Nuestra suficiencia viene del Señor. Busquemos, pues, el rostro de nuestro Dios.
¡Oh Padre!
Te damos gracias por el Salvador que Tú enviaste para librarnos de las tinieblas y del poder del pecado; al considerar la compasión del Señor Jesucristo, la disposición con la que debemos pastorear a la grey, te suplicamos que Tú nos ayudes a ver algo de su compasión, para que esto nos lleve a ser pastores que sirven a las ovejas con compasión. Ven pues, danos la capacitación que viene de tu Espíritu para oír tu Palabra. Te lo suplicamos en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.
La disposición predominante con la que los pastores deben pastorear a sus ovejas consiste en varios elementos esenciales.
Anteriormente consideramos “La disposición de siervo”. Ahora vamos a considerar: “La disposición compasiva” y vamos a ver la importancia, y la necesidad de esta disposición para pastorear las ovejas como Cristo quiere que lo hagamos.
Busquemos en Mateo 9:36. Este versículo bíblico enseña que Jesús ministró a la multitud con una disposición compasiva.
“Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor”.
Al ver las consecuencias funestas y trágicas de lo que es vivir sin el ministerio de pastores fieles, Jesús tuvo compasión de las multitudes. Su alma se conmovió ante aquel cuadro de miseria espiritual. Él vio a las multitudes desatendidas por quienes tendrían que haber sido sus maestros y guías espirituales.
Basándose en la descripción que Mateo da de estas multitudes, Robertson declaró:
“Estaban acosados, importunados, aturdidos por aquellos que deberían haberles enseñado. Se les estorbaba para entrar en el Reino de los Cielos. Estaban abrumados por las cargas que los fariseos habían puesto sobre ellos. Estas personas eran como ovejas cuyo pastor las había abandonado. En esta situación, las ovejas están angustiadas y desamparadas; están completamente exhaustas y expuestas a las bestias rapaces, a la intemperie, a las inclemencias del tiempo; expuestas al hambre y a la sed. Así se encontraban las multitudes que Mateo describió. Estas personas carecían del alimento de la Palabra de Dios. Estaban oprimidas, desalentadas, abatidas, moribundas y sin esperanza. No estaban preparadas para morir”.
Carlson dice:
“Frente a tales problemas estas personas estaban indefensas, estaban incapacitadas para rescatarse a sí mismas o para escapar de los que las atormentaban. Este cuadro trágico de pecadores abandonados y oprimidos conmovió el corazón de nuestro amado y bendito Salvador. Literalmente se le conmovieron las entrañas.”
Mateo dice:
“Y viendo (un acto deliberado) la multitud, tuvo compasión”.
Su alma fue profundamente afectada, sintió dolor. Este cuadro llevó al Salvador a decir a sus discípulos:
“La mies es mucha pero los obreros son poco. Por tanto rogad al Señor de la mies que Él envíe obreros a la mies.”
La compasión que sintió Jesús le llevó a animar, y aun a mandar, a los discípulos que oraran a Aquél que podía suplir para los que se encontraban abatidos y abandonados.
La compasión por las almas de los hombres debe llevarnos a la oración, debe llevarnos a orar para que el Señor proporcione verdaderos pastores de ovejas, hombres que proclamen su Palabra con un espíritu compasivo y que se identifiquen realmente con aquellos a quienes el Señor les llama a servir.
Marcos 6:34 declara:
“Al desembarcar Él (Jesús) vio una gran multitud, y tuvo compasión de ella, porque eran como ovejas sin pastor”.
Cuando Jesús vio a la gente desamparada, sin líderes que les enseñaran la Palabra de Dios, sin guías que suplieran las necesidades espirituales de la gente, Marcos también dice:
“Jesús tuvo compasión de esta gran multitud”.
Literalmente se le conmovieron las entrañas. La compasión activa de Jesús se expresa en hechos o en acciones. Al conocer la necesidad de estas personas, Jesús se entregó a suplirla. El texto dice: “Y comenzó a enseñarles muchas cosas.” La visión de la condición de la gente conmovió su corazón. Este sentimiento compasivo creó un anhelo profundo por ayudarles.
Hendriksen declara:
“Con la mente, Jesús explora sus penas, les comprende. En su corazón lleva sus cargas, les ama. Con su voluntad les quita sus aflicciones, les sana. Para Él, la compasión no sólo es una emoción, es un tierno sentimiento que se transforma en acción, en una acción eficaz; no es una mera emoción, sino una acción, mejor aún, toda una serie de acciones. Él les enseña, les sana, les alimenta”.
La manifestación de la compasión de Jesús hacia sus criaturas es una ilustración maravillosa de ese amor que no busca lo suyo, que se olvida de sus propias necesidades, cargas y dolor para corresponder adecuadamente a las necesidades, cargas y aflicciones de otros.
Marcos 1:40-41 declara:
“Y vino a Él un leproso, y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, le tocó y le dijo: Quiero, sé limpio. Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio”.
Aquí, la palabra compasión no sólo supone un sentimiento de pena ante el sufrimiento, sino que habla también de un fuerte deseo de aliviar ese sufrimiento.
Al explicar lo que significa la palabra compasión en Marcos 1:41, Lensky dijo:
“El verbo splanchnizomai (σπλαγχνίζομαι) significa conmoverse las entrañas, los pulmones, el corazón, el hígado, que eran considerados como la base de los sentimientos, el amor, la conmiseración. Podemos decir: su corazón se conmovió. La palabra griega que se usa es la más expresiva de las tres que se traducen por ‘movido a compasión’, porque no sólo supone un sentimiento de pena ante el sufrimiento sino, además, un fuerte deseo de aliviarlo o suprimirlo”.
Cuando Jesús vio a aquel hombre leproso, su corazón se conmovió. Es decir, Él dejó que aquel cuadro de aflicción, miseria y dolor humano conmoviera su propio corazón. La condición dolorosa de aquel hombre le causó un dolor real y profundo. Le llevó a sentir un fuerte deseo de sanarlo y de librarle de su dolor y miseria. Su compasión le llevó a sanarlo. Esto nos enseña que cuando Jesús sanaba a los enfermos o ayudaba a los necesitados, no lo hacía de una manera fría o sin interesarse personalmente en las personas a las que servía o ministraba. Él no correspondió al dolor y a la necesidad humana de una manera impersonal, para simplemente demostrar que Él era en realidad el Mesías”. ¡No! Cuando el Señor ministró a las almas no lo hizo con una objetividad clínica divorciada de una simpatía y empatía real hacia el que sufría. Él se compadeció verdaderamente de ellos. Sintió pena por la desgracia o el sufrimiento ajenos. Cuando Jesús sanó al enfermo y ayudó al necesitado lo hizo con compasión; se identificó con las preocupaciones, aspiraciones, necesidades y temores de estas personas. Él permitió que el dolor afectara su corazón, se colocó en el lugar de estas personas y esto le llevó a compadecerse de ellas.
Él vio y permitió que aquello que estaba contemplando afectara su propio corazón. Él vio la aflicción y la miseria y dejó que esto afectara y conmoviera su ser. Ese cuadro le llevó a corresponder a la necesidad de una manera adecuada. Vio a la multitud como ovejas sin pastor y, ¿qué hizo? Comenzó a enseñarles. Al oír los ruegos del leproso, ¿qué hizo? Lo tocó y lo sanó. ¡Lo tocó! Jesús pudo haber dicho que este hombre fuera limpio, no tenía porqué tocarlo, pero lo tocó. Se identificó con este hombre.
Los casos en que se menciona expresamente la compasión de Jesús, prueban que su corazón estaba siempre lleno de misericordiosa bondad y sentimientos de misericordia hacia los afligidos de todas clases. En cualquier ocasión y dondequiera que sus ojos contemplaran sufrimiento o pesar de cuerpo, o alma, se sentía llamado a prestar ayuda. La compasión de Jesús es una de las más profundas, ricas y consoladoras cualidades del Salvador. Lo llevó a la cruz y, aún hoy, en gloria, continúa demostrando esta gracia. De ahí que se nos anime ¿a qué? A acercarnos al trono de la gracia. ¿Por qué? Porque allí encontraremos a Jesús compadeciéndose de nosotros:
“Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que transcendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sacerdote que no puede compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, (porque Él es un Salvador compasivo) acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna”.
La compasión que Jesús manifestó durante su ministerio se manifestó también en el ministerio de Pablo. En Hechos 20:31 dijo:
“Recordando que por tres años, de noche y día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimas”.
Pablo no llevó a cabo su ministerio entre los efesios de una manera fría, clínica e impersonal. Él ministró con lágrimas. La condición de estos hombres afectó su corazón; los peligros a los cuales ellos estaban expuestos conmovieron su corazón, y le llevaron a corresponder correctamente a su necesidad.
Cuando Pablo abrió su boca para enseñar y reprender a los corintios, lo hizo con un corazón lleno de un afecto compasivo y misericordioso.
En 2ª Corintios 6:11, Pablo dice:
“Nuestra boca, oh corintios, os ha hablado con toda franqueza. Nuestro corazón se ha abierto de par en par”.
Cuando Pablo dice: “nuestro corazón se ha abierto de par en par”, está dando a conocer lo que sentía hacia los corintios. Esto no era un secreto. Su corazón estaba abierto hacia ellos. Un corazón abierto o ensanchado posee generosos y cálidos sentimientos.
Hodge tiene razón cuando dice que “Pablo había volcado su corazón sobre los corintios. Ha estado hablando con la máxima libertad, sin trabas y al hacerlo así su corazón se ha ensanchado hacia ellos. Estaba dispuesto a abrazarlos a todos y a estrecharlos en sus brazos como hijos amados”. Esto es lo que hace la compasión. ¿Pero a quién le estaba hablando? A aquellos que le estaban acusando falsamente, al menos algunos de ellos. Se habían dejado arrastrar por los falsos maestros que se habían infiltrado. ¿Qué le llevó a él a hablar de esa manera? La compasión por la condición en la que se encontraban estas personas. Él vio más allá de esas acusaciones. Vio lo que estaba allí, lo que realmente era la causa que había llevado a los corintios a conducirse de aquella manera y, al verlos bajo la influencia de estos falsos maestros, su corazón fue conmovido. Él les dijo: “Oh corintios a pesar de esto, ustedes todavía están en mi corazón. Y yo deseo tenerles allí porque les amo y busco lo mejor para ustedes. Mi ministerio lo llevo a cabo por el amor entrañable y profundo que siento hacia ustedes.”
Y, más adelante, en el capítulo 7, versículo 3 Pablo les dice:
“No hablo para condenaros; porque he dicho antes que estáis en nuestro corazón para morir juntos y para vivir juntos”.
La expresión “estáis en nuestro corazón” es otra manera de decir que Pablo les amaba. La expresión “para morir juntos y para vivir juntos” significa que estos hermanos estaban tan arraigados en su corazón que él gustosa o alegremente vive y muere con ellos; ni la vida ni la muerte podrá separarlos.
Si nosotros vamos a ministrar a nuestras ovejas con una disposición compasiva, debemos orar para que el Señor nos de la compasión que nos lleve a identificarnos con el sufrimiento, la necesidad y la condición de cada una de nuestras ovejas. Debemos clamar: “¡Señor, ayúdanos! Danos un corazón más grande, más compasivo.” Debemos pedirle que aumente en nosotros la gracia de la empatía, la capacidad para sentir lo que otros sienten para que esto nos lleve a ser más sensibles a su condición. Esta compasión y empatía ayudarán a crear en nosotros ese fuerte deseo de consolar a los que sufren, de hacer lo que legítimamente alivie o quite su dolor. La compasión nos llevará a corresponder adecuadamente a sus necesidades. Si nosotros hemos de ministrar eficazmente a nuestras ovejas, ellas tienen que percibir que nosotros nos compadecemos de ellas y que realmente queremos corresponder bíblicamente a su necesidad. Esto abrirá sus oídos y sus corazones para que escuchen la enseñanza, exhortación y amonestación que Dios nos manda darles.
Observen cómo ministró Pablo a los corintios. No les exhortó diciendo: “Aquí estoy, con la verdad reformada, las doctrinas de la gracia, ahora escúchenme”. Él no les enseñó ni les exhortó de esa manera. Él no lo hizo de una manera fría ni impersonal, sino que les habló con el corazón. Él les dijo:
“Nuestro corazón está abierto a ustedes de par en par. Entonces, corintios, abran su corazón y escuchen las palabras de aquel que les ama y que les dice la verdad”.
A veces, nuestras ovejas no reciben la instrucción o amonestación porque ven en nosotros un corazón frío que no se compadece de ellas. No ven un corazón compasivo que busca su bien, que trata de entender su condición. Hay pastores que tratan a las ovejas como algunos doctores tratan a sus pacientes. Hablan como si estuvieran dando una receta, “He aquí este versículo; y después lea este otro. Y no se olvide de este otro versículo”. Muchos versículos, pero las ovejas no ven un corazón que siente con ellas, que se identifica con su dolor. Esto cierra sus oídos porque ven que el pastor no se ha interesado realmente por ellas como personas. Cuando un doctor no tiene empatía puede dar la prescripción correcta pero el paciente siente que falta algo importante. Lo que falta es un trato personal; el doctor le trató de forma fría, no mostró un interés sincero, una preocupación genuina por ayudarle y sanarle. Resultado: el paciente no vuelve. Se dice a si mismo, “No quiero que ese doctor vuelva a tratarme. Tal vez conozca bien su profesión pero yo no quiero que me vuelva a atender. Buscaré a otro doctor que me trate como una persona.” Por otro lado, cuando el doctor trata al paciente de un modo personal y muestra un interés verdadero, el enfermo está dispuesto a escuchar lo que tiene que decirle, y quiere regresar para que él continúe atendiéndole.
Si nuestras ovejas no perciben en nosotros un interés genuino por sus personas, una identificación sincera con su dolor o condición, no nos escucharan. Les será difícil oír nuestras palabras, nuestras exhortaciones y amonestaciones. En algunos casos no prestarán atención a nuestras palabras. Aunque hayas preparado un buen sermón para tus ovejas, fruto directo de una exégesis responsable y sana, y conceptos teológicos correctos y equilibrados, si tú no muestras un interés genuino por su bienestar y un corazón compasivo que se identifique con sus personas, aflicciones, problemas y necesidades, les será difícil oír lo que tienes que decirles.
Al ministrar a nuestras ovejas tenemos que recordar que entre ellas hay algunas abatidas, afligidas, heridas y quebrantadas. Otras estarán preocupadas o atemorizadas. Si ellas no perciben o ven que les pastoreamos con un corazón compasivo no apreciaran realmente nada de lo que debemos decirles. No prestarán atención a ninguno de los versículos que podamos citar. Estas cosas no les llegarán con el peso necesario para que puedan ser ayudadas de una forma real y eficaz. Podrás citar las mejores fuentes de consulta, a los hombres más destacados, pero si tú no pastoreas a tus ovejas con un corazón compasivo no podrás comunicar el mensaje de Dios a sus corazones de una manera eficaz.
Dios es compasivo. Esta es la manera en la que Él se acerca y se revela a cada uno de sus hijos. Por tanto, cuando predicamos, no sólo debemos comunicar el contenido de la Escritura sino que también debemos comunicar el corazón de las Escrituras. Para lograr este fin, nuestras vidas deben manifestar esta gracia.
Pablo dice: “Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia”.
Queridos pastores, Dios no solo nos llamó a comunicar el contenido de las Escrituras, sino también su corazón. Por tanto, al hablar de la compasión de Cristo, ¿manifiestas tú esa compasión? Si no es así, no estás representando correctamente al Señor Jesucristo que te llamó a manifestar su compasión y que te llama a hablar y a tratar a las ovejas con compasión.
Vendrán días de gran aflicción y adversidad en los que Dios te llamará a consolar a tu gente. Su dolor será tan fuerte que no podrás más que llorar con ellas y sentir el dolor que ellas sienten.
Si los amigos de Job hubieran tenido compasión, si se hubieran sentado delante de este hombre a llorar con él, eso habría sido una gran medicina que habría consolado a Job.
Hay situaciones en las que no podemos más que llorar con nuestras ovejas, orar con ellas y encomendarlas a la misericordia de Dios, conociendo que Dios tiene un propósito sabio en esto que les ha ocurrido.
Hay ocasiones en las que solo podremos consolar con lágrimas. Para esto tú y yo necesitamos un corazón compasivo. ¿Te das cuenta de que no es ir simplemente a un seminario? ¿Que no sólo es tomar diferentes clases y poder defender la fe? No; necesitamos un corazón pastoral, un corazón compasivo, y eso no surge simplemente así porque sí. Tiene mucho que ver con nuestra relación diaria con Cristo y como esa relación afecta y guía nuestra vida.
Necesitas un corazón que se compadezca de tus ovejas. Un corazón que se identifique con sus sufrimientos, que sienta, se sienta afectado por lo que le afecta a ellas. ¡Oh hermanos, que el Señor nos conceda cada día más de esta gracia!
Es verdad que nuestras ovejas necesitan nuestro consejo y guía espiritual, pero una de las cosas que las preparará para que puedan domingo tras domingo, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, estar dispuestas a recibir la instrucción bíblica es nuestra compasión. Eso no es todo, pero es un ingrediente importante y esencial.
Alguien dijo: “Hay un lenguaje del corazón que sobrepasa el de las palabras que une a un corazón con otro corazón y abre la puerta para que nuestras palabras sean recibidas.”
A veces tenemos que comunicar palabras que hieren, verdades que son muy difíciles de aceptar, pero si estas verdades proceden de un corazón amoroso y compasivo serán más fáciles de recibir.
Recuerda, hermano, que el Señor ministró a sus ovejas movido por la compasión. Entonces tú y yo debemos pastorear nuestras a ovejas de la misma manera. La Biblia dice: “Llorad con los que lloran”. Esta es otra forma de decirnos que nuestro deber es mostrar compasión hacia aquellos que sufren.
Hasta aquí hemos visto algo de la importancia y necesidad de la compasión pastoral.
Ahora quiero dar, brevemente, algunas instrucciones prácticas para desarrollar la gracia de la compasión.
En primer lugar, ya que la compasión es un fruto del Espíritu Santo, debemos orar para que Dios aumente esta gracia en nuestro corazón por medio de las operaciones e influencias del Espíritu Santo y Su Palabra. Debemos leer y estudiar las Escrituras y la verdad, pero debemos hacerlo con un espíritu de oración: ¡Señor, ven y obra!
Algunos de nosotros nos criamos en hogares donde, literalmente, nos castraron emocionalmente y se nos hace difícil llorar con los que lloran. Entonces, ¿qué vamos a hacer? ¡Clamar a nuestro Dios! La promesa divina debe animarnos a orar por una mayor manifestación del Espíritu Santo en nuestras vidas; manifestación que, entre otra cosas, obre en nosotros mayor compasión. Cristo nos dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallareis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.
Y dice el Señor: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”.
Necesitamos el Espíritu de Dios para que esta gracia sea aumentada en nosotros y se manifieste en nuestras vidas.
En segundo lugar, medita deliberadamente en la manera compasiva en que Dios te ha tratado.
El Salmo 103, versículo 14, nos habla de la compasión de nuestro Dios. Él dice en su palabra, en el versículo 13 de este Salmo:
“Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el Señor de los que le temen Porque Él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos solo polvo.”
Él se acuerda de que somos polvo. Consciente de nuestra condición él nos trata conforme a su misericordia; esta verdad conmoverá nuestros corazones y nos animará a reflejar el carácter y la compasión de nuestro Dios. Nosotros también debemos recordar la constitución de nuestro prójimo y de nuestras ovejas y dejar que esto afecte, conmueva nuestro corazón y nos lleve a corresponder bíblicamente a sus necesidades.
¿Cómo podemos desarrollar este fruto del Espíritu? En tercer lugar, imita al Señor Jesucristo. Él es el ejemplo perfecto de lo que un hombre debe ser en su vida emocional. Su ejemplo de la compasión está plasmado de una manera especial en los evangelios. Entonces, lee una y otra vez los Evangelios. En ellos, el Señor se manifiesta como el Dios encarnado. Considera, con un espíritu de oración, la manera en que Jesús reaccionó ante el sufrimiento; ve como se identificó con el que sufría; observa como Él dejó que el sufrimiento de otros afectara su corazón. Deja que el Señor, lo que Él es, lo que Él hizo y la manera en que Él reaccionó, sea tu patrón. Lee buenos libros que tratan este tema. Uno de ellos es, “La persona y la obra del Señor Jesucristo”, escrito por B. B. Warfield. Este excelente libro habla sobre la vida emocional de nuestro Señor. Otro libro es: “La hermosura de Jesús”, por Clifford Pond.
En cuarto lugar, considera la situación o condición peculiar de cada una de tus ovejas, y deja que ese cuadro afecte y conmueva tu corazón y te lleve a corresponder a sus necesidades como Dios manda en su Palabra. Proverbios 27:23 declara: “Conoce bien la condición de tus rebaños…”. En Juan 3:14, Jesús declara, “Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas y las mías me conocen”. El conocimiento de sus ovejas conmovió su corazón y le llevó a corresponder correctamente y adecuadamente a su condición. Tal conocimiento y compasión le llevó a dar su vida por sus ovejas.
En quinto lugar, busca la dirección de las Escrituras para corresponder adecuadamente a la condición de tus ovejas. Querido hermano, la compasión no es un mero sentimiento. ¡No! También es acción, es corresponder, pero no es corresponder como yo pienso sino como Cristo me manda en su Palabra. ¿Qué me dice el Señor en su Palabra?
Las Escrituras son suficientes y pertinentes para guiarnos y enseñarnos cómo debemos responder a las necesidades de nuestras ovejas; son suficientes para enseñarnos cómo debemos mostrar esa compasión. Querido hermano, para esto no necesitas las últimas declaraciones de los gurús o los expertos en psicología, ¡no! No necesitas las enseñanzas ni las declaraciones de estos hombres para tratar con un corazón quebrantado por el pecado, la injusticia, la crueldad y la maldad. Todo lo que necesitas es conocer bien tu Biblia. Para esto vive según la Biblia, aprende a aplicarla a tu propia vida y podrás aplicarla a otros.
Pablo le dice a Timoteo:
“Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido, de las cuales te convenciste, sabiendo de quienes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto (llegue a la madurez espiritual) esté equipado para toda buena obra”, (2Tim. 3:16,17).
“Timoteo, aplica la Biblia; aplícate la Biblia; aplica sus verdades a tu propio corazón; a tu propia vida para que alcances ese estado de madurez que te permita estar preparado para toda buena obra. Y mostrar compasión es una buena obra. Entonces, Timoteo, en la Biblia encontrarás todo lo que necesitas para esta buena obra. La Biblia es suficiente y pertinente para tratar con el corazón humano, con el pecado, la aflicción, la depresión, la ira, la decadencia espiritual, la adversidad. Es suficiente para dar consuelo, fortaleza y esperanza.”
Pero muchos no piensan así. ¿Por qué? Porque desconocen su Biblia. La razón por la que muchos ministros dependen de otras fuentes es porque no conocen ni aplican a sus vidas la Palabra de Dios. Estos hombres van a otras fuentes porque no creen lo que la Biblia dice de sí misma. Su testimonio es que es suficiente y pertinente para guiarnos en todo lo que Dios requiere de nosotros.
He aquí algunas de las instrucciones prácticas para que nosotros podamos crecer en la gracia de la compasión. Si vamos a pastorear a las ovejas como lo hace el Señor Jesucristo, entonces debemos hacerlo de una manera compasiva.
¡Oh hermanos, estamos tan ocupados! Corremos de un lado para otro, pero tenemos que detenernos para contemplar la condición de nuestras ovejas. Es así como podremos desarrollar la compasión. Que nuestras ovejas encuentren en nosotros un corazón compasivo y, al verlo, vean mas allá de nosotros, vean el corazón compasivo de Cristo y den gloria a Él por su pastoreo a través de personas tan insuficientes como nosotros. ¡Oh que al ver estas cosas ellas amen más y más a Cristo!
Oremos:
Padre, gracias te damos por las enseñanzas de tu palabra.
En verdad tu palabra es suficiente y pertinente. Pedimos perdón porque no hemos mostrado la compasión de Cristo como deberíamos; nos hemos quedado cortos, ¡perdónanos!
¡Ayúdanos, oh Dios, a crecer en esta gracia!
Que la enseñanza de tu palabra hoy, junto a la operación misericordiosa de tu espíritu, grabe esto en nuestras mentes y corazones para que podamos ser ministros fieles y competentes del Nuevo Pacto.
Te suplicamos esto para que podamos glorificarte y promover el bien de las ovejas.
Padre, tu hijo murió por esto. ¡Danos mayor compasión!
Nuestra suficiencia viene del Señor. Busquemos, pues, el rostro de nuestro Dios.
¡Oh Padre!
Te damos gracias por el Salvador que Tú enviaste para librarnos de las tinieblas y del poder del pecado; al considerar la compasión del Señor Jesucristo, la disposición con la que debemos pastorear a la grey, te suplicamos que Tú nos ayudes a ver algo de su compasión, para que esto nos lleve a ser pastores que sirven a las ovejas con compasión. Ven pues, danos la capacitación que viene de tu Espíritu para oír tu Palabra. Te lo suplicamos en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.
La disposición predominante con la que los pastores deben pastorear a sus ovejas consiste en varios elementos esenciales.
Anteriormente consideramos “La disposición de siervo”. Ahora vamos a considerar: “La disposición compasiva” y vamos a ver la importancia, y la necesidad de esta disposición para pastorear las ovejas como Cristo quiere que lo hagamos.
Busquemos en Mateo 9:36. Este versículo bíblico enseña que Jesús ministró a la multitud con una disposición compasiva.
“Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor”.
Al ver las consecuencias funestas y trágicas de lo que es vivir sin el ministerio de pastores fieles, Jesús tuvo compasión de las multitudes. Su alma se conmovió ante aquel cuadro de miseria espiritual. Él vio a las multitudes desatendidas por quienes tendrían que haber sido sus maestros y guías espirituales.
Basándose en la descripción que Mateo da de estas multitudes, Robertson declaró:
“Estaban acosados, importunados, aturdidos por aquellos que deberían haberles enseñado. Se les estorbaba para entrar en el Reino de los Cielos. Estaban abrumados por las cargas que los fariseos habían puesto sobre ellos. Estas personas eran como ovejas cuyo pastor las había abandonado. En esta situación, las ovejas están angustiadas y desamparadas; están completamente exhaustas y expuestas a las bestias rapaces, a la intemperie, a las inclemencias del tiempo; expuestas al hambre y a la sed. Así se encontraban las multitudes que Mateo describió. Estas personas carecían del alimento de la Palabra de Dios. Estaban oprimidas, desalentadas, abatidas, moribundas y sin esperanza. No estaban preparadas para morir”.
Carlson dice:
“Frente a tales problemas estas personas estaban indefensas, estaban incapacitadas para rescatarse a sí mismas o para escapar de los que las atormentaban. Este cuadro trágico de pecadores abandonados y oprimidos conmovió el corazón de nuestro amado y bendito Salvador. Literalmente se le conmovieron las entrañas.”
Mateo dice:
“Y viendo (un acto deliberado) la multitud, tuvo compasión”.
Su alma fue profundamente afectada, sintió dolor. Este cuadro llevó al Salvador a decir a sus discípulos:
“La mies es mucha pero los obreros son poco. Por tanto rogad al Señor de la mies que Él envíe obreros a la mies.”
La compasión que sintió Jesús le llevó a animar, y aun a mandar, a los discípulos que oraran a Aquél que podía suplir para los que se encontraban abatidos y abandonados.
La compasión por las almas de los hombres debe llevarnos a la oración, debe llevarnos a orar para que el Señor proporcione verdaderos pastores de ovejas, hombres que proclamen su Palabra con un espíritu compasivo y que se identifiquen realmente con aquellos a quienes el Señor les llama a servir.
Marcos 6:34 declara:
“Al desembarcar Él (Jesús) vio una gran multitud, y tuvo compasión de ella, porque eran como ovejas sin pastor”.
Cuando Jesús vio a la gente desamparada, sin líderes que les enseñaran la Palabra de Dios, sin guías que suplieran las necesidades espirituales de la gente, Marcos también dice:
“Jesús tuvo compasión de esta gran multitud”.
Literalmente se le conmovieron las entrañas. La compasión activa de Jesús se expresa en hechos o en acciones. Al conocer la necesidad de estas personas, Jesús se entregó a suplirla. El texto dice: “Y comenzó a enseñarles muchas cosas.” La visión de la condición de la gente conmovió su corazón. Este sentimiento compasivo creó un anhelo profundo por ayudarles.
Hendriksen declara:
“Con la mente, Jesús explora sus penas, les comprende. En su corazón lleva sus cargas, les ama. Con su voluntad les quita sus aflicciones, les sana. Para Él, la compasión no sólo es una emoción, es un tierno sentimiento que se transforma en acción, en una acción eficaz; no es una mera emoción, sino una acción, mejor aún, toda una serie de acciones. Él les enseña, les sana, les alimenta”.
La manifestación de la compasión de Jesús hacia sus criaturas es una ilustración maravillosa de ese amor que no busca lo suyo, que se olvida de sus propias necesidades, cargas y dolor para corresponder adecuadamente a las necesidades, cargas y aflicciones de otros.
