerte en aquella cámara de tortura. Si deseas mi bien, querido Viret, hazme el favor de no seguir dándome semejantes consejos.” Y a Farel le escribió también, “Siempre que pienso lo desgraciado que fui en Ginebra, tiemblo en todo mi ser interior cuando se me habla de mi regreso… Tengo que rogarte que me perdones si digo que temo aquel lugar como un lugar donde es imposible la paz y la seguridad.” (Véase Irwin, p41).

    Sin embargo, los de Ginebra lograron convencer a Bucero, que no quiso dejar a Calvino en Estrasburgo, entendiendo que sería la Voluntad de Dios que Calvino volviera a Ginebra. Con gran humildad y sumisión al Señor, Calvino volvió a Ginebra en septiembre de 1541 después de un año de súplicas para que volviera. Ginebra le proveyó una casa y un sueldo suficiente para vivir sin grandes preocupaciones, pero no para enriquecerle. Estrasburgo mantuvo su ciudadanía y quiso continuar ayudándole económicamente, esperando que volviera a Estrasburgo en algún tiempo, pero Calvino dijo que no. [Al morir, sus posesiones valían como $170, según la Enciclopedia cristiana Schaff-Herzog (en un artículo escrito a principios del siglo XX). Así que sus enemigos que le acusaron de enriquecerse fueron desmentidos.]

    En Ginebra, Calvino mantuvo sus luchas con los enemigos, y tiempos de peligro, pero poco a poco iba logrando las reformas que anhelaba en la iglesia.

    Uno de los males que Calvino tuvo que enfrentar fue la interferencia de las autoridades civiles en los asuntos de la iglesia. Aun cuando había un acuerdo de que no iban a hacer tal cosa, había personas que querían obligar a Calvino y a los otros pastores a no disciplinar a los malhechores y a darles la Cena del Señor. En ese punto Calvino fue intransigente y declaró en un sermón que escogería más bien ir a la muerte antes que permitir a un profano tomar la Cena. En ese asunto el Señor le cuidó.

    Aunque Calvino no creía que el Estado podía decirle a las iglesias como debían llevar la adoración y el ministerio, sí que pensaba que el Estado o los magistrados tienen el poder de juzgar y ejecutar a los herejes, por lo menos, algunos herejes, condenados y excomulgados por la iglesia. El caso más famoso que envolvió a Calvino es el de Miguel Servet.

    Servet fue un español, un médico, que durante años había promulgado una doctrina anti-trinitaria (sabelianismo o modalismo según algunos o quizás peor según otros). Publicó un libro provocativo que promovía sus convicciones sobre el asunto. Servet había sido condenado por los católicos y le iban a matar pero de alguna manera logró escapar. Fue a Ginebra sabiendo que no sería bienvenido. Allí fue arrestado, acusado, condenado y quemado. Calvino tuvo una parte en el proceso, en la acusación. Él estaba de acuerdo en que Servet merecía la muerte. Pero Calvino no quiso que le quemaran y sugirió que le decapitaran. Los jueces hicieron caso omiso de su sugerencia y Servet murió en la hoguera el 27 de octubre de 1553. Muchos han usado el caso de Servet para condenar a Calvino (hasta algunos católicos, pero como hipócritas). Sin embargo, debemos reconocer que en aquel tiempo esas cosas eran comunes y corrientes. Con la luz y entendimiento que tenemos ahora, no creemos que estuviera bien hecho, sin embargo debemos reconocer la realidad de que Calvino en ese asunto fue un hombre de su tiempo. Servet hubiera sido condenado en casi cualquier sitio del mundo europeo en aquella época, porque era un hombre desafiante y arrogante que condenaba a las iglesias que aceptaban la doctrina ortodoxa de la Trinidad. Casi todos los líderes protestantes estaban de acuerdo con lo que sucedió.

    Después de muchos años, finalmente en 1555 Calvino logró que el gobierno de Ginebra reconociera y aceptara la autoridad de la iglesia en asuntos que pertenecen a la iglesia. Aunque Calvino nunca vio la relación de iglesia y Estado como nosotros que vivimos en los EEUU, sin embargo vio verdades no reconocidas en aquel tiempo. Lo que Calvino comenzó condujo a las iglesias hacia una separación del Estado en un sentido importante. Con el paso del tiempo resultó en una independencia bíblica.