Marcos 1:40-41 declara:
“Y vino a Él un leproso, y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, le tocó y le dijo: Quiero, sé limpio. Y al instante la lepra lo dejó y quedó limpio”.
Aquí, la palabra compasión no sólo supone un sentimiento de pena ante el sufrimiento, sino que habla también de un fuerte deseo de aliviar ese sufrimiento.
Al explicar lo que significa la palabra compasión en Marcos 1:41, Lensky dijo:
“El verbo splanchnizomai (σπλαγχνίζομαι) significa conmoverse las entrañas, los pulmones, el corazón, el hígado, que eran considerados como la base de los sentimientos, el amor, la conmiseración. Podemos decir: su corazón se conmovió. La palabra griega que se usa es la más expresiva de las tres que se traducen por ‘movido a compasión’, porque no sólo supone un sentimiento de pena ante el sufrimiento sino, además, un fuerte deseo de aliviarlo o suprimirlo”.
Cuando Jesús vio a aquel hombre leproso, su corazón se conmovió. Es decir, Él dejó que aquel cuadro de aflicción, miseria y dolor humano conmoviera su propio corazón. La condición dolorosa de aquel hombre le causó un dolor real y profundo. Le llevó a sentir un fuerte deseo de sanarlo y de librarle de su dolor y miseria. Su compasión le llevó a sanarlo. Esto nos enseña que cuando Jesús sanaba a los enfermos o ayudaba a los necesitados, no lo hacía de una manera fría o sin interesarse personalmente en las personas a las que servía o ministraba. Él no correspondió al dolor y a la necesidad humana de una manera impersonal, para simplemente demostrar que Él era en realidad el Mesías”. ¡No! Cuando el Señor ministró a las almas no lo hizo con una objetividad clínica divorciada de una simpatía y empatía real hacia el que sufría. Él se compadeció verdaderamente de ellos. Sintió pena por la desgracia o el sufrimiento ajenos. Cuando Jesús sanó al enfermo y ayudó al necesitado lo hizo con compasión; se identificó con las preocupaciones, aspiraciones, necesidades y temores de estas personas. Él permitió que el dolor afectara su corazón, se colocó en el lugar de estas personas y esto le llevó a compadecerse de ellas.
Él vio y permitió que aquello que estaba contemplando afectara su propio corazón. Él vio la aflicción y la miseria y dejó que esto afectara y conmoviera su ser. Ese cuadro le llevó a corresponder a la necesidad de una manera adecuada. Vio a la multitud como ovejas sin pastor y, ¿qué hizo? Comenzó a enseñarles. Al oír los ruegos del leproso, ¿qué hizo? Lo tocó y lo sanó. ¡Lo tocó! Jesús pudo haber dicho que este hombre fuera limpio, no tenía porqué tocarlo, pero lo tocó. Se identificó con este hombre.
Los casos en que se menciona expresamente la compasión de Jesús, prueban que su corazón estaba siempre lleno de misericordiosa bondad y sentimientos de misericordia hacia los afligidos de todas clases. En cualquier ocasión y dondequiera que sus ojos contemplaran sufrimiento o pesar de cuerpo, o alma, se sentía llamado a prestar ayuda. La compasión de Jesús es una de las más profundas, ricas y consoladoras cualidades del Salvador. Lo llevó a la cruz y, aún hoy, en gloria, continúa demostrando esta gracia. De ahí que se nos anime ¿a qué? A acercarnos al trono de la gracia. ¿Por qué? Porque allí encontraremos a Jesús compadeciéndose de nosotros:
“Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que transcendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sacerdote que no puede compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, (porque Él es un Salvador compasivo) acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna”.
La compasión que Jesús manifestó durante su ministerio se manifestó también en el ministerio de Pablo. En Hechos 20:31 dijo:
“Recordando que por tres años, de noche y día, no cesé de amonestar a cada uno con lágrimas”.
Pablo no llevó a cabo su ministerio entre los efesios de una manera fría, clínica e impersonal. Él ministró con lágrimas. La condición de estos hombres afectó su corazón; los peligros a los cuales ellos estaban expuestos conmovieron su corazón, y le llevaron a corresponder correctamente a su necesidad.
Cuando Pablo abrió su boca para enseñar y reprender a los corintios, lo hizo con un corazón lleno de un afecto compasivo y misericordioso.
En 2ª Corintios 6:11, Pablo dice:
“Nuestra boca, oh corintios, os ha hablado con toda franqueza. Nuestro corazón se ha abierto de par en par”.
Cuando Pablo dice: “nuestro corazón se ha abierto de par en par”, está dando a conocer lo que sentía hacia los corintios. Esto no era un secreto. Su corazón estaba abierto hacia ellos. Un corazón abierto o ensanchado posee generosos y cálidos sentimientos.
Hodge tiene razón cuando dice que “Pablo había volcado su corazón sobre los corintios. Ha estado hablando con la máxima libertad, sin trabas y al hacerlo así su corazón se ha ensanchado hacia ellos. Estaba dispuesto a abrazarlos a todos y a estrecharlos en sus brazos como hijos amados”. Esto es lo que hace la compasión. ¿Pero a quién le estaba hablando? A aquellos que le estaban acusando falsamente, al menos algunos de ellos. Se habían dejado arrastrar por los falsos maestros que se habían infiltrado. ¿Qué le llevó a él a hablar de esa manera? La compasión por la condición en la que se encontraban estas personas. Él vio más allá de esas acusaciones. Vio lo que estaba allí, lo que realmente era la causa que había llevado a los corintios a conducirse de aquella manera y, al verlos bajo la influencia de estos falsos maestros, su corazón fue conmovido. Él les dijo: “Oh corintios a pesar de esto, ustedes todavía están en mi corazón. Y yo deseo tenerles allí porque les amo y busco lo mejor para ustedes. Mi ministerio lo llevo a cabo por el amor entrañable y profundo que siento hacia ustedes.”
Y, más adelante, en el capítulo 7, versículo 3 Pablo les dice:
“No hablo para condenaros; porque he dicho antes que estáis en nuestro corazón para morir juntos y para vivir juntos”.
La expresión “estáis en nuestro corazón” es otra manera de decir que Pablo les amaba. La expresión “para morir juntos y para vivir juntos” significa que estos hermanos estaban tan arraigados en su corazón que él gustosa o alegremente vive y muere con ellos; ni la vida ni la muerte podrá separarlos.
Si nosotros vamos a ministrar a nuestras ovejas con una disposición compasiva, debemos orar para que el Señor nos de la compasión que nos lleve a identificarnos con el sufrimiento, la necesidad y la condición de cada una de nuestras ovejas. Debemos clamar: “¡Señor, ayúdanos! Danos un corazón más grande, más compasivo.” Debemos pedirle que aumente en nosotros la gracia de la empatía, la capacidad para sentir lo que otros sienten para que esto nos lleve a ser más sensibles a su condición. Esta compasión y empatía ayudarán a crear en nosotros ese fuerte deseo de consolar a los que sufren, de hacer lo que legítimamente alivie o quite su dolor. La compasión nos llevará a corresponder adecuadamente a sus necesidades. Si nosotros hemos de ministrar eficazmente a nuestras ovejas, ellas tienen que percibir que nosotros nos compadecemos de ellas y que realmente queremos corresponder bíblicamente a su necesidad. Esto abrirá sus oídos y sus corazones para que escuchen la enseñanza, exhortación y amonestación que Dios nos manda darles.
Observen cómo ministró Pablo a los corintios. No les exhortó diciendo: “Aquí estoy, con la verdad reformada, las doctrinas de la gracia, ahora escúchenme”. Él no les enseñó ni les exhortó de esa manera. Él no lo hizo de una manera fría ni impersonal, sino que les habló con el corazón. Él les dijo:
“Nuestro corazón está abierto a ustedes de par en par. Entonces, corintios, abran su corazón y escuchen las palabras de aquel que les ama y que les dice la verdad”.
A veces, nuestras ovejas no reciben la instrucción o amonestación porque ven en nosotros un corazón frío que no se compadece de ellas. No ven un corazón compasivo que busca su bien, que trata de entender su condición. Hay pastores que tratan a las ovejas como algunos doctores tratan a sus pacientes. Hablan como si estuvieran dando una receta, “He aquí este versículo; y después lea este otro. Y no se olvide de este otro versículo”. Muchos versículos, pero las ovejas no ven un corazón que siente con ellas, que se identifica con su dolor. Esto cierra sus oídos porque ven que el pastor no se ha interesado realmente por ellas como personas. Cuando un doctor no tiene empatía puede dar la prescripción correcta pero el paciente siente que falta algo importante. Lo que falta es un trato personal; el doctor le trató de forma fría, no mostró un interés sincero, una preocupación genuina por ayudarle y sanarle. Resultado: el paciente no vuelve. Se dice a si mismo, “No quiero que ese doctor vuelva a tratarme. Tal vez conozca bien su profesión pero yo no quiero que me vuelva a atender. Buscaré a otro doctor que me trate como una persona.” Por otro lado, cuando el doctor trata al paciente de un modo personal y muestra un interés verdadero, el enfermo está dispuesto a escuchar lo que tiene que decirle, y quiere regresar para que él continúe atendiéndole.
Si nuestras ovejas no perciben en nosotros un interés genuino por sus personas, una identificación sincera con su dolor o condición, no nos escucharan. Les será difícil oír nuestras palabras, nuestras exhortaciones y amonestaciones. En algunos casos no prestarán atención a nuestras palabras. Aunque hayas preparado un buen sermón para tus ovejas, fruto directo de una exégesis responsable y sana, y conceptos teológicos correctos y equilibrados, si tú no muestras un interés genuino por su bienestar y un corazón compasivo que se identifique con sus personas, aflicciones, problemas y necesidades, les será difícil oír lo que tienes que decirles.
Al ministrar a nuestras ovejas tenemos que recordar que entre ellas hay algunas abatidas, afligidas, heridas y quebrantadas. Otras estarán preocupadas o atemorizadas. Si ellas no perciben o ven que les pastoreamos con un corazón compasivo no apreciaran realmente nada de lo que debemos decirles. No prestarán atención a ninguno de los versículos que podamos citar. Estas cosas no les llegarán con el peso necesario para que puedan ser ayudadas de una forma real y eficaz. Podrás citar las mejores fuentes de consulta, a los hombres más destacados, pero si tú no pastoreas a tus ovejas con un corazón compasivo no podrás comunicar el mensaje de Dios a sus corazones de una manera eficaz.
Dios es compasivo. Esta es la manera en la que Él se acerca y se revela a cada uno de sus hijos. Por tanto, cuando predicamos, no sólo debemos comunicar el contenido de la Escritura sino que también debemos comunicar el corazón de las Escrituras. Para lograr este fin, nuestras vidas deben manifestar esta gracia.
Pablo dice: “Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia”.
Queridos pastores, Dios no solo nos llamó a comunicar el contenido de las Escrituras, sino también su corazón. Por tanto, al hablar de la compasión de Cristo, ¿manifiestas tú esa compasión? Si no es así, no estás representando correctamente al Señor Jesucristo que te llamó a manifestar su compasión y que te llama a hablar y a tratar a las ovejas con compasión.
Vendrán días de gran aflicción y adversidad en los que Dios te llamará a consolar a tu gente. Su dolor será tan fuerte que no podrás más que llorar con ellas y sentir el dolor que ellas sienten.
Si los amigos de Job hubieran tenido compasión, si se hubieran sentado delante de este hombre a llorar con él, eso habría sido una gran medicina que habría consolado a Job.
Hay situaciones en las que no podemos más que llorar con nuestras ovejas, orar con ellas y encomendarlas a la misericordia de Dios, conociendo que Dios tiene un propósito sabio en esto que les ha ocurrido.
Hay ocasiones en las que solo podremos consolar con lágrimas. Para esto tú y yo necesitamos un corazón compasivo. ¿Te das cuenta de que no es ir simplemente a un seminario? ¿Que no sólo es tomar diferentes clases y poder defender la fe? No; necesitamos un corazón pastoral, un corazón compasivo, y eso no surge simplemente así porque sí. Tiene mucho que ver con nuestra relación diaria con Cristo y como esa relación afecta y guía nuestra vida.
Necesitas un corazón que se compadezca de tus ovejas. Un corazón que se identifique con sus sufrimientos, que sienta, se sienta afectado por lo que le afecta a ellas. ¡Oh hermanos, que el Señor nos conceda cada día más de esta gracia!
Es verdad que nuestras ovejas necesitan nuestro consejo y guía espiritual, pero una de las cosas que las preparará para que puedan domingo tras domingo, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, estar dispuestas a recibir la instrucción bíblica es nuestra compasión. Eso no es todo, pero es un ingrediente importante y esencial.
Alguien dijo: “Hay un lenguaje del corazón que sobrepasa el de las palabras que une a un corazón con otro corazón y abre la puerta para que nuestras palabras sean recibidas.”
A veces tenemos que comunicar palabras que hieren, verdades que son muy difíciles de aceptar, pero si estas verdades proceden de un corazón amoroso y compasivo serán más fáciles de recibir.
Recuerda, hermano, que el Señor ministró a sus ovejas movido por la compasión. Entonces tú y yo debemos pastorear nuestras a ovejas de la misma manera. La Biblia dice: “Llorad con los que lloran”. Esta es otra forma de decirnos que nuestro deber es mostrar compasión hacia aquellos que sufren.
Hasta aquí hemos visto algo de la importancia y necesidad de la compasión pastoral.
Ahora quiero dar, brevemente, algunas instrucciones prácticas para desarrollar la gracia de la compasión.
En primer lugar, ya que la compasión es un fruto del Espíritu Santo, debemos orar para que Dios aumente esta gracia en nuestro corazón por medio de las operaciones e influencias del Espíritu Santo y Su Palabra. Debemos leer y estudiar las Escrituras y la verdad, pero debemos hacerlo con un espíritu de oración: ¡Señor, ven y obra!
Algunos de nosotros nos criamos en hogares donde, literalmente, nos castraron emocionalmente y se nos hace difícil llorar con los que lloran. Entonces, ¿qué vamos a hacer? ¡Clamar a nuestro Dios! La promesa divina debe animarnos a orar por una mayor manifestación del Espíritu Santo en nuestras vidas; manifestación que, entre otra cosas, obre en nosotros mayor compasión. Cristo nos dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallareis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.
Y dice el Señor: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”.
Necesitamos el Espíritu de Dios para que esta gracia sea aumentada en nosotros y se manifieste en nuestras vidas.
En segundo lugar, medita deliberadamente en la manera compasiva en que Dios te ha tratado.
El Salmo 103, versículo 14, nos habla de la compasión de nuestro Dios. Él dice en su palabra, en el versículo 13 de este Salmo:
“Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el Señor de los que le temen Porque Él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos solo polvo.”
Él se acuerda de que somos polvo. Consciente de nuestra condición él nos trata conforme a su misericordia; esta verdad conmoverá nuestros corazones y nos animará a reflejar el carácter y la compasión de nuestro Dios. Nosotros también debemos recordar la constitución de nuestro prójimo y de nuestras ovejas y dejar que esto afecte, conmueva nuestro corazón y nos lleve a corresponder bíblicamente a sus necesidades.
¿Cómo podemos desarrollar este fruto del Espíritu? En tercer lugar, imita al Señor Jesucristo. Él es el ejemplo perfecto de lo que un hombre debe ser en su vida emocional. Su ejemplo de la compasión está plasmado de una manera especial en los evangelios. Entonces, lee una y otra vez los Evangelios. En ellos, el Señor se manifiesta como el Dios encarnado. Considera, con un espíritu de oración, la manera en que Jesús reaccionó ante el sufrimiento; ve como se identificó con el que sufría; observa como Él dejó que el sufrimiento de otros afectara su corazón. Deja que el Señor, lo que Él es, lo que Él hizo y la manera en que Él reaccionó, sea tu patrón. Lee buenos libros que tratan este tema. Uno de ellos es, “La persona y la obra del Señor Jesucristo”, escrito por B. B. Warfield. Este excelente libro habla sobre la vida emocional de nuestro Señor. Otro libro es: “La hermosura de Jesús”, por Clifford Pond.
En cuarto lugar, considera la situación o condición peculiar de cada una de tus ovejas, y deja que ese cuadro afecte y conmueva tu corazón y te lleve a corresponder a sus necesidades como Dios manda en su Palabra. Proverbios 27:23 declara: “Conoce bien la condición de tus rebaños…”. En Juan 3:14, Jesús declara, “Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas y las mías me conocen”. El conocimiento de sus ovejas conmovió su corazón y le llevó a corresponder correctamente y adecuadamente a su condición. Tal conocimiento y compasión le llevó a dar su vida por sus ovejas.
En quinto lugar, busca la dirección de las Escrituras para corresponder adecuadamente a la condición de tus ovejas. Querido hermano, la compasión no es un mero sentimiento. ¡No! También es acción, es corresponder, pero no es corresponder como yo pienso sino como Cristo me manda en su Palabra. ¿Qué me dice el Señor en su Palabra?
Las Escrituras son suficientes y pertinentes para guiarnos y enseñarnos cómo debemos responder a las necesidades de nuestras ovejas; son suficientes para enseñarnos cómo debemos mostrar esa compasión. Querido hermano, para esto no necesitas las últimas declaraciones de los gurús o los expertos en psicología, ¡no! No necesitas las enseñanzas ni las declaraciones de estos hombres para tratar con un corazón quebrantado por el pecado, la injusticia, la crueldad y la maldad. Todo lo que necesitas es conocer bien tu Biblia. Para esto vive según la Biblia, aprende a aplicarla a tu propia vida y podrás aplicarla a otros.
Pablo le dice a Timoteo:
“Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido, de las cuales te convenciste, sabiendo de quienes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto (llegue a la madurez espiritual) esté equipado para toda buena obra”, (2Tim. 3:16,17).
“Timoteo, aplica la Biblia; aplícate la Biblia; aplica sus verdades a tu propio corazón; a tu propia vida para que alcances ese estado de madurez que te permita estar preparado para toda buena obra. Y mostrar compasión es una buena obra. Entonces, Timoteo, en la Biblia encontrarás todo lo que necesitas para esta buena obra. La Biblia es suficiente y pertinente para tratar con el corazón humano, con el pecado, la aflicción, la depresión, la ira, la decadencia espiritual, la adversidad. Es suficiente para dar consuelo, fortaleza y esperanza.”
Pero muchos no piensan así. ¿Por qué? Porque desconocen su Biblia. La razón por la que muchos ministros dependen de otras fuentes es porque no conocen ni aplican a sus vidas la Palabra de Dios. Estos hombres van a otras fuentes porque no creen lo que la Biblia dice de sí misma. Su testimonio es que es suficiente y pertinente para guiarnos en todo lo que Dios requiere de nosotros.
He aquí algunas de las instrucciones prácticas para que nosotros podamos crecer en la gracia de la compasión. Si vamos a pastorear a las ovejas como lo hace el Señor Jesucristo, entonces debemos hacerlo de una manera compasiva.
¡Oh hermanos, estamos tan ocupados! Corremos de un lado para otro, pero tenemos que detenernos para contemplar la condición de nuestras ovejas. Es así como podremos desarrollar la compasión. Que nuestras ovejas encuentren en nosotros un corazón compasivo y, al verlo, vean mas allá de nosotros, vean el corazón compasivo de Cristo y den gloria a Él por su pastoreo a través de personas tan insuficientes como nosotros. ¡Oh que al ver estas cosas ellas amen más y más a Cristo!
Oremos:
Padre, gracias te damos por las enseñanzas de tu palabra.
En verdad tu palabra es suficiente y pertinente. Pedimos perdón porque no hemos mostrado la compasión de Cristo como deberíamos; nos hemos quedado cortos, ¡perdónanos!
¡Ayúdanos, oh Dios, a crecer en esta gracia!
Que la enseñanza de tu palabra hoy, junto a la operación misericordiosa de tu espíritu, grabe esto en nuestras mentes y corazones para que podamos ser ministros fieles y competentes del Nuevo Pacto.
Te suplicamos esto para que podamos glorificarte y promover el bien de las ovejas.
Padre, tu hijo murió por esto. ¡Danos mayor compasión!
[dlaudio link=»https://www.conferenciapastoral.org/wp-content/uploads/Sermones/2015-05-02-Meditacion-La-verdad-que-conduce-a-la-piedad-Harvey-Martinez.mp3″]Descargar Audio[/dlaudio][/toggle][toggle title=»Texto en español» open=»no»]“Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad” (Tit.1:1).
El apóstol Pablo era un hombre que actuaba por principio. ¿Qué es un principio? Básicamente un principio es una verdad que no cambia. Había verdades bíblicas y espirituales incambiables por las que Pablo regía su vida. El no era un hombre que se dejaba guiar por sus antojos, sus emociones ni por las tendencias de su época o entorno.
Los principios de la palabra de Dios por los que Pablo se guiaba no son subjetivos sino objetivos. No son internos sino más bien externos. Son verdades que Dios mismo ha establecido. Pablo regía su vida en base a un conjunto de principios absolutos. Y además del poder de la gracia de Dios obrando en él, el vivir de esta manera fue una de las razones por las que él pudo ser tan fiel a Cristo y a las almas que tuvo que ministrar.
Y como Pablo tenía bien claro lo que decía la palabra de Dios y lo que ésta exigía de él, él tenía bien claro en su mente cuál era su punto de partida al hacer lo que hacía. Por eso nunca vemos a Pablo a tientas tratando de averiguar cómo llevar a cabo su ministerio con mayor eficacia.
¿Y por qué era que Pablo no vivía así? Porque al vivir según los principios de la palabra de Dios esto le daba varias cosas a Pablo:
1-Seguridad. Cuando uno actúa por principios uno actúa con la seguridad de saber que actúa según verdades que no cambian. Hombres como Pablo viven con esta seguridad porque conocen la verdad y están comprometidos con la verdad. Y su seguridad no depende de si tiene buenos resultados o no; de si hay mucha gente escuchándolos por Sermonaudio; de si la gente les ama o les odia. Estas son cosas de poca importancia para el que vive por principio.
Pero los principios de la palabra por los que Pablo se regía también le daban:
2-Un sentido de propósito. Pablo era un hombre que tenía bien claro qué era lo que el Señor quería de él. El sabía en qué consistía su ministerio, cuáles eran sus responsabilidades y según esto él actuaba y llevaba a cabo la obra que él tenía. El tenía metas bien trazadas y estas metas estaban basadas en lo que Cristo demandaba de El. Por eso Pablo pudo decir en (Hch.20:24) “…en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios”.
Pablo eran un hombre que actuaba según los principios de la palabra de Dios. Y en el saludo de Pablo a Tito en (Tit.1:1-4) Pablo da a conocer algunos de los principios que regían su ministerio. Leamos:
“Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la [o, para la] fe de los escogidos de Dios y al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad, con la esperanza de vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde los tiempos eternos, y manifestó a su debido tiempo su palabra por la predicación que me fue confiada conforme al mandamiento de Dios nuestro Salvador, a Tito, verdadero hijo en la común fe:Gracia y paz de Dios el Padre y de Cristo Jesús nuestro Salvador”.
Pablo primero se identifica a sí mismo como un siervo (literalmente esclavo) de Dios. Con lo cual nos dice: Dios es mi amo. Yo estoy bajo su señorío. Y también dice que es un apóstol o un enviado, un mensajero, un embajador del Señor Jesucristo. Un esclavo con amo y un mensaje glorioso. Un esclavo que es a la vez embajador del Rey de reyes y el Señor de señores. Por eso era que Pablo no hacía lo que hacía para el logro de sus propios planes ni buscaba su propia exaltación. El estaba dedicado a su amo.
Y Pablo nos dice que en el (v.1) que como siervo de Dios y embajador del Señor Jesucristo él tenía una misión. El nos dice que él era siervo y apóstol conforme (o como también podría traducirse la preposición griega) para la fe de los escogidos de Dios y al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad.
Pablo nos dice que su ministerio apostólico estaba directamente relacionado con la fe de los escogidos de Dios. Dios lo había llamado a él a ejercer un ministerio que tenía como uno de sus propósitos el dar a conocer el evangelio por medio del cual los elegidos vendrían a creer en Cristo para salvación. De esto mismo le dice a Timoteo en (2 Tim.2:10) cuando dice: “Por tanto, todo lo soporto por amor a los escogidos, para que también ellos obtengan la salvación que está en Cristo Jesús, y con ella gloria eterna”. Pablo dice que su misión era el traerle a los incrédulos el evangelio que ellos necesitaban para obtener salvación porque es así que Dios llama a sus escogidos.
Pero Pablo dice también que otro aspecto de su misión era la de llevar a los escogidos al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad. Y es en esto que me voy a concentrar en nuestra meditación.
Pablo nos dice que él tenía la misión de llevar a los escogidos al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad. La frase el pleno conocimiento conlleva la idea de un conocimiento rico, profundo, completo, comprehensivo. Esta es una frase que Pablo usa en otros pasajes:
(1 Tim. 2:4) “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad”. Aquí la frase el pleno conocimiento de la verdad” se refiere al conocimiento salvífico de la verdad. Es decir, el conocimiento del evangelio de Cristo para salvación de pecadores. Aquí él no habla de un más pleno conocimiento de las doctrinas de las Escrituras ni de tener un conocimiento más completo de todo lo que la Biblia enseña sino más específicamente del conocimiento que conduce a la salvación.
Y en (2 Tim.2:25) fíjense por qué es que Pablo le dice a Timoteo que debía instruir con paciencia a los que oponían: “corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad”. Aquí Pablo relaciona el pleno conocimiento de la verdad con el arrepentimiento. Tanto en este pasaje como el anterior, Pablo establece una conexión entre el conocimiento de la verdad y la salvación.
Ahora fíjense cómo Pablo habla de lo mismo en otro contexto en (2 Tim.3:7), cuando hablando de los incrédulos y falsos maestros dicen: “siempre aprendiendo, pero que nunca pueden llegar al pleno conocimiento de la verdad”. En estos tres textos que hemos visto se nos presenta el pleno conocimiento de la verdad como algo esencial para la salvación.
Sin embargo, cuando Pablo habla en nuestro texto de (Tito 1:1) del pleno conocimiento de la verdad no es con el fin de que éste obre salvación en aquellos que escuchan sino más en que santifique a los que escuchan. Por eso él dice:
“…al pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad”. La palabra que se traduce según en nuestra versión de las Américas, es una preposición griega que en este contexto también podría traducirse para, con el propósito de o que conduce a. De modo que podríamos leer estas palabras de esta manera: “…la verdad que conduce a la piedad.” La verdad que produce piedad.
Pues al Pablo describir su misión como siervo y embajador de Cristo, él nos dice que era tanto para evangelizar a los perdidos para que Dios llama a sus escogidos y para enseñar a fondo aquella verdad que Dios usa para la edificación y santificación de su pueblo.
De esto mismo es que Pablo habla cuando en (Tit.2) nos dice de cómo la salvación poderosa de Cristo obra en el corazón del que salva. (Tit.2:11) “Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente”. Esta es la obra poderosa que el SJC efectúa en aquellos a quienes salva: Les lleva a vivir de manera sobria, just y piadosa. Y esto es lo que produce la enseña plena de la verdad que a los siervos de Dios se nos llama a dar al pueblo de Dios.
Las Escrituras nos enseñan que existe una íntima relación entre la verdad y la piedad. El conocimiento de la verdad que salva siempre produce piedad en el corazón. Y lo que es lo mismo, aunque en su aspecto negativo, la verdad siempre nos aleja de la impiedad. Cualquier supuesta enseñanza de la verdad que no conduzca a una vida de piedad debe cuestionarse. La proclamación objetiva y externa de la palabra de Dios causa un efecto interno y poderoso en el creyente.
De ahí que cuando Pedro nos exhorta a desear la palabra de Dios como niños recién nacidos, primero nos llama a desechar toda inmundicia, malicia e hipocresía porque el pecado es incompatible con la verdad santificadora de Dios.
¿Para qué es que Pablo nos dice en (Ef.4) que Cristo dio a su iglesia pastores maestros? Entre otras cosas dice: “…para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Es para que crezcamos en piedad. ¿Y acaso crecer en piedad no es esencialmente ser conformados más a Cristo? Por eso también Pedro nos exhorta diciendo: “Creced en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesucristo”. Nosotros crecemos en el conocimiento de Cristo por medio del conocimiento de su palabra, y este conocimiento nos lleva a crecer en gracia.
Hay quienes siempre han tratado de desligar la salvación de la santificación. Pero es obvio que Pablo y los demás apóstoles se negaron a hacerlo. Y tanto énfasis le da Pablo a esta unión inseparable entre la verdad y la piedad, y la salvación y la santificación, que cuando él habla de los falsos maestros él resalta la realidad de que su falsedad no sólo se percibe en el contenido de su enseñanza sino en lo que produce la misma tanto en ellos como en aquellos que les creen.
Escuchen lo que Pablo dice de algunos en (Tito 1:10) “Porque hay muchos rebeldes, habladores vanos y engañadores, especialmente los de la circuncisión”. ¿Y cómo dice Pablo que uno podía saber que estas personas eran unos habladores vanos y engañadores? (v.16) “Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena”. Como dijo un siervo de Dios: “Uno casi siempre puede detectar el error por lo que produce”. Lo mismo que el SJC enseñó en (Mt.7:15-16) “Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis…”.