    Calvino trabajó incansablemente toda su vida. Quizás su trabajo esforzado le causó que tuviera tantos quebrantos de salud, pero a pesar de su mala salud, no se detuvo. Tenía dolores de cabeza y problemas estomacales. Durante años, según Beza, solía comer una sola vez al día, y tampoco dedicaba mucho tiempo al sueño. Sus secretarios se casaban antes que él muchas veces.

    Con esta presión llegó un momento en que no pudo más. No pudo predicar después del 6 de febrero de 1564. El 25 de abril hizo su testamento. El día siguiente se reunió con los 4 síndicos de la ciudad y los senadores para dirigirles unas palabras finales. El 28 de abril reunió a los pastores para darles una palabra final. Vivió un mes más. El 19 de mayo se sentó a la mesa con algunos pastores en la que sería su última vez. Después de eso no pudo levantarse de su cama y finalmente el día 27 de mayo de 1564, después de ese último tiempo de lucidez que muchos experimentan antes de morir, Calvino suspiró tranquilamente y así partió de esta vida a otra mejor, como esperamos, en la presencia del Señor a Quien sirvió fielmente hasta el fin. Según su petición, Calvino fue sepultado como cualquier otro creyente: sin pompa, en el cementerio común y sin que se especificase el lugar de su sepultura.

    Hay muchas cosas prácticas que podemos observar en la vida y carácter de Calvino. Vemos que Calvino amaba el estudio, la literatura, el escribir, pero crucificó sus preferencias y deseos para cumplir lo que creía que era la Voluntad de Dios.

    Dedicó gran parte de su tiempo a la enseñanza y a la predicación de la Palabra de Dios. Dedicó mucho tiempo a la organización y disciplina de la iglesia. Había reuniones semanales entre los pastores para tratar asuntos de la iglesia.

    Introdujo la música congregacional en la iglesia usando un salterio que fue hecho mediante sus exhortaciones y esfuerzos prácticos.

    El mismo dijo que era tímido, pero sabemos que no era cobarde. Expuso su vida más de una vez por amor al evangelio, predicando en varios lugares antes de llegar a Suiza y aun como pastor mostró su valentía.

    Por ejemplo, una vez durante una epidemia, según Beza (p44), Calvino se ofreció ministrar a los que se estaban muriendo. El Concejo no le permitió hacerlo, pero estaba dispuesto. En otra ocasión, desafió al Concejo que había ordenado que todos los que quisieran podrían tomar la Santa Cena. Como ya vimos, por esa causa fue desterrado. Luego, también declaró lo que vimos arriba que preferiría morir antes de dar la Cena del Señor a un profano. En otro tiempo de turbulencia Calvino pasó entre una muchedumbre ruidosa y peligrosa para tratar de establecer la paz.

    Calvino enfatizó mucho la necesidad de la humildad y la oración en la cual la humildad se ve.

    Calvino no fue avaro o codicioso, sino que estuvo contento con lo que tenía. Cuando murió era obvio que no había acumulado mucho. Para poder dar a sus sobrinos una herencia, tuvieron que vender sus libros y pertenencias. Después de vender todo, el total fue lo que mencioné antes.

    Calvino era un trabajador incansable. Enseñaba y predicaba varias veces a la semana. Escribió el equivalente a 60 tomos de libros. Además de la Institución que él revisó varias veces hasta la última edición en latín en 1559 cuando llegó a ser 5 veces más grande que la edición original, Calvino escribió comentarios sobre gran parte de la Biblia. Publicó folletos. Escribió muchísimas cartas (como 4000 han sido preservadas).
    Publicaron muchos de sus sermones. Nótense arriba lo que Beza agregó, que sus secretarios se agotaban antes que él.

    Dijimos ya que su salud no era buena. Solía comer una sola vez al día. Pero nada fue un impedimento a su diligencia en el trabajo.

    Además de su trabajo de enseñar, predicar y cuidar la iglesia; además de su trabajo literario; Calvino tenía mucho contacto con los refugiados y perseguidos de Francia, Italia, España, Holanda, Inglaterra y otros lugares, mostrándoles hospitalidad. En Ginebra había congregaciones de personas de habla inglesa, italiana y española. Sabemos que Calvino ejerció una influencia grande en John Knox de Escocia quien estuvo por un tiempo en Ginebra en los días de Calvino.

    Sufría sabiendo las cosas que pasaban en aquellos lugares. Varias de sus cartas son de consuelo y consejo a personas que sufrieron grandes aflicciones de diferentes índoles, desde la muerte de hijos hasta la pérdida de bienes y familiares y amigos por la persecución de la Inquisición.

    Aun trató de comenzar una misión en Brasil, pero el hombre que iba como líder no resultó y el proyecto fracasó (véase la historia del fracaso dirigido por Nicolás Durand deVillegagnon en Schaff-Herzog Encyclopedia, y/o otras fuentes).

    Según Beza, tenía una tremenda memoria. Se acordó de las personas que conoció. Si era interrumpido en su trabajo, sabía exactamente donde estaba al volver a su trabajo.

    Pero, sobre todo, sus amigos y feligreses reconocieron que era un hombre temeroso de Dios, dedicado a Él y a la causa del evangelio. Irwin nos da una lista de cosas que para él fueron sobresalientes (en el capítulo sobre “El carácter de Calvino”, 43ss): fe, oración, valentía, abnegación, simpatía, diligencia en el trabajo, que encerraba hasta el trato personal pastoral. Él creía en el valor de las visitas pastorales.

    Irwin nos da una traducción de Beza (véase Beza, p114ss; Irwin, p51):

    Aunque la naturaleza había dotado a Calvino con cierta seriedad digna, tanto de modales como de carácter, nadie era más agradable que él en la conversación ordinaria. Podía soportar de una manera admirable las faltas de otros, cuando procedían de mera flaqueza; así, nunca avergonzó a nadie por inoportunas reprensiones, ni desalentó a ningún hermano débil; pero, por otro lado, nunca pasó por alto ni trató con liviandad el pecado voluntario… Su temperamento era naturalmente colérico, y su activa vida pública había tendido mucho a desarrollar esta falta; pero el Espíritu de Dios le había enseñado a moderar de tal modo su ira, que nunca se escapó una palabra indigna de un varón justo. Mucho menos cometió nunca una injusticia hacia otros. Era solamente cuando la cuestión concernía a la religión, y cuando tenía que contender contra pecadores endurecidos, cuando se permitía moverse y excitarse, traspasando los límites de la moderación… Habiendo sido testigo durante dieciséis años de sus trabajos, he trazado la historia de su vida y de su muerte con toda fidelidad; y testifico ahora sin vacilación que todo cristiano puede encontrar en este hombre el noble modelo de una verdadera vida y muerte cristiana; un modelo, sin embargo, tan fácil de falsificar como difícil de imitar.

    Los libros que he utilizado aparte de porciones de los escritos de Juan Calvino son:
    En inglés:

    Calvin and Augustine, por B. B. Warfield, Presbyterian and Reformed Publishing Company, Philadelphia, 1956. Especialmente el primer capítulo “John Calvin: The Man and His Work.

    The Life of John Calvin, un pequeño libro escrito por Teodoro Beza, un contemporáneo de Calvino, amigo íntimo durante 16 años. Ese libro es una fuente original. La copia que tengo es una reimpresión “reprint” de Back Home Industries, Milwaukie, OR, 1996. Es “reprint” de una edición hecha por Calvin Translation Society, 1844 en Edinburgh, Scotland.

    An online version is available: http://www.godrules.net/library/calvin/143calvin0.htm

    Schaff-Herzog Encyclopedia of Religion, véase Calvin, John. (CCEL).

    En español:

    Juan Calvino: su vida y su obra, por C H Irwin. Traducción de un libro publicado en 1909. La copia que usé fue publicado por CUPSA en México, 1981, segunda edición. CLIE tiene una edición actual. Sería más útil si tuviera más y mejores referencias a sus fuentes, pero el libro es reconocido como bueno. En el capítulo sobre “Calvino como maestro de religión”, el autor muestra que no es muy “calvinista” y trata de hacer una síntesis entre el calvinismo y arminianismo.

    Juan Calvino: profeta contemporáneo, compilado por Jacob T. Hoogstra. TSELF, Grand Rapids, 1974. Catorce (14) escritos por 14 eruditos diferentes presentando varios aspectos de la humanidad, pluma e importancia del “profeta” Calvino. Excelente documentación de las fuentes. (Disponible gratis en PDF.)

    Calvino, Antología, presentación y selección Dr. M Gutiérrez Marín, Producciones Editoriales del Noresteste (PEN), Barcelona, 1971. Básicamente este libro contiene escritos de Calvino mismo, con unas observaciones útiles.