En (Tit.3:9) Pablo exhorta a Tito diciendo: “Pero evita controversias necias, genealogías, contiendas y discusiones acerca de la ley, porque son sin provecho y sin valor”. ¿Por qué es que Pablo le exhorta a evitar estas clases de controversias? Porque no son de provecho – no producen piedad. Y escuchen lo que Pablo le dice a Timoteo en (1 Tim.6:3-4) “Si alguno enseña una doctrina diferente y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido y nada entiende…”
Pedro nos dice en (2 Ped. 1:3) “Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”. Y el último texto que quiero citar que muestra la relación entre la verdad y la piedad es (1 Tim.4:6-8) “Al señalar estas cosas a los hermanos serás un buen ministro de Cristo Jesús, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido. Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad; porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo…” Existe una relación inseparable entre la verdad y la piedad.
Aplicaciones:
Hermanos, lo que hemos estudiado: que existe una relación inseparable entre la verdad y la piedad, es algo que hay que enseñar urgentemente en nuestros tiempos.
Hay quienes dicen que lo único que importa es que todos estemos de acuerdo en cuanto algunas verdades sin definir claramente que pueden significar una cosa para unos y otra para otros. Más importante que todas estas cosas, dicen ellos, es que estemos juntos, trabajemos juntos y las gente nos vea juntos. Nos dicen: “Tú puedes mantener tus distintivos doctrinales, no me mal entiendas, pero los tuyos son tan dignos de consideración como los míos”.
Vivimos en una generación que detesta declaraciones como esta: “Si lo que dice la Biblia es verdad, entonces lo que aquel enseña es un error. Y si la verdad trae vida y produce piedad, entonces el error trae muerte y produce impiedad”.
Algunos de los que se oponen a declaraciones como estas, usualmente dicen: Son las doctrinas las que nos han dividido por tantos siglos. Mira todas las denominaciones que existen. Y no hemos podido derribar esa pared divisoria. Pero lo que Espíritu Santo hace, dicen algunos, es darnos a todos experiencias extraordinarias de modo que los creyentes al ver que tienen todas estas experiencias en común, se den cuenta de que tienen otras cosas que les une más que los distintivos doctrinales. ¿No han oído cosas como esas?
Hermanos, nosotros como iglesia no podemos sucumbir ante esta presión. Sí es importante lo que creemos. Sumamente importante. Lo es para el Señor. Hay una verdad que es según la piedad y otra que se hace pasar por verdad que no es según la piedad. Dios quiere que nosotros obtengamos un creciente conocimiento pleno de su verdad.
¿Será que nos hemos estado dejando influenciar por el relativismo y carismatismo de nuestra época? Escuchaba a un pastor de una iglesia inmensa en NY a quien se le preguntaba de su postura sobre el matrimonio homosexual y su respuesta fue: “Nosotros no nos dedicamos a hacer declaraciones categóricas sobre asuntos sociales en público. Nosotros tenemos conversaciones privadas sobre esos temas”. Y más adelante dice: “Cristo no se metió en asuntos morales sino en asuntos del interior, del alma. Nuestra meta no es cambiar conducta sino traer cambios al alma”. Sin embargo, en nuestro texto Pablo dice que a él se le había encomendado llevar al pueblo de Dios al pleno conocimiento de la verdad que produce piedad. Y esa piedad produce tanto cambios internos como externos.
Tú que profesas conocer al Señor Jesucristo. Tú que dice que El es tu Señor. Tú que dices que amas su palabra. ¿Qué está produciendo en ti esa palabra? En aquellos que han sido salvos por la gracia de Cristo la palabra de Dios produce piedad. ¿Cómo te ha estado afectando tu conocimiento de la verdad en tu pensar? ¿Abundan en ti pensamientos impuros? ¿Cuáles son los pensamientos que vienen a tu mente cuando Dios te frustra los planes que tenías? ¿Qué piensas del mundo y sus estilos, sus valores, sus actitudes, sus prioridades, sus ídolos? ¿Piensas en estas cosas según el conocimiento que tienes de la palabra de Dios?
¿Está produciendo en ti la verdad una mayor hambre y sed de Dios? ¿Un mayor deseo de agradarle en todo? ¿Te lleva la verdad a guardar tus ojos, tu lengua, el uso de tu tiempo? ¿Te quebrantas cuando pecas? ¿Te está llevando la verdad a amar más la iglesia de Cristo, el pueblo de Dios, el avance del reino de Cristo o vives más preocupado por ver cuántos “me gusta” han puesto en tus fotos?
Examinemos nuestras vidas a la luz de la realidad de que la verdad de Dios produce piedad. La pregunta no es si hemos escuchado muchos sermones o si hemos leído muchos libros, sino ¿qué han estado produciendo en nosotros esos sermones y esos libros?
Hermanos, tanto los que estaremos participando de la conferencia como aquellos que no podrán estar con nosotros, pedimos que oren para que la realidad de nuestro texto se puedan ver a lo largo de esta semana:
1-Oremos para que el Señor capacite a sus siervos para que nos la verdad fielmente.
Queremos oír palabra de Dios. Queremos percibir la voz de Dios hablando a nuestros corazones. Pues oremos para que estos hombres expongan fielmente la palabra. Que nos expliquen lo que dice el texto y nos apliquen lo que el texto dice. Que ellos nos ministren con un sentido de la gran responsabilidad que tienen del Señor. Que nos ministren conscientes de lo que Pablo dice en (Tit.1:3) “…la predicación que me fue confiada…” Es el Señor el que les ha confiado la predicación de la palabra durante esta conferencia. Se les confió esta gran tarea de enseñarnos la verdad que conduce a la piedad. Oremos por ellos.
2-Oremos para que la verdad de Dios produzca piedad en nosotros los oyentes.
Que al estos siervos predicarnos fielmente la verdad ésta nos haga crecer en piedad. Porque, ¿de qué nos servirá salir de esta conferencia hablando bien de los predicadores? ¿De qué nos aprovechará concluir diciendo: “wow, yo no había visto eso en ese texto”? ¿De qué nos valdrá simplemente poder decir que aprendimos a cómo mejor pastorear a nuestras ovejas? ¿De qué servirá poder decir todas estas cosas si a la misma vez salimos de esta conferencia igual que como llegamos?
No, lo que queremos es que si alguno de nosotros se ha estado deteriorando espiritualmente, el Señor nos acerque más a El por medio de su verdad predicada. Queremos que el Señor nos permita crecer en nuestro conocimiento de El y de su verdad. Queremos que el Señor nos revela aquellas áreas de nuestras vidas personales y privadas que no andan bien delante del Señor. Queremos que el Señor nos enseña eficazmente a tener cuidado de nosotros mismos primero para entonces tener cuidado de la grey. Que el Señor use su verdad en esta semana para llevarnos a mayores niveles de piedad personal para la gloria de Cristo.
En esta ocasión, continuamos nuestro estudio sobre la disposición predominante con la que el pastor debe realizar la obra pastoral en la Iglesia.
Esta disposición es la que el Señor Jesucristo manifiesta al pastorear a sus ovejas. Debemos imitar el pastoreo del Señor Jesucristo, porque es el patrón perfecto de cómo deben ser pastoreadas sus ovejas. Debemos imitar este pastoreo porque los Apóstoles lo imitaron.
La disposición predominante con la que debemos pastorear el rebaño del Señor Jesucristo consiste en varios elementos esenciales.
Hemos estudiado dos de estos elementos:
El primero es “un corazón de siervo”. El servicio del pastor debe revelar el corazón de siervo de Cristo hacia su pueblo, corazón que el Señor reveló cuando dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”.
El segundo elemento esencial es “un corazón compasivo”. Dios nos llama a ministrar a nuestra gente con un corazón compasivo. Él nos llama a identificarnos con la condición y el dolor de nuestra gente, y a que nosotros dejemos que esto conmueva nuestros corazones para que le ministremos de una manera correcta y adecuada.
Otro elemento esencial de la disposición con la que el pastor debe pastorear a sus ovejas es la de “un espíritu manso y sereno”. Debemos ministrar y pastorear a nuestras ovejas con un corazón de siervo, con un corazón compasivo y con un espíritu manso y tierno.
Jesucristo trata a sus ovejas con mansedumbre y ternura. Pablo menciona estas gracias del Señor en 2 Corintios 10: 1, “Yo mismo, Pablo, os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo.”
Jesús habló de su mansedumbre cuando invitó a los pecadores a venir a Él, para que recibieran perdón, alivio y descanso para sus almas. Él dijo: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y trabajados”. “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y mi carga ligera.”
¿Cómo anima el Señor a los pecadores a venir a Él? Revelando la mansedumbre y la humildad de su corazón. Los pecadores que vienen a Jesús quebrantados por sus pecados, arrepentidos, confiando en Él, queriendo servirle y obedecerle, encontrarán que Jesús es manso y humilde de corazón.
Pablo rogó a los discípulos por la mansedumbre y ternura de Cristo. Según Hodge: “Esto es la mansedumbre y ternura que son propias de Cristo y que, por tanto, sus discípulos están obligados a imitar. La mansedumbre se refiere principalmente a la virtud interior; la ternura se refiere a su expresión externa”. En este capítulo, Pablo alude a los escarnios de sus denigradores en Corinto. Estos le acusan de conducirse humildemente cuando estaba entre ellos, pero con osadía cuando estaba lejos. Sus detractores le consideraban como un hombre cobarde y asustadizo. Manifestaba su supuesto coraje cuando no corría peligro.
Pablo se ocupa de responder al cargo que se presenta en su contra y que le acusa de ser contencioso, duro y pretencioso. Observen como responde a estos cargos. No lo hace de una manera irrespetuosa, ruda u hostil. Siguiendo el ejemplo de su Salvador, dice a los corintios que deseaba y prefería tratar con ellos con mansedumbre y ternura. Y esto ante una gran provocación.
¿Qué es la mansedumbre? La mansedumbre tiene dos aspectos. Es sobre todo una actitud de sumisión a Dios. De esto se desprende una disposición para tratar al prójimo de forma paciente y afable.
R. C. Trench escribe: “Trauntes, que se traduce al español como mansedumbre, no solo consiste en la conducta externa de una persona y mucho menos en una mera condición o disposición natural. Más bien es una gracia del alma entretejida en sus fibras más íntimas cuyo ejercicio se dirige primero y por encima de todo a Dios. Es el temperamento espiritual que nos permite aceptar su trato hacia nosotros considerándolo como bueno y, por tanto, hacerlo sin debate ni resistencia.”
En lo que respecta al nivel horizontal, la mansedumbre es una actitud humilde y afable que se manifiesta en una sumisión paciente ante la ofensa. Está libre de malicia y venganza. Es esa gracia espiritual que nos permite sobrellevar o soportar pacientemente la provocación y ofensa, sin represalias contra aquellos que nos ofenden o nos injurian. Mansedumbre no significa debilidad, sino poder bajo control. La mansedumbre es lo opuesto a la arrogancia, a la aspereza, a la falta de tacto. El hombre manso no se inclina a contender por sus derechos ni a insistir para que sus puntos de vista personales sean aceptados. Su vida se caracteriza por la modestia y la discreción. La persona mansa tiene un concepto correcto de la soberanía de Dios, de sí misma y de su propia pecaminosidad no es pronta a airarse, ni se precipita a reclamar sus derechos.
El salmo 37 habla sobre el hombre manso. Hendriksen dice: “Este salmo describe a la persona que no tiene resentimiento, no guarda rencor. Lejos de seguir rumiando las injurias recibidas, se refugia en el Señor y le entrega su camino enteramente. Lo hace con mayor razón porque ha muerto a toda justicia propia. Sabe que no puede pretender méritos de ningún tipo delante del Señor. Puesto que el favor de Dios significa todo para él, ha aprendido a soportar con gozo el despojo de sus bienes, sabiendo que tiene una herencia mejor y perdurable. Sin embargo, la mansedumbre no es debilidad, no consiste en tener una columna vertebral de goma, no es una característica que haga que la persona esté dispuesta a doblegarse ante toda brisa”.
Mansedumbre es mostrar un carácter sumiso ante la provocación, la disposición a sufrir y no causar daño. La persona mansa deja todo en las manos de Aquel que le ama y le cuida.
Hasta aquí hemos visto algo de la naturaleza de la mansedumbre, de esta gracia espiritual que es fruto de la obra de Espíritu Santo.
En segundo lugar, consideremos el ejemplo perfecto de la mansedumbre. El Señor Jesucristo es el ejemplo supremo de la mansedumbre. Él es el ejemplo que todos nosotros debemos imitar.
En su primera epístola, capitulo 2, versículo 21 al 23, Pedro declara: “Porque para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por nosotros, o por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas, el cual no cometió pecado, ni engaño alguno en su boca; y quien cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia.”
He aquí el ejemplo encarnado que debemos imitar; aquel que tenía todo el derecho en este mundo y no había cometido ningún pecado; aun así, ante el vituperio, la provocación y la ofensa, ¿qué hizo? Cuando le ultrajaban, no respondió ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia.
¿Qué le permitió al Hijo de Dios encarnado continuar su ministerio a sus discípulos cuando éstos discutían entre sí, cuando eran tardos para creer lo que Él les enseñaba, cuando uno de ellos hasta se atrevió injustamente a reprenderlo, cuando mostraban que su fe era débil a pesar de todos los milagros que ellos habían presenciado y que el Señor había realizado? ¿Qué fue lo que llevó al Señor a sentarse con sus discípulos para instruirles cuando ellos eran tardos para oír? ¿Qué fue lo que le mantuvo siendo el Pastor de este pequeño rebaño? ¿Qué fue lo que le permitió seguir su ministerio cuando los hombres le vituperaban y le amenazaban? La gracia de la mansedumbre. Compañeros en el ministerio, si hemos de pastorear a nuestras ovejas según la voluntad de Dios, esta gracia debe gobernar nuestro corazón.
Moisés, el siervo de Dios, se distinguió por ser un hombre manso. Sin embargo, cuando Moisés no ejerció esta gracia en un momento de debilidad, ante la provocación pecaminosa del pueblo, él pecó. Se enojó contra el pueblo de Dios. Su enojo le impidió honrar a Dios delante del pueblo. Por causa de su pecado, Dios no le permitió introducir al pueblo a la tierra prometida.
Lamentablemente, algunos pastores tampoco pueden conducir a sus ovejas a un estado de madurez y mayor bendición espiritual, porque cuando son provocados por algún miembro o algunos miembros de la iglesia, no ejercen la gracia de la mansedumbre. Su falta de mansedumbre les impide ministrar eficazmente al pueblo de Dios mientras éste camina hacia la patria celestial. Probablemente, ésta es una de las razones por las cuales algunos pastores no duran mucho tiempo en las iglesias.
Les es difícil llevar a la congregación desde la infancia a la madurez por falta de mansedumbre. Muchas veces nuestras ovejas, sin darse cuenta, dicen cosas que hieren profundamente. Y si no ejercemos la gracia de la mansedumbre, entonces no podremos ministrar a sus corazones, sentarnos pacientemente para instruirles a fin de que puedan llegar a un estado de madurez espiritual.
Hemos considerado la naturaleza de la mansedumbre. Hemos visto algo del ejemplo supremo de la mansedumbre. Ahora mencionaré algunos de los beneficios de la mansedumbre.
La mansedumbre capacita al pastor a sobrellevar las ofensas contra su persona, para poder entregarse a pastorear a sus ovejas. La falta de mansedumbre no le permitirá ayudar a las ovejas de Cristo cuando éstas necesiten guía y ayuda. Si el pastor se siente ofendido y deja que su ofensa controle su corazón, su enojo y su resentimiento contra la o las ovejas por esa ofensa, o por los agravios cometidos contra él, serán obstáculos que le impedirán entregarse a estas ovejas para pastorearlas. Esa condición o resentimiento le llevará a ver a estas personas como sus enemigos, sus adversarios y no como sus ovejas.
El enojo, el resentimiento o la amargura opacarán su mente, le incapacitarán para buscar o percibir la manera bíblica de afrontar esa situación, o la mejor manera para ayudarles. No podrá ver la forma de ganar la buena voluntad de esa oveja que le ha herido, o que ha hecho algo que no debió hacer. No podrá ver la forma de percibir o entender lo que enseña la palabra de Dios para tratar dicha situación, porque su mente estará concentrada en lo que esa persona le hizo.
Su resentimiento no le permitirá elevar su corazón al cielo para pedir al Señor la sabiduría para poder tratar a su oveja con amor y ternura.
La falta de mansedumbre no le permitirá buscar el bien o la restauración de la oveja descarriada, porque su preocupación principal será la vindicación de su persona. Esto no agrada al Señor, y si él permite que esa ofensa siga afectando su corazón, levantará una pared entre él y esa oveja; en tal condición puede verse tentado a convertir el púlpito en una plataforma para atacar a su oveja.
Por otra parte, la mansedumbre nos capacitará para pastorear a aquellas ovejas que nos ofenden, o que en un momento dado nos vituperan. Nos permitirá soportar pacientemente la injuria o el agravio. Calmará nuestros corazones para que podamos pensar con cordura. No nos dejará tomar represalias, nos llevará a encomendar nuestra causa a Aquel que juzga con justicia. En esto imitaremos al Señor Jesucristo que, cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia.
“Pastor, sigue repitiendo ese versículo”, lo hago para que se grabe en sus mentes y corazones porque este versículo nos muestra como debemos tratar las injurias, la persecución, la opresión y las ofensas. Nos llama a traer el problema al Señor. Al dejar el problema o la ofensa delante de aquel que juzga con justicia la carga será quitada podremos realizar la obra del Señor.
Es verdad que esta oveja me ofendió, me hirió, me hizo daño, pensó y habló mal de mí, sin razón, pero aún así es… mi oveja. Fue por ella que Cristo vertió su sangre. A pesar de lo que esta oveja hizo, debe ser pastoreada para su santificación, restauración y preservación.
La mansedumbre nos llevará a tratar a la oveja, no según lo que merece por su ofensa, sino según indican las normas del amor: “El amor no busca lo suyo sino que busca el bien del otro, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”
La mansedumbre lleva al pastor a sobrellevar las ofensas contra su persona, para que pueda entregarse a pastorear a sus ovejas
En segundo lugar, la mansedumbre animará a las ovejas a buscar el pastoreo bíblico de sus pastores. Cuando pastoreamos a las ovejas con mansedumbre y ternura, las ovejas se animarán a buscar nuestra supervisión, guía o cuidado pastoral. Se sentirán atraídas hacia su pastor, hacia su pastoreo bíblico. Pero un espíritu arrogante, contencioso, recriminador, un trato rudo les alejará del pastor.
La insistencia carnal por la vindicación personal alejará al pastor de la gente. Cuando la gente se da cuenta del alejamiento de su pastor, no se sentirá libre o animada a buscar su ayuda y guía pastoral en momentos de dificultad o en momentos de crisis.
Otro pastor dijo correctamente: “La accesibilidad, la ternura, la afabilidad y el decoro son gracias que acompañan a la mansedumbre.”
La mansedumbre permite que la gente vea a su pastor como una persona accesible. La gente siente que puede acercarse a su pastor, tiene acceso a él porque no la rechazará, no la recriminará, no será pronto a irritarse o a enojarse. Las ovejas se animarán a acercarse a su pastor porque le ve como una persona agradable, afable, razonable, sensata, tratable y amable, que tiene control de su espíritu.
Te pregunto hermano, ¿desearías tú acercarte a una persona áspera, difícil de tratar, contenciosa, impulsiva, que se enoja por cualquier cosa, y que actúa caprichosamente? ¿Te animarías a acercarte a alguien que te inspire temor, sabiendo que probablemente reaccionará pecaminosamente? Creo que no desearás acercarte a esa persona. Nuestra gente no debe tener razones para pensar así de nosotros. Por consiguiente, debemos vestirnos de la gracia de la mansedumbre.
La mansedumbre del Señor atraía a las personas a acercarse a Él. Él usa la mansedumbre como un medio para atraer, para invitar a las personas a venir a Él.
Él dijo: “Venid a mí… Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. La invitación a los pecadores a venir a Él estaba basada en la realidad de su mansedumbre.
Si realmente queremos que la gente se acerque a nosotros para poder pastorearla, para poder guiarla, debemos ser hombres mansos y tiernos como Jesús. Nuestra persona y la manera de conducirnos debe ser tal que, aunque nosotros no digamos las palabras del Señor Jesucristo, nuestras ovejas puedan percibir por nuestra conducta que encontrarán al acercarse a nosotros a una persona mansa y humilde de corazón.
Si el Señor hubiera sido una persona obstinada, ruda, contenciosa, caprichosa, arrogante, insensible, vengativa, no podría haber dicho: “Venid a mi porque soy manso y humilde de corazón.”
La mansedumbre no solo permite que la gente vea a su pastor como una persona accesible, sino que también, le vea como una persona tierna y afable. Una persona arrogante, ruda, contenciosa y vengativa no es tierna ni afable. Pero la persona mansa, es tierna y afable porque la mansedumbre libra su corazón de la arrogancia de la contienda y del rencor.
Porque Pablo era un hombre manso, podía tratar al pueblo de Dios con ternura y afabilidad. En 1Tesalonicenses 2: 7, dijo a estos hermanos: “Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre cría con ternura a sus propios hijos”.
Este cuadro materno que Pablo presenta, no llama a los pastores a ser personas débiles, afeminadas, cobardes. Lo que este cuadro muestra es que los siervos de Dios deben tratar con ternura a los creyentes, como una madre o nodriza trata a sus propios hijos.
La mansedumbre no solo viene acompañada de accesibilidad, ternura y afabilidad. Viene acompañada también de decoro. La mansedumbre conducirá al pastor a la circunspección, a tratar a otras personas con respeto aunque ellas no le hayan tratado de la misma manera. Pablo exhortó a Timoteo a ser un hombre manso y a llevar a cabo su ministerio con mansedumbre. 1 Timoteo 6:11 dice: “Mas tú hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre…”.
En 2 Timoteo 2: 24 y 25, Pablo le dice a Timoteo: “Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amables para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente, o con mansedumbre, a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento”.
El siervo del Señor no debe ser un hombre dado a la contienda, sino amable, apto para enseñar, sufrido, que corrige con mansedumbre. Esta mansedumbre implica decoro. Por esta razón, cuando Timoteo va a corregir al anciano, debe hacerlo con decoro y con respeto.
“Timoteo cuando vayas a corregir a un anciano, no te olvides del respeto con que debes tratar a una persona mayor que tú. Tu oficio o posición como pastor no te exime de las normas del amor, del decoro con que tú debes corregirle. No le corrijas con dureza, sino más bien exhórtalo como un padre. A los más jóvenes como a hermanos.”
Comentando sobre este asunto, William Hendriksen dijo:
“En el curso de su obra pastoral, Timoteo tendrá a veces que corregir las faltas de algunos de los miembros de la iglesia. Ninguno de estos debe ser tratado con aspereza, especialmente los miembros mayores de la congregación. En vez de tratar duramente a los que necesitan corrección, Timoteo debe amonestar.”
El verbo usado en el original, en el capítulo 5, versículo 1, significa: “llamar aparte”. Este llamar aparte puede ser con el propósito de alentar, consolar, exhortar, rogar, apelar o amonestar. Es obvio que este último pensamiento predomina en este pasaje.
William Hendriksen declara:
“Ahora bien, debería hacer hincapié en que, aquí, también Pablo conserva un hermoso equilibrio. Por una parte no quiere que Timoteo pase por alto a la gente de mayor edad, permitiéndoles seguir en sus pecados. Por otra parte, desea que sean tratados con el debido respeto. Timoteo debe amonestar al anciano como si éste fuera su propio padre y con cuanta consideración, con qué tacto, gentileza y moderación trataría a una persona tan íntimamente ligada a él. Timoteo debía recordar que su posición de líder en la iglesia no justificaba que él fuera irrespetuoso, aun cuando las personas que él pastoreaba debieran ser corregidas. Su autoridad como pastor no le eximía de honrar a cada miembro de la iglesia, según su edad, sexo y posición. Su oficio no le daba derecho a tratarles con desdén, o a tratar al anciano como si fuera un niño”.
El siervo de Dios no debe reaccionar como un perro bravo cuando es provocado, o ladrar cada vez que alguien no esté de acuerdo con su punto de vista doctrinal o con su posición, o cuando alguien ataque las enseñanzas que tanto ama y aprecia. El pastor debe tratar a cada miembro de la iglesia con el respeto que demanda la edad de esa persona, la experiencia, el sexo o la posición de esa persona.
Lamentablemente, vivimos en una sociedad donde este principio se ignora. El igualitarismo y el feminismo, con su afán de eliminar las diferencias, toda clase de diferencias, toda distinción establecida por Dios, socavan el orden social establecido por Dios en la creación.
Resultado: el respeto que se debe a los ancianos, o personas mayores, ha desaparecido en ciertos círculos. El joven habla al anciano como si fuera su colega o su igual. Los niños no hablan a las personas mayores con respeto, no respetan la autoridad de sus padres. La mujer no respeta a su marido. Y, tristemente, tenemos que decir que incluso hay ministros que hablan a otros ministros con mayor experiencia y edad como si ellos fueran sus iguales.
Hermanos, igualdad de autoridad entre los ancianos no quita, ni reduce, ni elimina el amor, el respeto, el decoro. Al contrario, la piedad promueve estas cosas. Aunque todos somos iguales en lo que respecta a nuestra dignidad como seres humanos, creados a la imagen de Dios, esto no elimina el orden social establecido por Dios en la creación.
Por esta razón, la Biblia demanda que nosotros, los pastores, tratemos al anciano no como si nosotros fuéramos su igual en todo aspecto, sino como aquel que es digno de un honor especial.
Hermanos, la experiencia no se compra, la experiencia se vive y aunque tú tengas mas teología que él, hayas ido a un seminario y conozcas griego, arameo, o cualquier otra lengua (latín también) no quiere decir que tú tienes la misma experiencia que aquel que tiene 70 años de edad.
A las ancianas, Timoteo tenía que tratarlas como a madres, a las jóvenes como hermanas. La mansedumbre no elimina sino que promueve el decoro.
Ahora es necesario hacer una salvedad: La mansedumbre no significa que el pastor no pueda aseverar la verdad con fervor, firmeza y autoridad. No significa que no pueda mostrar su disgusto, desaprobación o indignación ante el mal, ante el pecado o la impenitencia, o que el pastor nunca pueda reprender severamente a los que persistan en pecar o se opongan a la verdad.
Un concepto equivocado de la mansedumbre ha llevado a algunos a pensar que si el pastor reprende o muestra su indignación santa, no es un hombre manso. Esta manera de pensar es incorrecta. La mansedumbre no prohíbe al pastor hablar con autoridad, fervor y firmeza. No le prohíbe mostrar su indignación cuando es legítimo, no le prohíbe reprender severamente cuando es necesario.
En su epístola a Tito, en el capítulo 2, versículo 15, Pablo le dice: “Esto habla exhorta y reprende con toda autoridad.”
En Tito, capítulo 1, versículo 12, Pablo dice: “Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero. Por esto, repréndelos severamente para que sean sanos en la fe.”
La mansedumbre no prohíbe la indignación justa. La mansedumbre detiene al hombre de la indignación carnal pero no le prohíbe mostrar su indignación santa cuando es necesario. Moisés no fue reprendido por su ira o indignación santa, sino por su enojo carnal; enojo que le impidió honrar a Dios delante del pueblo. Pero cuando Moisés se enojó por el pecado escandaloso del pueblo de Dios no fue reprendido.
Éxodo 32: 19 declara: “Y al ver el becerro, las danzas, se encendió en ira”. Esta fue una ira santa. Si Moisés no hubiera mostrado su ira en aquel momento, habría pecado contra Dios, habría socavado la verdad.
Jesús también se enojó, sintió y manifestó indignación. Marcos 3:5, dice: “Y mirándolos en torno con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones…”
Marcos 10:14, declara: “Pero cuando Jesús vio esto, se indignó”. Su ira como indignación honró a Dios. Su indignación, su ira, fueron actitudes consecuentes con la mansedumbre.
Jesús y Moisés no pecaron porque la motivación de su ira o indignación no surgió de una pasión pecaminosa. Aquello que les indignó fue la ofensa contra la bondad, santidad y gloria de Dios.
Por otra parte, es necesario aseverar que la ira o la indignación de Moisés y Jesús no fueron las características que destacaron sus personas o ministerios; generalmente, algo no está bien cuando lo que destaca en un ministerio pastoral son las reprensiones severas que continuamente se emiten desde el púlpito en la iglesia. Lo que caracterizó a nuestro Señor no fue que uso continuamente el látigo. Algo no está bien cuando lo que caracteriza a un ministro como patrón son sus arranques de ira e indignación.
Cuando Moisés fue vituperado por su hermana María y por Aarón, él no abrió su boca para quejarse, sino que encomendó su causa a Dios. Cuando Cristo fue vituperado no respondió vituperando.
Si hemos de reaccionar correctamente ante los múltiples vituperios, injusticias, agravios y ofensas contra nosotros en el ministerio, debemos ejercer la gracia de la mansedumbre. Si esta gracia no gobierna nuestro corazón nos encontraremos luchando contra nuestra gente. El púlpito se convertirá en una plataforma para expresar nuestro disgusto, resentimiento y amargura contra aquellos que nos vituperan, con aquellos que no están de acuerdo.
La disposición de un espíritu manso y tierno nos enseña que debemos asumir una actitud humilde, paciente y sumisa ante la injuria. Que debemos guardar el corazón de la malicia y la represalia, y encomendar nuestra causa a Aquel que juzga con justicia. Ante la injuria, las calumnias, vituperios, falsas acusaciones, debemos imitar el espíritu de David expresado en el salmo 37: “Encomienda al Señor tu camino, confía en El, que El actuará.”
He aquí algunos de los beneficios de la mansedumbre:
Da al pastor la capacidad para sobrellevar las ofensas para poder ayudar a las ovejas.
La mansedumbre animará a las ovejas a buscar el pastoreo bíblico de sus pastores.
Le verán como una persona accesible, tierna, afable y decorosa.
En tercer lugar, la mansedumbre nos permitirá ministrar correctamente a los incrédulos.
Aunque debemos presentar, explicar y aplicar la ley moral a los incrédulos para que ellos se conviertan, o sean convencidos de sus pecados y se conviertan al Señor, para que ellos vean su condición, necesidad y busquen el remedio que ofrece el evangelio, nunca debemos pasar por alto que nuestra manera de tratarles debe ser un ejemplo de la mansedumbre y la ternura. No debemos pagar al incrédulo mal por mal, no debemos alejarnos de ellos por su incredulidad. Debemos vestirnos de mansedumbre para que podamos corresponder correctamente a sus vituperios, y así podamos por todo medio legítimo impartir el conocimiento de la verdad salvadora que conduce a la salvación. Si nosotros somos fieles a Cristo y a las almas de los hombres, seremos injuriados, vituperados. El diablo nos atacará fuertemente por medio de sus emisarios; tratará de provocarnos a ira. ¿Para qué? Para desacreditar y neutralizar nuestro ministerio y apartarnos de nuestras ovejas.
Queridos hermanos, por amor a Cristo, por amor a las almas de nuestras ovejas, ¡no se lo permitamos! Agarrados al Señor por la oración, entreguémonos a ejercer la gracia de la mansedumbre.
Hemos considerado la naturaleza, el ejemplo supremo de la mansedumbre, y algunos de los beneficios de la mansedumbre.
Ahora, permítanme hablarles de cómo podemos cultivar esta gracia.
¿Cómo podemos o debemos, cómo debemos cultivar esta gracia? Imitando al Señor Jesucristo, imitando al Señor Jesucristo. Él dijo, “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Sigamos su ejemplo de mansedumbre y encomendemos nuestra causa a Aquel que juzga justamente. ¿Saben lo que eso nos permite? Que cuando en el pensamiento vienen las imágenes de aquellos que nos han ofendido, ahí mismo podemos, tranquilamente, elevar una oración al Señor para que Dios bendiga a tales personas y trate con ellas según su voluntad.
“Todo lo soportó por amor a los escogidos, para que ellos también alcancen la salvación”. Si nuestra gente va a alcanzar madurez espiritual, nos urge, ejercer la gracia de la mansedumbre. Imitemos al Señor que, aun cuando le crucificaron, Él dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
Estudiemos y consideremos la vida emocional del Señor Jesucristo, especialmente en los Evangelios, para ver cómo reaccionó ante el agravio, la ofensa, la dureza de corazón, la incredulidad de la gente, la ingratitud, los ataques contra su persona. ¡Entonces imitemos su ejemplo!
En segundo lugar, estudiemos y repasemos periódicamente aquellos pasajes que hablan de esta gracia, como el Sal.mo 37; 1 Pedro 2:5-7. Realmente toda esta epístola nos habla de cómo debemos reaccionar contra la persecución, las aflicciones, el maltrato. Santiago 3: 13 al 18. El libro de Proverbios trata este tema. Nos habla de la mansedumbre.
En tercer lugar, si vamos a crecer en esta gracia, consideremos el gran valor que Dios le da a la gracia de la mansedumbre. 1 Pedro 3:4: “Que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu manso tierno y sereno, lo cual es, valioso, precioso delante de Dios.”
Cuando nuestra gente vea esa clase de ejemplos, ellos serán animados a ejercer esta gracia. Cuando veamos a otros siendo ejemplos de esa gracia, oremos por esa persona para que siga siendo mansa pero, a la misma vez, imitémosla.
El mundo no aprecia estas cosas, pero para el Señor son preciosas. Y, si pudiéramos decirlo, esta es nuestra mejor defensa.
Sobre todo, hermanos, cultivemos la gracia de la humildad. No pensemos más alto de lo que debemos pensar de nuestra persona de manera que si alguien nos ofende esto nos permita no sentir ese agravio de forma más profunda de lo que deberíamos sentirlo; haya pues en nosotros esa actitud humilde y esto nos ayudará a ejercer la gracia de la mansedumbre. Tratemos hermanos con seriedad las amonestaciones bíblicas contra la falta de la mansedumbre. Que el Señor nos ayude, hermanos, a tener ministerios prósperos y bendecidos por la presencia de Dios, porque ejercemos la gracia de la mansedumbre.
Que Dios continúe bendiciendo nuestros ministerios, porque la mansedumbre atrae a los hombres no a nosotros, sino a Cristo y a su Verdad.
Oremos.
Padre, gracias por estas exhortaciones para nuestras almas. ¡Cuánto las necesitamos! Perdónanos cuando no hemos reflejado al Señor Jesucristo en nuestros hogares, delante de nuestras esposas, nuestros familiares y nuestros amigos. Ayúdanos para que esta gracia abunde en nosotros. Ayúdanos a ver la importancia de esta gracia en el ministerio, para que podamos dirigir las almas al cielo. Que esta gracia y la palabra de Dios atraiga a muchos a Cristo.
En esta ocasión, continuamos nuestro estudio sobre la disposición predominante con la que el pastor debe realizar la obra pastoral en la Iglesia.
Esta disposición es la que el Señor Jesucristo manifiesta al pastorear a sus ovejas. Debemos imitar el pastoreo del Señor Jesucristo, porque es el patrón perfecto de cómo deben ser pastoreadas sus ovejas. Debemos imitar este pastoreo porque los Apóstoles lo imitaron.
La disposición predominante con la que debemos pastorear el rebaño del Señor Jesucristo consiste en varios elementos esenciales.
Hemos estudiado dos de estos elementos:
El primero es “un corazón de siervo”. El servicio del pastor debe revelar el corazón de siervo de Cristo hacia su pueblo, corazón que el Señor reveló cuando dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos”.
El segundo elemento esencial es “un corazón compasivo”. Dios nos llama a ministrar a nuestra gente con un corazón compasivo. Él nos llama a identificarnos con la condición y el dolor de nuestra gente, y a que nosotros dejemos que esto conmueva nuestros corazones para que le ministremos de una manera correcta y adecuada.
Otro elemento esencial de la disposición con la que el pastor debe pastorear a sus ovejas es la de “un espíritu manso y sereno”. Debemos ministrar y pastorear a nuestras ovejas con un corazón de siervo, con un corazón compasivo y con un espíritu manso y tierno.
Jesucristo trata a sus ovejas con mansedumbre y ternura. Pablo menciona estas gracias del Señor en 2 Corintios 10: 1, “Yo mismo, Pablo, os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo.”
Jesús habló de su mansedumbre cuando invitó a los pecadores a venir a Él, para que recibieran perdón, alivio y descanso para sus almas. Él dijo: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y trabajados”. “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y mi carga ligera.”
¿Cómo anima el Señor a los pecadores a venir a Él? Revelando la mansedumbre y la humildad de su corazón. Los pecadores que vienen a Jesús quebrantados por sus pecados, arrepentidos, confiando en Él, queriendo servirle y obedecerle, encontrarán que Jesús es manso y humilde de corazón.
Pablo rogó a los discípulos por la mansedumbre y ternura de Cristo. Según Hodge: “Esto es la mansedumbre y ternura que son propias de Cristo y que, por tanto, sus discípulos están obligados a imitar. La mansedumbre se refiere principalmente a la virtud interior; la ternura se refiere a su expresión externa”. En este capítulo, Pablo alude a los escarnios de sus denigradores en Corinto. Estos le acusan de conducirse humildemente cuando estaba entre ellos, pero con osadía cuando estaba lejos. Sus detractores le consideraban como un hombre cobarde y asustadizo. Manifestaba su supuesto coraje cuando no corría peligro.
Pablo se ocupa de responder al cargo que se presenta en su contra y que le acusa de ser contencioso, duro y pretencioso. Observen como responde a estos cargos. No lo hace de una manera irrespetuosa, ruda u hostil. Siguiendo el ejemplo de su Salvador, dice a los corintios que deseaba y prefería tratar con ellos con mansedumbre y ternura. Y esto ante una gran provocación.
¿Qué es la mansedumbre? La mansedumbre tiene dos aspectos. Es sobre todo una actitud de sumisión a Dios. De esto se desprende una disposición para tratar al prójimo de forma paciente y afable.
R. C. Trench escribe: “Trauntes, que se traduce al español como mansedumbre, no solo consiste en la conducta externa de una persona y mucho menos en una mera condición o disposición natural. Más bien es una gracia del alma entretejida en sus fibras más íntimas cuyo ejercicio se dirige primero y por encima de todo a Dios. Es el temperamento espiritual que nos permite aceptar su trato hacia nosotros considerándolo como bueno y, por tanto, hacerlo sin debate ni resistencia.”
En lo que respecta al nivel horizontal, la mansedumbre es una actitud humilde y afable que se manifiesta en una sumisión paciente ante la ofensa. Está libre de malicia y venganza. Es esa gracia espiritual que nos permite sobrellevar o soportar pacientemente la provocación y ofensa, sin represalias contra aquellos que nos ofenden o nos injurian. Mansedumbre no significa debilidad, sino poder bajo control. La mansedumbre es lo opuesto a la arrogancia, a la aspereza, a la falta de tacto. El hombre manso no se inclina a contender por sus derechos ni a insistir para que sus puntos de vista personales sean aceptados. Su vida se caracteriza por la modestia y la discreción. La persona mansa tiene un concepto correcto de la soberanía de Dios, de sí misma y de su propia pecaminosidad no es pronta a airarse, ni se precipita a reclamar sus derechos.
El salmo 37 habla sobre el hombre manso. Hendriksen dice: “Este salmo describe a la persona que no tiene resentimiento, no guarda rencor. Lejos de seguir rumiando las injurias recibidas, se refugia en el Señor y le entrega su camino enteramente. Lo hace con mayor razón porque ha muerto a toda justicia propia. Sabe que no puede pretender méritos de ningún tipo delante del Señor. Puesto que el favor de Dios significa todo para él, ha aprendido a soportar con gozo el despojo de sus bienes, sabiendo que tiene una herencia mejor y perdurable. Sin embargo, la mansedumbre no es debilidad, no consiste en tener una columna vertebral de goma, no es una característica que haga que la persona esté dispuesta a doblegarse ante toda brisa”.
Mansedumbre es mostrar un carácter sumiso ante la provocación, la disposición a sufrir y no causar daño. La persona mansa deja todo en las manos de Aquel que le ama y le cuida.
Hasta aquí hemos visto algo de la naturaleza de la mansedumbre, de esta gracia espiritual que es fruto de la obra de Espíritu Santo.
En segundo lugar, consideremos el ejemplo perfecto de la mansedumbre. El Señor Jesucristo es el ejemplo supremo de la mansedumbre. Él es el ejemplo que todos nosotros debemos imitar.
En su primera epístola, capitulo 2, versículo 21 al 23, Pedro declara: “Porque para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por nosotros, o por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas, el cual no cometió pecado, ni engaño alguno en su boca; y quien cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia.”
He aquí el ejemplo encarnado que debemos imitar; aquel que tenía todo el derecho en este mundo y no había cometido ningún pecado; aun así, ante el vituperio, la provocación y la ofensa, ¿qué hizo? Cuando le ultrajaban, no respondió ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia.
¿Qué le permitió al Hijo de Dios encarnado continuar su ministerio a sus discípulos cuando éstos discutían entre sí, cuando eran tardos para creer lo que Él les enseñaba, cuando uno de ellos hasta se atrevió injustamente a reprenderlo, cuando mostraban que su fe era débil a pesar de todos los milagros que ellos habían presenciado y que el Señor había realizado? ¿Qué fue lo que llevó al Señor a sentarse con sus discípulos para instruirles cuando ellos eran tardos para oír? ¿Qué fue lo que le mantuvo siendo el Pastor de este pequeño rebaño? ¿Qué fue lo que le permitió seguir su ministerio cuando los hombres le vituperaban y le amenazaban? La gracia de la mansedumbre. Compañeros en el ministerio, si hemos de pastorear a nuestras ovejas según la voluntad de Dios, esta gracia debe gobernar nuestro corazón.
Moisés, el siervo de Dios, se distinguió por ser un hombre manso. Sin embargo, cuando Moisés no ejerció esta gracia en un momento de debilidad, ante la provocación pecaminosa del pueblo, él pecó. Se enojó contra el pueblo de Dios. Su enojo le impidió honrar a Dios delante del pueblo. Por causa de su pecado, Dios no le permitió introducir al pueblo a la tierra prometida.
Lamentablemente, algunos pastores tampoco pueden conducir a sus ovejas a un estado de madurez y mayor bendición espiritual, porque cuando son provocados por algún miembro o algunos miembros de la iglesia, no ejercen la gracia de la mansedumbre. Su falta de mansedumbre les impide ministrar eficazmente al pueblo de Dios mientras éste camina hacia la patria celestial. Probablemente, ésta es una de las razones por las cuales algunos pastores no duran mucho tiempo en las iglesias.
Les es difícil llevar a la congregación desde la infancia a la madurez por falta de mansedumbre. Muchas veces nuestras ovejas, sin darse cuenta, dicen cosas que hieren profundamente. Y si no ejercemos la gracia de la mansedumbre, entonces no podremos ministrar a sus corazones, sentarnos pacientemente para instruirles a fin de que puedan llegar a un estado de madurez espiritual.
Hemos considerado la naturaleza de la mansedumbre. Hemos visto algo del ejemplo supremo de la mansedumbre. Ahora mencionaré algunos de los beneficios de la mansedumbre.
La mansedumbre capacita al pastor a sobrellevar las ofensas contra su persona, para poder entregarse a pastorear a sus ovejas. La falta de mansedumbre no le permitirá ayudar a las ovejas de Cristo cuando éstas necesiten guía y ayuda. Si el pastor se siente ofendido y deja que su ofensa controle su corazón, su enojo y su resentimiento contra la o las ovejas por esa ofensa, o por los agravios cometidos contra él, serán obstáculos que le impedirán entregarse a estas ovejas para pastorearlas. Esa condición o resentimiento le llevará a ver a estas personas como sus enemigos, sus adversarios y no como sus ovejas.
El enojo, el resentimiento o la amargura opacarán su mente, le incapacitarán para buscar o percibir la manera bíblica de afrontar esa situación, o la mejor manera para ayudarles. No podrá ver la forma de ganar la buena voluntad de esa oveja que le ha herido, o que ha hecho algo que no debió hacer. No podrá ver la forma de percibir o entender lo que enseña la palabra de Dios para tratar dicha situación, porque su mente estará concentrada en lo que esa persona le hizo.
Su resentimiento no le permitirá elevar su corazón al cielo para pedir al Señor la sabiduría para poder tratar a su oveja con amor y ternura.
La falta de mansedumbre no le permitirá buscar el bien o la restauración de la oveja descarriada, porque su preocupación principal será la vindicación de su persona. Esto no agrada al Señor, y si él permite que esa ofensa siga afectando su corazón, levantará una pared entre él y esa oveja; en tal condición puede verse tentado a convertir el púlpito en una plataforma para atacar a su oveja.
Por otra parte, la mansedumbre nos capacitará para pastorear a aquellas ovejas que nos ofenden, o que en un momento dado nos vituperan. Nos permitirá soportar pacientemente la injuria o el agravio. Calmará nuestros corazones para que podamos pensar con cordura. No nos dejará tomar represalias, nos llevará a encomendar nuestra causa a Aquel que juzga con justicia. En esto imitaremos al Señor Jesucristo que, cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia.
“Pastor, sigue repitiendo ese versículo”, lo hago para que se grabe en sus mentes y corazones porque este versículo nos muestra como debemos tratar las injurias, la persecución, la opresión y las ofensas. Nos llama a traer el problema al Señor. Al dejar el problema o la ofensa delante de aquel que juzga con justicia la carga será quitada podremos realizar la obra del Señor.
Es verdad que esta oveja me ofendió, me hirió, me hizo daño, pensó y habló mal de mí, sin razón, pero aún así es… mi oveja. Fue por ella que Cristo vertió su sangre. A pesar de lo que esta oveja hizo, debe ser pastoreada para su santificación, restauración y preservación.
La mansedumbre nos llevará a tratar a la oveja, no según lo que merece por su ofensa, sino según indican las normas del amor: “El amor no busca lo suyo sino que busca el bien del otro, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”
La mansedumbre lleva al pastor a sobrellevar las ofensas contra su persona, para que pueda entregarse a pastorear a sus ovejas
En segundo lugar, la mansedumbre animará a las ovejas a buscar el pastoreo bíblico de sus pastores. Cuando pastoreamos a las ovejas con mansedumbre y ternura, las ovejas se animarán a buscar nuestra supervisión, guía o cuidado pastoral. Se sentirán atraídas hacia su pastor, hacia su pastoreo bíblico. Pero un espíritu arrogante, contencioso, recriminador, un trato rudo les alejará del pastor.
La insistencia carnal por la vindicación personal alejará al pastor de la gente. Cuando la gente se da cuenta del alejamiento de su pastor, no se sentirá libre o animada a buscar su ayuda y guía pastoral en momentos de dificultad o en momentos de crisis.
Otro pastor dijo correctamente: “La accesibilidad, la ternura, la afabilidad y el decoro son gracias que acompañan a la mansedumbre.”
La mansedumbre permite que la gente vea a su pastor como una persona accesible. La gente siente que puede acercarse a su pastor, tiene acceso a él porque no la rechazará, no la recriminará, no será pronto a irritarse o a enojarse. Las ovejas se animarán a acercarse a su pastor porque le ve como una persona agradable, afable, razonable, sensata, tratable y amable, que tiene control de su espíritu.
Te pregunto hermano, ¿desearías tú acercarte a una persona áspera, difícil de tratar, contenciosa, impulsiva, que se enoja por cualquier cosa, y que actúa caprichosamente? ¿Te animarías a acercarte a alguien que te inspire temor, sabiendo que probablemente reaccionará pecaminosamente? Creo que no desearás acercarte a esa persona. Nuestra gente no debe tener razones para pensar así de nosotros. Por consiguiente, debemos vestirnos de la gracia de la mansedumbre.
La mansedumbre del Señor atraía a las personas a acercarse a Él. Él usa la mansedumbre como un medio para atraer, para invitar a las personas a venir a Él.
Él dijo: “Venid a mí… Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. La invitación a los pecadores a venir a Él estaba basada en la realidad de su mansedumbre.
Si realmente queremos que la gente se acerque a nosotros para poder pastorearla, para poder guiarla, debemos ser hombres mansos y tiernos como Jesús. Nuestra persona y la manera de conducirnos debe ser tal que, aunque nosotros no digamos las palabras del Señor Jesucristo, nuestras ovejas puedan percibir por nuestra conducta que encontrarán al acercarse a nosotros a una persona mansa y humilde de corazón.
Si el Señor hubiera sido una persona obstinada, ruda, contenciosa, caprichosa, arrogante, insensible, vengativa, no podría haber dicho: “Venid a mi porque soy manso y humilde de corazón.”
La mansedumbre no solo permite que la gente vea a su pastor como una persona accesible, sino que también, le vea como una persona tierna y afable. Una persona arrogante, ruda, contenciosa y vengativa no es tierna ni afable. Pero la persona mansa, es tierna y afable porque la mansedumbre libra su corazón de la arrogancia de la contienda y del rencor.
Porque Pablo era un hombre manso, podía tratar al pueblo de Dios con ternura y afabilidad. En 1Tesalonicenses 2: 7, dijo a estos hermanos: “Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre cría con ternura a sus propios hijos”.
Este cuadro materno que Pablo presenta, no llama a los pastores a ser personas débiles, afeminadas, cobardes. Lo que este cuadro muestra es que los siervos de Dios deben tratar con ternura a los creyentes, como una madre o nodriza trata a sus propios hijos.
La mansedumbre no solo viene acompañada de accesibilidad, ternura y afabilidad. Viene acompañada también de decoro. La mansedumbre conducirá al pastor a la circunspección, a tratar a otras personas con respeto aunque ellas no le hayan tratado de la misma manera. Pablo exhortó a Timoteo a ser un hombre manso y a llevar a cabo su ministerio con mansedumbre. 1 Timoteo 6:11 dice: “Mas tú hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre…”.
En 2 Timoteo 2: 24 y 25, Pablo le dice a Timoteo: “Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amables para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente, o con mansedumbre, a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento”.
El siervo del Señor no debe ser un hombre dado a la contienda, sino amable, apto para enseñar, sufrido, que corrige con mansedumbre. Esta mansedumbre implica decoro. Por esta razón, cuando Timoteo va a corregir al anciano, debe hacerlo con decoro y con respeto.
“Timoteo cuando vayas a corregir a un anciano, no te olvides del respeto con que debes tratar a una persona mayor que tú. Tu oficio o posición como pastor no te exime de las normas del amor, del decoro con que tú debes corregirle. No le corrijas con dureza, sino más bien exhórtalo como un padre. A los más jóvenes como a hermanos.”
Comentando sobre este asunto, William Hendriksen dijo:
“En el curso de su obra pastoral, Timoteo tendrá a veces que corregir las faltas de algunos de los miembros de la iglesia. Ninguno de estos debe ser tratado con aspereza, especialmente los miembros mayores de la congregación. En vez de tratar duramente a los que necesitan corrección, Timoteo debe amonestar.”
El verbo usado en el original, en el capítulo 5, versículo 1, significa: “llamar aparte”. Este llamar aparte puede ser con el propósito de alentar, consolar, exhortar, rogar, apelar o amonestar. Es obvio que este último pensamiento predomina en este pasaje.
William Hendriksen declara:
“Ahora bien, debería hacer hincapié en que, aquí, también Pablo conserva un hermoso equilibrio. Por una parte no quiere que Timoteo pase por alto a la gente de mayor edad, permitiéndoles seguir en sus pecados. Por otra parte, desea que sean tratados con el debido respeto. Timoteo debe amonestar al anciano como si éste fuera su propio padre y con cuanta consideración, con qué tacto, gentileza y moderación trataría a una persona tan íntimamente ligada a él. Timoteo debía recordar que su posición de líder en la iglesia no justificaba que él fuera irrespetuoso, aun cuando las personas que él pastoreaba debieran ser corregidas. Su autoridad como pastor no le eximía de honrar a cada miembro de la iglesia, según su edad, sexo y posición. Su oficio no le daba derecho a tratarles con desdén, o a tratar al anciano como si fuera un niño”.
El siervo de Dios no debe reaccionar como un perro bravo cuando es provocado, o ladrar cada vez que alguien no esté de acuerdo con su punto de vista doctrinal o con su posición, o cuando alguien ataque las enseñanzas que tanto ama y aprecia. El pastor debe tratar a cada miembro de la iglesia con el respeto que demanda la edad de esa persona, la experiencia, el sexo o la posición de esa persona.
Lamentablemente, vivimos en una sociedad donde este principio se ignora. El igualitarismo y el feminismo, con su afán de eliminar las diferencias, toda clase de diferencias, toda distinción establecida por Dios, socavan el orden social establecido por Dios en la creación.
Resultado: el respeto que se debe a los ancianos, o personas mayores, ha desaparecido en ciertos círculos. El joven habla al anciano como si fuera su colega o su igual. Los niños no hablan a las personas mayores con respeto, no respetan la autoridad de sus padres. La mujer no respeta a su marido. Y, tristemente, tenemos que decir que incluso hay ministros que hablan a otros ministros con mayor experiencia y edad como si ellos fueran sus iguales.
Hermanos, igualdad de autoridad entre los ancianos no quita, ni reduce, ni elimina el amor, el respeto, el decoro. Al contrario, la piedad promueve estas cosas. Aunque todos somos iguales en lo que respecta a nuestra dignidad como seres humanos, creados a la imagen de Dios, esto no elimina el orden social establecido por Dios en la creación.
Por esta razón, la Biblia demanda que nosotros, los pastores, tratemos al anciano no como si nosotros fuéramos su igual en todo aspecto, sino como aquel que es digno de un honor especial.
Hermanos, la experiencia no se compra, la experiencia se vive y aunque tú tengas mas teología que él, hayas ido a un seminario y conozcas griego, arameo, o cualquier otra lengua (latín también) no quiere decir que tú tienes la misma experiencia que aquel que tiene 70 años de edad.
A las ancianas, Timoteo tenía que tratarlas como a madres, a las jóvenes como hermanas. La mansedumbre no elimina sino que promueve el decoro.
Ahora es necesario hacer una salvedad: La mansedumbre no significa que el pastor no pueda aseverar la verdad con fervor, firmeza y autoridad. No significa que no pueda mostrar su disgusto, desaprobación o indignación ante el mal, ante el pecado o la impenitencia, o que el pastor nunca pueda reprender severamente a los que persistan en pecar o se opongan a la verdad.
Un concepto equivocado de la mansedumbre ha llevado a algunos a pensar que si el pastor reprende o muestra su indignación santa, no es un hombre manso. Esta manera de pensar es incorrecta. La mansedumbre no prohíbe al pastor hablar con autoridad, fervor y firmeza. No le prohíbe mostrar su indignación cuando es legítimo, no le prohíbe reprender severamente cuando es necesario.
En su epístola a Tito, en el capítulo 2, versículo 15, Pablo le dice: “Esto habla exhorta y reprende con toda autoridad.”
En Tito, capítulo 1, versículo 12, Pablo dice: “Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero. Por esto, repréndelos severamente para que sean sanos en la fe.”
La mansedumbre no prohíbe la indignación justa. La mansedumbre detiene al hombre de la indignación carnal pero no le prohíbe mostrar su indignación santa cuando es necesario. Moisés no fue reprendido por su ira o indignación santa, sino por su enojo carnal; enojo que le impidió honrar a Dios delante del pueblo. Pero cuando Moisés se enojó por el pecado escandaloso del pueblo de Dios no fue reprendido.
Éxodo 32: 19 declara: “Y al ver el becerro, las danzas, se encendió en ira”. Esta fue una ira santa. Si Moisés no hubiera mostrado su ira en aquel momento, habría pecado contra Dios, habría socavado la verdad.
Jesús también se enojó, sintió y manifestó indignación. Marcos 3:5, dice: “Y mirándolos en torno con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones…”
Marcos 10:14, declara: “Pero cuando Jesús vio esto, se indignó”. Su ira como indignación honró a Dios. Su indignación, su ira, fueron actitudes consecuentes con la mansedumbre.
Jesús y Moisés no pecaron porque la motivación de su ira o indignación no surgió de una pasión pecaminosa. Aquello que les indignó fue la ofensa contra la bondad, santidad y gloria de Dios.
Por otra parte, es necesario aseverar que la ira o la indignación de Moisés y Jesús no fueron las características que destacaron sus personas o ministerios; generalmente, algo no está bien cuando lo que destaca en un ministerio pastoral son las reprensiones severas que continuamente se emiten desde el púlpito en la iglesia. Lo que caracterizó a nuestro Señor no fue que uso continuamente el látigo. Algo no está bien cuando lo que caracteriza a un ministro como patrón son sus arranques de ira e indignación.
Cuando Moisés fue vituperado por su hermana María y por Aarón, él no abrió su boca para quejarse, sino que encomendó su causa a Dios. Cuando Cristo fue vituperado no respondió vituperando.
Si hemos de reaccionar correctamente ante los múltiples vituperios, injusticias, agravios y ofensas contra nosotros en el ministerio, debemos ejercer la gracia de la mansedumbre. Si esta gracia no gobierna nuestro corazón nos encontraremos luchando contra nuestra gente. El púlpito se convertirá en una plataforma para expresar nuestro disgusto, resentimiento y amargura contra aquellos que nos vituperan, con aquellos que no están de acuerdo.
La disposición de un espíritu manso y tierno nos enseña que debemos asumir una actitud humilde, paciente y sumisa ante la injuria. Que debemos guardar el corazón de la malicia y la represalia, y encomendar nuestra causa a Aquel que juzga con justicia. Ante la injuria, las calumnias, vituperios, falsas acusaciones, debemos imitar el espíritu de David expresado en el salmo 37: “Encomienda al Señor tu camino, confía en El, que El actuará.”
He aquí algunos de los beneficios de la mansedumbre:
Da al pastor la capacidad para sobrellevar las ofensas para poder ayudar a las ovejas.
La mansedumbre animará a las ovejas a buscar el pastoreo bíblico de sus pastores.
Le verán como una persona accesible, tierna, afable y decorosa.
En tercer lugar, la mansedumbre nos permitirá ministrar correctamente a los incrédulos.