    Así fue Calvino, Thea B. Van Halsema, Libros Desafío, Grand Rapids, 1998 (primera edición por TELL, 1966). Contiene muchos hechos históricos, pero con muchos detalles añadidos por la imaginación de la autora, describiendo posibles pensamientos y también lo que una persona hubiera visto, basado en el conocimiento general de aquellos tiempos. No hay notas al margen, pero es un buen libro, especialmente para enseñar a los niños y jóvenes. Fácil de leer e interesante.

    Véase los prefacios de los libros de Calvino publicados en español.

    Hay información disponible en varios sitios por medio del “Internet”.

    “Hay dos cosas que están unidas… la enseñanza y la oración; Dios quiere que aquel a quien Él ha colocado como maestro en su iglesia sea alguien asiduo a la oración.” — Juan Calvino

    Citas Edificantes – preparadas por Salvador Gómez

    Cita de Pierre Marcel del libro Juan Calvino, profeta contemporáneo, editado por J T Hoogstra
    «Es conveniente que aprendamos a vivir y a morir humildemente» (Com., Gen. 11:4).
    «Demóstenes, el orador griego, cuando se le preguntó respecto a cuál era el primer precepto de la elocuencia, respondió que era la buena pronunciación. Cuando se le preguntó por el segundo, respondió lo mismo y así para el tercero. Así —dijo San Agustín—, si me preguntáis respecto a los preceptos de la religión cristiana, responderé que el primero, el segundo y el tercero son la humildad» (Inst., II, ii, 1).

    Otras referencias útiles en español.

    Websites.

    Wikipedia, en español.
    http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Calvino
    http://www.biografas.blogspot.com/
    http://biografas.blogspot.com/2007/05/juan-calvino.html
    Encarta, en español
    http://es.encarta.msn.com/encyclopedia_761570916/Juan_Calvino.html

    Algunas fechas importantes en la vida de Juan Calvino (Jean Cauvin/Johannes Calvinus):

    1509 Nació en Noyon, Picardía, Francia, el 10 julio.

    1523 Fue a París para estudiar (14 años).

    1528–29 Fue a Orleáns y Borges para estudiar leyes (derecho).

    1531 Padre de Calvino (Gerardo) murió.

    1532 Publicó su primera obra, un comentario sobre De Clementia por Séneca.

    1533 Calvino y Nicolás Cop huyen de París. Cerca de este tiempo tiene lugar su conversión.

    1534 Calvino renunció los beneficios de la Iglesia Católica (fue encarcelado brevemente).

    1535 Escribió una introducción para una traducción de la Biblia en francés, hecho por su primo Roberto Pierre (Olivetan) quién trabajó entre los Valdenses.

    1536 Sale la primera edición de la Institución de la religión cristiana (en marzo, en latín).

    1536 En agosto, Farel persuadió a Calvino para que se quedara en Ginebra.

    1538 Calvino y Farel desterrados de Ginebra. Fue a Estrasburgo. Sirvió como pastor de una iglesia de refugiados de Francia. Enseñó teología en cooperación con Martín Bucero.

    1539 Calvino respondió a Cardenal Sadoleto el cual quería que Ginebra volviera a Roma.

    1540 Publica el comentario sobre Romanos. Se casó con Idelette de Bure en agosto.

    1541 Calvino volvió a Ginebra, 13 septiembre. Tiene su propia casa, no muy grande, pero con jardín y una vista al lago. Tiene un sueldo fijo. Su primer sermón no era de reprensión, etc., sino la continuación de la exposición que tuvo que dejar cuando fue desterrado.

    1542 Su hijo Jacques nació y murió. (Otros dos nacieron muertos en diferentes años.)

    1549 Idelette murió. Consensus Tigurinus (acuerdo doctrinal sobre la Santa Cena).

    1553 Servet ejecutado por su herejía anti-Trinitaria (Calvino fue el “fiscal”). Servet pensó que los libertinos iban a soltarle y a perseguir a Calvino. Se portó muy mal. Casi todos los líderes reformados estaban de acuerdo con la sentencia. Los católicos le habían condenado antes pero escapó de sus manos y fue quemado en efigie.

    1559 Establecimiento de la Universidad de Ginebra. Edición final de la Institución.

    1564 Predicó su último sermón el 6 de febrero. Murió el 27 de mayo. El lugar de su sepultura no está identificado.

    Fuentes:
    http://www.ctlibrary.com/ch/1986/issue12/1215.html
    http://www.reformationtours.com/site/490868/page/669536#timeline
    Otros libros leídos.

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  • Conferencia Pastoral 2008 | Exortándoos que contendáis por la fe

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  • 2005 Pastors’ Conference | Sola Gratia

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