Aunque debemos presentar, explicar y aplicar la ley moral a los incrédulos para que ellos se conviertan, o sean convencidos de sus pecados y se conviertan al Señor, para que ellos vean su condición, necesidad y busquen el remedio que ofrece el evangelio, nunca debemos pasar por alto que nuestra manera de tratarles debe ser un ejemplo de la mansedumbre y la ternura. No debemos pagar al incrédulo mal por mal, no debemos alejarnos de ellos por su incredulidad. Debemos vestirnos de mansedumbre para que podamos corresponder correctamente a sus vituperios, y así podamos por todo medio legítimo impartir el conocimiento de la verdad salvadora que conduce a la salvación. Si nosotros somos fieles a Cristo y a las almas de los hombres, seremos injuriados, vituperados. El diablo nos atacará fuertemente por medio de sus emisarios; tratará de provocarnos a ira. ¿Para qué? Para desacreditar y neutralizar nuestro ministerio y apartarnos de nuestras ovejas.
Queridos hermanos, por amor a Cristo, por amor a las almas de nuestras ovejas, ¡no se lo permitamos! Agarrados al Señor por la oración, entreguémonos a ejercer la gracia de la mansedumbre.
Hemos considerado la naturaleza, el ejemplo supremo de la mansedumbre, y algunos de los beneficios de la mansedumbre.
Ahora, permítanme hablarles de cómo podemos cultivar esta gracia.
¿Cómo podemos o debemos, cómo debemos cultivar esta gracia? Imitando al Señor Jesucristo, imitando al Señor Jesucristo. Él dijo, “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Sigamos su ejemplo de mansedumbre y encomendemos nuestra causa a Aquel que juzga justamente. ¿Saben lo que eso nos permite? Que cuando en el pensamiento vienen las imágenes de aquellos que nos han ofendido, ahí mismo podemos, tranquilamente, elevar una oración al Señor para que Dios bendiga a tales personas y trate con ellas según su voluntad.
“Todo lo soportó por amor a los escogidos, para que ellos también alcancen la salvación”. Si nuestra gente va a alcanzar madurez espiritual, nos urge, ejercer la gracia de la mansedumbre. Imitemos al Señor que, aun cuando le crucificaron, Él dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
Estudiemos y consideremos la vida emocional del Señor Jesucristo, especialmente en los Evangelios, para ver cómo reaccionó ante el agravio, la ofensa, la dureza de corazón, la incredulidad de la gente, la ingratitud, los ataques contra su persona. ¡Entonces imitemos su ejemplo!
En segundo lugar, estudiemos y repasemos periódicamente aquellos pasajes que hablan de esta gracia, como el Sal.mo 37; 1 Pedro 2:5-7. Realmente toda esta epístola nos habla de cómo debemos reaccionar contra la persecución, las aflicciones, el maltrato. Santiago 3: 13 al 18. El libro de Proverbios trata este tema. Nos habla de la mansedumbre.
En tercer lugar, si vamos a crecer en esta gracia, consideremos el gran valor que Dios le da a la gracia de la mansedumbre. 1 Pedro 3:4: “Que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu manso tierno y sereno, lo cual es, valioso, precioso delante de Dios.”
Cuando nuestra gente vea esa clase de ejemplos, ellos serán animados a ejercer esta gracia. Cuando veamos a otros siendo ejemplos de esa gracia, oremos por esa persona para que siga siendo mansa pero, a la misma vez, imitémosla.
El mundo no aprecia estas cosas, pero para el Señor son preciosas. Y, si pudiéramos decirlo, esta es nuestra mejor defensa.
Sobre todo, hermanos, cultivemos la gracia de la humildad. No pensemos más alto de lo que debemos pensar de nuestra persona de manera que si alguien nos ofende esto nos permita no sentir ese agravio de forma más profunda de lo que deberíamos sentirlo; haya pues en nosotros esa actitud humilde y esto nos ayudará a ejercer la gracia de la mansedumbre. Tratemos hermanos con seriedad las amonestaciones bíblicas contra la falta de la mansedumbre. Que el Señor nos ayude, hermanos, a tener ministerios prósperos y bendecidos por la presencia de Dios, porque ejercemos la gracia de la mansedumbre.
Que Dios continúe bendiciendo nuestros ministerios, porque la mansedumbre atrae a los hombres no a nosotros, sino a Cristo y a su Verdad.
Oremos.
Padre, gracias por estas exhortaciones para nuestras almas. ¡Cuánto las necesitamos! Perdónanos cuando no hemos reflejado al Señor Jesucristo en nuestros hogares, delante de nuestras esposas, nuestros familiares y nuestros amigos. Ayúdanos para que esta gracia abunde en nosotros. Ayúdanos a ver la importancia de esta gracia en el ministerio, para que podamos dirigir las almas al cielo. Que esta gracia y la palabra de Dios atraiga a muchos a Cristo.
Te damos gracias por la manifestación de tu poder salvador, en la persona y obra del Señor Jesucristo, que aquello que Él hizo por nosotros en la cruz para salvarnos nos lleve a amarle más, a dar muerte al pecado que todavía permanece en nuestros corazones para que podamos servirte. Ven sobre nosotros hoy y enséñanos algo más de esa disposición con la cual debemos pastorear a las ovejas. Danos pues ese corazón para que manifestemos el pastoreo de Cristo, para el bien de sus ovejas.
Pedimos la unción de tu Espíritu, que tu siervo pueda hablar con amor, con ternura, dependiendo solamente de Ti. Que la exposición de tu Palabra sea para la edificación de tus siervos. En el nombre de tu Hijo amado, te lo suplicamos. Amén.
El Príncipe de los pastores manda a los pastores de su iglesia a pastorear las ovejas de su rebaño con una disposición pastoral que consiste de varios elementos esenciales. Hemos considerado tres de estos elementos: un corazón de siervo, un corazón compasivo y un espíritu manso y tierno. Otro elemento esencial es un amor sacrificial y desinteresado. Jesucristo pastoreó a sus ovejas con esta disposición.
Juan capítulo 13, versículo 1, habla de este amor por sus discípulos, habla del amor de Cristo por sus discípulos, dice que:
“Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”.
Juan capítulo 10, versículos 7 al 18, enseña que el buen pastor da su vida por las ovejas. Esta es la prueba contundente de su amor por ellas. Él ama a sus ovejas con un amor sincero, sacrificial, desinteresado y desprendido. El buen pastor no es un asalariado; el asalariado ve a las ovejas como un medio para su sostén. No se preocupa por el bienestar de ellas. Sólo trabaja por el pago o la remuneración que recibirá, pero a él no le importan las ovejas.
En cambio, el buen pastor ama a sus ovejas, busca y promueve constantemente el bien de las ovejas. Así también nosotros debemos amar a las ovejas que Cristo ha puesto bajo nuestro cuidado. Por esta razón, Pedro en su 1ª epístola, capítulo 5, versículo 2, dice a los ancianos:
“Pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios, no por avaricia del dinero, sino con sincero deseo”, un sincero deseo de buscar y promover su bien espiritual.
Ahora, pastorear con un deseo sincero y desinteresado, no prohíbe al pastor procurar legítimamente un sustento razonable y suficiente para proveer para las necesidades básicas de su familia. El hecho de que él es un pastor, no le libra de la responsabilidad de proveer para su hogar. Si él no provee de una manera responsable y adecuada para las necesidades básicas de su hogar, según las Escrituras, tal individuo niega la fe.
1ª a Timoteo, capítulo 5, versículo 8, declara:
“Pero si alguno no provee para los suyos, especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo”.
Si el pastor no provee para su familia peca contra Dios y peca contra su familia. Y aún más, niega la fe o el evangelio que Dios le llamó a predicar. Esto no es consecuente con su llamado; por un lado predica y por otro niega la fe. El pastor debe predicar todo el consejo de Dios, pero para que él sea consecuente con lo que predica debe proveer para su casa de una manera legítima, adecuada, responsable y suficiente.
Esta es una de las razones por la que Pablo en su 1ª epístola a los Corintios, capítulo 9, versículo 14, dice:
“El que predica el evangelio, que viva del evangelio”.
En la 1ª epístola a Timoteo, capítulo 5, versículo 18, Pablo añade: “El obrero es digno de su salario”.
Por tanto, cuando Pedro llama a los pastores a pastorear el rebaño, no por obligación sino voluntariamente, no por avaricia de dinero sino con sincero deseo, no prohíbe que el pastor procure una remuneración adecuada para sostener a su familia. Lo que estos versículos prohíben es que el pastor pastoree a las ovejas con un corazón codicioso y para obtener ganancias deshonestas.
Los pastores deben servir y pastorear el rebaño con un deseo genuino que desea y busca el bien espiritual de las ovejas. La queja principal de Dios contra los líderes de Israel era que ellos pastoreaban para trasquilar y aprovecharse de las ovejas.
El Señor dice:
“Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos y no apacientan mis ovejas, no las cuidan, no las alimentan, no las reúnen, no las protegen, viven de las ovejas”.
No les importa la condición de las ovejas, ¿porqué? Porque no aman a las ovejas. Los pastores de Cristo no deben seguir tal ejemplo. Debemos evaluar nuestras vidas, nuestros corazones y preguntarnos, ¿qué es lo que nos mueve a servir en la iglesia?
¿Estamos pastoreando al pueblo de Dios porque amamos a Cristo, porque amamos a las ovejas? o ¿Estamos aquí por pago, estamos aquí por alguna remuneración, algún retiro, etc.? Debemos pastorear la iglesia por amor a Cristo y por amor a las ovejas. Los pastores de Cristo deben imitar a Cristo. Él por amor entregó su vida para procurar y asegurar el bienestar y la salvación de sus ovejas, o como otro dijo:
“Jesús mismo entregó su vida por sus ovejas. Él no era ningún peón asalariado que hacía el trabajo por dinero. A Él le interesaban genuinamente las ovejas, incluso hasta el punto de estar dispuesto a morir por ellas. Su gran amor reveló su sacrificio y servicio. Jesús pastoreó a las ovejas con una amor sincero, sacrificial y desinteresado”. Esa disposición con la que Jesucristo, el Príncipe de los pastores, pastorea sus ovejas es la que nosotros debemos imitar. Esta disposición fue la que el apóstol Pablo imitó y manifestó en su vida y ministerio. En 1ª a los Tesalonicenses, capítulo 2, versículo 8, él les dijo a estos hermanos:
“Teniendo así un gran afecto por vosotros, nos hemos complacido en impartiros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues nos llegasteis a ser muy amados”.
He aquí el motivo por el cual este hombre se entregó a servir y, ¿con qué disposición se entregó y sirvió a aquellas ovejas? Dice, “pues nos llegasteis a ser amados, no, muy amados”. Este amor que ardía en el corazón del apóstol por sus ovejas le llevó a decir a los corintios, aun cuando estos cuestionaban su integridad y la autoridad de su ministerio:
“Yo muy gustosamente gastaré lo mío y aún más, yo mismo me gastaré por vuestras almas. ¿Si os amo más, seré amado menos?”.
A pesar de la oposición y las falsas acusaciones que el apóstol encontró en Corinto, aquello que lo constreñía a seguir sirviendo a estos hermanos fue su amor por ellos.
Ahora, traten de ponerse en el lugar de Pablo. Él era el padre espiritual de los creyentes en Corinto. Padeció en aquel lugar dolores de parto para que Cristo fuera formado en ellos. Trabajó fuertemente para establecer aquella iglesia en circunstancias muy difíciles y peligrosas. Tomó de otros ministerios para no agraviarlos; trabajó allí en circunstancias complejas. Al principio él predicó en Corinto en medio de mucha oposición, Hechos 18.
En su 1ª epístola a los Corintios, él les dijo:
“Y estuve entre vosotros con debilidad, y con temor y con mucho temblor”.
El Señor por medio de una visión le dijo a Pablo:
“No temas, sigue hablando y no calles”.
Establecer una iglesia en Corinto no fue algo fácil.
Después de un tiempo, falsos maestros, hombres prejuiciados, entraron en esta congregación e indispusieron el corazón de algunos creyentes hacia el apóstol. En vez de defender a su padre espiritual, estos creyentes influidos por estas personas, cuestionaban la integridad de este hombre de Dios. Insinuaban que Pablo no cumplía sus promesas, que decía una cosa aquí pero su intención era otra. Todas estas cosas quebrantaron profundamente el corazón de Pablo. ¿Qué fue lo que le llevó a seguir sirviendo a estas personas, a tomar su tiempo para escribir la 1ª epístola y después la 2ª epístola a los Corintios, y pensar bien sus argumentos? ¿Qué fue lo que llevó a este siervo de Dios a tratar con sus hijos espirituales, quienes vinieron a la verdad y fueron salvos por medio de su ministerio? ¿Qué fue lo que lo mantuvo tratando con el corazón de estas personas?
Hermanos, fue un verdadero amor por ellos, un amor sacrificial y desinteresado que se entrega a sí mismo a buscar el bien y la felicidad de otros. Ciertamente no fue por algún beneficio monetario, pues él no quiso recibir de ellos ayuda financiera.
1º Corintios, capítulo 9, versículo 15, aquello que le movió a servirles fue un amor sincero, sacrificial y desinteresado.2ª epístola a los Corintios, capítulo 6, versículo 11:
“Nuestra boca (dice Pablo a los corintios), os ha hablado con toda franqueza. Nuestro corazón se ha abierto de par en par”.
En otras palabras, “No estoy escondiendo nada; no tengo motivos ulteriores. Les hablo con toda franqueza al decir que nuestro corazón está lleno de un afecto compasivo y amoroso por ustedes. Realmente les amamos”.
Mi hermano, ¿qué es aquello que te llevará a continuar en el ministerio año tras año, cuando te encuentres en circunstancias similares? ¿Qué impedirá que tires la toalla? El amor sincero, el amor por Cristo y el amor sincero, sacrificial y desinteresado por las ovejas. En la 2ª epístola a Timoteo, capítulo 2, versículo 9 y 10, Pablo dijo:
“Por el cual sufro penalidades, hasta encarcelamiento como un malhechor, pero la palabra no está presa. Por tanto, todo lo soporto por amor a los escogidos, para que también ellos obtengan la salvación que está en Cristo Jesús, y con ella gloria eterna”. No era suficiente que ellos entraran, sino que siguieran y concluyeran y gozaran de la gloria eterna. Y por ese fin él estaba dispuesto a sufrir todo, todo lo soportó por amor a los elegidos.
En su libro “El pastor renovado”, Richard Baxter, describe este amor sincero:
“Todo nuestro ministerio debe llevarse a cabo con un amor tierno hacia nuestra gente. Tenemos que mostrarles que no tenemos mayor placer que su progreso y prosperidad. Tenemos que mostrarles que nos entristece y nos preocupa cuando ellos son heridos y afectados. Debemos sentirnos hacia nuestra gente como un padre se siente hacia sus hijos. El amor tierno de una madre no debe sobrepasar el nuestro. Debemos sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ellos. Ellos deben ver que en comparación a su salvación ninguna cosa externa nos interesa, sea riqueza, libertad, honor o la vida. Además debemos estar dispuestos a que nos saquen del número de los vivientes con tal de que ellos se encuentren en el libro del Cordero”.
Debemos estar dispuestos a decir con Juan:
“Estoy listo para dar mi vida por los hermanos”.
O como Pablo:
“No estimemos nuestras vidas con tal de que terminemos con gozo el ministerio que recibimos del Señor Jesucristo”.
Esta es la disposición con la que debemos pastorear a nuestras ovejas. Debemos preguntarnos nuevamente en oración delante de Dios: ¿Qué me lleva al púlpito, domingo tras domingo? ¿Es simplemente cumplir con una tarea? ¿Con un compromiso? ¿Amo realmente a mis ovejas? Queridos hermanos, si vamos a manifestar el espíritu de Cristo, si vamos a pastorear a las ovejas de Cristo, por las que Él vertió su sangre, debemos asegurarnos que lo hacemos con un amor sincero, sacrificial y desinteresado que se entrega a sí mismo.
Después de haber visto algo de la motivación con que debemos cumplir nuestro ministerio hago la siguiente pregunta: ¿Cómo nos ayudará este amor a pastorear fielmente a nuestras ovejas? Esta disposición nos ayudará a ganar los oídos y los corazones de nuestras ovejas. Tal vez no conozcan tanto de teología de Berkhof y de Calvino, pero nuestras ovejas saben que es amor y pueden discernirlo. Cuando ellas vean que les amamos, abrirán sus corazones hacia nosotros y prestarán atención a lo que debemos decirles.
Si realmente quieres que tu gente escuche el mensaje de la Palabra de Dios, es importante que prediques la palabra con un amor sincero y sacrificial. Este amor por tus ovejas les animará a buscar y a oír tus consejos. Si vas a ser fiel a sus almas, tendrás que decir verdades que serán difíciles de aceptar, verdades que quebrantarán sus corazones, pero verdades que ellas deben oír para que puedan crecer espiritualmente y obedecer al Señor Jesucristo.
Vendrán ocasiones en las cuales debemos reprender y amonestar. Si nuestras ovejas no están convencidas de nuestro amor, pensarán que tenemos algo personal contra ellas, pero si saben que les amamos, estarán dispuestas a oír nuestra enseñanza, exhortación, reprensión y amonestación bíblicas, no importa cuán fuertes sean. Las ovejas oirán con prontitud la palabra porque ellas conocen que aquel que les enseña o amonesta les ama con un amor sincero, que realmente busca su bien.
La mayoría de las personas juzgan el consejo según juzgan el afecto de aquel que da el consejo. Por tanto, cultiva un amor tierno y sincero por tu gente. Es verdad que nuestras ovejas deben seguir nuestra enseñanza sólo si es bíblica. Sin embargo, no debemos soslayar la realidad de que nuestras ovejas juzgan nuestra enseñanza según el afecto que vean en nosotros hacia ellas.
Nuestras ovejas deben seguirnos, sí. Pero deben seguirnos si estamos mostrándoles la palabra de Dios, y sus conciencias y mentes están convencidas que así es. No deben seguirnos solo porque nos aman. Para seguir lo que el pastor enseña, ellas deben estar convencidas de que esto es lo que la palabra de Dios enseña, pues no seguimos a los hombres sino a Cristo. Si lo que el pastor enseña es lo que la Biblia enseña, aunque sea fuerte y cause dolor, la oveja estará más dispuesta a oírlo porque sabe que su pastor le ama. Pastor, cultiva un amor sincero y sacrificial por tu gente. Esfuérzate por aumentar este amor de una manera tangible por medios legítimos para que puedan percibir que están en tu mente y tu corazón, están en tus pensamientos, están en tus oraciones.
Ante las ofensas debemos cuidarnos de no reaccionar incorrectamente. La ocasión vendrá cuando la oveja diga algo que nos va a herir profundamente. En tal ocasión debemos poner un freno en nuestra lengua para no ofenderles o tomar represalia.
Este amor sincero no sólo ayudará a ganar los oídos y corazones de nuestras ovejas.
En segundo lugar, también nos animará a nosotros a seguir pastoreando a las ovejas. En Hechos, capítulo 20, del versículo 33 al 35, Pablo dice:
“Ni la plata, ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciado. Vosotros sabéis que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y de las que estaban conmigo. En todo os mostré que así, trabajando debéis ayudar a los débiles, y recordar las palabras de Jesucristo, del Señor Jesús, que dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’”.
Más bienaventurado es dar que recibir.
Estos versículos se usan a menudo para animar a los creyentes a ser generosos y sensibles a las necesidades de otros. Aunque se pueden aplicar de esta manera, ésta no es la aplicación principal de esta porción bíblica. No es la razón inmediata que llevó a Pablo a hacer estas declaraciones. Si consideran el pasaje cuidadosamente, se darán cuenta que Pablo no se dirige a la iglesia sino a los ancianos, o a los pastores de la iglesia. La intención de Pablo al decir estas cosas, fue recordar a estos ancianos, que lo que le animó a pastorearles y a servirles no fue su afán por enriquecerse, no fue lo que ellos podían hacer por él, sino el amor que él sentía por ellos. El amor le llevó a darse a ellos, a entregarse a ellos para servirles. El amor le llevó a dar, y para Pablo esto era una mayor bendición, como el Señor indica: “Más bienaventurado es dar que recibir”.
Es decir, la bendición mayor de los ancianos se encuentra, no en lo que sus ovejas pueden hacer por ellos, no en las atenciones con que ellas puedan atenderlos, sino en lo que los ancianos, por amor, se entregan a hacer por sus ovejas.
“En todo os mostré que así trabajando debéis ayudar a los débiles. Oh ancianos, sigan mi ejemplo, entréguense a servir a los necesitados, a sus ovejas; cumplan con su labor. Tened cuidado de vosotros y del rebaño”.
Este es el ejemplo que el mismo Señor nos mostró con su vida, ministerio y palabras. Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Más bienaventurado es amar; Dios amó y ¿qué hizo? dio a su Hijo unigénito. El amor le llevó a dar. Pastores, el amor por sus ovejas les llevará a entregarse a ellas como deben hacerlo. Recuerden que el darse por amor a ellas trae una mayor bendición. Vendrán ocasiones cuando algunos de nuestros hermanos no nos tratarán con amor, al contrario, nos tratarán mal. Pero pastor, recuerda que aquello que trae una mayor bendición no es que te amen sino que tú imitando a Cristo ames a tus ovejas. Que seamos más prontos en darnos a ellas. El amor sincero nos ayudará a ganar los oídos y corazones de nuestras ovejas. En segundo lugar, nos animará a seguir pastoreando a nuestras ovejas.
En tercer lugar, el amor sincero, sacrificial y desinteresado, nos impedirá abandonar a las ovejas cuando ellas se encuentren en dificultad o peligro. En Juan, capítulo 10, versículos 12 y 13, Jesús dijo:
“Pero el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve venir al lobo, y abandona las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa”.
¿Y cuál es la explicación? Él huye porque sólo trabaja por el pago. El enemigo principal y mortal de las ovejas en aquellos días era el lobo rapaz. Las ovejas no tenían defensa contra este depredador. El pastor era el único que podía protegerlas. Pero si el pastor era un asalariado, las ovejas serían presas fáciles, porque al ver al lobo, el asalariado las abandonaría, huiría para proteger su propia vida o sus propios intereses. Sólo el buen pastor permanecía con las ovejas. Sólo él arriesgaba su vida para defender y rescatar a sus ovejas. ¿Por qué estaba dispuesto a arriesgar su vida para proteger y salvar a las ovejas? Por su amor sincero y sacrificial por las ovejas.
Esto es lo que nos impedirá a nosotros abandonar a las ovejas y huir cuando ellas se encuentren en peligro. El amor no nos dejará que abandonemos a las ovejas cuando aparezca el lobo de los falsos profetas, el lobo de las artimañas engañosas del error, el lobo del que quiere dañar al mensajero para que las ovejas no escuchen el mensaje de su pastor. El amor sincero y sacrificial impide al pastor huir y dejar a las ovejas por las que Cristo murió. Le impide huir y dejarlas en medio de la crisis o en manos de los falsos profetas.
“Sería fácil irme a otro lugar, con un mejor salario y no tendría que enfrentar los rostros de aquellos que me vituperan domingo tras domingo, que me acusan, que me injurian injustamente, pero el amor por Cristo y por mis ovejas, ovejas por las que tendré que dar cuenta, me impide abandonarlas”.
No es fácil introducir reformas bíblicas en las iglesias porque muchas veces nos encontramos con personas que no quieren la verdad por la influencia de los lobos en la iglesia. Estos lobos promueven una clase de vida para los cristianos en la que no tienen que luchar contra el pecado remanente, el diablo y el mundo. Esta clase de vida apela a la carne y atrae a la gente. El pastor fiel no se dejará intimidar por la popularidad de estos lobos o falsos maestros, ni por sus falsas enseñanzas, sino que continuará predicando y aplicando fielmente la palabra de Cristo.
El pastor fiel no abandonará a sus ovejas, a pesar de las amenazas que recibe contra su persona, a pesar de las acusaciones sin fundamento que dicen contra él. Él no se deja intimidar, no está allí por los elogios de la gente, por el salario que recibe, por el retiro que recibirá, por la influencia que puede ejercer en mucha gente. Él está allí porque ama a Cristo y ama a las ovejas por las cuales tendrá que dar cuenta. Es el amor que le constriñe a predicar a tiempo y fuera de tiempo, que le constriñe a trabajar arduamente hasta que Cristo sea formado en ellas.
El amor nos ayudará a mantenernos en nuestro lugar de servicio, no importa las corrientes que vengan. El pastor no huye ante el lobo o el problema. El asalariado cuando ve el peligro huye. Teme enfrentarse a los problemas de la gente, teme confrontar el pecado de su gente porque sabe que esto puede costarle su salario o la sonrisa o la aprobación de su gente. Teme que si dice la verdad, algunos se ofenderán y se irán de la iglesia. No se atreve a resistir la presión de la gente que quiere que la iglesia adopte las costumbres y los métodos del mundo.
Aarón en un momento de debilidad, cedió a la presión, no pudo resistir la presión de la multitud. Aunque conocía que la petición de la gente violaba el mandato de Dios, cedió a la presión de la gente. Tal vez pensó que su vida corría peligro, tal vez pensó que su posición estaba en peligro, “Moisés no aparece, tal vez debo preparar algo aquí por si acaso…”. En fin, dejó que el lobo de la presión le infundiera temor y huyó de su deber, no fue celoso por guardar la pureza de la adoración.
La norma de la adoración dada por Dios para aquella gente no era suficiente, no era suficiente porque ellos querían adorar a Dios a su manera. Ellos querían entretenimiento. Éxodo 32 nos dice:
“El pueblo se sentó a comer y a beber y se levantó a regocijarse”.
Josué oyó el ruido del pueblo que gritaba, dijo a Moisés:
“Hay gritos de guerra en el campamento”.
Pero Moisés dijo:
“No es ruido de gritos de victoria, oigo voces de canto”. Música.
No debemos sorprendernos por lo que está sucediendo hoy en las iglesias pues no hay nada nuevo bajo el sol. Lo que sucedió con el pueblo de Israel es lo que está sucediendo hoy. Con pretextos religiosos, se sientan a comer y a beber para ser entretenidos. Moisés vio el becerro y las danzas. ¿Qué deseaba el pueblo? Entretenimiento. Querían satisfacer su carne. La adoración era un mero pretexto para ir tras sus verdaderas intenciones. Aarón sucumbió a la presión del pueblo, dejó que el lobo de la presión y del temor a los hombres le llevara a hacer aquello que se oponía a la voluntad de Dios. Le dio al pueblo lo que el pueblo quería. Pensaban que adoraban a Dios al cantar y danzar delante del becerro, pero estaban equivocados porque la verdadera adoración a Dios no se trata de satisfacer nuestros deseos vanos y carnales sino exaltar y honrar su nombre. Por permitir que la presión le controlara, Aarón no fue fiel a Dios y no guió al pueblo a entender y someterse a la voluntad de Dios. Mientras el pueblo gozaba de su fiesta religiosa, deshonraba a Dios.
Ceder a la presión y al deseo de la gente, en lo que respecta a la adoración es una ofensa muy seria. Aarón cedió a la presión y si Moisés no hubiera intercedido por él, Dios lo hubiera destruido. Lean Deuteronomio, capítulo 9. Así que, cuando te veas tentado a ceder a la presión, piensa en la conducta de Aarón y la reacción divina para que esto te sirva como un antídoto poderoso contra la presión.
Hay un artículo, el cual no puedo apoyar en su totalidad porque creo que le falta equilibrio en ciertos puntos, sin embargo, las cosas que este artículo enseña son importantes. El título del artículo es: “La unión del calvinismo con la mundanalidad”, por el pastor Peter Masters. El autor nos llama a guardarnos del lobo de la mundanalidad:
“Cuando era más joven y recientemente convertido parecía que la meta principal de todos los cristianos celosos, fueran calvinistas o arminianos, era la consagración. Sermones, libros y conferencias enfatizaban esto, en el espíritu de Romanos 12:1 y 2, donde el apóstol encarecidamente llama a los creyentes a presentar sus cuerpos en sacrificio vivo y a no ser conformados a este mundo. El corazón era retado y despertado (eso es lo que hace el calvinismo cuando se entienden sus implicaciones). Cristo había de ser Señor de la vida de uno y el ego debía ser rendido sobre el altar en sacrificio a Él. Pero ahora, parece, hay un nuevo calvinismo con nuevos calvinistas que ha echado los objetivos antiguos a un lado. Aprendemos que cuando un rapero secular fue convertido, su instinto cristiano, como nacido de nuevo, le llevó a dejar su antigua manera de vivir y su estilo de canto. Pero el pastor evidentemente lo persuadió a no hacerlo para que pudiera cantar para el Señor. Los nuevos calvinistas no temen en invalidar la conciencia instintiva cristiana aconsejando a las personas a hacerse amigos del mundo. La soberanía de Dios proclamada verdaderamente debe incluir consagración, reverencia, obediencia sincera a su voluntad y separación del mundo. No puedes tener una soteriología puritana sin una santificación puritana. No debes atraer a personas a una predicación calvinista o de cualquier tipo usando carnada mundana. El nuevo calvinismo no es una resurgencia sino una fórmula completamente nueva que arranca la doctrina bíblica de su práctica histórica y la une con el mundo”.
El verdadero calvinismo y la mundanalidad están opuestos.
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado trayendo salvación a todos los hombres”.
Y les dice a los raperos:
“Si tú rapeabas música rock, sigue rapeando. Aunque la música que se desea usar en la iglesia fue compuesta para promover la promiscuidad, la violencia, la inmoralidad, el desorden, aun así, sigue usándola, ahora para el Señor”.
¡No! La gracia de Dios se ha manifestado enseñándonos que, negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente.
El amor muchas veces nos lleva a decir “no”. Queridos hermanos, aprendamos a luchar y luchemos contra los lobos de la presión, de la mundanalidad y el pragmatismo, etc.
La Biblia enseña a los pastores que ellos deben pastorear el rebaño con la disposición que Cristo pastorea sus ovejas. Esta disposición consta de varios elementos esenciales: un corazón de siervo, un espíritu manso y tierno, una compasión afectuosa, un amor que se entrega a sí mismo. Este amor nos ayudará a ganar los oídos y corazones de nuestras ovejas, nos animará a pastorear a las ovejas y a no tirar la toalla. Nos impedirá abandonar a las ovejas de Cristo.
Te damos gracias por la manifestación de tu poder salvador, en la persona y obra del Señor Jesucristo, que aquello que Él hizo por nosotros en la cruz para salvarnos nos lleve a amarle más, a dar muerte al pecado que todavía permanece en nuestros corazones para que podamos servirte. Ven sobre nosotros hoy y enséñanos algo más de esa disposición con la cual debemos pastorear a las ovejas. Danos pues ese corazón para que manifestemos el pastoreo de Cristo, para el bien de sus ovejas.
Pedimos la unción de tu Espíritu, que tu siervo pueda hablar con amor, con ternura, dependiendo solamente de Ti. Que la exposición de tu Palabra sea para la edificación de tus siervos. En el nombre de tu Hijo amado, te lo suplicamos. Amén.
El Príncipe de los pastores manda a los pastores de su iglesia a pastorear las ovejas de su rebaño con una disposición pastoral que consiste de varios elementos esenciales. Hemos considerado tres de estos elementos: un corazón de siervo, un corazón compasivo y un espíritu manso y tierno. Otro elemento esencial es un amor sacrificial y desinteresado. Jesucristo pastoreó a sus ovejas con esta disposición.
Juan capítulo 13, versículo 1, habla de este amor por sus discípulos, habla del amor de Cristo por sus discípulos, dice que:
“Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”.
Juan capítulo 10, versículos 7 al 18, enseña que el buen pastor da su vida por las ovejas. Esta es la prueba contundente de su amor por ellas. Él ama a sus ovejas con un amor sincero, sacrificial, desinteresado y desprendido. El buen pastor no es un asalariado; el asalariado ve a las ovejas como un medio para su sostén. No se preocupa por el bienestar de ellas. Sólo trabaja por el pago o la remuneración que recibirá, pero a él no le importan las ovejas.
En cambio, el buen pastor ama a sus ovejas, busca y promueve constantemente el bien de las ovejas. Así también nosotros debemos amar a las ovejas que Cristo ha puesto bajo nuestro cuidado. Por esta razón, Pedro en su 1ª epístola, capítulo 5, versículo 2, dice a los ancianos:
“Pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios, no por avaricia del dinero, sino con sincero deseo”, un sincero deseo de buscar y promover su bien espiritual.
Ahora, pastorear con un deseo sincero y desinteresado, no prohíbe al pastor procurar legítimamente un sustento razonable y suficiente para proveer para las necesidades básicas de su familia. El hecho de que él es un pastor, no le libra de la responsabilidad de proveer para su hogar. Si él no provee de una manera responsable y adecuada para las necesidades básicas de su hogar, según las Escrituras, tal individuo niega la fe.
1ª a Timoteo, capítulo 5, versículo 8, declara:
“Pero si alguno no provee para los suyos, especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo”.
Si el pastor no provee para su familia peca contra Dios y peca contra su familia. Y aún más, niega la fe o el evangelio que Dios le llamó a predicar. Esto no es consecuente con su llamado; por un lado predica y por otro niega la fe. El pastor debe predicar todo el consejo de Dios, pero para que él sea consecuente con lo que predica debe proveer para su casa de una manera legítima, adecuada, responsable y suficiente.
Esta es una de las razones por la que Pablo en su 1ª epístola a los Corintios, capítulo 9, versículo 14, dice:
“El que predica el evangelio, que viva del evangelio”.
En la 1ª epístola a Timoteo, capítulo 5, versículo 18, Pablo añade: “El obrero es digno de su salario”.
Por tanto, cuando Pedro llama a los pastores a pastorear el rebaño, no por obligación sino voluntariamente, no por avaricia de dinero sino con sincero deseo, no prohíbe que el pastor procure una remuneración adecuada para sostener a su familia. Lo que estos versículos prohíben es que el pastor pastoree a las ovejas con un corazón codicioso y para obtener ganancias deshonestas.
Los pastores deben servir y pastorear el rebaño con un deseo genuino que desea y busca el bien espiritual de las ovejas. La queja principal de Dios contra los líderes de Israel era que ellos pastoreaban para trasquilar y aprovecharse de las ovejas.
El Señor dice:
“Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos y no apacientan mis ovejas, no las cuidan, no las alimentan, no las reúnen, no las protegen, viven de las ovejas”.
No les importa la condición de las ovejas, ¿porqué? Porque no aman a las ovejas. Los pastores de Cristo no deben seguir tal ejemplo. Debemos evaluar nuestras vidas, nuestros corazones y preguntarnos, ¿qué es lo que nos mueve a servir en la iglesia?
¿Estamos pastoreando al pueblo de Dios porque amamos a Cristo, porque amamos a las ovejas? o ¿Estamos aquí por pago, estamos aquí por alguna remuneración, algún retiro, etc.? Debemos pastorear la iglesia por amor a Cristo y por amor a las ovejas. Los pastores de Cristo deben imitar a Cristo. Él por amor entregó su vida para procurar y asegurar el bienestar y la salvación de sus ovejas, o como otro dijo:
“Jesús mismo entregó su vida por sus ovejas. Él no era ningún peón asalariado que hacía el trabajo por dinero. A Él le interesaban genuinamente las ovejas, incluso hasta el punto de estar dispuesto a morir por ellas. Su gran amor reveló su sacrificio y servicio. Jesús pastoreó a las ovejas con una amor sincero, sacrificial y desinteresado”. Esa disposición con la que Jesucristo, el Príncipe de los pastores, pastorea sus ovejas es la que nosotros debemos imitar. Esta disposición fue la que el apóstol Pablo imitó y manifestó en su vida y ministerio. En 1ª a los Tesalonicenses, capítulo 2, versículo 8, él les dijo a estos hermanos:
“Teniendo así un gran afecto por vosotros, nos hemos complacido en impartiros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues nos llegasteis a ser muy amados”.
He aquí el motivo por el cual este hombre se entregó a servir y, ¿con qué disposición se entregó y sirvió a aquellas ovejas? Dice, “pues nos llegasteis a ser amados, no, muy amados”. Este amor que ardía en el corazón del apóstol por sus ovejas le llevó a decir a los corintios, aun cuando estos cuestionaban su integridad y la autoridad de su ministerio:
“Yo muy gustosamente gastaré lo mío y aún más, yo mismo me gastaré por vuestras almas. ¿Si os amo más, seré amado menos?”.
A pesar de la oposición y las falsas acusaciones que el apóstol encontró en Corinto, aquello que lo constreñía a seguir sirviendo a estos hermanos fue su amor por ellos.
Ahora, traten de ponerse en el lugar de Pablo. Él era el padre espiritual de los creyentes en Corinto. Padeció en aquel lugar dolores de parto para que Cristo fuera formado en ellos. Trabajó fuertemente para establecer aquella iglesia en circunstancias muy difíciles y peligrosas. Tomó de otros ministerios para no agraviarlos; trabajó allí en circunstancias complejas. Al principio él predicó en Corinto en medio de mucha oposición, Hechos 18.
En su 1ª epístola a los Corintios, él les dijo:
“Y estuve entre vosotros con debilidad, y con temor y con mucho temblor”.
El Señor por medio de una visión le dijo a Pablo:
“No temas, sigue hablando y no calles”.
Establecer una iglesia en Corinto no fue algo fácil.
Después de un tiempo, falsos maestros, hombres prejuiciados, entraron en esta congregación e indispusieron el corazón de algunos creyentes hacia el apóstol. En vez de defender a su padre espiritual, estos creyentes influidos por estas personas, cuestionaban la integridad de este hombre de Dios. Insinuaban que Pablo no cumplía sus promesas, que decía una cosa aquí pero su intención era otra. Todas estas cosas quebrantaron profundamente el corazón de Pablo. ¿Qué fue lo que le llevó a seguir sirviendo a estas personas, a tomar su tiempo para escribir la 1ª epístola y después la 2ª epístola a los Corintios, y pensar bien sus argumentos? ¿Qué fue lo que llevó a este siervo de Dios a tratar con sus hijos espirituales, quienes vinieron a la verdad y fueron salvos por medio de su ministerio? ¿Qué fue lo que lo mantuvo tratando con el corazón de estas personas?
Hermanos, fue un verdadero amor por ellos, un amor sacrificial y desinteresado que se entrega a sí mismo a buscar el bien y la felicidad de otros. Ciertamente no fue por algún beneficio monetario, pues él no quiso recibir de ellos ayuda financiera.
1º Corintios, capítulo 9, versículo 15, aquello que le movió a servirles fue un amor sincero, sacrificial y desinteresado.2ª epístola a los Corintios, capítulo 6, versículo 11:
“Nuestra boca (dice Pablo a los corintios), os ha hablado con toda franqueza. Nuestro corazón se ha abierto de par en par”.
En otras palabras, “No estoy escondiendo nada; no tengo motivos ulteriores. Les hablo con toda franqueza al decir que nuestro corazón está lleno de un afecto compasivo y amoroso por ustedes. Realmente les amamos”.
Mi hermano, ¿qué es aquello que te llevará a continuar en el ministerio año tras año, cuando te encuentres en circunstancias similares? ¿Qué impedirá que tires la toalla? El amor sincero, el amor por Cristo y el amor sincero, sacrificial y desinteresado por las ovejas. En la 2ª epístola a Timoteo, capítulo 2, versículo 9 y 10, Pablo dijo:
“Por el cual sufro penalidades, hasta encarcelamiento como un malhechor, pero la palabra no está presa. Por tanto, todo lo soporto por amor a los escogidos, para que también ellos obtengan la salvación que está en Cristo Jesús, y con ella gloria eterna”. No era suficiente que ellos entraran, sino que siguieran y concluyeran y gozaran de la gloria eterna. Y por ese fin él estaba dispuesto a sufrir todo, todo lo soportó por amor a los elegidos.
En su libro “El pastor renovado”, Richard Baxter, describe este amor sincero:
“Todo nuestro ministerio debe llevarse a cabo con un amor tierno hacia nuestra gente. Tenemos que mostrarles que no tenemos mayor placer que su progreso y prosperidad. Tenemos que mostrarles que nos entristece y nos preocupa cuando ellos son heridos y afectados. Debemos sentirnos hacia nuestra gente como un padre se siente hacia sus hijos. El amor tierno de una madre no debe sobrepasar el nuestro. Debemos sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ellos. Ellos deben ver que en comparación a su salvación ninguna cosa externa nos interesa, sea riqueza, libertad, honor o la vida. Además debemos estar dispuestos a que nos saquen del número de los vivientes con tal de que ellos se encuentren en el libro del Cordero”.
Debemos estar dispuestos a decir con Juan:
“Estoy listo para dar mi vida por los hermanos”.
O como Pablo:
“No estimemos nuestras vidas con tal de que terminemos con gozo el ministerio que recibimos del Señor Jesucristo”.
Esta es la disposición con la que debemos pastorear a nuestras ovejas. Debemos preguntarnos nuevamente en oración delante de Dios: ¿Qué me lleva al púlpito, domingo tras domingo? ¿Es simplemente cumplir con una tarea? ¿Con un compromiso? ¿Amo realmente a mis ovejas? Queridos hermanos, si vamos a manifestar el espíritu de Cristo, si vamos a pastorear a las ovejas de Cristo, por las que Él vertió su sangre, debemos asegurarnos que lo hacemos con un amor sincero, sacrificial y desinteresado que se entrega a sí mismo.
Después de haber visto algo de la motivación con que debemos cumplir nuestro ministerio hago la siguiente pregunta: ¿Cómo nos ayudará este amor a pastorear fielmente a nuestras ovejas? Esta disposición nos ayudará a ganar los oídos y los corazones de nuestras ovejas. Tal vez no conozcan tanto de teología de Berkhof y de Calvino, pero nuestras ovejas saben que es amor y pueden discernirlo. Cuando ellas vean que les amamos, abrirán sus corazones hacia nosotros y prestarán atención a lo que debemos decirles.
Si realmente quieres que tu gente escuche el mensaje de la Palabra de Dios, es importante que prediques la palabra con un amor sincero y sacrificial. Este amor por tus ovejas les animará a buscar y a oír tus consejos. Si vas a ser fiel a sus almas, tendrás que decir verdades que serán difíciles de aceptar, verdades que quebrantarán sus corazones, pero verdades que ellas deben oír para que puedan crecer espiritualmente y obedecer al Señor Jesucristo.
Vendrán ocasiones en las cuales debemos reprender y amonestar. Si nuestras ovejas no están convencidas de nuestro amor, pensarán que tenemos algo personal contra ellas, pero si saben que les amamos, estarán dispuestas a oír nuestra enseñanza, exhortación, reprensión y amonestación bíblicas, no importa cuán fuertes sean. Las ovejas oirán con prontitud la palabra porque ellas conocen que aquel que les enseña o amonesta les ama con un amor sincero, que realmente busca su bien.
La mayoría de las personas juzgan el consejo según juzgan el afecto de aquel que da el consejo. Por tanto, cultiva un amor tierno y sincero por tu gente. Es verdad que nuestras ovejas deben seguir nuestra enseñanza sólo si es bíblica. Sin embargo, no debemos soslayar la realidad de que nuestras ovejas juzgan nuestra enseñanza según el afecto que vean en nosotros hacia ellas.
Nuestras ovejas deben seguirnos, sí. Pero deben seguirnos si estamos mostrándoles la palabra de Dios, y sus conciencias y mentes están convencidas que así es. No deben seguirnos solo porque nos aman. Para seguir lo que el pastor enseña, ellas deben estar convencidas de que esto es lo que la palabra de Dios enseña, pues no seguimos a los hombres sino a Cristo. Si lo que el pastor enseña es lo que la Biblia enseña, aunque sea fuerte y cause dolor, la oveja estará más dispuesta a oírlo porque sabe que su pastor le ama. Pastor, cultiva un amor sincero y sacrificial por tu gente. Esfuérzate por aumentar este amor de una manera tangible por medios legítimos para que puedan percibir que están en tu mente y tu corazón, están en tus pensamientos, están en tus oraciones.
Ante las ofensas debemos cuidarnos de no reaccionar incorrectamente. La ocasión vendrá cuando la oveja diga algo que nos va a herir profundamente. En tal ocasión debemos poner un freno en nuestra lengua para no ofenderles o tomar represalia.
Este amor sincero no sólo ayudará a ganar los oídos y corazones de nuestras ovejas.
En segundo lugar, también nos animará a nosotros a seguir pastoreando a las ovejas. En Hechos, capítulo 20, del versículo 33 al 35, Pablo dice:
“Ni la plata, ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciado. Vosotros sabéis que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y de las que estaban conmigo. En todo os mostré que así, trabajando debéis ayudar a los débiles, y recordar las palabras de Jesucristo, del Señor Jesús, que dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’”.
Más bienaventurado es dar que recibir.
Estos versículos se usan a menudo para animar a los creyentes a ser generosos y sensibles a las necesidades de otros. Aunque se pueden aplicar de esta manera, ésta no es la aplicación principal de esta porción bíblica. No es la razón inmediata que llevó a Pablo a hacer estas declaraciones. Si consideran el pasaje cuidadosamente, se darán cuenta que Pablo no se dirige a la iglesia sino a los ancianos, o a los pastores de la iglesia. La intención de Pablo al decir estas cosas, fue recordar a estos ancianos, que lo que le animó a pastorearles y a servirles no fue su afán por enriquecerse, no fue lo que ellos podían hacer por él, sino el amor que él sentía por ellos. El amor le llevó a darse a ellos, a entregarse a ellos para servirles. El amor le llevó a dar, y para Pablo esto era una mayor bendición, como el Señor indica: “Más bienaventurado es dar que recibir”.
Es decir, la bendición mayor de los ancianos se encuentra, no en lo que sus ovejas pueden hacer por ellos, no en las atenciones con que ellas puedan atenderlos, sino en lo que los ancianos, por amor, se entregan a hacer por sus ovejas.
“En todo os mostré que así trabajando debéis ayudar a los débiles. Oh ancianos, sigan mi ejemplo, entréguense a servir a los necesitados, a sus ovejas; cumplan con su labor. Tened cuidado de vosotros y del rebaño”.
Este es el ejemplo que el mismo Señor nos mostró con su vida, ministerio y palabras. Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Más bienaventurado es amar; Dios amó y ¿qué hizo? dio a su Hijo unigénito. El amor le llevó a dar. Pastores, el amor por sus ovejas les llevará a entregarse a ellas como deben hacerlo. Recuerden que el darse por amor a ellas trae una mayor bendición. Vendrán ocasiones cuando algunos de nuestros hermanos no nos tratarán con amor, al contrario, nos tratarán mal. Pero pastor, recuerda que aquello que trae una mayor bendición no es que te amen sino que tú imitando a Cristo ames a tus ovejas. Que seamos más prontos en darnos a ellas. El amor sincero nos ayudará a ganar los oídos y corazones de nuestras ovejas. En segundo lugar, nos animará a seguir pastoreando a nuestras ovejas.
En tercer lugar, el amor sincero, sacrificial y desinteresado, nos impedirá abandonar a las ovejas cuando ellas se encuentren en dificultad o peligro. En Juan, capítulo 10, versículos 12 y 13, Jesús dijo:
“Pero el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve venir al lobo, y abandona las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa”.
¿Y cuál es la explicación? Él huye porque sólo trabaja por el pago. El enemigo principal y mortal de las ovejas en aquellos días era el lobo rapaz. Las ovejas no tenían defensa contra este depredador. El pastor era el único que podía protegerlas. Pero si el pastor era un asalariado, las ovejas serían presas fáciles, porque al ver al lobo, el asalariado las abandonaría, huiría para proteger su propia vida o sus propios intereses. Sólo el buen pastor permanecía con las ovejas. Sólo él arriesgaba su vida para defender y rescatar a sus ovejas. ¿Por qué estaba dispuesto a arriesgar su vida para proteger y salvar a las ovejas? Por su amor sincero y sacrificial por las ovejas.
Esto es lo que nos impedirá a nosotros abandonar a las ovejas y huir cuando ellas se encuentren en peligro. El amor no nos dejará que abandonemos a las ovejas cuando aparezca el lobo de los falsos profetas, el lobo de las artimañas engañosas del error, el lobo del que quiere dañar al mensajero para que las ovejas no escuchen el mensaje de su pastor. El amor sincero y sacrificial impide al pastor huir y dejar a las ovejas por las que Cristo murió. Le impide huir y dejarlas en medio de la crisis o en manos de los falsos profetas.
“Sería fácil irme a otro lugar, con un mejor salario y no tendría que enfrentar los rostros de aquellos que me vituperan domingo tras domingo, que me acusan, que me injurian injustamente, pero el amor por Cristo y por mis ovejas, ovejas por las que tendré que dar cuenta, me impide abandonarlas”.
No es fácil introducir reformas bíblicas en las iglesias porque muchas veces nos encontramos con personas que no quieren la verdad por la influencia de los lobos en la iglesia. Estos lobos promueven una clase de vida para los cristianos en la que no tienen que luchar contra el pecado remanente, el diablo y el mundo. Esta clase de vida apela a la carne y atrae a la gente. El pastor fiel no se dejará intimidar por la popularidad de estos lobos o falsos maestros, ni por sus falsas enseñanzas, sino que continuará predicando y aplicando fielmente la palabra de Cristo.
El pastor fiel no abandonará a sus ovejas, a pesar de las amenazas que recibe contra su persona, a pesar de las acusaciones sin fundamento que dicen contra él. Él no se deja intimidar, no está allí por los elogios de la gente, por el salario que recibe, por el retiro que recibirá, por la influencia que puede ejercer en mucha gente. Él está allí porque ama a Cristo y ama a las ovejas por las cuales tendrá que dar cuenta. Es el amor que le constriñe a predicar a tiempo y fuera de tiempo, que le constriñe a trabajar arduamente hasta que Cristo sea formado en ellas.
El amor nos ayudará a mantenernos en nuestro lugar de servicio, no importa las corrientes que vengan. El pastor no huye ante el lobo o el problema. El asalariado cuando ve el peligro huye. Teme enfrentarse a los problemas de la gente, teme confrontar el pecado de su gente porque sabe que esto puede costarle su salario o la sonrisa o la aprobación de su gente. Teme que si dice la verdad, algunos se ofenderán y se irán de la iglesia. No se atreve a resistir la presión de la gente que quiere que la iglesia adopte las costumbres y los métodos del mundo.
Aarón en un momento de debilidad, cedió a la presión, no pudo resistir la presión de la multitud. Aunque conocía que la petición de la gente violaba el mandato de Dios, cedió a la presión de la gente. Tal vez pensó que su vida corría peligro, tal vez pensó que su posición estaba en peligro, “Moisés no aparece, tal vez debo preparar algo aquí por si acaso…”. En fin, dejó que el lobo de la presión le infundiera temor y huyó de su deber, no fue celoso por guardar la pureza de la adoración.
La norma de la adoración dada por Dios para aquella gente no era suficiente, no era suficiente porque ellos querían adorar a Dios a su manera. Ellos querían entretenimiento. Éxodo 32 nos dice:
“El pueblo se sentó a comer y a beber y se levantó a regocijarse”.
Josué oyó el ruido del pueblo que gritaba, dijo a Moisés:
“Hay gritos de guerra en el campamento”.
Pero Moisés dijo:
“No es ruido de gritos de victoria, oigo voces de canto”. Música.
No debemos sorprendernos por lo que está sucediendo hoy en las iglesias pues no hay nada nuevo bajo el sol. Lo que sucedió con el pueblo de Israel es lo que está sucediendo hoy. Con pretextos religiosos, se sientan a comer y a beber para ser entretenidos. Moisés vio el becerro y las danzas. ¿Qué deseaba el pueblo? Entretenimiento. Querían satisfacer su carne. La adoración era un mero pretexto para ir tras sus verdaderas intenciones. Aarón sucumbió a la presión del pueblo, dejó que el lobo de la presión y del temor a los hombres le llevara a hacer aquello que se oponía a la voluntad de Dios. Le dio al pueblo lo que el pueblo quería. Pensaban que adoraban a Dios al cantar y danzar delante del becerro, pero estaban equivocados porque la verdadera adoración a Dios no se trata de satisfacer nuestros deseos vanos y carnales sino exaltar y honrar su nombre. Por permitir que la presión le controlara, Aarón no fue fiel a Dios y no guió al pueblo a entender y someterse a la voluntad de Dios. Mientras el pueblo gozaba de su fiesta religiosa, deshonraba a Dios.
Ceder a la presión y al deseo de la gente, en lo que respecta a la adoración es una ofensa muy seria. Aarón cedió a la presión y si Moisés no hubiera intercedido por él, Dios lo hubiera destruido. Lean Deuteronomio, capítulo 9. Así que, cuando te veas tentado a ceder a la presión, piensa en la conducta de Aarón y la reacción divina para que esto te sirva como un antídoto poderoso contra la presión.
Hay un artículo, el cual no puedo apoyar en su totalidad porque creo que le falta equilibrio en ciertos puntos, sin embargo, las cosas que este artículo enseña son importantes. El título del artículo es: “La unión del calvinismo con la mundanalidad”, por el pastor Peter Masters. El autor nos llama a guardarnos del lobo de la mundanalidad:
“Cuando era más joven y recientemente convertido parecía que la meta principal de todos los cristianos celosos, fueran calvinistas o arminianos, era la consagración. Sermones, libros y conferencias enfatizaban esto, en el espíritu de Romanos 12:1 y 2, donde el apóstol encarecidamente llama a los creyentes a presentar sus cuerpos en sacrificio vivo y a no ser conformados a este mundo. El corazón era retado y despertado (eso es lo que hace el calvinismo cuando se entienden sus implicaciones). Cristo había de ser Señor de la vida de uno y el ego debía ser rendido sobre el altar en sacrificio a Él. Pero ahora, parece, hay un nuevo calvinismo con nuevos calvinistas que ha echado los objetivos antiguos a un lado. Aprendemos que cuando un rapero secular fue convertido, su instinto cristiano, como nacido de nuevo, le llevó a dejar su antigua manera de vivir y su estilo de canto. Pero el pastor evidentemente lo persuadió a no hacerlo para que pudiera cantar para el Señor. Los nuevos calvinistas no temen en invalidar la conciencia instintiva cristiana aconsejando a las personas a hacerse amigos del mundo. La soberanía de Dios proclamada verdaderamente debe incluir consagración, reverencia, obediencia sincera a su voluntad y separación del mundo. No puedes tener una soteriología puritana sin una santificación puritana. No debes atraer a personas a una predicación calvinista o de cualquier tipo usando carnada mundana. El nuevo calvinismo no es una resurgencia sino una fórmula completamente nueva que arranca la doctrina bíblica de su práctica histórica y la une con el mundo”.
El verdadero calvinismo y la mundanalidad están opuestos.
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado trayendo salvación a todos los hombres”.
Y les dice a los raperos:
“Si tú rapeabas música rock, sigue rapeando. Aunque la música que se desea usar en la iglesia fue compuesta para promover la promiscuidad, la violencia, la inmoralidad, el desorden, aun así, sigue usándola, ahora para el Señor”.
¡No! La gracia de Dios se ha manifestado enseñándonos que, negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente.
El amor muchas veces nos lleva a decir “no”. Queridos hermanos, aprendamos a luchar y luchemos contra los lobos de la presión, de la mundanalidad y el pragmatismo, etc.
La Biblia enseña a los pastores que ellos deben pastorear el rebaño con la disposición que Cristo pastorea sus ovejas. Esta disposición consta de varios elementos esenciales: un corazón de siervo, un espíritu manso y tierno, una compasión afectuosa, un amor que se entrega a sí mismo. Este amor nos ayudará a ganar los oídos y corazones de nuestras ovejas, nos animará a pastorear a las ovejas y a no tirar la toalla. Nos impedirá abandonar a las ovejas de Cristo.
La Biblia usa cuadros de la vida diaria para describir la obra de los pastores en la Iglesia. Estos cuadros presentan a los siervos de Dios como pastores del rebaño (Hch. 20:28); también como padres de familia (1 Ti. 3:4). Los presentan como gobernadores de la congregación (He. 13:7 y 13), como centinelas (1 P. 5:2), también como administradores de los misterios de Dios (1 Co. 4:1-3).
La Palabra de Dios no solo describe la obra pastoral, sino que también presenta la disposición con la que los pastores deben realizar esta obra. En esta ocasión comenzaremos a tratar el tema de la disposición predominante del corazón del pastor; esa disposición con la que cada pastor o anciano debe llevar a cabo la obra pastoral.
Al hablar de la disposición del pastor me refiero a la actitud o inclinación que principalmente domina el corazón. Las santas Escrituras nos enseñan que la disposición predominante con la que el pastor debe llevar a cabo la obra pastoral es la disposición con la que el Señor Jesucristo pastorea a sus ovejas. Los pastores deben imitar su ejemplo porque este es el modelo perfecto de pastorear las ovejas. Jesús dijo: Yo soy el buen pastor (Jn. 10:11). Es decir, Él es el pastor por excelencia. El significado básico de la palabra griega traducida al español por “buen” significa básicamente bueno, hermoso en el sentido del ideal o del modelo de perfección. En este caso, según William Hendrickson, significa excelente. Este “pastor corresponde al ideal tanto en su carácter como en su obra. Jesucristo es el pastor bueno; es el pastor excelente”. Aunque en un sentido el Señor es el único de esta clase, su manera de pastorear a sus ovejas forma el patrón que deben imitar aquellos que Él llama a pastorear a sus ovejas. La declaración: Yo soy el buen pastor implica que el divino pastor revelado en el Antiguo Testamento encuentra su expresión encarnada en la persona del Señor Jesucristo. Él es aquel que, como Dios del pacto y Pastor de su pueblo, se comprometió a salvarlo y a pastorearlo. El Salmo 23 describe el pastoreo perfecto del Señor. David dice: El Señor es mi pastor y nada me faltará. En otras palabras, su pastoreo sobre mí y sobre su pueblo es todo lo que debe ser. Por tanto Él es el modelo perfecto que todos los pastores deben imitar.
En su primera epístola capítulo 5, versículo 4, Pedro declara: Cuando aparezca el príncipe de los pastores recibiréis la corona inmarcesible de gloria. Esta declaración enseña que el Señor Jesús es el Pastor Supremo de todo el rebaño y, al mismo tiempo, es el Príncipe y Gobernante de todos los pastores que Él llama al oficio pastoral. Estos pastores no solo reciben su comisión y sus instrucciones del Supremo Pastor, sino que también reciben de Él aquel ejemplo de pastor que ellos deben imitar. El ejemplo que los pastores deben seguir no debe ser formado de los patrones sociales populares y sensacionales del mundo ni de la tradición eclesiástica, ni del pragmatismo, sino del patrón perfecto del Pastor Supremo. Nuestro modelo de lo que un pastor debe ser, a quién debe imitar, no debe proceder de aquello que produce resultados, de lo que trae a mucha gente. Nuestro modelo perfecto o nuestro patrón excelente es el Señor Jesucristo. No hay deficiencia en este patrón. El Pastor Supremo es todo lo que debe ser como pastor de su pueblo; por tanto, pastores, es a Él a quien nosotros tenemos que imitar. Debemos imitar el pastoreo del Señor Jesucristo, porque es el patrón perfecto.
En segundo lugar, debemos imitar este pastoreo porque los Apóstoles lo imitaron. La conducta de los Apóstoles y las instrucciones que ellos dieron acerca del ministerio pastoral demuestran esta afirmación. En varios pasajes bíblicos encontramos que los Apóstoles llamaron a sus seguidores a imitar su ejemplo. ¿Por qué? Porque ellos imitaron a Cristo. En 1 Corintios 11:1 Pablo dice: Sed imitadores de mí como también yo lo soy de Cristo. Hay una doctrina de imitación en las Escrituras, y aquel que socava esto o que lo pasa por alto no representará correctamente al Señor Jesucristo; ni manifestará la manera en que Él pastorea a sus ovejas.
En Filipenses 3:17 Pablo declara: Hermanos sed imitadores míos y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros. En Hechos 20:18 vemos que Pablo llamó a los pastores o a los ancianos de Éfeso y les dijo: Vosotros bien sabéis como he sido con vosotros todo el tiempo […] sirviendo al Señor con toda humildad y con lágrimas y con pruebas […]. A pesar de todo esto, v. 20: No rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil. Más adelante, en el versículo 33 a 35, Pablo dice, Ni la plata ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciado. V. 34: Vosotros sabéis que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y la de los que estaban conmigo. En todo os mostré [fui vuestro ejemplo] que así, trabajando, debéis ayudar a los débiles y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Observen; es a los ancianos a quienes Pablo dice: Os mostré. En otras palabras: os di mi ejemplo cuando estuve entre vosotros; me entregué a serviros con un corazón desinteresado, bondadoso y generoso. Esta forma de servir o pastorear la aprendí del Señor Jesucristo que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Ahora ustedes imiten mi ejemplo así como yo imito a Cristo. De esta manera, Pablo dio a entender que el ejemplo de pastorear a las ovejas que él recibió del Señor Jesucristo, y que él siguió a través de toda su vida, era también el ejemplo y la norma que deben seguir todos los pastores en la Iglesia. Considerar e imitar el ejemplo apostólico en este asunto significa seguir el ejemplo de Jesucristo como pastor del rebaño. Una de las cosas que debemos imitar de este ejemplo es la disposición con la que Cristo pastorea a sus ovejas.
Alguien con percepción declaró: “Pablo es un ejemplo exegético de la disposición pastoral del Señor Jesucristo. En otras palabras, la disposición con la que Cristo pastorea a sus ovejas se manifiesta claramente por medio de la vida y el ministerio de Pablo. Esta disposición cristológica que Pablo manifestó en su propio ministerio pastoral es la que los pastores también deben imitar”.
Después de haber señalado la disposición pastoral con la que los pastores deben desempeñar la obra pastoral, la disposición pastoral del Señor Jesucristo, pasemos a considerar los elementos esenciales de esta disposición predominante.
Esta disposición incluye varios elementos esenciales:
* Un corazón de siervo
* Un corazón compasivo
* Un espíritu manso y tierno
* Un amor desinteresado
* Una solicitud constante
Agradecido por la ayuda que he recibido de otros siervos del Señor para tratar este tema, consideremos el primer elemento esencial de la disposición predominante con la que debemos realizar la obra pastoral.
Uno de los elementos de esta disposición es un corazón que está dispuesto a servir a otros para la gloria de Dios y para el bien de ellos. Según Marcos 9:33-37, surgió una discusión entre los discípulos de Jesús acerca de quién de ellos era el mayor: Y llegaron a Capernaúm; y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el camino? Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían discutido entre sí quién de ellos era el mayor. Lamentablemente, este espíritu que se manifestó entre los discípulos continua manifestándose en nuestros días entre algunos de los que profesan ser sus discípulos. Sentándose [Jesús, ¡con qué calma y paciencia!] llamó a los doce y les dijo: Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos. Obviamente, los discípulos no habían comprendido lo que era ser grande en el Reino de Cristo. Su concepto de la grandeza procedía del mundo. Cristo les explicó lo que significa ser el primero en su reino. Versículo 35: ser el último de todos y el servidor de todos; que el Señor grabe esta verdad en nuestros corazones. “La idea de grandeza que tiene el mundo —dice R _________— consiste en gobernar, pero la grandeza cristiana consiste en servir. La ambición del mundo es recibir honor y atención, pero el deseo del cristiano debe ser dar más que recibir y ayudar a los demás”.
El comentario de Strauch sobre la grandeza personal es pertinente. En Marcos 9:35, Jesús declara que la verdadera grandeza no se logra luchando por sobresalir entre los demás ni aferrándose al poder, sino mostrando una actitud humilde, modesta, de servicio a todos. Por esta razón Jesús dijo: si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos. La sabia advertencia de C_________ a los líderes cristianos merece repetirse: “El poder es como el agua salada. Cuanto más se bebe, más sed se tiene. El ansia de poder puede alejar al más resuelto cristiano de la verdadera naturaleza del liderazgo cristiano que es el servicio a otros”.
El liderazgo y la autoridad que ejercen los pastores sobre la grey deben surgir y ser gobernados por un corazón que, sobre todo, quiera servir a otros. Esta disposición ha de prevalecer. El pastor debe mantener en sus pensamientos que él es sobre todo un siervo; siervo de Cristo, siervo del rebaño.
En Mateo 20:20-28, Jesús manda a los líderes de su reino a servir a otros con un corazón de siervo. El incidente que dio lugar a este mandato fue la petición de la madre de Jacobo y Juan. Sus hijos deseaban ocupar un lugar de preeminencia en el Reino de Cristo. Parece que ellos animaron a su madre a pedir al Señor que en su reino se les permitiese sentarse el uno a su izquierda y el otro a su derecha. Esta petición incomodó a los discípulos, creó malos sentimientos entre ellos. El versículo 24 declara que los diez se indignaron contra los dos hermanos. Probablemente esta reacción se debe a la envidia o al temor de salir perdiendo. Tal vez querían estas posiciones para sí mismos. Jesús usó este incidente para enseñar a todos sus discípulos que el liderazgo en su reino no es para que los líderes se enseñoreen del pueblo de Dios. El liderazgo cristiano es un llamado al sacrificio, servicio y sufrimiento. ¡Sacrificio! ¡Negarse a uno mismo! El ministerio no es una plataforma para obtener poder y gloria. Sobre este asunto un escritor cristiano dijo:
“Sin embargo, el mundo e incluso la iglesia están llenos de jacobos y de juanes, emprendedores y buscadores de posición, sedientos de honor y prestigio, que miden la vida por los logros y los interminables sueños de éxito. Son agresivamente ambiciosos para sí mismos. Esta mentalidad es incompatible con el camino de la cruz”.
El hijo del hombre no vino para ser servido sino para servir y para dar. Renunció al poder y a la gloria del cielo, es decir, se negó a manifestar la plenitud de su gloria divina, velándola al tomar una forma de siervo y se humilló a sí mismo para ser un siervo. El hijo de Dios, Dios, la segunda persona de la Trinidad, se dio a sí mismo sin reservas y sin temor, a los despreciados y olvidados de la comunidad. Su obsesión fue la gloria de Dios, el bien de los seres humanos. Para promover esto estuvo dispuesto a soportar hasta la vergüenza de la cruz. Ahora, Él nos llama a seguirlo; Él no nos llama a buscar grandes cosas para nosotros, sino más bien a buscar primero la voluntad de Dios, su reino y su justicia. Si hemos de buscar el bienestar de los hombres, los pastores deben imitar al Señor Jesucristo. Él dijo a sus discípulos: Sin embargo entre vosotros yo soy como el que sirve (Lucas 22:27).
El Señor Jesucristo no usó su autoridad ni liderazgo para aprovecharse de sus discípulos, para oprimirlos, o abusarlos. El usó su autoridad para procurar y promover el bienestar de ellos. No son pocos los gobernantes que se aprovechan de su posición para promover sus propios intereses. No buscan realmente el bienestar de sus súbditos. Otros como Diótrefes procuran el liderazgo porque les gusta la preeminencia. El apóstol Juan, en su tercera epístola, dice: “Escribí algo a la iglesia pero Diótrefes, a quien le gusta ser el primero entre ellos, no acepta lo que decimos”.
Otros ejercen su autoridad despóticamente, para controlar u obtener ventajas materiales para sí mismos. En Mateo 20:25 Jesús dice: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos. La palabra griega katakurieuousin (κατακυριεύουσιν) que se traduce “ejercen autoridad” habla de un gobierno caprichoso y despótico. Según el Señor hay líderes que se enseñorean de la gente para lograr sus ambiciones caprichosas, vanas y egoístas. El pueblo existe para ellos, para propiciar sus intereses monetarios o para satisfacer sus vanas aspiraciones. Estos gobernantes viven entregados a sus placeres, a expensas de su gente. Ellos no sirven, más bien quieren que la gente les sirva. Jesús dice a sus discípulos: “No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande sea vuestro servidor”. La actitud de los siervos de Cristo no debe ser: “Aquí estoy para ser servido”; más bien debe ser: “Aquí estoy para servir”, y deben servir con un corazón humilde y servicial. No deben usar su autoridad para imponer sus preferencias personales o su voluntad sobre el pueblo de Dios, o para exigir que la gente se someta a mandamientos que el Señor Jesucristo no hada dado a su pueblo en su palabra. Esto es lo que Pedro enseña en su primera epístola capítulo 5 v. 2 y 3. Él exhorta a los ancianos y les dice: Pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, supervisándolo, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios, no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo; tampoco como teniendo señorío sobre los que os han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño. La autoridad que Cristo da a los pastores para gobernar al rebaño no se confiere para que ellos se enseñoreen de la grey o se conviertan en señores de la conciencia de las ovejas. ¡No! Solo Cristo es el Señor y el dueño de la conciencia.
Antes de seguir adelante quiero hacer una salvedad, subrayar un principio bíblico y es el siguiente:
Aunque los pastores son siervos, esto no niega su autoridad para gobernar a la iglesia. La Biblia enseña claramente que Cristo ha dado autoridad a los pastores para dirigir a la iglesia. Hebreos 13:17 declara: Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Y claro, en aquel momento no era necesario añadir “si ellos os dirigen de una manera bíblica”, porque esa es la manera en que los pastores fieles (que enseñan la Palabra y que son dignos de imitación v.7) dirigen la iglesia. Mientras los pastores nos dirijan según la enseñanza bíblica, debemos seguirles.
El versículo 17 de Hebreos 13 identifica a los líderes de la iglesia como dirigentes o gobernantes. Strauch indica que la palabra griega traducida al español “pastores” o “guías” es un término genérico. Se puede usar para describir a líderes militares, políticos o religiosos. En el Antiguo Testamento griego, esta palabra ēgoumenois (ἡγουμένοις) se usaba para describir a los jefes de la tribu. Por ejemplo, en Deuteronomio 5:23, el jefe de un ejército; en Jueces 11:11, gobernante de la nación de Israel; en 1 Samuel 5:2, el superintendente de todos los bienes; en 1 Crónica 26:24, el sacerdote principal y en 2 Crónicas 19:11 el sumo sacerdote. En Hechos, a Pablo y a Silas se les llama varones principales entre los hermanos (Hch. 15:22). El uso que hace el escritor de la palabra griega traducida “pastores” en Hebreos 13:7, 17 y 24 habla de la tarea de los ancianos o pastores de la iglesia local. Estos hombres tienen la tarea de enseñar en la iglesia, vers. 7. Estos hombres son líderes, gobernantes, dirigentes, pastores de la grey. Enseñan, protegen, guían y velan el rebaño. A los miembros de ese rebaño, o iglesia local, se les manda a obedecer y a estar sujetos a estos hombres. Mientras ellos dirijan, gobiernen o guíen a la congregación según las normas bíblicas, los miembros deben seguirles. El título que define tanto a los pastores como a los deberes de aquellos que se encuentran bajo el cuidado de estos hombres indica que han sido investidos con autoridad para gobernar a la iglesia.
Pablo dice a los tesalonicenses, en su primera epístola, capítulo 5, versículo 12: Pero os rogamos hermanos, que reconozcáis a los que con diligencia trabajan entre vosotros, y os dirigen en el Señor y os instruyen. Estos líderes tienen la responsabilidad de dirigir e instruir a la iglesia. En la primera epístola a Timoteo, capítulo 5:17 se habla de los ancianos que gobiernan. Estos deben ser considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y la enseñanza. En la misma epístola, capítulo 3, versículos 4 y 5 dice que el obispo debe ser un buen gobernador o administrador, o dirigente de su hogar, porque si un hombre no es capaz de gobernar bien su casa y sus hijos, no es apto para que pueda cuidar y dirigir la iglesia.
Aunque los pastores son siervos, aun así tienen autoridad para gobernar a la iglesia. Una cosa no niega la otra. Jesús fue un siervo, pero este hecho no niega su autoridad sobre sus ovejas. Aquel que dijo: Yo no he venido para ser servido, sino para servir, también dijo: ¿Por qué me llamáis Señor, Señor y no hacéis lo que yo os digo? En otras palabras, el que Él viniera a servir no niega su autoridad. Su autoridad no solo procedía de su posición como Señor sino también de su posición como pastor. Por eso no debe sorprendernos que Jesús hable de sus ovejas como aquellas que le reconocen como Señor y se someten a su autoridad. Él dijo: Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Jesús ejerció su autoridad como pastor sin sentirse intimidado ni avergonzado. ¿Y cómo se llamaba a los gobernantes en el Antiguo Testamento? Se les llamaba igual que a los pastores. La palabra pastor implica autoridad.
La autoridad pastoral es algo inherente al oficio de pastor. En el antiguo testamento, se llamaba a los gobernantes pastores. La palabra pastor implica autoridad. Este término habla de su autoridad para gobernar. Ellos gobernaban a sus súbditos. El Señor no se avergonzó de ejercer su autoridad como pastor de las ovejas. Aun más, Él esperaba que aquellos que Él vino a servir y que le habían recibido como pastor, le obedecieran. El que Jesús fuera un siervo entre los discípulos, que Él les sirviera y aun le lavara sus pies no negó su autoridad como pastor de ellos. Por tanto sus discípulos no podían ser indiferentes a las instrucciones de Jesús.
Por otro lado, un líder puede ejercer su autoridad y aun así ser un siervo verdadero de los que se encuentran bajo su gobierno. Pablo entendía este principio; por esta razón vio su posición como un medio para servir a otros. Alguien correctamente dijo: “Él percibió sus dones y autoridad como medio para edificar y proteger a otros. No como medio para controlar u obtener posición, ventajas para sí mismo”. ¡No! Él utilizó su autoridad apostólica para edificar, guardar y proteger a la Iglesia de Cristo. En Corinto usó su autoridad para mantener la pureza moral de la iglesia. En 1 Co. 5:4 dice a los corintios: En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, cuando vosotros estéis reunidos y yo con vosotros en espíritu y con el poder de nuestro Señor Jesucristo, entregad (esto es un mandato) a ese tal a Satanás para la destrucción de su carne a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. Observad. Pablo no utilizó su autoridad como Diótrefes. Este disciplinaba para mantener la preeminencia. En cambio, Pablo utilizó su autoridad para que la iglesia cumpliera la voluntad de Cristo. Ejerció su autoridad para que el pecador impenitente se arrepintiera, para que los miembros de la iglesia no se contaminaran pues la Biblia dice: un poco de levadura fermenta toda la masa (1 Co. 5:6). Por tanto, él dijo a la iglesia: “Expulsad de entre vosotros al impenitente”. Pablo ejerció su autoridad para procurar el bien, el gozo, la paz y la unidad de la iglesia.
Esta perspectiva debe gobernar la autoridad del esposo en el hogar. Él, como cabeza, tiene autoridad (Ef. 5:25). Él fue investido de autoridad para que él procure el bienestar, la santidad, y la felicidad de los miembros de su hogar. El esposo debe ser un líder amoroso y servicial. En su hogar, él es sobretodo un siervo. Tal vez esto no le guste a algunos esposos pero para este fin fue que Dios les dio autoridad. En el hogar el esposo no es solamente un líder, es también un siervo. Su autoridad fue concedida para que él promueva el bienestar y la felicidad de aquellos que se encuentran bajo su cuidado.
El esposo es un siervo, pero el que sea un siervo no niega su autoridad como cabeza de su hogar. Su rol como siervo en el hogar le indica el propósito de su autoridad y la manera en que debe ejercerla. ¿Ves la sabiduría de Dios? Ellos son siervos y deben ejercer su autoridad para lograr el propósito divino.
El rol de siervo de los pastores no niega su autoridad, pero les recuerda el propósito y la manera en la que ellos deben ejercerla. El Dr. Wayne Mack tenía mucha razón cuando aseveró que el concepto bíblico de un líder, según Mateo 20:20-28, es que “en primer y principal lugar él es un siervo. Su preocupación no debe ser por sí mismo ni por dar órdenes, ni mangonear, ni imponer su voluntad. Debe preocuparse por satisfacer las necesidades de otros. En verdad, si los intereses de otro no están sobre su corazón, si no está dispuesto a sacrificar sus necesidades personales, sus deseos y aspiraciones, su tiempo y su dinero; si las necesidades de otro no son más importantes que las suyas propias, tal hombre no está en condiciones de ser un líder. El líder debe tener un corazón de siervo. Y lo que sigue es muy importante: si tiene un corazón de siervo actuará como siervo y reaccionará como tal cuando le traten como un siervo”.
Hay mucho fango que comer en el ministerio. La única manera de comernos ese fango es recordando lo que somos: siervos. Strauch resume lo que dije de la siguiente manera: “El carácter de humilde siervo, de liderazgo, no implica ausencia de autoridad. Los términos del nuevo testamento, que describen la posición y el trabajo del líder como mayordomo de Dios, supervisor, guía, implican autoridad tanto como responsabilidad. Pedro no podría haber advertido a los ancianos de Asia contra el señorío sobre los que estaban a su cargo si no hubieran tenido autoridad para guiar y proteger a la iglesia local. La clave es la actitud, la disposición con la cual los ancianos deben ejercer su autoridad”.
Uno de los elementos de la disposición predominante con la que un pastor debe pastorear a las ovejas es un corazón de siervo, un corazón dispuesto a servir a otros. En segundo lugar consideremos algunas de las implicaciones prácticas de este elemento esencial.
Estimado pastor, si mantienes en tu corazón tu identidad como siervo no te molestará ni te quejaras por tener que realizar ciertos deberes diaconales en la iglesia. En las iglesias pequeñas habrá ocasiones en que será necesario que el pastor cumpla ciertas tareas diaconales. Cuando esto ocurra, debes estar dispuesto a realizar estas tareas para servir a las ovejas de Cristo. Debes recordar, que no eres solamente un siervo de tu gente, sino que también su esclavo.
Si había una verdad que constreñía el corazón de Pablo, a predicar a Cristo, a servir a Cristo, a servir a la iglesia de Cristo; si había algo que le llevó a sufrir los sinsabores, tensiones, aflicciones, vituperios del ministerio, fue que él conocía que era ante todo un esclavo de Cristo y de su pueblo. Mucho fue lo que Pablo sufrió. Lo azotaron; lo apedrearon. Se levantaba y seguía sirviendo. ¡Yo soy siervo de Cristo! ¡Soy esclavo de Cristo, para servir a Cristo, para servir al pueblo de Cristo! Él declaró: Porque no nos predicamos a nosotros mismos sino a Cristo Jesús como Señor y a nosotros como siervos (literalmente esclavos). Aquí, la palabra griega no es dikanoi (siervos) sino douloi (esclavos). Y a nosotros, como esclavos vuestros por amor de Jesús.
Compañero en el ministerio, ¿qué imagen tienen de ti? O ¿qué imagen tienes de tu persona? Si no te consideras un siervo o esclavo del rebaño, dispuesto a ser todo lo que esto implica, no podrás ministrar a las ovejas de Cristo.
Por otro lado, la convicción de que eres un siervo será un antídoto poderoso contra la ingratitud y el desaliento. Muchas veces no se reconoce el esfuerzo y trabajo pastoral que toma lugar en privado. Hay muchas cosas de nuestra tarea ministerial que nuestra gente no ve; entre estas cosas podemos mencionar el tiempo dedicado a la oración, las horas que dedicamos al estudio de la palabra, la educación en general, la preparación de los sermones, el tiempo de visitar a los enfermos, débiles y necesitados; la preocupación por la condición espiritual y física de las ovejas. Esto es una carga sobre nuestro corazón. Hemos dado consejo, hemos enseñado, pero la persona no entiende. Eso nos preocupa. Nos lleva a orar por esta persona. Su condición espiritual se convierte en una carga para nosotros. Vemos nuestra debilidad e insuficiencia y esto nos lleva al trono de la gracia y decimos: ¡Señor ten misericordia de nosotros! Danos más de tu gracia para poder servir a tu pueblo. Después, el domingo, ven al pastor que le abraza, y le da la mano; y lo hace con sinceridad porque los ama. Pero eso no quita toda la aflicción, toda esa carga. Mientras muchos duermen, los pastores están pensando y orando para ver cómo pueden ayudarles a resolver su problema. Piensan cómo van a tratar a aquel hermano para que no se ofenda innecesariamente y que pueda ver el principio, lo aplique y pueda servir al Señor de corazón, siendo ejemplo para otros.
Nosotros no somos profesionales. No podemos limitarnos a decir: “Estoy aquí, hago mi trabajo y me voy. ¡No! Pero la gente no ve muchas de esas cosas. No ven las lágrimas; el dolor que sentimos al ver la indiferencia de las personas hacia la palabra; no tienen conocimiento de las decisiones difíciles que debemos tomar para guardar la unidad y el testimonio de Cristo y de su iglesia; del tiempo que empleamos para organizar los ministerios de la iglesia; de las reuniones en el liderazgo de la iglesia; de las conversaciones y reuniones con otros líderes…Muchos desconocen estas cosas.
¿Y qué del dolor que sentimos al ver la indiferencia de las personas hacia la palabra? Esto nos trae tristeza. A menudo, la gente pasa por alto y no da gracias por el ministerio de la palabra. Muchas veces no aprecian ni dan gracias por el ministerio público de la palabra. Semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Hay personas que creen que han sido llamadas a mantener a sus pastores humildes y no les dan gracias. Nosotros, los pastores, los que somos fieles, no queremos aduladores, pero sí queremos saber si nuestra oración, si la oración del pueblo de Dios, si la enseñanza que ha sido explicada y aplicada, ha sido usada por el Señor para edificar y bendecir a su pueblo. Nos alienta oír: “Pastor, aunque no le habíamos dicho nada; sin embargo, ¡esas inquietudes que teníamos desaparecieron cuando usted estaba predicando!” “Pastor, el otro día, mientras usted predicaba la palabra la flecha del Altísimo vino a mi conciencia, traspasó mi corazón, me vi desnudo y en falta, y allí mismo tuve que pedir perdón al Señor”. “Pastor gracias por ser fiel a mi alma”.
Pastor, si no tienes un corazón de siervo, la ingratitud e indiferencia te desplomarán; estas actitudes pueden convertir estas cosas que debes hacer en cargas pesadas que no desearás cargar. Si te olvidas que eres un siervo, la ingratitud de la gente, la falta de reconocimiento por tu labor, tus esfuerzos, puede crear en ti amargura, resentimiento y un espíritu murmurador. Y esto te impedirá entregarte con gozo y entusiasmo a tus labores ministeriales. Tu corazón se enfriará. El fervor y el deseo de servir al pueblo de Dios y a Cristo menguarán o desaparecerán. Por tanto, es necesario que siempre recuerdes que eres un siervo. Y cuando servimos o hacemos lo que el Señor nos dice, debemos decir: “Siervo inútil soy. No he hecho más que lo que debía hacer”.
Aunque debemos trabajar con la esperanza de que seremos recompensados (1 Co. 9:10), aunque la Biblia nos dice que a su tiempo si no nos cansamos segaremos, estas promesas no significan que seremos necesariamente recompensados por nuestro esfuerzo y labor de forma inmediata. Puede ser que el Señor dilate la recompensa como hizo con siervos más fieles que tú y yo. Puede ser que el fruto no aparezca inmediatamente. Puede ser que tu gente no manifieste agradecimiento por tu trabajo.
Entonces, recuerda, somos siervos, eso es lo que somos. Somos siervos… ¿pero de quién? De Cristo. El asimilar este concepto es fundamental para que el pastor pueda realizar la obra pastoral. Traerá estabilidad, sosiego y tranquilidad al corazón. Le animará a seguir adelante, porque entiende que es un siervo inútil que sólo ha hecho lo que debía. Siervos inútiles; literalmente somos esclavos inútiles. Es decir, no merecemos ninguna gratitud especial porque, como Lenski comenta, no tenemos derecho especial alguno sobre el Señor. Hemos de llamarnos a nosotros mismos inútiles, porque no hemos hecho más que lo que estábamos obligados a hacer. Dejamos a un lado cualquier derecho puesto que, ciertamente, delante de Dios no tenemos ninguno. Somos esclavos inútiles y, aunque no recibamos nuestra recompensa inmediatamente, esta perspectiva nos llevará a ver las necesidades del pueblo de Dios como un llamado a usar nuestro tiempo, nuestras energías, nuestros dones, oraciones y lagrimas para seguir sirviendo al pueblo de Dios.
Hermano y compañero en el ministerio, si no puedes recibir esto de Cristo, si no es grato para ti servir como siervo u esclavo, entonces debes salir del ministerio.
Estimado pastor, ¿ven tus ovejas en ti un corazón de siervo? ¿Ven en ti la disposición del Señor Jesucristo, que no vino para ser servido sino para servir? No dije: “¿Ven tus ovejas que tienes una mente lógica, brillante o que presentas tus tesis teológicas con una precisión clínica?” No dije: “¿Ven que puedes presentar y defender magistralmente la doctrinas de la gracia?” No. Mi pregunta es: “¿Ven ellos en ti un corazón de siervo?” La pregunta no es: “¿Ven una gran capacidad para dialogar o debatir?” Sino, “¿Ven tus ovejas la disposición de siervo que Pablo manifestó entre los efesios?” El apóstol dijo: Vosotros bien sabéis como he sido con vosotros todo el tiempo, sirviendo al Señor con toda humildad y con lágrimas. Hay cosas que quebrantaron el corazón de Pablo, pero aun así él dijo: No rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil. Pero de ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mi mismo a fin de terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesucristo.
¿Puedes tú decir a tu gente lo que mismo que Pablo dijo a los ancianos en Éfeso? Vosotros sabéis que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y los que estaban conmigo. ¿Cómo te ven los hermanos, como un siervo o como un amo, esperando que te sirvan? Quiero recordarte que tu servicio a tu iglesia debe ser una revelación del corazón de Cristo a su pueblo. Para que esto sea una realidad, tú tienes que ministrar o servir a tus ovejas con un corazón de siervo. La disposición de siervo atraerá a la oveja tímida y temerosa hacia tu persona. La llevará a buscar y a recibir de ti guía y el consejo que necesita. Las ovejas deben conocer que tú verdaderamente quieres ayudarles. Por tanto, querido hermano, no tengas temor de involucrarte en los problemas, las adversidades y las aflicciones de tus ovejas. En estos tiempos donde hay tantos charlatanes, engañadores y hombres sin escrúpulos que buscan una posición de autoridad y liderazgo en la iglesia para promoverse a sí mismos o enriquecerse a expensas de la gente; hombres como los que Pablo describe en su epístola a los filipenses, porque muchos andan como os he dicho muchas veces: y ahora lo digo aun llorando que son enemigos de la cruz cuyo fin es su perdición, cuya Dios es su apetito y cuya gloria es su vergüenza, en tiempos como estos, donde abundan esta clase de hombres, es necesario que se destaque mucho más en nosotros un corazón de siervo. Así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
Queridos hermanos, oren por nosotros los pastores. Oren y clamen a Dios: ¡Señor, que cada año que pase, al contemplar al Señor Jesucristo, ellos reflejen cada día más y más su corazón!
Amigo incrédulo, Cristo dejó la manifestación plena de su gloria divina y la veló tomando una forma de siervo, para hacerse obediente y obediente hasta la cruz, para pagar la deuda que el hombre pecador le debe a Dios. Cuando él habla de si como siervo, no lo hace simplemente para darnos un ejemplo de abnegación. Él se describe así mismo como siervo para dar a conocer lo que Él tuvo que hacer para rescatar a los hombres del diablo, del pecado y del mundo; para que recibieran vida y salvación. Querido amigo, niño, joven, Jesucristo se hizo siervo para salvar a pecadores y Él continúa, por su palabra y el evangelio, salvando pecadores. Tú no puedes pagar la deuda por tu pecado. Tú no puedes pagar esa gran deuda que debes a Dios. Por amor a tu alma, clama hoy a Aquel que vino a ser siervo, que murió en la cruz para que pecadores como tú sean salvos. Ven, confía en Él, cree en Él y sé salvo. No continúes en esa condición. Cree en Él y serás salvo.
Iglesia, Dios nos llama a manifestar el espíritu de siervo del Señor Jesucristo. ¡Que el Señor use su palabra para que nosotros los pastores, sirvamos a Cristo y a su pueblo!
En el año 1956 James Clarke & Co, Ltd. de Inglaterra publicaron de nuevo en inglés el libro escrito por John Charles Ryle que lleva el título Holiness (Santidad) el que el Dr. Martyn Lloyd-Jones escribió un breve prefacio. En él dijo que en su día J. C. Ryle era famoso, sobresaliente y amado como un campeón y exponente de la fe evangélica y reformada.
Esa observación concuerda con cosas que he leído. Ryle escribió más de 200 folletos y tratados, y se vendieron millones de copias de ellos y muchos de sus escritos fueron traducidos a varios idiomas. En México tuvieron una fuerte influencia en el establecimiento de iglesias reformadas. Lloyd-Jones continuó diciendo: Sin embargo, por alguna razón u otra su nombre y sus obras no son conocidos entre los evangélicos modernos. Creo que todos sus libros están agotados en este país y son difíciles de obtener libros usados. Recordad que hace como 50 años que Lloyd-Jones dijo eso. Lloyd-Jones vio el interés renovado y creciente en los escritos de Ryle como una señal de bien que le daba ánimo y esperanza. Así recomendó esa nueva edición de Holiness. Desde aquel momento, el mundo de habla inglesa ya tiene acceso a muchos de los escritos y tratados de Ryle, y hay lugares en Internet que son dedicados a Ryle (véase abajo) en los cuales cualquier persona puede leer en inglés casi todo lo que escribió.
Ahora bien, cuando Banner of Truth Trust (Estandarte de la Verdad) publicó un libro titulado Perlas Cristianas, escritos selectos por J. C. Ryle en el año 1963 (¿traducido por David Estrada?), esa publicación y algunos otros libros escritos por Pink y otros autores, estos fueron los primeros pasos de fe y esperanza que el Señor usó para que se despertara de nuevo en el mundo de habla hispana la fe reformada y un nuevo interés en Ryle y en otros autores que expusieron la fe reformada y evangélica antigua, como estaba sucediendo en el mundo de habla inglesa.
En 1963 parece que no había ningún escrito de Ryle disponible excepto algunos bien viejos y usados. Banner of Truth dijo, “El libro que bajo el título de “PERLAS CRISTIANAS” presentamos al lector evangélico, viene a ser la colección más completa y escogida que hasta la fecha ha sido vertida al español. Confiamos que con esta publicación hayamos contribuido en algo a llenar este vacío literario inmenso que con respecto a temas de vida y aplicación cristianas se deja sentir en el mundo evangélico de habla hispana.”
Después de la página con el título y la fecha de la publicación y la casa publicadora; hay una segunda página que contiene solamente el nombre del autor, y dos pequeñas citas:
JUAN CARLOS RYLE
1816-1900
“Un hombre de granito con un corazón de niño.
“Grande en estatura, grande en intelecto, grande en espiritualidad, grande como predicador y expositor, grande en la tarea de llevar almas a Dios.”
A continuación veremos algo de la verdad que hay en esas citas. John Charles Ryle nació el 10 de mayo de 1816, en Macclesfield, Cheshire County, Inglaterra, cuyos padres fueron John y Susanna Ryle. Su abuelo era un cristiano practicante que ayudó al movimiento metodista en el norte de Inglaterra. Era también un hombre de negocios próspero, de manera que el padre de J C Ryle estaba bien situado como banquero, aunque parece que era un cristiano de nombre solamente. Los planes para su hijo eran introducirle en la carrera diplomática. Ryle realizó sus estudios en las universidades de Eton y Oxford, donde, además de recibir una buena educación, se destacó como deportista jugando al cricket. Su conversión tuvo lugar en 1837 mientras estaba en la iglesia oyendo la lectura del capítulo 2 de Efesios.
Pero como dos años antes de su conversión, sucedió un pequeño incidente que produjo gran ímpetu al proceso inexorable de su conversión. Ryle estaba cazando con un amigo de Eton, Algernon Coote, y con algunos otros. Al pasar el día en algún momento Ryle juró delante del padre de Coote, un cristiano ferviente, quien le reprendió severamente. Ryle nunca juró después. Este suceso le llevó a tener una amistad durante toda su vida con Algernon Coote, de quien Ryle escribió: ‘fue la primera persona que me dijo que pensara, me arrepintiera y orara.’ Aunque Ryle no se convirtió en seguida, era muy consciente de que su norma para la vida estaba en gran contraste con la de los cristianos que conocía. Así, al llegar el verano de 1837 y la conversión de Ryle, los fundamentos habían sido puestos. Un poco antes de realizar sus exámenes finales, enfermó con inflamación del pecho. Pero, pudo hacerlos y él atribuye ese poder a la lectura de la Biblia y a la oración. Su enfermedad le dio más tiempo para pensar, y mientras más pensaba, más veía que Jesucristo no era el centro de su vida.
Sucedió que un domingo por la tarde asistió una de las iglesias de la parroquia. No se acordó después de nada en particular, ni aun del sermón. Pero le impactó la manera en la cual fue leída la segunda lección, por alguien cuyo nombre nunca supo. El pasaje fue tomado del segundo capítulo de Efesios y al llegar a versículo 8, el lector puso gran énfasis en él, con una pausa breve entre cada cláusula. Así Ryle escuchó: ‘Porque por gracia sois salvos – por medio de la fe – y esto no de vosotros – pues es don de Dios.’
La misma verdad que transformó a Lutero en su descubrimiento de la justificación por la fe ahora tenía el mismo efecto sobre Ryle. Por la gracia de Dios llegó a ser cristiano. De allí en adelante se notaba que sostenía fuertemente los principios de la reforma. [John Charles Ryle: Evangelical Bishop por Peter Toon & Michael Smout (Reiner Publications, Swengel, PA USA; 1976; page 26, traducido de una versión en inglés citada por otros.)]
Ryle se graduó con honores en 1838, pensando en la posibilidad de un futuro en el parlamento inglés, pero el Señor su Creador y Salvador tenía otro plan.
Vamos a oír un poco de la introducción al libro PERLAS CRISTIANAS (publicado ahora en 2 tomos con los títulos Nueva vida y El secreto de la vida cristiana).
“Lo menos que podía imaginarme a la edad de veinticinco años era que un día llegase a ser ministro del Evangelio”. Así escribía J. C. Ryle al recordar los años de su juventud, y añadía: “Mi padre, además de ser un banquero opulento, poseía un vasto patrimonio en tierras; y yo, por ser el hijo mayor, esperaba heredar algún día una inmensa fortuna. Pero agradó a Dios cambiar el curso de mi vida. Este cambio vino como resultado de una quiebra y ruina total en los negocios y patrimonios familiares” Fue entonces cuando J. C. Ryle se percató de que, por encima de sus planes y aspiraciones, los designios providenciales de Dios encauzaban su vida por los senderos de un fecundo ministerio evangélico. Dios le había desposeído de las riquezas de este mundo para confiarle las riquezas sobreabundantes del Evangelio.”
En 1841 fue ordenado al ministerio de la Iglesia Anglicana por el obispo Sumner de Winchester, un evangélico convencido. Pasó dos años en la iglesia anglicana de New Forest, en Exbury. Después, fue enviado a Winchester por un año y luego a Helmingham en 1845 para ministrar en un lugar en el cual casi toda la gente vivía trabajando su propia tierra. Pero allí recibió un estipendio (remuneración) suficiente para poder casarse, y trabajó fielmente durante 16 años. Se casó en 1845 y vio a su esposa morir en 1847. Ella dejó una niña. Luego se casó de nuevo en el año 1850 y después de ver 1 hija y 3 hijos nacer, Ryle vio la deteriorarse la salud de ella por una enfermedad llamada “Brights”. Perdió esa esposa en el año 1860. En ese lugar Ryle comenzó su ministerio de escribir. Escribió tratados que se vendieron por un centavo cada uno. ¿Estás convertido? ¿Estás perdonado? ¿Eres santo? ¿Eres libre? ¿Eres un sacerdote? etc. fueron algunos de los títulos. El contenido era muy bíblico y el estilo claro y fácil de seguir. Grandes cantidades fueron enviadas a Australia y repartidas allí. Para las traducciones al español se recibió ayuda de la iglesia reformada en México. Uno de sus tratados llamado “Verdadera libertad” alcanzó a un sacerdote en México llamado Manuel Agnas. Ese tratado sirvió para guiarle a la conversión a Jesucristo, en los tiempos de debate sobre la infalibilidad del papa.
Mientras Ryle iba exponiendo los evangelios en sus predicaciones, iba trabajando con diligencia para producir sus libros Expository Thoughts on the Gospels. Terminó al fin en 1873. En su valioso libro, Commenting and Commentaries, Spurgeon escribió el nombre de Ryle en mayúscula en letra negrita, y sus notas en letra cursiva, indicando así, como él explica, que esa obra está entre las que más recomienda.
RYLE (J. C., BA) Meditaciones expositivas sobre los cuatro evangelios. Para uso privado y en la familia.
Estimamos estos tomos. Son profundos y extensos, pero no más allá de lo necesario para lectura en familia. El Sr. Ryle evidentemente ha estudiado todos los autores previos que escribieron sobre los evangelios, y ha dado una enseñanza individual de valor considerable.
Aunque Ryle los escribió para uso privado y en familia, muchos ministros han sacado mucho provecho de estos libros. Juan es un comentario completo, y Lucas tiene muchas notas valiosas. Ryle consultó más de 40 autores en su preparación y la lista de ellos se encuentra en sus introducciones. Los evangelios explicados fueron traducidos al español. En la edición que Editorial CLIE reprodujo en 1977, edición tan antigua que contiene el texto de la Biblia en español anterior a la versión de 1909 (p.e., dice Isabel en vez de Elisabeth como en la versión de 1909 o Elisabet como en la de 1960), vemos esta nota (lo pongo como aparece, español antiguo y/o errores):
El volumen que ahora publicamos forma parte de una serie de cuatro, que sobre los cuatro Evangelios ha escrito un presbítero eminente de la iglesia Anglicana. Extensa ha sido su circulación en inglés, lengua en que originalmente fueron escritos; y han sido altamente estimados, no solo por la exposición clara y correcta del sagrado texto, sino todavía más por el fervor y entusiasmo con que proclaman é inculcan los dogmas evangélicos, y por la inteligencia profunda de las grandes verdades que en él se encierran, y sobre todo de aquellas que tienen por centro y fundamento a nuestro Señor y Salvador Jesucristo; verdades que son las únicas que pueden salvar nuestras almas y reformar nuestras vidas. Esperamos que en esta versión castellana, aunque algo compendiados, serán recibidos con aplauso por millares de almas ansiosas de oír lo que realmente dijo el Salvador, y poder así obedecer sus preceptos e imitar su ejemplo.
Faltaríamos a un deber sagrado si al mismo tiempo no rindiéramos un tributo de justas alabanzas a la “Asociación de Señores de Brooklyn para ayudar las misiones evangélicas en México,” que con sus esfuerzos incansables y generosos han reunido los fondos necesarios para pagar su traducción. Acepten, pues, el testimonio de nuestra gratitud; y sepan, para que puedan bendecirlas, a quienes deben el maná celeste de la verdad evangélica, las almas que al leer estos volúmenes reciban regeneradas nueva vida. Aunque Ryle escribía mucho, no desatendió a su esposa ni a su parroquia. En cuanto a ella, muchas veces fue con ella a Londres buscando ayuda médica. En cuanto a la parroquia, las cosas publicadas en gran parte fueron escritos para el beneficio de su iglesia. En 1858 había una asistencia de 160 en su iglesia. Sólo 300 personas vivían en ese lugar. Este hecho que indica que Ryle tenía contacto con todos. No vivió aislado de sus feligreses.
Aunque estaba en una iglesia pequeña, fue conocido por sus escritos y predicaciones en conferencias. Como dice un autor, “En medio de los sonidos religiosos inciertos de la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XIX, la voz evangélica de J. C. Ryle, fue clara y penetrante. Repercutió con una fuerza espiritual similar a la de su contemporáneo C. H. Spurgeon; y al igual que con el gran predicador bautista, la fuerza de la predicación de J. C. Ryle residía en la pureza doctrinal de su mensaje. Y es que, como sucede con todo hombre de Dios, el corazón de J. C. Ryle estaba poseído por la verdad de la revelación bíblica.”
En el año 1861 fue trasladado a Stradbroke, que tenía una población de 1.300 habitantes y con una buena remuneración, de tal manera que no tuvo que buscar ingresos de otras fuentes. Había mucha gente pobre en ese lugar y mucho trabajo pastoral. El edificio se llenó y 250 niños recibían instrucción en la escuela dominical. Había reuniones en casas y en los meses del verano Ryle predicaba 2 veces cada semana al aire libre.
Después de 40 años de ministerio, a la edad de 64 años fue nombrado primer obispo de la industrial y populosa ciudad de Liverpool (1880), gracias a las recomendaciones del primer ministro británico Benjamín Disraeli. Algunos opinan que Disraeli hizo esto no porque admiraba o estaba de acuerdo con Ryle, sino para fastidiar a la oposición política del partido Liberal en Liverpool. No importa los sucesos que contribuyeron a este nombramiento. Ryle trabajó arduamente e hizo mucho bien hasta que no pudo más y renunció su posición a los 83 años de edad, unos pocos meses antes de su muerte ocurrida el 10 de junio de 1900 a la edad de 84 años. Ryle se había casado una tercera vez en el año 1861 pero se quedó viudo nuevamente en el año 1889. No volvió a casarse.
Ahora bien, cito de nuevo de la introducción de PERLAS CRISTIANAS:
Refiriéndose a él, uno de sus contemporáneos dijo: “Era un hombre de granito con un corazón de niño”. ¡Cuán acertada era esta descripción! Efectivamente, J. C. Ryle fue un hombre de granito. Su fe evangélica era como estos picos alpinos capaces de resistir los embates del más severo vendaval. Y ciertamente, muchos y severos fueron los vendavales que se arremolinaron con ímpetu sobre este fiel siervo de Dios, El movimiento católicoanglicano iniciado en Oxford, y del que Pusey y Newman eran las figuras más destacadas, se estrelló ante la firmeza doctrinal de J. C. Ryle; de modo que resultaron vanos los intentos de “romanizar” la Iglesia Anglicana en aquel entonces. J. C. Ryle defendió con tesón la fe evangélica y la herencia espiritual legada por los reformadores. “Nunca nos rendiremos” – era el lema de este campeón de la causa del Evangelio. Y hasta el fin de su vida mantuvo en alto el estandarte de la verdad revelada.
Ryle sabía bien que el creyente tiene lucha “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad”, y por esto tomó sobre sí “toda la armadura de Dios”. En su tiempo las teorías alemanas sobre la inspiración de la Biblia encontraron una entusiasta acogida en Inglaterra, y tan hondo llegaron a calar éstas que todo aquel que todavía se adhería a la doctrina de la inspiración verbal y plenaria de la Biblia era considerado como un fósil teológico del pasado. J. C. Ryle permaneció firme en su posición evangélica. La crítica de la mal llamada ciencia y las teorías de la teología liberal no lograron hacer tambalear su fe en la Biblia como Palabra de Dios. “He aquí la roca; todo lo demás es arena”. Tanto en su teología como en su testimonio al mundo, J. C. Ryle fue un hombre de granito.
Así que vemos que Ryle enfrentó a aquellos que querían volver a la iglesia católica romana y a los liberales que no creían en la inspiración plenaria y la autoridad e infalibilidad de las Escrituras. En la introducción a las “Meditaciones sobre los evangelios: Juan, cap. 1-6” hay un buen ejemplo de su fe de la inspiración plenaria de las Escrituras. (Véase las páginas 13-16 de la edición de Editorial Peregrino, España, 2004.) En la introducción del libro Charges and Addresses (Banner of Truth, Edinburgh, 1978) los editores señalan que en 1887 Ryle despidió a su propio hijo Herbert Edward Ryle de una posición en la iglesia (Capellán Examinador) porque su hijo había aceptado las teorías de la “alta crítica” de las Escrituras. Continuamos ahora con los comentarios en PERLAS CRISTIANAS. Se dice que Ryle fue un hombre de granito:
Pero también fue un hombre “con un corazón de niño”, un verdadero israelita en cuyo corazón no había engaño; un verdadero hijo del Reino. Una marcada nota de nobleza y afecto caracterizaba sus acciones, incluso hacia aquellos que trataban de desacreditar su ministerio con falsas y maliciosas acusaciones. No había lugar para el odio o el rencor en el corazón de Ryle; y es que rebosaba de aquella caridad paulina que “no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal; que todo lo sufre, todo lo cree, todo lo soporta”.
En el curso de su largo ministerio y unido a su amor sincero por la pureza del Evangelio, Ryle evidenció una profunda pasión por las almas perdidas. Su predicación fue esencialmente evangelística; el deseo de alcanzar a los no salvos constituía la meta primordial de sus sermones y también de sus escritos. Desde que Gutemberg inventara la imprenta, quizá ningún siervo de Dios se había percatado como Ryle de la importancia decisiva de la página impresa en la tarea de llevar el Evangelio a los inconversos. Sus tratados y folletos le dieron fama mundial. Escribió más de trescientos tratados, además de otros muchos escritos, y el número total de sus publicaciones en letra de molde superó los doce millones (12,000,000) de ejemplares.
En su afán para hacer llegar el mensaje salvador a las almas, Ryle sacrificó su vasta erudición oxoniana, y consiguió presentar sus mensajes en un lenguaje sencillo, claro y directo. Ya en los títulos mismos de sus tratados se aprecian estas características: “¿Cómo lees?” “¿Eres feliz?” “¿Eres libre?” “¿Es tu corazón recto delante de Dios?”, etc. Además, estaba dotado de la habilidad poco común de expresar profundas verdades en giros proverbiales fáciles de retener en la memoria (“Lo que tejemos en esta vida lo llevaremos en la eternidad”. “No nos metamos con la persona, pero sí con su pecado”, etc.). Esto en cuanto a su estilo. En lo que se refiere al contenido de sus mensajes, además de la nota esencialmente bíblica a las que hemos ya aludido, descubrimos un maravilloso equilibrio doctrinal en la exposición de las Escrituras. Ryle era un creyente con una fe equilibrada, una mente equilibrada y un juicio equilibrado.
Ryle escribió una excelente obra sobre la sencillez en la predicación (Simplicity in preaching, THE UPPER ROOM, Banner of Truth, London, 1970, páginas 35 – 55). Aunque hizo esta obra para predicadores de habla inglesa (y así habla de palabras sajonas y francesas, etc.), hay principios que sirven para cualquier idioma.
Teológicamente se había formado a los pies de los reformadores y llegó a conocer, como pocos lo han conseguido, a los puritanos. Consideraba a éstos como los expositores más versados en la “mente de la Escritura”. Y hay, ciertamente, raudales de doctrina en sus escritos; pero ésta no aparece aisladamente y según los moldes áridos de una teología que está en las nubes, sino en su íntima relación con lo práctico, con un andar santo en la vida del creyente. En sus escritos se transparenta un constante equilibrio en lo doctrinal y lo práctico.
Por eso, J I Packer y otros miran a Ryle como si fuera un verdadero puritano, viviendo en otra época. No guardó como un secreto su admiración por los puritanos.
Entre otros sucesos de su día, Ryle tomó nota de la enseñanza dada en las conferencias “Keswick” y la enseñanza que dieron sobre la santidad en términos de la necesidad de ser pasivo (“Let go and let God…”, “Stop trying and start trusting”, etc. o sea, “Deja de esforzarte y comienza a confiar en Dios.”) para conseguir una vida más profunda o más alta por medio de una segunda bendición o experiencia.
Su concepto de la vida cristiana respira un activismo netamente bíblico. Para Ryle el verdadero cristianismo no puede armonizarse con una noción estática de la fe, sino que, por el contrario, la vida espiritual que se recibe con el nuevo nacimiento es como una fuerza impulsora que pone a todas las facultades de la persona salva en acción constante. Así como el movimiento es manifestación de un principio de vida, la actividad en los senderos de la santidad es evidencia de una genuina vida espiritual en Cristo. Todos sus escritos reflejan una constante preocupación por el tema de la santidad.
Esto no quiere decir que Ryle no creía que la santificación no es por gracia y por medio de la fe. Su mensaje sobre la santificación es un mensaje netamente bíblico, claro y equilibrado.
Finalmente hay un comentario en la introducción que citamos sobre su amor a todos los cristianos verdaderos, sin tener en cuenta la denominación.
Su cristianismo no venía delimitado por los horizontes confesionales de su propia denominación evangélica. Cierto es que fue miembro de la Iglesia Anglicana y llegó a ser obispo de Liverpool, pero su visión de la Iglesia de Cristo y su amor por los diferentes “miembros de la familia de Dios” elevaban su alma noble por encima de las peculiaridades propias de cualquier denominación. “Puesto que no hay salvación excepto en Cristo” – escribía –, “amemos a todos aquellos que aman al Señor Jesús con sinceridad, y le ensalzan como Salvador de sus almas. No nos encerremos en nuestra cáscara y miremos de reojo a aquellos que no ven todas las cosas como nosotros las vemos. No miremos si el creyente es independiente, metodista, bautista, etc.; si en verdad ama a Cristo y pone a Cristo en el lugar que le corresponde, entonces amémosle con todo nuestro corazón. Viajamos con rapidez hacia un lugar donde no habrá denominaciones, nombres, ni formas de gobierno, y en donde Cristo será el todo. Preparémonos, pues, para tal lugar amando a todos aquellos que están en el camino que conduce al mismo. Mientras veamos que se mantienen las doctrinas de la Biblia y se exalta a Cristo, mostremos hacia los que así hacen aquella verdadera caridad que todo lo cree, y todo lo espera.”
Físicamente Ryle era un hombre grande para esos tiempos, seis pies con tres pulgadas (6’ 3”), (1,92 mts) con una voz potente, pero aunque su presencia era imponente, su conducta armonizaba con sus metas de glorificar a Cristo. Ryle era un líder amado que hizo mucho bien como predicador y pastor en los días de su vida, pero son sus libros y folletos lo que nos ha quedado como su verdadero patrimonio. Son diversos – exposición biblica, estudios devocionales, estudios históricos, estudios doctrinales y estudios sobre la fe y práctica de la iglesia anglicana. “Amante de la Reforma del siglo XVI y sus altos principios cristianos, escribió sobre los mártires de la misma en Inglaterra, así como sobre los grandes líderes evangélicos del Avivamiento religioso del siglo XVIII, como Whitefield.” “Sus obras devocionales han sido de incalculable bendición a muchos de sus lectores, por su llamado activismo bíblico, en el sentido de que el verdadero cristiano no puede contentarse con una visión estática de la fe, sino que la vida espiritual, recibida por el nuevo nacimiento, debe ser una fuerza que impulse todas las facultades de la persona renacida. J.I. Packer dice que todo buen creyente encontrará en Ryle una fiesta, una mina de oro, un acicate, comida, bebida, medicina, todo en uno.” “Martyn Lloyd-Jones describió los escritos de Ryle como ‘una destilación de la teología verdaderamente puritana presentada de una forma moderna y fácil de leer’.” Vemos en Ryle un hombre que quiso promover el conocimiento, honor y gloria de Jesucristo. Dijo, “Mi deseo principal en todo lo que escribo es exaltar al Señor Jesucristo y hacerle parecer hermoso y glorioso delante de los ojos de los hombres; y promover el aumento y crecimiento del arrepentimiento, fe y santidad en la tierra.” Su primer tomo de “Meditaciones sobre los evangelios” fue presentado “con una ferviente oración para que sirva para el fomento de la religión pura y sin mácula…” Ryle era un hombre recto e íntegro en referencia a sus votos como pastor, y en su identidad con la fe de la reforma. Como él mismo testificó, nadie iba a encontrar cosas nuevas en sus meditaciones sobre los evangelios, no vamos a ver “…nada …que no esté en perfecta armonía con los Treinta y Nueve Artículos de mi iglesia y que no concuerde con todas las confesiones de fe protestantes.” (Pág 13 de la introducción de Meditaciones sobre los Evangelios: Mateo; Editorial Peregrino, España, 2001) Por supuesto, es aquí que, como bautistas reformados, tenemos que advertir a los lectores de sus libros que no debemos seguirle en su apoyo del bautismo de los niños, o en sus ideas sobre el gobierno de la iglesia y la relación de ella con el Estado. Tampoco aceptamos el principio normativo de la adoración. Pero, aunque esas cosas aparecen, no reciben atención desmedida, y por eso Ryle ha sido y es amado y aceptado por los que aman la fe reformada y evangélica como predicada por Whitefield. Si los bautistas no hubieran amado a Ryle la venta de sus libros sería mucho menor. Pero, amamos su doctrina, su estilo claro, su manera de enseñar. Muchos han recibido ayuda y han podido ayudar a otros.
Si no han leído su mensaje sobre la enfermedad, creo que verán que es de gran valor. Todos los mensajes en Nueva Vida y en El secreto de la vida cristiana, sirven para edificación.
Obras Disponibles en español:
El secreto de la vida cristiana. (Estandarte de la verdad – Banner of Truth Trust)
Meditaciones sobre los evangelios: Mateo, Marcos, Lucas (2 vols) y Juan (3 vols). (Editorial Peregrino)
Caminando con Dios (Publicaciones Faro de Gracia)
Seguridad de salvación (Editorial Peregrino)
Advertencias a las iglesias (Editorial Peregrino)
¿Vivo o muerto? (Anunciado por Sendas Antiguas)
Los deberes de los padres (Anunciado por Sendas Antiguas)
Pensamientos para jóvenes (Publicaciones Aquila)
Obras (¿temporalmente?) agotadas:
Nueva vida (BOT)
Los evangelios explicados: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, 4 vols. (CLIE) (Edición antigua)
El nuevo nacimiento (CLIE)
Una llamada a la oración (CLIE)
Preparado por Noble Vater, San Juan, PR , abril de 2005 Fuentes usadas para este informe además de los libros de Ryle y otros señalados claramente: Introducción a PERLAS CRISTIANAS (Banner of Truth, London, 1963) Datos Biográficos del website de CLIE (http://www.clie.es) http://www.rcb.com.au/950%20-%2033%20J%20C%20Ryle’s%20Continuing%20Ministry.htm
contiene como 3 páginas de notas biográficas http://www.bible.org/page.asp?page_id=1686
contiene una reseña útil por Ron Maness sobre el libro Faithfulness and Holiness: The Witness of J C Ryle: An Appreciation Otros sitios consultados: http://www.geocities.com/johncharlesryle/index.html http://www.tracts.ukgo.com/john_charles_ryle.htm http://articles.christiansunite.com/preacher106-1.shtml http://www.gracegems.org/Ryle/books.htm http://www.anglicanlibrary.org/ryle/ http://www.gotothebible.com/HTML/RyleJC.html http://www.gotothebible.com/HTML/RyleJC.html http://www.christianfocus.com/bookfile/classics/regeneration.htm http://www.biblebb.com/files/ryle/WARN6.TXT http://www.ccel.org/r/ryle/ http://reformerkev.esmartweb.com/library/works_ryle.html http://www.scionofzion.com/ha_nacido_usted_de_nuevo.htm Libros sobre Ryle (en inglés): Marcus L. Loane: “John Charles Ryle. 1816-1900.” (Hodder & Stoughton. 1983. 144 pages) Peter Toon & Michael Smout: “John Charles Ryle, Evangelical Bishop.” (James Clarke. 1976. 128 pages) John Charles Ryle: Evangelical Bishop; Peter Toon & Michael Smout; Reiner Publications, Swengel, PA (1976) J C Ryle, A Self-Portrait, A partial autobiography, edited by Toon and Smout, 1975 Faithfulness and Holiness: The Witness of J C Ryle: An Appreciation Autores: J. I. Packer y J C Ryle. Crossway Books, Wheaton, IL, 2002, 272 páginas
Este libro contiene un ensayo por Packer sobre la vida y obra de Ryle, y contiene los 7 capítulos originales del libro escrito por Ryle sobre “Holiness”.
Un anuncio del libro dice: Como heredero de una fortuna, J C Ryle tenía un futuro de esperanza hasta el día en que el negocio de su padre quebró. En un momento perdió todo. Sin embargo, si esto no hubiera sucedido, probablemente Ryle no hubiera llegado a ser uno de los líderes evangélicos de más influencia. Junto con las reflexiones de J I Packer sobre la vida de este clérigo, hay una impresión del libro clásico por Ryle, Santidad – todo aquí en un solo tomo para animar a los cristianos de manera que, como lo que pudiera haber destruido a Ryle se convirtió en el instrumento que le llevó hacia la santidad, así también Dios utiliza nuestras pruebas para guiarnos en nuestro viaje hacia la santidad.
As heir to a fortune, J. C. Ryle had a hopeful future until the day his father declared bankruptcy. In a single moment, he was stripped of everything. And yet, had this not happened, Ryle would probably not have become one of the most influential evangelical leaders of the 19th century. Along with J.I. Packer’s own reflections on the life of this clergyman is a reprint of Ryle’s classic, Holiness–all here in one volume to encourage Christians that, just as what could have broken Ryle became the very instrument that led him towards holiness, so too does God use our trials to lead us in our journey toward holiness.